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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Adolfo de la Huerta Marcor

1881-1955

Nace en Guaymas, Sonora, el 26 de mayo de 1881. Estudia en el Colegio Sonora de Hermosillo e ingresa a la Escuela Nacional Preparatoria en México, además, realiza estudios de contabilidad, música y canto. En 1900, tuvo que regresar a su estado natal por la muerte de su padre. Trabaja como profesor de canto, contador del Banco Nacional de México y gerente de la tenería "San Germán". Goza de popularidad por sus dotes artísticas y sus gustos bohemios.

Desde 1906 milita en el Partido Liberal Mexicano de orientación magonista. En 1909, es representante del Club Antirreeleccionista en Guaymas y se dedica a la propaganda en el campo y en el periodismo. A triunfo de Madero es diputado a la Legislatura local y participa en los tratados de paz con los indios yaquis. Durante la decena trágica se encuentra en México y acompaña a Madero desde el Castillo de Chapultepec hasta el local de la fotografía Daguerre. Relata en sus Memorias: “yo tuve la satisfacción de ser el primer civil que el día 9 de febrero se presentó en Chapultepec a ponerse a las órdenes de don Francisco I. Madero”.

Tras el asesinato de Madero, viaja a Hermosillo, se pone en contacto telegráfico con Carranza y personal con Villa. La Legislatura local lo comisiona como delegado a la Convención de Monclova, que trata de unir a los revolucionarios de Coahuila, Sonora y Chihuahua bajo el Plan de Guadalupe. El 18 de agosto de 1913, en su carácter de diputado local, logra que Carranza sea reconocido por el Congreso del estado de Sonora como único representante de la federación, lo que le dio acceso legal a los recursos federales, además de los recursos de Sonora.

Lucha en Sonora contra las fuerzas de la dictadura con acciones cívico-militares y de propaganda. En mayo de 1913 vuelve a ser diputado local y en octubre siguiente, Carranza lo nombra oficial mayor de la Secretaría de Gobernación, de cuyo despacho se encarga en agosto de 1915.

En abril de 1916 es gobernador provisional de Sonora. Durante su gobierno logra pacificar a los yaquis que demandaban la devolución de las tierras de sus antepasados, en contra de la opinión generalizada de exterminarlos; restablece el Supremo Tribunal de Justicia; erige los municipios de Agua Prieta, Nacozari, Chico, Trincheras y Yécora; restituye los ejidos de la Ciudad Álamos; y por decreto 71, de octubre 10 del mismo año, establece la Cámara Obrera, en cuyos artículos transitorios se dispone la jornada de 8 horas y el descanso semanal, el salario mínimo, la edad no menor de 14 años para trabajar, los contratos formales para periodos mayores de 6 días, y los impuestos a cargo de la empresa, no del trabajador; también, con base en los estudios de la Cámara Obrera, expide el primer reglamento local en materia laboral. Además, apoya a los obreros huelguistas de la Cananea Cooper y del Ferrocarril Sud Pacífico, ambas empresas norteamericanas; y exige su manifestación de bienes a los empleados y funcionarios locales. Cuando sesiona el Congreso Constituyente de 1916, le envía una carta en la que propone para el trabajador la participación equitativa de las utilidades obtenidas por las empresas. Promulga la Constitución de 1917. Convoca a elecciones y entrega el poder el 30 de junio de 1917.

En julio de 1917 es nuevamente oficial mayor de la Secretaría de Gobernación. En 1918, senador y cónsul general de México en Nueva York. El 1º de abril de 1919 vuelve a ser gobernador de Sonora, ahora con carácter de constitucional.

En 1920, se enfrenta a Carranza por los acuerdos de paz logrados con los yaquis y la “federalización” de las aguas del Río Sonora, en realidad, por la postulación a la presidencia de su amigo, el ingeniero Ignacio Bonillas. Ante el arribo de fuerzas federales para que asumiera la gubernatura Ignacio L. Pesqueira, el 13 de abril siguiente, De la Huerta declara que Sonora reasume su soberanía y el día 23 proclama el Plan de Agua Prieta (primero plan de Hermosillo) con Obregón y Calles, en contra de Carranza. De la Huerta, un civil, "fue declarado Jefe Supremo del Ejército Liberal Constitucionalista, que en la práctica era el mismo ejército nacional, sólo nombrado así para los elementos que desconocieran a Carranza y se unieran a los sonorenses. También el nombre provenía del principal partido político obregonista: el Partido Liberal Constitucionalista". (Plasencia de la Parra Enrique. Historia y organización de las fuerzas armadas en México).

