18 de Febrero de 1913
En la Ciudad de Méjico, a las nueve y media de la noche del día dieciocho de febrero de mil novecientos trece, reunidos los señores generales Félix Díaz y Victoriano Huerta, asistidos el primero por los licenciados Fidencio Hernández y Rodolfo Reyes, y el segundo por los señores teniente coronel Joaquín Mass e ingeniero Enrique Cepeda, expuso el señor general Huerta, que en virtud de ser insostenible la situación por parte del gobierno del señor Madero, para evitar más derramamiento de sangre y por sentimientos de fraternidad nacional, ha hecho prisionero a dicho señor, a su gabinete y a algunas otras personas; que desea expresar al señor general Félix Díaz sus buenos deseos para que los elementos por él representados, fraternicen y todos unidos, salven la angustiosa situación actual. El señor general Díaz expresó que su movimiento, no ha tenido más objeto que lograr el bien nacional y que en tal virtud, está dispuesto a cualquier sacrificio que redunde en beneficio de la patria.
Después de las discusiones del caso, entre todos los presentes arriba señalados, se convino en lo siguiente:
PRIMERO. — Desde este momento se da por inexistente y desconocido el Poder Ejecutivo que funcionaba, comprometiéndose los elementos representados por los generales Díaz y Huerta a impedir por todos los medios cualquier intento para el restablecimiento de dicho Poder.
SEGUNDO. — A la mayor brevedad se procurará solucionar en los mejores términos legales posibles, la situación existente y los señores generales Díaz y Huerta, pondrán todos sus empeños a efecto de que el segundo, asuma antes de setenta y dos horas la Presidencia Provisional de la República, con el siguiente gabinete
RELACIONES: Licenciado Francisco León de la Barra.
HACIENDA: Licenciado Toribio Esquivel Obregón.
GUERRA: General Manuel Mondragón.
FOMENTO: Ingeniero Alberto Robles Gil.
GOBERNACION: Ingeniero Alberto García Granados.
JUSTICIA: Licenciado Rodolfo Reyes.
INSTRUCCION PUBLICA: Licenciado Jorge Vera Estañol.
COMUNICACIONES: Ingeniero David de la Fuente.
Será creado mi nuevo Ministerio, que se encargará de resolver la cuestión agraria y ramos anexos, denominándose de Agricultura y encargándose de la cartera respectiva el licenciado Manuel Garza Aldape.
Las modificaciones que por cualquiera causa se acuerden en este proyecto de gabinete, deberá resolverse en la misma forma en que se ha resuelto éste.
TERCERO. — Entre tanto se soluciona y resuelve la situación legal, quedan encargados de todos los elementos y autoridades de todo género, cuyo ejercicio sea requerido para dar garantías, los señores generales Huerta y Díaz (Félix).
CUARTA. -El señor general Félix Díaz, declina el ofrecimiento de formar parte del gabinete provisional en caso de que asuma la presidencia provisional el señor general Huerta, para quedar en libertad de emprender sus trabajos en el sentido de sus compromisos con su partido en la próxima elección, propósito que desea expresar claramente y del que quedan bien entendidos los firmantes.
QUINTO. — Inmediatamente se liará la notificación oficial a los representantes extranjeros, limitándola a expresarles que ha cesado el Poder Ejecutivo, que se provee a su sustitución legal, que entre tanto quedan con toda la autoridad del mismo los señores generales Díaz y Huerta y que se otorgarán todas las garantías procedentes a sus respectivos nacionales.
SEXTO. — Desde luego se invitará a todos los revolucionarios a cesar en sus movimientos hostiles, procurándose los arreglos respectivos: El General, Victoriano Huerta. — El General, Félix Díaz.
