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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Joaquín de Montserrat Cirana Cruillas Crespi de Valdama Sauz de la Llosa Alfonso y Calatayud

1700-1771

Nació en Valencia, España, en 1700. Contó con muchas distinciones: Marqués de Cruillas, Comendador de Monroy y Burriana, así como Bailío de Sueca en la Orden de Montesa. Tuvo una brillante carrera militar en su país: tomó parte en las campañas de Francia, Ceuta, Gibraltar e Italia; además fue gobernador de Badajoz y comandante general de Aragón.

Montserrat fue Teniente General de los Reales Ejércitos y Teniente Coronel del Regimiento de Reales Guardias Españolas de Infantería, además de Presidente de la Real Audiencia. Su notable desempeño en esas tareas le valió ser nombrado virrey de la Nueva España a principios de 1760. Llegó en septiembre de ese mismo año a las nuevas tierras, y ocupó su cargo del 5 de octubre de 1760 al 24 de agosto de 1766.

Una de las tareas principales que emprendió y para la que fue nombrado, fue la de formar un ejército colonial profesional para hacer frente a la amenaza de invasión de los ingleses. En 1761 subió al trono español Carlos III, y un año después, declaró la guerra a Inglaterra. Es entonces cuando los británicos llegaron a tomar La Habana, y amagaron con desembarcar en Veracruz en cualquier momento.

Ante esa posibilidad, el virrey Montserrat alistó hombres y solicitó armas a España para preparar y equipar a las tropas, con los cuales llegó a organizar 66 compañías de infantería y 59 de caballería integradas por un total de ocho mil quinientos efectivos, entre las que destacó el Regimiento de Dragones de México. La mayoría de las tropas fueron integradas por mestizos, negros y mulatos (los indios no entraban en el servicio militar). Para capacitar mejor a esas fuerzas, en 1765 llegaron a la Nueva España varios instructores, encabezados por el teniente general Juan de Villalba y otros cinco generales. Además de prepararse para contener la amenaza británica, esas fuerzas también sirvieron para enfrentar conflictos internos.

Entre las rebeliones internas a las que se tuvo que enfrentar el virrey Montserrat se contaron las de los indios seris, pimas, pápagos y mayos, así como la de los mineros de Guanajuato en 1766. Pero sin duda, la más notable de este periodo fue la del panadero maya Jacinto Uc de los Santos, quien habiendo nacido en 1730, y educado en el convento franciscano de Mérida del cual fue expulsado por rebelde, adoptó el nombre de Canek, un cacique de Petén que nunca fue doblegado por los españoles.

Durante la fiesta religiosa celebrada el 20 de noviembre de 1761 en Quisteil, Yucatán, cerca de Sotuta, un grupo de indígenas penetró a la iglesia y Canek arengó a los presentes en maya: " no sé qué esperáis para sacudir el esposado yugo de los españoles; yo he caminado por toda la provincia y he registrado todos sus pueblos y considerando con atención que utilidad nos trae la sujeción a los españoles, no hallé otra cosa que penosa e inexplicable servidumbre". Y los incitó a matar a los blancos y mestizos que los explotaban. Enterado del hecho, el capitán Tiburcio Cosgaya, comandante de Sotuta, los atacó con un reducido grupo de soldados. En el primer encuentro con los mayas sublevados murieron Cosgaya y diez soldados más. Esta victoria inicial animó a los indígenas a invitar a su movimiento a otras poblaciones.

Canek era un indígena culto que para ganar la confianza de la gente, les hizo creer que el triunfo de los mayas estaba escrito en el Chilam Balam, que poseía poderes de taumaturgo y que contaba con quince brujos. Fue coronado rey de los mayas como Jacinto Uc de los Santos Canek Chichan Moctezuma.
 
En respuesta, quinientos soldados al mando de Estanislao del Puerto atacaron Quisteil y tomaron la plaza a sangre y fuego el 26 de noviembre siguiente. El pueblo fue quemado y sembrado de sal para que no volviera a ocuparse. En la acción perecieron quemados más de quinientos indios. Canek se refugió en Huatulchac, pero sufrió una nueva derrota. Huyó a Sibac, donde fue aprehendido. Fue condenado a morir "atenaceado, roto su cuerpo y después quemado y echada sus cenizas al viento", en la plaza mayor de Mérida el 14 de diciembre del mismo año. Ocho de sus seguidores fueron ahorcados y doscientos indígenas más fueron azotados, amputados de una oreja y expulsado de la comarca. Muchos de los sobrevivientes huyeron a la frontera entre Belice y el Petén guatemalteco, que fue refugio durante mucho tiempo de mayas libres. Las fuentes de la época se empeñaron en presentar a los indígenas como borrachos y salvajes y a su principal caudillo, Jacinto Canek, como un demente.

El virrey Montserrat también construyó presidios en el norte del país, además de proseguir con las obras del desagüe en la ciudad de México y establecer el servicio de correo.

Otro problema que enfrentó Montserrat fue la epidemia de viruela de 1761, que costó la vida a catorce mil personas en la ciudad de México y ochenta mil en Puebla. Dos años después hubo otra grave epidemia.

Para ayudar en la organización administrativa de la Nueva España, en 1765 llegó el visitador José de Gálvez con amplios poderes, lo que originó numerosos conflictos con el virrey Montserrat, quien terminó renunciando a su cargo. Empero tuvo que enfrentar diversas acusaciones en su contra, siendo sometido a un juicio de residencia en Cholula. De los cargos quedó absuelto en 1768.

Murió en Valencia, España, en 1771.


Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.