De la Huerta dice en sus Memorias que el conflicto con Carranza comenzó por su negativa a ser candidato oficial impuesto por el carrancismo y que “cuando me tocó verme en aquella posición antagónica al señor Carranza, por quien sentía un verdadero afecto, respeto y cariño originados en su actitud al principio de la lucha del constitucionalismo, me sentía verdaderamente apenado... pero no me dejaron otra alternativa... en mi concepto, el error estuvo de parte del señor Carranza y no de parte de los candidatos (Obregón y Pablo González) que tenían derecho a jugar y presentarse a la consideración del pueblo para ocupar la Primera Magistratura, sobre todo después de haberse retirado de la lucha electoral en 1916 para dejar libre el campo a Carranza y contando con la promesa de éste para que en el siguiente periodo actuaran con libertad”.

Al triunfo de la rebelión, el 24 de mayo De la Huerta es nombrado presidente interino para el periodo del 1º de junio al 30 de noviembre de ese año de 1920. Según De la Huerta, Obregón había pactado con Pablo González que éste asumiría la presidencia interina, obligado por la fuerza que representaban los 22 mil efectivos que González mantenía en la capital de la República; sin embargo, el Congreso escogió presidente interino entre Carlos B. Zetina, Fernando Iglesias Calderón, Antonio I. Villarreal y De la Huerta, quien obtuvo 224 votos a favor y sólo 22 en contra.

Al asumir la presidencia, De la Huerta enfrenta una situación internacional poco favorable: la Primera Guerra Mundial ha terminado y los precios de las materias primas han bajado, en tanto que los gobiernos de las empresas extranjeras afectadas por la guerra revolucionaria y temerosas de la aplicación de las nuevas leyes, presionan sobre México para proteger y extender sus intereses; el pago de la deuda externa sigue suspendido y la renegociación está pendiente. En Estados Unidos, un nuevo presidente, Warren G. Harding, endurece sus posiciones respecto a México y su Revolución. De la Huerta tiene que enfrentar la problemática interna sin agravar la situación nacional y bajo la amenaza de nuevas intervenciones extranjeras.

Como presidente, emprende la pacificación con magnanimidad para unificar a los revolucionarios alrededor del grupo sonorense. A los generales leales a Carranza los pone en libertad para que partan al exilio los más importantes. A los zapatistas los incorpora al Ejército Nacional como División del Sur y asciende a divisionario a Genovevo de la O, a quien nombra comandante militar de Morelos. Aprueba el fusilamiento de Guajardo y perdona, pero destierra a Pablo González, ambos autores del asesinato de Zapata. Finalmente, tras largas negociaciones, logra que los generales Eugenio Martínez y Francisco Villa firmen el 28 de julio los Convenios de Sabinas por los que Villa se retira a la vida privada, a pesar de la oposición de Obregón que temía la reacción norteamericana y de Calles que recelaba de que ese retiro fuera real. A los contrarrevolucionarios como Félix Díaz los manda al exilio. Asimismo, logra el licenciamiento de más de 30,000 efectivos del ejército mediante el establecimiento de colonias militares.

Desconoce a los gobernadores carrancistas electos y cesa a los que ya ocupan el puesto, y con un manejo austero y escrupuloso del presupuesto destinado a la pacificación y a cumplir los compromisos contraídos, logra reorganizar la hacienda pública y un modesto superávit, que desde el gobierno de Díaz no había existido.

Trata de someter a la legislación federal a las compañías petroleras norteamericanas que eran apoyadas por el presidente Wilson y por decreto del 10 de julio de 1920, fija las condiciones y los requisitos para otorgar concesiones de explotación petrolera. Para negociar con el gobierno norteamericano estos asuntos y obtener el reconocimiento de su gobierno, envía agentes confidenciales a Washington sin obtener éxito.

