Sin duda alguna, la conmemoración de acontecimientos ha sido, en no pocas ocasiones, el elemento detonante que saca a la luz reflexiones y razonamientos diversos sobre la existencia humana en periodos anteriores, remembranzas que de una u otra manera han estado aguardando el mejor momento para ser publicadas. Esta condición de la investigación histórica que en algunas iniciativas de divulgación espera el momento oportuno para actuar sobre la capacidad de recuerdo que tiene el ser humano, alude a la realidad misma del hombre como individuo social cuya vida se desarrolla en el tiempo, lo cual indica la historicidad inherente a la realidad humana. Pero esta historicidad no sería posible aprehenderla sin el conocimiento a veces general, a veces más específico, de la huella que nos ha transformado en lo que actualmente somos. La historia es entonces no sólo el horizonte en el que se produce la acción humana, sino también el saber y la escritura de aquello que acontece. Gracias a la investigación documental los hechos como historia se convierten en conocimiento historiográfico. Ahora, ante el inminente cumplimiento de la primera década del siglo XXI, nos vamos a encontrar, afortunadamente, con una gran cantidad de trabajos de historiadores y filósofos que darán cuenta de la importancia que para México tienen dos de las fechas más cargadas de simbolismo: 1810 y 1910. Escenarios que vendrán al presente de nuestro país para ir, por una parte, recuperando la historia y la identidad nacional y, por otra, para dar cuenta de las rupturas en el decurso de las civilizaciones y su interacción.
Esta capacidad de memoria, esta facultad de retención del pasado para revivirlo o reproducirlo mentalmente reconociéndolo como tal, también forma parte de la temporalidad e historicidad de la conciencia humana que no sólo acumula recuerdos cual si fuera un recipiente susceptible de ser llenado, sino que configura un mosaico de acontecimientos aparentemente aislados, modelándolos para hacerlos comprensibles en cada momento específico.
En dicha perspectiva, creemos que se inscribe un trabajo de varios años de ardua investigación realizado por Doralicia Carmona Dávila, historiadora y actualmente profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guanajuato, quien se ha dado a la tarea de concentrar la información que ha recabado a lo largo de su vida académica para darle forma durante estos siete años que del siglo XXI hemos recorrido. Todo este esfuerzo se realiza con el objetivo de ofrecernos la Memoria Política de México como un resultado provisional de su investigación. Y queremos subrayar esta condición momentánea, no como un defecto del que su trabajo adolezca, sino por el carácter del proyecto que nos propone, ya que al presentarse en formato digital, eso permite la actualización periódica de su contenido, el cual se concibe como una obra en permanente construcción a pesar de tener secciones muy definidas como biografías, efemérides y textos que orientan el estudio de nuestra historia en un vasto panorama que inicia en 1492 y cierra transitoriamente en el año 2000.
Sin embargo, cabe destacar que aquí no encontramos la intención por ofrecer una mera descripción cronológica de acontecimientos relevantes o una colección de hechos en su acontecer lineal; por el contrario, frente a una historiografía regida por principios positivistas, basada en el registro puntual de los hechos y que pretende estructurar una cronología objetiva rastreando la causalidad que los rige, en la propuesta de Doralicia encontramos, antes bien, una cierta afinidad con otro estilo de hacer historia. En efecto, nos referimos a la Escuela de los Anales, cuyo origen se remonta al año de 1929 y que tuvo como principales fundadores a los imprescindibles Lucien Febvre (1878-1956) y Marc Bloch (1886-1944). Esta escuela de historiadores -escuela en el más vasto sentido del término-, no renuncia, desde luego, a la investigación objetiva o al registro riguroso, pero plantea sobretodo la imperiosa necesidad de dirigir la atención a las configuraciones internas de la sociedad como podrían ser la esfera política, la estructura económica, el tejido cultural o los grupos sociales. En esta perspectiva, podemos afirmar que la Memoria Política de México realizada por Doralicia Carmona, teje una amplia red que asocia diversas relaciones sociales y distintos emplazamientos, mismos que pueden a la postre constituirse en objetos de estudio mucho más adecuados para un riguroso tratamiento científico que los simples acontecimientos que se suceden de manera lineal.
