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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Francisco León de la Barra

1863-1939

Nació el 16 de junio de 1863 en la ciudad de Querétaro. Se traslado a la capital de la República, en donde estudio la preparatoria y obtuvo la Licenciatura en Derecho en la Universidad Nacional, distinguiéndose en la rama de Derecho Internacional. Impartió clases de matemáticas en la Escuela Nacional Preparatoria.

Fue diputado al Congreso de la Unión en 1891 por un distrito electoral de Querétaro. En 1896 ingresó al cuerpo diplomático y fue abogado consultor en la Secretaría de Relaciones Exteriores en 1898. Con este carácter, fue delegado al Segundo Congreso Iberoamericano (1901-1902): Viajó  a  varios países de Centroamérica, Cuba y España en el desempeño de misiones diplomáticas. Al mismo tiempo, formó parte del Ayuntamiento de la ciudad de México como concejal y síndico.

En 1904 fue enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en varios países de Sudamérica como Brasil, Uruguay, Argentina y Paraguay. En 1905  fue enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de México en las cortes de Bélgica y Holanda, así como en la Conferencia de la Paz, en La Haya. A lo largo de su carrera diplomática gozó de una buena reputación como una autoridad en Derecho Internacional.

En 1909 fue designado embajador en Washington, y el 25 de marzo de 1911, fue nombrado por el presidente Porfirio Díaz, secretario de Relaciones Exteriores.

Conforme a los Tratados de Ciudad Juárez, firmados el 21 de mayo de 1911, se pactó el desarme de los revolucionarios, las renuncias de Porfirio Díaz y de Francisco I. Madero a la presidencia y a la presidencia provisional, respectivamente. Asimismo, se convino que de acuerdo con la Constitución vigente, el secretario de Relaciones Exteriores, Francisco León de la Barra, asumiera la presidencia interina para pacificar al país y convocar a elecciones generales. Según Ricardo Flores Magón, León de la Barra era hijo del cónsul de Chile en México, y no podía ocupar legalmente dicho cargo.

Los maderistas aceptaron a León de la Barra porque lo consideraban un inofensivo burócrata porfirista de alto rango y rechazaban enérgicamente a políticos porfiristas "científicos" prominentes como José Yves Limantour y Ramón Corral. Pero la mayoría de los jefes e intelectuales rebeldes, se inconformaron porque reprochaban a Madero no haber cumplido el Plan de San Luís y sí permitir la presidencia interina de León de la Barra.

Al asumir la presidencia, el 25 de mayo de 1911, León de la Barra dirigió un manifiesto a la Nación en el que se comprometió a respetar el principio de la no reelección, de modo que sólo ocuparía transitoriamente el cargo, sin intentar volver a desempeñarlo:

“Ajeno a toda ambición política, y ansioso solamente del bien de mi país, seré en el puesto que transitoriamente ocupo, un celoso defensor de las leyes, especialmente de las electorales, para que la voluntad del pueblo pueda manifestarse libremente en los próximos comicios, al renovarse los poderes federales y locales.

Aun cuando no ha sido aprobada todavía por las legislaturas de los Estados la reforma constitucional relativa a la no reelección, considero de mi deber declarar como garantía de la pureza de mis intenciones -si no fuera bastante para ello los antecedentes de mi vida pública-, que en ningún caso aceptaré mi candidatura para la Presidencia o Vicepresidencia de la República en la próxima lucha electoral, pues abrigo la convicción de que, al obedecer el precepto correspondiente, comprendido en el proyecto de reforma aprobado ya por las dos Cámaras, acato los dictados de la opinión pública rectamente inspirada.

El día más feliz de mi vida pública será aquél en que dentro del menor plazo que consientan la ley electoral y la situación por que atraviesa el país, pueda transmitir el poder que hoy he recibido, al ciudadano que la República elija. Volveré entonces a la vida privada con la tranquilidad que proporciona el deber cumplido y con la satisfacción de ver a mi patria explotando de nuevo sus riquezas por el esfuerzo del trabajo al amparo de la paz”.