De la Huerta, a pesar de que no es partidario de destruir los latifundios, reparte 165,974 hectáreas a 128 pueblos y restituye 44,582.19 hectáreas a sus dueños originales para apaciguar a huicholes, coras, yaquis y mayos. También devuelve a los gobernadores la capacidad para dividir latifundios, crear la pequeña propiedad y establecer nuevos centros de población. Expide la Ley de Tierras Ociosas para poner a trabajar toda tierra cultivable. Alienta la organización de los campesinos en el Partido Nacional Agrario del zapatista Soto y Gama y, por otra parte, es el primer presidente que reconoce y estimula el movimiento obrero en apoyo del gobierno, e inclusive nombra a dirigentes sindicales, como Morones, Gasca y Yúdico, en varios puestos de la administración pública. Negocia 195 movimientos de huelga y funda el Departamento de Trabajo y Previsión Social y reforma la Junta de Conciliación y Arbitraje, de modo que al término de su gobierno no existen huelgas.

Según Dulles (Ayer en México), “fue un excelente jefe del Ejecutivo durante su interinato de 6 meses, y su conducta satisfizo las expectativas populares de la época. De ninguna manera se le podría acusar de ser majestuoso, austero o ampuloso. Era persona sencilla y franca, que evitaba las ceremonias... vivía sencillamente, sin pompa. Tenía gran afición por el canto y se dice que su primera ambición en Sonora había sido cantar en la ópera Metropolitana de Nueva York. Tenía excelente voz, aunada a cierto sentido dramático personal, que usaba en todas las ocasiones. Su informalidad y su reconocida honestidad, así como su buena voluntad hacia todos, tuvieron amplia acogida”...

Según Sergio de la Peña (De la revolución al nuevo Estado): “en sus seis meses de gestión cobró vida la nueva estructura del poder político del flamante Estado de la revolución mexicana y se delinearon las tareas a realizar para darle estabilidad”.

Convoca a elecciones para el 5 de septiembre y el 1º de diciembre de 1920, entrega la presidencia a Obregón y asume la secretaría de Hacienda en su gabinete. Por su labor muchos le llaman “el presidente de las manos limpias, limpias de sangre y limpias de oro”. Escribe Pedro Castro (Gobernantes Mexicanos): “De la Huerta deja a su breve paso por la presidencia de la república un país pacificado, listo para la siguiente etapa de reconstrucción. Ha impreso un sello personal a su breve gobierno, en el que sobresalen su manejo civilizado de la política, su inclinación al diálogo y su honestidad a toda prueba, herencia que no es asumida por sus sucesores, quienes con frecuencia optan por métodos rudos de hacer política.”

Como secretario de Hacienda reanuda los servicios de la deuda pública exterior, y el 16 de junio de 1922 concierta los tratados De la Huerta-La Mont en Nueva York, por los que México acepta pagar íntegramente el capital e intereses de la deuda con EUA a partir de la suspensión, la mitad de la cual corresponde a los ferrocarriles; así, consolida y reduce las responsabilidades financieras contraídas por las administraciones anteriores. Viaja a Washington por invitación del presidente Harding y logra que en principio se acepte el reconocimiento del gobierno de Obregón sin mediar tratados ni condiciones. También reorganiza las finanzas nacionales y hace los preparativos para la fundación de un banco central.

Al iniciarse la sucesión presidencial, muestra simpatía por Calles y niega aspirar a la presidencia. En sus Memorias, De la Huerta cuenta que dada una supuesta enfermedad de Calles que lo incapacitaba para ocupar la Presidencia, Obregón le propuso “que yo me lanzara a la lucha con la completa seguridad del triunfo. Recuerdo sus palabras: Tu no tendrás ni que moverte de tu casa, no se necesita ni propaganda electoral". Pero declinó la propuesta porque implicaba la subordinación al general Obregón.

