16 de Septiembre de 1810
Al amanecer de este día, Miguel Hidalgo y Costilla, cura de Dolores, Guanajuato, inicia el movimiento insurgente de México con una arenga conocida como el grito de Independencia.
Relata Pedro García (Con el cura Hidalgo en la guerra de independencia) “El siguiente día, domingo, en que la gente del campo tiene por costumbre llegar a la población muy a la madrugada para aprovechar la misa prima, se empezaron a formar grupos con el fin de esperarla; y como pasara un gran rato sin llamarla, empezaron muchas gentes a notarlo, sin acertar, por entonces, con el motivo de aquella tardanza. No faltó quien empezara a informarles de que pudiera ser no hubiera misa, porque el señor Hidalgo había en la noche anterior mandado aprehender a todos los gachupines, y todos se hallaban en la cárcel. Semejante informe fue recibido por algunos con sorpresa, aunque mezclada con algo de alegría, tal motivo daba aquella situación formada por los procedimientos despóticos y tiránicos que observaban los españoles con toda clase de mexicanos. En este estado de incertidumbre se fueron acercando al frente de la casa del señor Hidalgo. Aumentó el número. Viendo que por momentos crecía, parecía a aquel párroco respetable que era tiempo ya de dirigirle la palabra a aquella multitud, para informarle de los motivos que había tenido para realizar un movimiento tan nuevo y desconocido. Salid al zaguán y se explica de la manera siguiente:
‘Mis amigos y compatriotas: no existe ya para nosotros ni el rey ni los tributos. Esta gabela vergonzosa, que sólo conviene a los esclavos, la hemos sobrellevado hace tres siglos como signo de la tiranía y servidumbre; terrible mancha que sabremos lavar con nuestros esfuerzos. Llegó el momento de nuestra emancipación; ha sonado la hora de nuestra libertad; y si conocéis su gran valor, me ayudareis a defenderla de la garra ambiciosa de los tiranos. Pocas horas me faltan para que me veáis marchar a la cabeza de los hombres que se precian de ser libres, os invito a cumplir con este deber. De suerte que sin patria ni libertad estaremos siempre a mucha distancia de la verdadera felicidad. Preciso ha sido dar el paso que ya sabéis, y comenzar por algo ha sido necesario. La causa es santa y Dios la protegerá. Los negocios se atropellan y no tendré, por lo mismo, la satisfacción de hablar más tiempo ante vosotros. ¡Viva, pues, la Virgen de Guadalupe! ¡Viva la América, por la cual vamos a combatir!
A esto respondió la multitud en igual sentido y bastante animada. Se retira el señor Hidalgo y comenzaron los preparativos de marcha, y todos se adelantaban entre sí para acompañarlo. Aquel espíritu de libertad se difundid en aquella reunión con la violencia del rayo. Cada individuo se preparaba con un garrote, honda, lanza o machete: así esperaban las determinaciones de su párroco.
Era digno de verse al señor Hidalgo, solo, a caballo en el centro de aquel gentío que lo veía con tanto respeto y aprecio. En todos se advertía un espíritu bélico. Los indios, al pasar el río, surtían sus costales de piedras; otros se proporcionaban un arma cualquiera, y todos deseaban combatir. El exterior de aquella masa de hombres puestos en movimiento llamaba la atención de cuantos la miraban. Su aspecto era importante, y en cada paso que daban aquellos hombres iban absorbiendo a cuanta gente se encontraba ya en el camino o ya en los puntos inmediatos.”
Con gente del pueblo y prisioneros de la cárcel de la localidad, se encaminan a Guanajuato; en San Miguel el Grande, se les une el Regimiento de la Reina, con Allende, Aldama, y Abasolo. En adelante, para formar su ejército, Hidalgo convocará al levantamiento popular, liberará a los presos, enviará comisionados a varias partes de la colonia para organizar la lucha, y además, aprehenderá y encarcelará a los españoles peninsulares.
Fernando Serrano Migallón, en El Grito de Independencia, escribe: “… El movimiento había dado un gran paso. A la voz del cura, estalla súbitamente la cólera contenida en los oprimidos. Y la primera gran revolución de la América hispana se inicia. Con el tiempo, la arenga del párroco en aquel amanecer llegará a denominarse "El Grito de Dolores". Diversos historiadores citado ese acontecimiento, pero sus versiones difieren. Podrían considerarse dos como las más apegadas a la verdad histórica:
a)
"MEXICANOS:
¡Mueran los Gachupines!
¡Muera el mal Gobierno!
¡Viva Fernando VII!
¡Viva la América libre!
¡Viva la Virgen de Guadalupe!"
b)
"MEXICANOS:
¡Viva la Religión!
¡Viva Nuestra Madre Santísima de Guadalupe!
¡Viva Fernando VII!
¡Viva la América!
¡Muera el mal gobierno!"
También hay la versión de que lo que dijo fue: “¡Hijos míos! ¡Únanse conmigo! ¡Ayúdenme a defender la patria¡ Los gachupines quieren entregarla a los impíos franceses. ¡Se acabó la opresión! ¡Se acabaron los tributos! Al que me siga a caballo le daré un peso; y a los de a pié, un tostón”.
En realidad no existe certeza de cuáles fueron sus palabras, pues nunca fueron escritas.
Este “Grito de Dolores” será conmemorado oficialmente por primera vez por Guadalupe Victoria en 1827; antes, en Huichapan, López Rayón y Quintana Roo lo celebraron en 1812; en adelante, los siguientes presidentes continuarán la tradición, pero durante el porfiriato la fecha del festejo será cambiada al día 15 por la noche, para hacerlo coincidir con el cumpleaños del general Porfirio Díaz.
Al momento del inicio de la insurgencia, la sociedad novohispana está formada por un 17.5% de españoles peninsulares (la minoría) y criollos (muchos ilustrados y con grandes fortunas); un 60% de indígenas (la mayoría monolingüe) organizados en corporaciones; un 22% de castas (mestizos, mulatos, etc.) dedicadas a la minería, a las artesanías, al transporte, al servicio doméstico y actividades similares, o bien a la mendicidad y malvivencia en las ciudades; y un 5% de negros, en parte esclavos de las haciendas azucareras. Obviamente, los peninsulares, burócratas de paso o residentes permanentes, son quienes tienen todos los derechos; les siguen los criollos que están marginados de algunos cargos, y el resto está excluido en grado creciente hasta la condición de esclavo.
A grandes rasgos, el proceso de la independencia iniciado hoy, se dividirá en cuatro etapas:
1.- Desde el Grito de Dolores hasta la batalla del Puente de Calderón en 1811, época en que los insurgentes pelean con más pasión que estrategia y los realistas no ofrecen gran resistencia.
2.- Cuando Morelos se une al movimiento en 1811, hasta la toma del fuerte de San Diego en Acapulco, en agosto de 1813; época en que el resultado de las batallas está a favor de los insurgentes.
3.- Después de la muerte de Morelos hay vacío de poder y Calleja logra que técnicamente los realistas ganen la guerra; sin embargo, Vicente Guerrero sigue en pié de lucha. Esta etapa termina con la firma del Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821.
4.- De esa fecha hasta el 27 de septiembre cuando entra a la ciudad de México el Ejército Trigarante, casi todo realista, al mando de Agustín de Iturbide, para proclamar la independencia.
Sobre el significado de la Revolución de Independencia, Enrique Florescano dirá: “Instantáneamente el acto político liberador creó una perspectiva histórica nacional, encauzó todos los recursos del presente a levantar los cimientos de la nueva nación”
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
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