Asimismo, advirtió a los partidos que cumpliría y haría cumplir las leyes en los próximos comicios:

“Dentro de la jurisdicción de las leyes y sometidos a sus mandatos, podrán encontrar los partidos políticos ancho campo para el triunfo de sus aspiraciones, que serán respetadas cuidadosamente, en tanto que se manifiesten dentro de los límites que aquéllos les imponen. Cualquiera transgresión a las disposiciones legales, será enérgicamente reprimida”.

De igual modo, convocó a la unión de todos los mexicanos en la paz y el progreso.

León de la Barra integró su gabinete con políticos porfiristas y algunos maderistas. Su breve gobierno, de cinco meses y cinco días, fue una continuación del porfiriato. Sin embargo, a diferencia del gobierno anterior que se abstenía de intervenir en las relaciones entre el capital y el trabajo, presentó una iniciativa para crear un Departamento de Trabajo, ya que “el Estado no puede ser indiferente a las condiciones de vida de ninguna de las clases de la sociedad, con especialidad de aquella que constituye la mayoría de ellas y cuyo desamparo engendra fácilmente uno de los males más graves de que puede ser atacada una nación: la miseria en grandes masas, el pauperismo.”

Fue conocido como “el presidente blanco” debido a que era, según Alejandro Rosas (Los presidentes de México), “el prototipo de la ‘decencia’: hombre de educación refinada, reflexivo, elevado por la lectura y los viajes, amante de las buenas costumbres, con alcurnia en sus apellidos, perteneciente a las ‘clases superiores de la capital’ y miembro de la comunidad católica.”  Por eso mismo, no entendió las razones y las realidades de los revolucionarios y se opuso activamente a cualquier cambio del régimen porfirista. Se dedicó a apoyar a los “científicos”, a sabotear al grupo revolucionario y a propiciar la división del maderismo.

Intentó desarmar a Zapata a cualquier precio, pues lo consideraba un peligro para la propiedad privada, el “Atila del Sur”, como lo etiquetaron los diarios porfiristas. Por eso, envió al general Victoriano Huerta al mando del ejército federal, aliado institucional de los hacendados, a combatir sangrientamente el zapatismo. Además, el 2 de agosto de 1911, destituyó al maderista Francisco Vázquez Gómez, secretario de Gobernación, por colaborar a la organización de los zapatistas.  El día 7 siguiente, escribió a Limantour:

“La situación política se ha mejorado notablemente en estos último días después del periodo de amargura inaugurado a la salida del señor general Díaz, en que veía peligrar nuestra nacionalidad, decidí cambiar la actitud asumida por mí como consecuencia de los arreglos con la revolución, en que usted intervino, y desde hace doce días, procediendo con la energía que las circunstancias imponían para el bien del país, ordené al licenciado Vázquez Gómez que me presentara su renuncia. Temía que ese acto fuera el principio de nuevas dificultades, pero la opinión general me ha acompañado y aplaudido mi resolución. He puesto en la cárcel a los principales jefes revolucionarios que protestaron contra mi resolución… confié al general Villaseñor la organización de los cuerpos de rurales y avanzó en el desarme y disolución de las fuerzas revolucionarias. La fiesta militar del domingo último, ha demostrado que cuento con el ejército…. Creo que a principios de octubre podrán ser hechas las elecciones primarias, recobrada por completo la paz. Los bonos de Madero han bajado mucho, aunque conserva aun bastante popularidad en las clases bajas. La candidatura del general Reyes ha sido recibida con entusiasmo. Yo me he rehusado a aceptar mi candidatura para la presidencia, por lo que espero estar en Europa a principios de diciembre.”

En un telegrama fechado el 20 de agosto del mismo año dirigido a Madero, León de la Barra amenazaba:

“Hemos resuelto que fuerzas federales no avancen ni ataquen y permanezcan en el Estado hasta que licenciadas las de Zapata, quede restablecido el orden, pues para contener a los bandoleros que están cometiendo depredaciones, bastarán las tropas rurales formadas con los mejores elementos, que van a constituir la guarnición de Morelos.

Pero, a la vez, advierta usted a Zapata que es indispensable el pronto licenciamiento de sus fuerzas, porque el Gobierno no puede permitir que permanezcan sobre las armas en actitud amenazante, cuando estamos dando toda clase de garantías, y si se resiste a hacerlo, o no lo hace dentro de cuarenta y ocho horas, se concentrarán sobre él todos los elementos, tanto del Ejército de línea como los auxiliares para someterlo”. Así lo hizo.