Francisco Villa, quien era partidario de la candidatura de De la Huerta, es asesinado en abril de 1923. El 24 de septiembre siguiente, De la Huerta renuncia tras expresar a Obregón su completo desacuerdo con los llamados Tratados de Bucareli por considerarlos violatorios de la soberanía nacional y de la Constitución de 1917 según dice en sus Memorias, aunque existe la versión de que realmente renuncia como rechazo a la manera como se habían manejado las elecciones en los estados de Zacatecas, San Luis Potosí y Nuevo León en perjuicio del Partido Cooperativista, dirigido por Jorge Prieto Laurens, quien perdió la gubernatura de San Luis.

Según De la Huerta, convino con Obregón en mantener la renuncia en secreto hasta noviembre siguiente, pero Martín Luis Guzmán la publicó indiscretamente, el 25 de septiembre en su diario vespertino El Mundo (según Guzmán fue con la anuencia del renunciante), lo que Obregón interpretó como una traición a lo pactado. Después, De la Huerta rompe definitivamente con Obregón por su apoyo a Calles, quien lanza su candidatura pese a su impedimento constitucional por ser funcionario público en ese momento.

El 22 de noviembre de 1923, De la Huerta acepta la candidatura del Partido Nacional Cooperativista, pero en realidad representa el antiobregonismo, por lo que fue capaz de aglutinar rápidamente una heterogénea masa de seguidores que incluía lo mismo porfiristas que izquierdistas. Aunque había apoyado a Calles, cuando éste declaró en su contra, “acepté... una candidatura que había rechazado mil veces antes... Mi aceptación a la candidatura me proporcionaba cierta protección por el fuero de que goza un candidato. Yo sabía que enfrentaba a dos lobos (Obregón y Calles) y necesitaba defenderme como gato boca arriba”.

De la Huerta tiene también el apoyo de la Unión de Militares de Origen Revolucionario 1910-1913, que desde febrero de 1923 agrupaba “con fines culturales” a destacados generales revolucionarios de la talla de Salvador Alvarado y Enrique Estrada que, sin cohesión política e ideológica, sólo tenían en común su descontento por haber sido marginados por el grupo de Obregón con la reorganización del ejército que sólo favoreció a sus allegados.

Calles es el candidato de los partidos políticos más fuertes: El Nacional Agrarista PNA, dirigido por Antonio Díaz Soto y Gama; el Laborista Mexicano PLM, presidido por Luis N. Morones; y el Socialista del Sureste, encabezado por Felipe Carrillo Puerto. Tiene también de su lado a los militares y políticos leales a Obregón.

De la Huerta es acusado durante su campaña por Obregón de peculado y de ser el responsable de negociaciones desventajosas con Estados Unidos; el Senado lo llama a comparecer y De la Huerta se defiende eficazmente de esa imputación.

Sufre varios atentados fallidos y se entera de un plan urdido para asesinarlo aparentando haber resistido a un cateo en busca de posesión de armas para comenzar una rebelión. Entonces decide huir a Veracruz ante el riesgo de ser asesinado, tras recibir el aviso urgente del general Guadalupe Sánchez, de que iba a ser cesado como jefe de operaciones militares en Veracruz, de que todos los cooperativistas serían aprehendidos por la policía militar de la ciudad de México y de que sólo quedaba iniciar la rebelión desde el puerto; a lo que De la Huerta se negó y sólo aceptó salir a Veracruz la noche del 4 de diciembre de 1923. Se dice que al llegar a Córdoba ya había la orden de detenerlo pero uno de sus partidarios encargado de hacerlo fingió no hallarlo en el tren en que viajaba. (Castro Pedro. Adolfo de la Huerta. La integridad como arma de la revolución).

Obligado por Obregón o por iniciativa propia, (se cuenta que estando en Veracruz, el 6 de diciembre, se entera con gran disgusto que era jefe de una revuelta por el diario El Dictamen y ya no tiene manera de retroceder), el 7 de diciembre del mismo año, De la Huerta proclama una nueva rebelión armada contra Obregón y Calles, apoyado por treinta y seis generales, entre ellos, Salvador Alvarado, Cándido Aguilar, Antonio I. Villarreal, Manuel M. Diéguez y Manuel García Vigil, a los que se suman otros militares de alta graduación, dos tercios del ejército nacional, la Marina del Golfo al mando de los almirantes Hiram Toledo y Alfonso Calcáneo Díaz, así como algunos latifundistas y caciques de varios estados que ven la oportunidad de luchar contra el agrarismo y hasta de recuperar sus posesiones perdidas.