Esta búsqueda de una conexión entre los acontecimientos no fue ajena a Giambattista Vico (1668-1744), quien escribe una obra que lleva por título Principios de una nueva ciencia sobre la naturaleza de las naciones, en donde considera a la historia como el mundo civil o la sociedad civil, que transcurre por un cauce que respeta la libertad humana. Justamente en la Memoria Política de México que aquí se presenta, encontramos este mismo espíritu: dar cuenta de la vida de una nación, en este caso México.
Javier Corona Fernández.
Director de la División de Ciencias Sociales y Humanidades.
Universidad de Guanajuato.
Guanajuato, Gto., 13 de septiembre de 2007.
Presentación de la versión 2007 en CD
Historia testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vesuistatis est.
El trabajo de Doralicia Carmona nos ofrece una visión ampliada de la realidad; acontecimientos de perfil social, económico o cultural se presentan bajo una perspectiva política que da cuenta de la totalidad de las relaciones humanas y de su tejido histórico. Los eventos tratados en esta obra y su proceso de configuración, desde la investigación hasta la selección pertinente de documentos, están impregnados de ese carácter que denota lo múltiple y lo cotidiano de la inexorable vida de un país.
Un recorrido por esta enciclopedia virtual le atisba a la conciencia golpes de realidad oculta en el tiempo, haciendo que el ejercicio hermenéutico nos otorgue un sentido de confianza frente a la vertiginosa historia totalizante. La tarea de Doralicia fue brindar las fuentes oportunas para el tratamiento de la eventualidad, así como motivar la reconstrucción emergente de las relaciones históricas en el estudiante, historiador o ciudadano, cumpliendo los objetivos del INEP: el fortalecimiento del sistema democrático mexicano y el trabajo de definición del interés nacional y de su preevalencia sobre la multiplicidad de intereses en juego en el seno de nuestra sociedad.
Más allá de los motivos anteriores, distingo en este trabajo monumental una naturaleza melancólica. El historiador, el humanista, se entrega a lo imposible. La obsesión que dinamiza esta empresa es el mundo y, el melancólico, precisamente porque está obsesionado con el mundo, es el que mejor sabe leerlo. Doralicia ha visto un reto en esta urgencia de poner a salvo todo aquello que considera como sustancia histórica de este territorio. Su audacia es clara y con este producto editorial, que cuenta con todos los recursos que le convierten en el gran archivo en movimiento que es, responde al lamento acongojado del hombre que se somete a la circunstancia. “La Memoria Política de México” guarda entonces, paradójicamente, un edificio de la destrucción. Contiene en cada espacio, en cada fecha o en cada texto la respuesta a la pregunta, que me atrevo a asegurar, haría cualquiera que no fuera un soñador: ¿Qué pecho puede albergar la memoria de todo un pueblo?
Por supuesto, este reto al destino, no implica para nada la posibilidad de librarse de los pormenores que conlleva la labor de abstraerse a lo volátil de los sucesos. Asalta una cuestión más. Cómo se ha de contar la vida de alguien, de algo, sin haber visto ya su fin, como agudamente resuelve Guinés de Pasamonte en el texto cervantino. La astucia sigue siendo un arma. El sitio que se propone en este fruto de la investigación ya ha tomado en cuenta lo anterior; es un sitio en construcción. Es, como podremos apreciar, una labor incesante. El andamiaje permite y promete una continua reflexión. Una empresa indefinida. Esto que vemos, si bien es la obra abandonada sin finiquito, es siempre necesaria para entablar el diálogo que propicie el aprendizaje. La actitud revisionista y crítica ante el vestigio, la manifestación del hombre y su entorno, en este caso, México, salvaguarda lo que somos. No somos iguales en desposesión y desgracia, puesto que con La Memoria Política de México, no sólo no lapidamos nuestro pasado, sino que lo valoramos. La faena del historiador nos lega hoy este tesoro-testigo, que es lo que significa esta obra que nos entrega Doralicia Carmona Dávila.
Luis Felipe Pérez Sánchez.
