Enero 2 y 5 de 1812
Parte de don Félix María Calleja, fecha 2 de enero, de la toma de Zitácuaro, ofreciendo destruir la población
Son las dos de la tarde, hora en que las armas del rey acaban de apoderarse después de una viva resistencia. de tres horas del importante punto de Zitácuaro, situado entre las más ásperas sierras, circunvalado de reductos fortificados, y de zanjas profundas llenas de agua, y defendido por un crecido número de piezas de artillería, y un gentío inmenso recogido con anticipación de largas distancias con la indiada de veinte pueblos en circunferencia.
Los rebeldes habían añadido a todos los obstáculos multiplicados aquí por la naturaleza cuantos pudieron subministrarles el arte, las desesperaciones y el trabajo no interrumpido de 8 meses, en que las desgracias de las dos expediciones anteriores habían dado a su entusiasmo una explotación tan frenética que las mismas mujeres y muchachos concurrían a la defensa; pero todo ha cedido al valor e intrepidez de este ejército, cuyas fatigas y privaciones en los 9 días de marcha desde San Felipe aquí son inconcebibles, y sólo pueden compararse a su constancia en sufrirlas.
El enemigo aterrado y confuso huye en dispersión por los campos, que están cubiertos de sus cadáveres y heridos, y los cabecillas Rayón, Liceaga y cura Verduzco ejecutaron lo mismo anticipadamente, como acostumbran, hacia el rumbo de Taxco; sin poder destinar cuerpo alguno a persecución por lo muy fatigada que está toda la tropa, y la suma dificultad que opone la aspereza de las sierras y barrancas, por donde es preciso transitar.
Es inmenso el repuesto de municiones y pertrechos de toda especie que se han encontrado, y que haré recoger mañana con la artillería, para puntualizar una noticia que dirigiré a vuestra excelencia; por ahora me reduzco a decir que los jefes, oficiales y toda la tropa de este ejército han excedido esta vez su reputación por la impetuosidad con que ejecutaron el ataque por los tres puntos que lo dispuse, debiéndose a su arrojo y a lo bien dirigido y servido de su artillería la brevedad de la acción y cortísima pérdida que han experimentado los cuerpos, según las noticias verbales que me han dado.
Me detendré en esta villa lo menos que pueda, y a mi salida la haré desaparecer de su superficie, para que no exista un pueblo tan criminal, y sirva de terrible ejemplo a los demás que sean capaces de abrigar en su seno la insurrección más bárbara, impolítica y destructora que se ha conocido.
Dios etcétera, Zitácuaro, 2 enero 1812. Félix María Calleja. Excelentísimo señor virrey de Nueva España.
Hernández y Dávalos, Juan E. Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México de 1808 a 1821. Tomo IV. Documento 1.
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