Así se inicia la llamada rebelión sin cabeza, “pues careció de liderazgo, mando único, unidad de acción, coherencia, etc.; la que debió su fracaso no sólo a la incompetencia del ex secretario de Hacienda, Adolfo de la Huerta, a sus escondidas ambiciones o a su incompetencia militar, sino también al muy escaso prestigio y apoyo real que tuvo entre los miembros del ejército que se levantaron bajo el paraguas de su nombre, y a la poca disciplina y lealtad con la que lo siguieron los civiles”. (José Georgette. La rebelión delahuertista).

En sus Memorias, De la Huerta cuenta que presionado por los jefes militares que querían alzarse ya, no pudo convencerlos de no iniciar la rebelión y ante las acusaciones de que tenía miedo, les dijo: “¡No es miedo! es que no quiero hacer el papel de guajolote como pretenden hacerlo ustedes. Pero me sobran calzones. ¡Vamos adelante! Y conste que es un mal paso que se da, pues es prematuro, pero para que vean que no me faltan pantalones ¡Vamos adelante! Aunque tengo la convicción de que esto es demasiado precipitado... Este es un acto de debilidad de mi parte, porque yo debía haberme opuesto hasta el final. Aunque me hubieran llamado cobarde, para preparar mejor las cosas”.

Se trata de una rebelión largamente anunciada, cuyos preparativos secretos y públicos fueron conocidos por Obregón y Calles, pero que no les convenía enfrentar en tanto no se obtuviera el reconocimiento del gobierno establecido por parte de los Estados Unidos y la consiguiente venta de armamento para combatirla exitosamente. Fue la reacción a la centralización del poder obregonista que afectaba cacicazgos de jefes militares que en connivencia con hacendados se oponían a todo intento de reforma agraria, especialmente al ejido y a las expropiaciones de tierras.

A pesar de que no pocos generales que lo apoyan, no aceptan el llamado a las armas, el movimiento rebelde llega a agrupar a poco más de 56 mil efectivos, entre ellos 102 generales, 573 jefes, 2,417 oficiales y 23,224 individuos de tropa. En tanto que 44,518 miembros del ejército permanecen leales al gobierno. Los focos levantados se ubican principalmente en Jalisco, Michoacán, Colima, Veracruz, Guerrero, Oaxaca, Tamaulipas y Nuevo León. También hay levantamientos más pequeños en San Luis Potosí, Hidalgo, Durango, Zacatecas y Chihuahua.

En su proclama, De la Huerta desconoce al general Obregón como presidente de la República, así como a los miembros de los Poderes Legislativo y Judicial; denuncia violaciones a la Constitución cometidas por Obregón y la intención de imponer a Calles mediante el fraude electoral con la idea de asegurar para sí mismo una reelección posterior; se pronuncia por la reglamentación del artículo 123 constitucional, el impulso a la educación y el otorgamiento de seguridad a las inversiones extranjeras. Establece su gobierno en el puerto de Veracruz. Estas demandas no despiertan el apoyo de las masas populares y la conformación contradictoria de sus seguidores causa confusión entre la gente. Tampoco el movimiento logra interesar al gobierno norteamericano ni a las empresas extranjeras.

Los rebeldes llegan a dominar la zona petrolera del Golfo y disponen de casi toda la flota anclada en los puertos del mismo. Por eso los Estados Unidos ayudan a Obregón impidiendo el tránsito de barcos que pudieran realizar el suministro de armas, cartuchos y abastecimientos a los levantados y asegurando el comercio petrolero. EI despliegue naval norteamericano en aguas mexicanas, hace perder a los delahuertistas la ventaja inicial que tenían en el mar.