Universidad de Guanajuato.
Guanajuato, Gto., 7 de noviembre de 2007.
PRESENTACIÓN DE LA VERSIÓN 2010 EN DVD
“MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO, 1492-2000”
DE LA MTRA. DORALICIA CARMONA DÁVILA
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Una tierra sin ruinas es un lugar sin memorias: un lugar sin memorias es una tierra sin historia.
Abraham J. Ryan |
Hablar de memoria es hablar de almacenamiento de datos o de la permanencia de los mismos en algún lugar. En términos psicológicos, la memoria es la capacidad de retener el pasado en la conciencia y revivirlo y reproducirlo mentalmente reconociéndolo como pasado; el acto o resultado de esta capacidad es el recuerdo, pero el proceso psíquico de recordar supone primero el almacenamiento de lo que ha de recordarse, y luego, excitación o evocación del recuerdo y reconocimiento del mismo como algo propio del pasado.
Ambos conceptos, tanto el de la memoria como el del recuerdo, son fundamentales para entender el proceso mediante el cual nace la historiografía, sobre todo si atendemos al ejercicio que hace Pierre Nora en su obra Los lugares de la memoria al trasladar ambas nociones al ámbito de lo social, acuñando entonces el término de memoria histórica y que en ese tenor designa al esfuerzo consciente de los grupos humanos por entroncar con su pasado, sea este real o imaginado, valorándolo y tratándolo con especial respeto.
No es poca cosa hablar de la memoria en términos histórico culturales, pues la conmemoración de las fechas importantes así como la estigmatización de un personaje o un acontecimiento del pasado han constituido, en algunas sociedades, formas de distinción o castigo político. Recuérdese la condena que los egipcios hicieron de Akenatón así como la Damnatio memoriae que aplicaban los romanos a quienes consideraban enemigos del Estado; en ambos casos se trataba de borrar de todos los anales históricos el nombre del caído en la desgracia.
La investigación histórica y la historiografía, disciplinas practicadas desde hace milenios, pero desarrolladas con finalidades científicas hasta hace muy poco, no podrían existir sin los repositorios de la memoria, término éste que bien podría aplicarse tanto al documento como al medio en el que se agrupa una serie de documentos, es decir, que se aplica tanto a lo que el historiador denomina como fuente de información como a las instituciones que se aplican al agrupamiento, clasificación y conservación de estas fuentes.
En la Memoria política de México que el día de hoy presenta la Maestra Doralicia Carmona encontramos, en primera instancia, el reconocimiento del papel fundamental que tiene la memoria histórica en la conformación del proyecto político de México, y en segundo lugar, encontramos también un interesante proyecto que combina tanto el carácter de fuente como el de instrumento compilador de fuentes, cosa que además sucede en formato digital y que por lo mismo trae consigo dos consideraciones importantes:
Primero, la reflexión acerca de los medios materiales que han permitido la permanencia de la memoria, que nos hace aludir desde la piedra de las cuevas de Altamira hasta la invención del papel elaborado industrialmente, pasando por el barro, el cuero y el papiro. Pues bien, he aquí una obra que aprovecha las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación de manera que presenta una memoria contenida en lenguaje binario, mismo que al ser traducido por toda una serie de programas y procesos informáticos computacionales, aparece ante nuestros ojos como la reproducción de documentos cuyo original se encuentra en lugares alejados pero que gracias a las aplicaciones tecnológicas de estos tiempos es posible llevar consigo en un disco compacto. Esta característica de la Memoria política de México constituye su primera virtud: su manejabilidad nos permite llevarnos el archivo a casa.
La segunda consideración se relaciona también con el ámbito tecnológico pero en otro sentido: en el de la posibilidad de su constante crecimiento y actualización. Esta es la tercera edición de la Memoria política de México pero cada una de ellas me ha resultado siempre un descubrimiento. La flexibilidad del medio electrónico permite que esta obra sea constantemente abierta, de manera que cada determinado tiempo podamos darnos cuenta de la inserción de nuevos documentos y ¿por qué no? de nuevos elementos que hacen más amable la consulta de esta obra, tales como una interfaz mejorada y más rápida, o la inclusión de un fondo musical en los menús principales. Pero más allá de ello, la Memoria política de México de alguna forma representa, por esta característica, el carácter interminable de la labor del historiador, pues aunque éste no tiene como fin último el tener por escrito toda la historia de la humanidad, el afán insaciable de conocimiento le lleva a hacerse constantemente nuevas preguntas y buscar la respuesta a las mismas en los repositorios de la memoria.
