Home Page Image
 

Edición-2020.png

Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 

 
 
 
 


1863 Manifiesto del congreso de la Union á sus comitentes

Noviembre  27 de 1863

Conciudadanos:
La intervencion francesa, auxiliada de algunos traidores, ha obligado á vuestras legítimas autoridades á residir provisionalmente en la capital del Estado de San Luis, con objeto de que el centro de nuestra Federacion, aquí como en cualquiera otro punto del territorio nacional, sea la viva representacion de que el pueblo mexicano protesta y protestará siempre contra la inmotivada é injustificable violencia de que es objeto por parte del tirano de la Francia. Y ahora que las tropas invasoras hacen un nuevo empuje para internarse en nuestros Estados, han juzgado conveniente los que suscriben, recordaros rápidamente la série de atentados de que es víctima nuestra infortunada patria, para que cobreis nuevo aliento en la presente lucha, y os convenzais más profundamente, de que nuestra salud consiste solo en continuar la guerra, y de que la salvacion de nuestra independencia y libertad depende únicamente de nuestra absoluta decision de perecer ántes que aceptar ningun yugo.
Durante esta guerra, os han dirigido la palabra vuestros representantes en varias ocasiones, estimulando vuestro probado y reconocido valor, y encomiendo los hechos heróicos que solo el amor de la patria ha podido inspiraros. Mas ahora es la ocasion de advertirlos, que todos los grandes sacrificios del pueblo serian estériles y la infamia no se apartaria de su frente, si no contiuara combatiendo con el mismo ardor, seguro de su triunfo, porque defiende sus hogares, los sepulcros de sus padres, la tierra de su libertad; porque rechaza una afrentosa dominacion; porque debe castigar á los que le han traido la picota y azotan á la débil mujer; á los que desprecian las leyes de la guerra y asesinan á los prisioneros cuando quieren llamarlos guerrilleros; á los que llevan á lejanos y mortíferos climas á nuestros compatriotas, que no tienen otro delito que conservar un corazon mexicano.
Ya recordaréis que la guerra comenzó verdaderamente con una gran falsía, con una traicion de que no se han lavado ni disculpado siquiera los soldados franceses, porque tan repugnante ha sido ante el mundo civilizado, que el pretender paliarla habria sido el mayor insulto al buen sentido. La violacion de los convenios de la Soledad, el haberse aprovechado el enemigo de la generosa hospitalidad que le fué otorgada en Tehuacan, para no repasar las posiciones del Chiquihuite en caso de ruptura, como lo prometió solemnemente fué una deslealtad tan ignominiosa, que apénas puede compararse á la vergüenza de su derrota en el célebre 5 de Mayo.
Las ruinas de la moderna Zaragoza atestiguarán por mucho tiempo cuál es la civilizacion que nos han traido los invasores; y en el recuerdo de la gloria que allí conquistó nuestra patria, templarán nuestros guerreros su fé en la democracia, pues solo han cedido allí los soldados del pueblo, despues de sesenta y tres dias de sitio riguroso, á la hambre y á la falta de municiones, venciendo en repetidos encuentros los simples guardias nacionales, recientemente improvisados, á un ejército aguerrido que lleva la fama de ser por su táctica el primero del mundo.
¿Y sabeis, conciudadanos, cuál es el motivo porque ha sido enviado este ejército á apoderarse de nuestras ciudades, á tomar los fondos nacionales, á ocupar las casas de los particulares, tratándonos como país conquistado? Nada sabréis si nos atenemos á lo que quiera decir la ambicion veleidosa del emperador Napoleon; lo comprenderéis todo, si fijais un poco la consideracion en el hecho mismo de esta ocupacion militar.
Leyes, administracion empleados públicos de importancia, todo va modelándose á la francesa en el llamado imperio mexicano, y miéntras que la Europa y la América se indignan con la farsa del nuevo emperador Maximiliano, que solo sirve de pretexto á las miras evidenciadas ya del déspota de Francia; miéntras que los traidores creen haber escapado á la cuchilla de la ley que los aguarda, y á su propia vergüenza, degradacion y vileza que los persigue, dándose un rey, las tropas francesas avanzan hácia el Norte de México con el sueño fantástico de que habrán cambiado esta República en colonia, y habrán abatido para siempre el poder de la América, luego que se den la mano con los esclavistas de los Estados-Unidos.
Pequeños elementos son, en verdad, treinta ó cuarenta mil franceses para tener sojuzgada una nacion de ocho millones de habitantes, en una extension territorial de más de cien mil leguas cuadradas. Pero los invasores cuentan con la obcecacion de algunos reaccionarios, que preferirian la innoble satisfaccion de sus rencores á tener patria; con los mexicanos degradados que proclamaron el imperio por miedo de la Martinica; con la credulidad de falsos liberales á quienes comienzan á halagar, decretando medidas de afectada conciliacion y mentido progreso; y en fin, cuentan con el cansancio, que en otro pueblo, que no sea el mexicano, debieran producir cincuenta años de guerras y desastres.
Pero se han equivocado. Los más encarnizados enemigos de la Reforma deben sentir en su corazon la vergüenza de ser más torpes que los antiguos Tlaxcaltecas, auxiliando al conquistador, quien los considera desde luego como objetos de merecido desprecio; gradualmente se disiparán en ellos los resentimientos, y cederán á la voz de su conciencia que les grita:
¡Contra la patria no hay razon!
