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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Hidalgo es excomulgado por rebelde, hereje y por haber iniciado la lucha de independencia

24 de Septiembre de 1810

Abad y Queipo, obispo electo de Michoacán, excomulga a Hidalgo por rebelde, hereje y por haber iniciado la lucha de independencia.

Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en dondequiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en las veredas, en los bosques o en el agua, y aún en la iglesia. Que sea maldito en la vida o en la muerte, en el comer o en el beber; en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o sentado; estando acostado o andando, mingiendo o cantando, y en toda sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus manos y en sus dedos. Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus piernas, pies y en las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta de su pie; que no haya nada bueno en él. Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los poderes que en él se mueven, se levanten contra él”.

Como lo señala Pedro García (Con el cura Hidalgo en la Guerra de Independencia): "El Gobierno del virrey no estaba en tanto ocioso, aprestando, para combatir la revolución, sus soldados y sus recursos. Uno de los medios del que se valió para su objeto fue emplear las armas de la Iglesia, que debían producir grande impresión en el ánimo de la gente sencilla, fuertemente impresionada por el principio religioso."

Para J.R. Poinsett (Notas sobre México): “Al clero debe atribuirse, más que a nada, la terminación de la primera revolución. El grito de libertad entonado por Hidalgo y sus valerosos compañeros de armas, repercutió con júbilo entre gentes de todas las clases sociales, y hasta las comarcas más remotas del imperio; y no obstante su falta de concierto, solamente la oposición encarnizada del clero impidió que se lograra el éxito mediante un levantamiento general del pueblo mexicano.

A éste se le exhortó que persistiera en su lealtad a la Madre Patria; se tronaron anatemas contra los desafectos; se les negaron los derechos de la Iglesia; y la Inquisición, ese poderoso instrumento del despotismo, al denunciar y perseguir a los amigos de la libertad, al excitar los escrúpulos de conciencia de algunos y al despertar los temores de otros, detuvo el progreso de la revolución, y ayudó a las armas de los realistas. Por estos medios se dividió y se debilitó a los patriotas; fueron armados criollos contra criollos, y triunfaron el despotismo y la superstición.”

Meses más tarde, Hidalgo, ya en prisión, será degradado del sacerdocio –para poder ser enjuiciado como reo común y poder aplicarle la pena capital- el 29 de julio de 1811 en una de las salas del Hospital Real de Chihuahua. Además de la pena en sí misma, era una gran injuria a sus sentimientos religiosos -por demás humillante-, y le será raspada la piel de la cabeza, le arrancarán la yema de los pulgares e índices de las manos que habían sido consagradas el día de la ordenación. Hecho esto, será entregado a las autoridades civiles y militares del gobierno español para que sea fusilado sin alguna prerrogativa o beneficio eclesiásticos, que amparan a cualquier reo.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.