La Memoria política de México está integrada por más de dos mil documentos de gran importancia todos ellos para la historia política de nuestra nación, organizados bajo dos ejes principales, uno de carácter práctico y el otro de carácter cronológico. En el primero de ellos se considera cuatro grandes campos en los que la información puede ser consultada y que son efemérides, textos de valor histórico, biografías y cronología. El segundo eje está constituido siete grandes periodos históricos que la Maestra Doralicia Carmona ha delimitado de la siguiente manera: 1.- Gestación e independencia, 1942-1821, 2.- Del imperio a la dictadura, 1822-1853, 3.- Reforma, 1854-1862, 4.- Intervención francesa, 1862-1867, 5.- De la república a la dictadura, 1868-1910, 6.- Revolución, 1910-1982, y 7.- Cambio de rumbo, 1982-2000.
Estos criterios de organización, así como el hecho de que la Maestra Carmona se manifieste a favor de la objetividad histórica, presentando documentos cuya importancia no se limita a la consideración de una ideología política determinada, hacen que la Memoria política de México no sea solamente un compendio de documentos sino una propuesta específica de la manera en como la historia puede ser conocida y analizada; no es, por otra parte, un trabajo infraestructural que se encargue de agrupar los materiales que servirán como inicio de una investigación sino que es el resultado de la investigación misma. Es, como diría Michel De Certeau, el resultado de la transformación cultural que el ser humano hace para transformar un documento en una fuente histórica y darle un lugar como tal. Toda organización documental es esto, una propuesta cultural de cómo ha de ser preservado y entendido el pasado.
En este sentido no hay que olvidar el valor intrínseco que la Memoria política de México tiene como obra didáctica y de difusión. Pienso ahora no en el especialista que con su ojo critico podrá aprovechar de los documentos aquí reunidos sino también en los profesores y estudiantes de varios niveles educativos cuyo conocimiento de la historia se encuentra mediado por libros de texto que regularmente no informan al lector sobre cuáles son sus fuentes ni cuál es su localización. La Memoria política tiene la virtud de traer la fuente histórica al aula. Pienso también en el lector diletante, quien se acerca a la historia sólo para satisfacer su curiosidad y amueblar con la lectura su tiempo de ocio. Él encontrará también en esta obra bastante material para su satisfacción personal. En pocas palabras, la Memoria política de México es una obra para todo público incluyendo al especializado, lo cual es una característica inusual y elogiable.
Como conclusión, puede decirse que la Maestra Carmona ha dado a luz una obra cuya singularidad radica en su carácter multidimensional, pues, como ya se ha dicho, en ella se encuentra tanto una fuente como un repositorio de fuentes; una obra de consulta especializada pero a la vez general; una obra para el estudio profundo de la historia o para la consulta general de parte del profesor y estudiante no universitarios, pero sobre todo, el trabajo impacta por la propuesta intrínseca de aprovechar los nuevos medios tecnológicos para beneficio de la conservación de la memoria.
Me congratulo entonces de estar con ustedes hoy comentando esta obra. En norabuena para la Mtra. Doralicia Carmona. Muchas gracias por su atención.
Miguel Ángel Guzmán López.
30 de marzo de 2010
PRESENTACIÓN
MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO, DE DORALICIA CARMONA
La obra Memoria Política de México, de la Mtra. Doralicia Carmona es una obra de divulgación en un sentido sui géneris por un lado y una valiosa herramienta especializada por el otro. No se trata de una obra de lectura fácil como lo que suele darnos la divulgación, sino que, aunque no sustituye el trabajo de archivo y de cotejo de la documentación en los repositorios, los miles de documentos históricos que almacena (entre fragmentos y obras completas) dan al estudiante y al investigador profesional una primera mirada de los materiales con los que forzosamente han de trabajar en el análisis de la vida política del país.