Los liberales todos, y hasta los más indiferentes, han podido conocer que la política francesa se cura poco de los medios con tal de realizar sus intentos; lo mismo es para ella servirse de los fanáticos contra los progresistas, que de éstos contra los primeros; lo que le importa es dividirnos para sojuzgarnos. La nacion en fin, que sorprendida en medio de la más encarnizada guerra civil, pudo hacer frente al enemigo extranjero y escarmentarlo, llegará indudablemente á cansar los esfuerzos de éste con todo género de resistencias, y á expelerlo del territorio con solo imitar aquel arrojo, aquella constancia con que nuestros padres desarmados nos dieron patria, venciendo la dominacion española, más poderosa y arraigada que la que nos amenaza.
La lucha ha tomado una nueva faz, en la que todas las ventajas están de nuestra parte. El enemigo no nos es superior en valor; sus necesidades serán difícilmente sustentadas en lugares poco poblados, miéntras que nuestras tropas ligeras recorrerán el país con la misma audacia y buen éxito con que acaban de verificarlo las fuerzas de Oaxaca y de Sinaloa al mando del general Diaz. Cuanto más se extienda la ocupacion francesa, será más débil y dará mayores motivos al patriotismo para levantarse. Confianza, pues; el triunfo de nuestra nacionalidad no puede ser dudoso, y será aclamado por el mundo todo, que nos han acogido con bondadosa solicitud, como el triunfo de la justicia y del derecho, como la humillacion solemne de la ambicion más loca y desenfrenada, orgullosa é impudente, que ha podido presentarse en los tiempos modernos.
En la alta prevision del éxito final de esta lucha, y por la consideracion de los medios extraordinarios que exige, dos congresos han facultado ampliamente al Ejecutivo para que emplee todos los recursos de la nacion en salvarla.
Dicho poder ha aceptado tan inmensa responsabilidad, y por lo mismo corresponde á los mexicanos, leales á las tradiciones de nuestros padres, y consecuentes siquiera con la parte que todos han tenido en el malestar público, ayudar eficaz y decididamente al gobierno legítimo en la empresa que solo con el esfuerzo de todos puede sostener.
La amplia autorizacion concedida al presidente de la República, tiene, como es natural, sus necesarias taxativas, que de ningun modo se refieren al ciudadano que desempeña en la actualidad la primera magistratura, quien ha dado y sigue dando toda clase de garantías á la causa que sostenemos, sino para evitar que se creyese por nadie que la independencia de México y sus leyes constitutivas pueden depender de otra personalidad que la del mismo pueblo que las ha criado y las sostiene. Por esto se halla prevenido en la ley de autorizacion referida, que no podrá el gobierno admitir ninguna clase de intervencion, ni obligacion alguna que afecte la integridad del territorio, el cambio de sus instituciones ó sus leyes de Reforma. Estos han sido los principios de los legítimos representantes de México, y pueden protestar los actuales, que son los mismos que normarán su conducta, cualquiera que sea la posicion en que los coloquen las vicisitudes de la presente contienda.
Compatriotas: una sola expresion reasume el pensamiento de vuestros diputados al dirigiros la palabra: la Francia nos ofrece como prenda de civilizacion y como prueba de simpatía por nuestra suerte, las cadenas ensangrentadas de los esclavos de la Argelia. Nosotros hemos creido que el pueblo de Hidalgo y de Zaragoza preferirá su completa ruina y destruccion ántes que tolerar tamaña afrenta: hemos creido tambien, que la era gloriosa que comenzó el 5 de Mayo de 1862 y ha continuado en el presente año con el memorable sitio de Puebla, aun no se ha cerrado para México, si sus hijos olvidando sus querellas interiores procuran imitar los esfuerzos de los padres de nuestra independencia. Entónces será una verdad indisputable el signo que la conmemora; nuestra águila remontándose á la mayor altura, mostrará al mundo, deshecho entre sus garras, a1 monstruo de la tiranía, aniquilada la serpiente que nos amenaza.
San Luis Potosí, Noviembre 27 de 1863.-–Ponciano Arriaga, presidente. Pedro Ampudia. Eduardo Arteaga. José S. Arteaga. Eleuterio Avila. José Ignacio Basadre. José Valente Baz. Martin Bengoa. Antonio Berdugo. F. Berduzco. Felipe Buenrostro. J. de D. Burgos. F. Bustmante. J. M. Calderon. Braulio Carballar. Jesus Castañeda. Francisco de Paula Cendejas. Pedro Contreras Elizalde, Alfredo Chavero. José Diaz Covarrubias. Francisco Diez Marina. Rafael Dondé. Juan A. de la Fuente. Luis Galan. Gregorio Gamiochipi. Pedro Dionisio de la Garza y Garza. Simon de la Garza y Melo. Francisco de P. Gochicoa. Pablo R. Gordoa. Apolonio García de la Cadena. Manuel Gardett. Ramon G. Guzman. Abrabam Hernandez. Remigio Ibañez.

Genaro Y. U. Leyva. Jesus Loera. Jesus F. López. Manuel Madariaga. José María Marroqui. José M. Mata. Agustin Menchaca. Antonio A. Molina. Roque Jacinto Moron. Ignacio Orozco. Modesto Ortiz. Manuel Peniche. Peña y Ramirez (Manuel). Agustin de la Peña y Ramirez. Nicolás Pizarro Ignacio Pombo. Guillermo Prieto. Benito Quijano. Antonio Quintanilla. José Rivera y Rio. Cipriano Robert. Manuel Sanchez Posada. Manuel Saavedra. Manuel F. Soto. Juan Suarez y Navarro. Ramon Talancon. Canuto A. Tostado. Pantaleon Tovar. Rómulo del Valle. F. Vallejo. R. Vazquez. Félix Vega. Paulo Verástegui. Francisco de P. Villanueva. Manuel M. de Zamacona. Francisco Zarco. Manuel Somera y Piña. Pablo Gudiño Gomez. José Antonio Muchagaray. M. M. Ovando, diputado secretario. Joaquin M. Alcalde, diputado secretario. 5938