Así, De la Huerta queda confinado a una franja en la costa del Golfo y a algunas zonas aisladas del resto del país, y presionado por el asedio naval de Estados Unidos y el avance del ejército federal, no tiene otra opción que retirarse al sureste y establecer su “capital” en Frontera, Tabasco. Desde ahí, el 20 de febrero de 1924, denuncia el sometimiento de Obregón "al más poderoso gobierno extranjero, a precio de barcos de guerra, aeroplanos, carabinas, proyectiles y dinero", mientras en lo militar sufre constantes derrotas:

“Cuando apenas comenzábamos a merecer el respeto y la consideración de los pueblos libres con el mantenimiento inquebrantable de una política digna y doblemente nacionalista, Obregón traiciona a su patria, y traiciona a su raza, implorando, con ademán humillante y cínico, y obteniendo ayuda de un gobierno extranjero para perpetuarse en el poder y para iniciar con Plutarco Elías Calles una era de atentados y crímenes sin nombre… No importa que Obregón adquiera cañones de gobiernos extranjeros para derramar sangre de mexicanos… No importa que Obregón alquile pilotos norteamericanos para que desde sus aviones asesinen a ancianos, mujeres y niños… Todos los que anhelen un porvenir de libertad para sus hijos, empuñarán las armas contra los traidores.”

Ante el apoyo decisivo del gobierno norteamericano a Obregón, De la Huerta envía a Washington, infructuosamente, primero a Juan Manuel Álvarez del Castillo y después a Rafael Zurbarán Capmany. Finalmente decide ir personalmente a Estados Unidos con un pasaporte falso, cree que aún puede cambiar la actitud del presidente Coolidge. Sólo llega a Nueva York, no a Washington, por el riesgo constante de ser aprehendido por las autoridades migratorias estadounidenses. Desde ahí intenta utilizar sus contactos con políticos estadounidenses y continúa encabezando la rebelión, ya llamada desde entonces “delahuertista”.

En la capital de la República, los delahuertistas civiles tratan de que Calles y De la Huerta renuncien a sus candidaturas y de que se establezca un armisticio para negociar con Obregón. Al efecto organizan la Liga Nacional de Paz con el apoyo del Sindicato Nacional de Agricultores (latifundistas) y grupos católicos y conservadores. En enero de 1924 convocan a la Convención Pro-Paz. Paralelamente las cámaras de comercio de Nuevo León, Chihuahua y la Comarca Lagunera nombran una comisión por la paz para entrevistarse con Obregón en febrero siguiente. Todo es inútil. La guerra seguirá hasta la derrota total de los rebeldes.

Derrotado en junio de 1924 tras cruentos combates en Oaxaca, Veracruz y Jalisco, y de múltiples asesinatos como el de Felipe Carrillo Puerto, De la Huerta se exilia en Los Ángeles, California, en donde abre una academia de canto.

Por su parte, Obregón logra eliminar a todos los militares de alta graduación que podían disputarle el poder legítimamente, como los generales Alvarado y Diéguez, por lo que con la muerte o expatriación de los militares más distinguidos, al asumir el mando sus subalternos, el ejército nacional queda por completo leal a Obregón o a quien él le señale.

Además, con motivo de la guerra establece la Junta Impulsora Agrícola e Industrial y la Junta Reguladora de Precios de Artículos de Primera Necesidad, que fueron pasos importantes de la intervención del Estado en la Economía.

Poco después, según De la Huerta, ya derrotado, agentes norteamericanos le ofrecen apoyo para reiniciar su rebelión, pero él nunca acepta los términos atentatorios contra México que se le proponen.

Adolfo de la Huerta regresa al país en 1936, muerto Obregón y socavado el poder de Calles. Es visitador general de consulados y director general de pensiones civiles y de retiros. Nunca acepta que su movimiento hubiera sido conservador, pues figuraron en el mismo, revolucionarios de la talla de Alvarado, Villarreal, Diéguez, Buelna, Chao, Coss, Figueroa y muchos más; aunque también sus seguidores hayan sido caciques y latifundistas.

En 1952 funda la revista Nuevos Horizontes, en la cual escribe algunos artículos en 1954 y 1955, bajo el seudónimo de Armando Revueltas.

El 9 de julio de 1955 muere en la Ciudad de México.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

Efeméride. Nacimiento 26 de mayo de 1881. Muerte 9 de julio de 1955.