Esto, que para algunos representará sin duda una contrariedad por no prestarse a una consulta simple y predigerida, es, por el contrario, una fortuna para el estudioso y el aprendiz, que verán en esta obra los materiales para su propia interpretación de la historia basándose en fuentes originales por fin al alcance de la mano. ¿Cuantos documentos importantísimos para la vida pública del país existen y cuantas veces por circunstancias diversas jamás hemos leído aunque sea una parte de ellos? Pues bien, gracias a esta recopilación ahora tendremos la oportunidad de hacerlo. Su enfoque es pues utilitario y práctico, pero no entrega sin más su información salvo a quien la busca.
La obra se encuentra dividida en cuatro apartados de longitud desigual: los documentos, las biografías, las efemérides y la cronología. “En las biografías se estudia el hombre en sí mismo y en sus circunstancias; se investiga y se seleccionan las fuentes primarias clave para interpretar el hecho histórico, por ello el apartado de documentos” (Roberto Salcedo Aquino, “Liminar” en Doralicia Carmona, Memoria Política de México), en la cronología se establece la distancia temporal y el orden de sucesión que existe entre ellos y, finalmente, en las efemérides traemos a la memoria los acontecimientos notables que fueron conformando la identidad y las instituciones del país a lo largo de los siglos.
Gracias a la tecnología digital, en este DVD encontramos 10,156 archivos en 87 carpetas que dan un total de casi 4 gb de información con los acontecimientos y personajes que conformaron nuestra historia política desde 1492 al año 2,000.
Lo primero que notamos al abrirlo es que el acceso a toda esta información se realiza a través del Explorador de Internet, lo cual facilita su consulta evitando la necesidad de instalar algún programa especial para ello. Su interface es sobria, sin primores innecesarios, y se divide en dos ventanas principales y una barra superior con vínculos a las diversas partes de la obra, incluyendo un liminar, un prólogo y una introducción que dan valiosa información acerca de la misma. La ventana derecha, la más importante, es el área de lectura, en donde aparecen los menús y los documentos con eventuales imágenes ilustrativas de los mismos, mientras que la de la izquierda es un espacio utilizado también para identificar con una imagen alusiva la información de la derecha.
1.- Textos. Más de 2000 documentos organizados en función de siete periodos como son
2.- Biografías A-Z un total de 250
3.- Efemérides Enero-Diciembre
4.- Cronología 1492-2000 (con vínculos que envían a efemérides o a biografías)
Para mi gusto personal, la sección de textos es la más llamativa y rica, pues en ella se puede encontrar joyas de la historia política de estas tierras como son, para el periodo colonial…
- Las Cartas de relación de Hernán Cortés, en donde nos encontramos con la confrontación política y militar de los españoles con los pueblos de Mesoamérica y que terminarán con el establecimiento de una dominación de trescientos años.
- Historia Natural y General de las Indias (1535) de Gonçalo Fernández de Oviedo; texto político por cuanto bosqueja una historia de salvajismo e idolatría que sería utilizada para la opresión de la gente en el Nuevo Mundo
- la Historia de los Indios de la Nueva España (1536), del inquieto Toribio de Benavente, Motolinía, en donde dicha opresión apenas si se ve aliviada por el auxilio de las órdenes mendicantes y vislumbramos, si ponemos un poco de atención, los pleitos de los aliados de estos grupos con la primera Audiencia por el control de la política novohispana a través de historias de lo más ingenuas y, a la vez, de lo más interesantes.
… mientras que para la época independiente se pueden leer documentos tan importantes y todavía tan llenos de frescura como las famosas
…. o el tan escasamente leido pero no por eso menos apasionante texto de Juárez
- Manifiesto justificativo de los castigos nacionales en Querétaro. En donde explica las razones políticas que lo llevaron a ordenar en 1867 el fusilamiento del infortunado Maximiliano de Habsburgo pese a las solicitudes de indulto que recibió de dentro y fuera del país (del mismísimo poeta francés Víctor Hugo, por ejemplo).