El 7 de septiembre siguiente León de la Barra fue nombrado presidente honorario del Colegio Militar. Para mantener buenas relaciones con el ejército ascendió a ocho generales brigadieres y aumentó el presupuesto de guerra en doce millones para sostener ocho nuevos batallones. De todos modos, los altos mandos militares tenían gran animadversión a los “radicales”,  “demagogos” y “jacobinos” revolucionarios.

Pese a los innumerables encuentros con Madero, Zapata terminó por considerar a Madero un traidor, pues mientras hablaba de paz, la campaña de Huerta en Morelos ordenada por León de la Barra, llegaba a los peores excesos. Así impidió León de la Barra que Zapata otorgara su apoyo plenamente a Madero y provocó que Zapata se rebelara finalmente en su contra mediante el Plan de Ayala.

A pesar de su promesa de no aceptar candidatura alguna en las siguientes elecciones presidenciales, León de la Barra figuró como candidato a la Vicepresidencia por el Partido Nacional Católico que también apoyaba a Madero para la presidencia de la República. Este partido había sido fundado al vapor en mayo de 1911 por Emmanuel Amor, Gabriel Fernández, Manuel F. de la Hoz, y Rafael Martínez del Campo, entre otros. Pretendía agrupar a los católicos para que ejercieran sus derechos ciudadanos y atraerlos mediante principios como la libertad de enseñanza religiosa, la defensa de la soberanía nacional, la efectividad del sufragio y la no reelección; asimismo, proponía algunas medidas concretas como la creación de instituciones de crédito para la industria y la agricultura. Su lema era “Dios, Patria y Libertad”.

Francisco León de la Barra

El 6 de noviembre de 1911, León de la Barra entregó el gobierno a Francisco I. Madero. Después viajo a Italia  y regresó a México en 1912, pero fue repudiado por muchos maderistas, que lo consideraban persona non grata. Promovió en la prensa una campaña contra el gobierno de Madero, que contribuyó al desprestigio del mismo, tanto como a su desestabilización. Asimismo, participó en la fundación  de la Escuela Libre de Derecho. El 20 de marzo de 1913 ocupó el cargo de gobernador del Estado de México y después de senador de la República.

Al triunfo del golpe militar que instauró la dictadura de Victoriano Huerta, León de la Barra volvió a ser secretario de Relaciones Exteriores del 11 de febrero de 1913 al 4 de julio de 1914, sin abandonar la gubernatura. Por eso Vasconcelos lo consideró “el presidente blanco…de la pechera”. Con este carácter se presentó ante la Cámara de Senadores para solicitar la autorización a los barcos norteamericanos en Veracruz, ampliándoles el plazo para su permanencia en aquel puerto. A lo que respondió Belisario Domínguez: "Señores Senadores, yo votaré en contra de la autorización que se nos pide, porque ella es un voto de confianza al gobierno que asesinó al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez, porque es un gobierno ilegítimo y porque es un gobierno que ha restaurado la era nefanda de la defección y el cuartelazo".  

Francisco León de la Barra

Después, León de la Barra fue designado por Huerta, Ministro de México en Francia, país en el cual fijó su residencia para nunca regresar al país. Sin embargo, a la caída de Huerta, durante varios años fue seriamente considerado por los grupos reaccionarios y por las potencias extranjeras con intereses en México, como un posible presidente de la República en caso de que fracasara el movimiento constitucionalista.

Alejado por completo de México, fue Presidente del Tribunal Permanente de Arbitraje, con sede en La Haya y desempeñó varios cargos y comisiones internacionales como el de presidente de los Tribunales Mixtos de Arbitraje, creados por los Tratados de Versalles y presidente del Tribunal Arbitral Anglo-Franco-Búlgaro. Al morir su esposa María Elena Barneque, contrajo nupcias con su cuñada María del Refugio Barneque Falleció el 23 de septiembre de 1939 en Biarritz, Francia, donde descansan sus restos.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

Efeméride. Nacimiento 16 de junio de 1863. Muerte 23 de septiembre de 1939.