Varios representantes diplomáticos, testigos de los hechos que se refieren, relataron a Ramón Prida, autor del libro "De la dictadura a la anarquía", la manera en que se firmó el llamado Pacto de la Embajada:
"El dieciocho de febrero en la noche, reuniéronse en la Embajada algunos ministros extranjeros, que deseaban saber la realidad de los acontecimientos. El señor Embajador no pudo recibirlos desde luego, porque estaba atendiendo otras visitas. En uno de los salones de la Embajada conversaban los generales Victoriano Huerta y Félix Díaz en presencia del Embajador. Así se discutieron los términos en que quedaba pactado el reparto que del poder hacían dos ambiciones frente a frente. El general Huerta discutió uno que otro nombre de ministro, más bien por fórmula; así quitó la cartera de Hacienda a don Carlos G. De Cosío, para darla a don Toribio Esquivel Obregón, a quien ni consultaron, limitándose a enviarle un recado para que al siguiente día se presentara en el Ministerio de gobernación a protestar.
Formada la lista, el embajador Wilson, con ella en la mano, fue al salón contiguo, donde estaban los ministros extranjeros esperándolo. Después de los saludos correspondientes, el Embajador les dijo: 'Señores, los nuevos gobernantes de México someten a nuestra aprobación el Ministerio que van a designar, y yo desearía que si ustedes tienen alguna objeción que hacer, la hagan para trasmitirla a los señores generales Huerta y Díaz, que esperan en el otro salón. Con esto demuestran el deseo que les anima, de marchar en todo de acuerdo con nuestros respectivos gobiernos, y así creo firmemente que la paz en México está asegurada'.
Los ministros se apresuraron a tomar copia de los nombres que estaban en la lista. 'Nosotros, dijo el ministro de Cuba, no creo que debamos rechazar ni aprobar nada, sino simplemente tomar nota de lo que se nos comunica y trasmitirlo a nuestros gobiernos'. La mayoría de los presentes apoyaron las palabras del señor Márquez Sterling, y el señor Embajador regresó al salón donde lo esperaban los señores Huerta, Díaz y personas que los acompañaban. Momentos después, los diplomáticos eran invitados a pasar a ese salón. Y ante ellos, se dio lectura a lo que se ha dado a llamar 'El Pacto de la Ciudadela' o 'Pacto de la Embajada'. Terminada la lectura del documento, el embajador Wilson y los mexicanos presentes aplaudieron. Huerta se despidió y el Embajador lo acompañó hasta la puerta. De regreso, al ver Mr. Wilson al brigadier Díaz exclamó: '¡Viva el general Díaz!, salvador de México' e invitó a todos los asistentes a pasar al comedor, donde les ofreció una copa de champagne. ¡Aún vivía Madero y todavía no firmaba su renuncia!.
Los diplomáticos extranjeros habían oído todo lo ocurrido. Oyeron el chocar de las copas, los vivas dados en el vestíbulo, y el estruendo del tapón al dejar libre el espumoso champagne. Al reunirse el embajador americano con sus colegas, casi a un tiempo exclamaron: '¿No irán estos hombres a matar al Presidente?'. Oh, no, dijo Mr. Wilson, a Madero lo encerrarán en un manicomio: el otro sí es un pillo, y nada se pierde con que lo maten'. 'No debemos permitirlo', dijo inmediatamente el ministro de Chile 'Ah, replicó el embajador, en los asuntos interiores de México no debemos mezclarnos: allá ellos que se arreglen solos'.
Nadie dijo una palabra. Silenciosamente a los pocos momentos abandonaron los representantes extranjeros la Embajada Americana. Al traspasar el umbral del edificio, ya en la calle, uno de ellos dijo: 'Es curioso este embajador: cuando se trata de dar auxilio a un jefe rebelde y que bajo el pabellón de su patria se concierte el derrumbe de un gobierno legítimo ante el cual él está acreditado, no tiene inconveniente en intervenir, ser testigo del pacto y aun discutir las personas que formarán el nuevo Gobierno, sin que le preocupe si se trata o no de asuntos interiores del país; pero cuando se trata de salvar la vida a dos personajes políticos, a quienes la traición y la infamia quizá, están discutiendo la manera de matar, encuentra que su posición de representante de una potencia extraña no le permite intervenir, aunque sí califica, raja tabla y con notoria indiscreción a los gobernantes del país ante quienes está acreditado.'
Fuente: Jesús Silva Herzog, Breve historia de la Revolución Mexicana. Los antecedentes y la etapa maderista. México, Fondo de Cultura Económica, 1986. (Colección Popular, 17), pp. 355-358.
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