Así, desde la
- Oración cívica (1867) de Gabino Barreda, que marca un hito en la filosofía mexicana con la introducción del positivismo adaptado a la divisa política de orden y progreso de Porfirio Díaz con la que México entró finalmente al siglo XX
…. hasta los pintorescos y a veces salvajes textos de
- El Libro Rojo de Vicente Riva Palacio y compañía en donde se pone de manifiesto la vena sangrienta que ha acompañado el desarrollo político del país desde sus primeros tiempos,
… en estos documentos tenemos un increíble material para reflexionar acerca de lo que ha sido nuestro país en sus diferentes etapas, las razones por las cuales ha sido así, los intereses que hubo detrás de ello y la triste suerte que –sin importar el gobierno en turno- ha acompañado a los mexicanos en cada uno de esos momentos.
Si es verdad que los pasos que llevan fuera de esta ruta de desasosiego deben deducirse del estudio de la historia patria, no hay mejor manera de hacerlo objetiva e imparcialmente que a través de la consulta directa de las fuentes, y si estas están reunidas en un solo corpus y a la mano, mejor todavía. Como obra de divulgación especializada, la Memoria Política de México cumple un servicio similar al que en su momento desempeñaron las obras de rescate de Joaquín García Icazbalceta, de Fernando Ramírez o de Francisco del Paso y Troncoso: ponen a nuestro alcance materiales que sólo un ímprobo esfuerzo lograría aún en una época como esta de vastas redes de comunicación. Lo cual es de agradecer.
No obstante, lejos de presentarse como una mera reunión de fuentes en las que se encuentra la fría verdad de las cosas o una en la que prime sólo la búsqueda de una fórmula eficaz para estabilizar y fortalecer al país a través del fomento del amor a la patria y a la defensa de sus instituciones, con su trabajo Doralicia Carmona nos pone delante textos contradictorios, fuentes que se niegan y se desautorizan mutuamente, porque la función del historiador no es decirle a la gente lo que debe pensar, sino procurarle los elementos que lo conduzcan hacia una mejor comprensión (no memorización) de la historia. Por supuesto, y sin demérito suyo, puesto que como decía Luís González, “lo caliente no quita lo veraz”, la selección de los documentos incluidos en la Memoria Política de México nos habla también de una línea nacionalista, de un interés por darle al país en el presente lo que no se ha podido conseguir en el pasado. Y eso no puede hacerse sin obligarnos antes a reflexionar en los valores cívicos que debemos mostrar y reproducir para lograr estos objetivos, los cuales también pueden ser aprehendidos con cuidado a través de las lecturas de esta antología.
Por lo que respecta a sus biografías, aunque personalmente me gustaría una bibliografía explícita en cada una de las mismas, encontramos en ellas la objetividad requerida para un trabajo de esta índole. Algunas son muy breves -como la de Eligio Ancona- pero en general puede decirse que salvo el detalle (caro a los historiadores) de las fuentes no siempre explicitadas, se trata de un material de trabajo muy útil en toda labor historiográfica. Sin devoción a los grandes hombres, pero con una conciencia clara de su importancia, sus biografías ilustran las diferentes maneras de concebir el desarrollo del país, así como los choques que tuvieron sus grupos de pertenencia entre sí para predominar unos sobre los otros.
¿Qué la Memoria Política de México tiene las limitaciones típicas de los estudios de tipo político? Sí, por supuesto, igual que todos los trabajos de historia cultural o los de género o de historia económica o los de cualquier otro tipo de historiografía tienen las limitaciones de los suyos. Hasta el día de hoy no ha existido jamás un tipo de historia que le de gusto a todos los historiadores. Pero sí hay algo que a todos gusta por igual, y eso es una buena dotación de documentos que facilite el trabajo y permita avanzar con mayor rapidez en las investigaciones. Y si la historia política es el centro de esas investigaciones, la obra de la Maestra Doralicia Carmona es una herramienta adecuada y muy agradable para comenzar.
Javier Ayala Calderón
30 de marzo de 2010.
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