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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Tras reñidas elecciones, el general Mariano Arista asume pacíficamente la presidencia de la República.

Enero 15 de 1851

El año pasado tuvo que enfrentarse a más de diez candidatos de la talla de Juan Nepomuceno Almonte,  Manuel Gómez Pedraza,   Nicolás Bravo y Luis de la Rosa. No obstante el apoyo de la prensa de que disfrutaba en la capital y en varios estados de la República, se debatieron públicamente varias acusaciones en su contra de corrupción e inmoralidad, como las reformas que realizó en el ejército, el asesinato de dos de sus opositores, el destierro de su propio padre cuando la expulsión de los españoles, el adulterio que sostuvo con una casada o la coacción que ejercía desde su cargo de ministro de la Guerra; inclusive fue investigado y exonerado públicamente por un Tribunal Militar sobre su conducta durante la guerra contra Estados Unidos, cuando fue dos veces derrotado en las primeras batallas. También recibió el ataque constante y feroz de varios diarios y de periodistas destacados, a quienes llegó a demandar y encarcelar. Pese a todo, Arista ganó en la segunda etapa de la elección, seguido muy atrás por Almonte.

Siendo un liberal moderado, integrará su gabinete con políticos liberales moderados y puros, entre ellos Ponciano Arriaga, así como conservadores. Pero seguirá siendo criticado por su divorcio y vivir en amasiato en Palacio Nacional. Intentará, sin éxito, superar la banca rota y fomentar la minería, la agricultura y la industria casi inexistente. Enfrentará las reclamaciones inglesas sobre bonos mexicanos y la presión del gobierno norteamericano respecto a ampliar el plazo para la construcción del ferrocarril de Tehuantepec que había vencido. Además tendrá que vencer varias sublevaciones, como la de los generales Canales y Carvajal que proclaman la independencia de la "República de Sierra Gorda", territorio ubicado en Jalisco y Michoacán.

No obstante, comunicará mediante el telégrafo la capital y el puerto de Veracruz; concesionará esa misma ruta a una empresa ferrocarrilera y abrirá la puerta, hoy llamada “mariana” en el Palacio Nacional. Asimismo, colocará la estatua de Carlos IV a la entrada de Bucareli e impulsará las ascensiones en globo.

Renunciará el 5 de enero de 1853, al negarle el Congreso facultades extraordinarias para combatir la revuelta militar estallada en Guadalajara bajo el Plan del Hospicio para regresar al poder a Santa Anna, el cual es secundado por los militares afectados por sus medidas de reordenamiento y  saneamiento de la hacienda pública. Será sucedido por Juan Bautista Ceballos.

Mariano Arista Nuez nació el 26 de julio de 1802 en San Luis Potosí, hijo del coronel español Pedro García de Arista Sánchez,  Ayudante Mayor del Regimiento Provincial de Dragones de San Carlos, y de María Juana Nuez Arruti. Descendiente de militares por la línea paterna y materna, ingresó como cadete en el Regimiento de Provinciales de Puebla a la edad de 15 años. Sirvió en el Regimiento de Lanceros de Veracruz y en el de Dragones de la ciudad de México.

En junio de 1821, siendo teniente coronel, se adhirió al Plan de Iguala proclamado por Agustín de Iturbide y participó en los sitios de las ciudades de Puebla y México. Continuó en el ejército, ya mexicano, hasta ascender a General Brigadier, pero en 1833 fue desterrado a Estados Unidos por participar en una asonada durante el gobierno del general Santa Anna. Al año siguiente regresó al triunfo del Plan de Cuernavaca, prosiguió su carrera militar y así fue miembro del Tribunal de Guerra, de la Junta del Código Militar e inspector de la milicia, hasta 1839 cuando fue comandante en jefe de Tamaulipas.

Durante la rebelión de  Texas, bajo las órdenes del general Santa Anna, combatió con tan poco éxito que fue retirado del frente. En 1846, durante la invasión norteamericana, fue destituido porque como comandante del Ejército del Norte perdió, desastrosamente, las batallas de Palo Alto y de la Resaca de Guerrero, lo que permitió que los norteamericanos tomaran con facilidad Matamoros. Sin embargo, fue Secretario de Guerra, de gran influencia, durante el gobierno de José Joaquín de Herrera del 12 de junio de 1848 al 15 de enero de 1851. Por órdenes presidenciales y reprimiendo exitosamente toda sublevación militar, redujo el ejército a diez mil hombres, estableció el reclutamiento voluntario y cambió el sistema de entrenamiento, ascensos, haberes y prestaciones, con el propósito de disponer de un ejército reducido, eficaz y obediente al gobierno civil. Asimismo, creó una nueva Guardia Nacional, formada por voluntarios reclutados principalmente en los estados. Desde este puesto lanzó su candidatura y hoy rinde protesta como presidente constitucional.

Tras su renuncia, se retirará a su hacienda de Nanacamilpa. Meses más tarde se embarcará a Europa y visitará España. Morirá en alta mar a bordo del vapor inglés "Tagus", en el trayecto de Lisboa a Marsella la noche del 7 de agosto de 1855. Su corazón será traído a México y en 1856 será declarado Benemérito de la Patria.

En 1881, sus restos serán trasladados a México e inhumados en la Rotonda de las Personas Ilustres.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.