1900-1983
Hijo de Miguel Alemán González -general revolucionario del que se dice cometió suicidio antes de ser aprehendido por rebelarse primero contra la reelección de Obregón y después contra el maximato de Calles- y de Tomasa Valdés. Nació en Sayula, Veracruz, el 29 de septiembre de 1900. Cursó sus estudios de primaria y secundaria en Acayucan, Coatzacoalcos y Orizaba. Posteriormente estudió el bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria, en la ciudad de México, en donde fundó y participó en el periódico Eureka entre 1920 y 1925 junto con Antonio Ortíz Mena y Héctor Pérez Martínez. Escribe Enrique Krauze (Los Sexenios), que siendo mayor que todos sus compañeros los hizo firmar un pacto. Así nació el grupo H-1920 “que no se constituía para servir al país o al prójimo sino a sí mismo. La amistad entendida así, como un pacto de ayuda práctica, sería la norma de su conducta. El concepto de generación adquiría una connotación pragmática. Alemán había constituido en el grupo H-1920 una hermandad política.”
El 29 de junio de 1928, se recibió como licenciado en Derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia con la tesis “Las enfermedades y riegos profesionales”, resultado de una investigación que realizó en las minas de Real del Monte, en Pachuca, Hidalgo.
En 1928 se desempeñó como abogado auxiliar de la Secretaría de Agricultura y Fomento, donde más tarde ocupó la jefatura del Departamento Forestal, periodo en el que también ejerció su profesión, junto a sus amigos Gabriel Ramos Millán, Rogerio de la Selva y Manuel Ramírez Vázquez, especializándose en casos de compensaciones para empleados mineros y ferrocarrileros. Paralelamente participó en una empresa dedicada a los fraccionamientos de las exhaciendas que dieron origen a las colonias Polanco y Anzures de la ciudad de México. Al fracasar su intento de ser diputado, “Alemán consideró que para hacer política decía, primeramente, hacer dinero”. (Krauze, ya citado).
En 1929 se afilió al Partido Nacional Revolucionario PNR. En 1930 fue miembro de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje. Contrajo matrimonio en 1931 con Beatriz Velasco, hija de una familia acomodada de Celaya, Guanajuato. En 1932 fue diputado suplente por Coatzacoalcos, Veracruz. En 1933 participó en la campaña presidencial de Lázaro Cárdenas en Veracruz. En 1934 fue magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.
Fue senador de la República entre 1934 y 1936. Tras el asesinato del gobernador electo Manlio Fabio Altamirano, fue gobernador de Veracruz de 1936 a 1939. Desde este cargo emprendió la modernización de la administración pública estatal y fomentó el desarrollo económico de la entidad; asimismo, logró la pacificación religiosa en el estado al permitir la reapertura de las iglesias. En 1938 presidió el bloque de gobernadores que brindó apoyo a Lázaro Cárdenas con motivo de la expropiación petrolera.
Entre 1939 y 1940 se desempeñó como director nacional de la campaña presidencial del general Manuel Ávila Camacho, en cuyo gobierno fungió como secretario de Gobernación hasta 1945, cuando después de la muerte de Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente y poderoso aspirante a la presidencia, fue nominado precandidato presidencial por la Confederación de Trabajadores de México CTM, y sucesivamente por organizaciones similares como los sindicatos de burócratas y la Confederación Nacional de Organizaciones Populares CNOP. Los otros aspirantes Javier Rojo Gómez y Miguel Henríquez Guzmán, retiraron sus precandidaturas. El Partido de la Revolución Mexicana PRM, nombró a Alemán su candidato a la presidencia de la República para el periodo 1946-1952, a iniciativa de la filial veracruzana de la CTM. En enero de 1946, se convirtió en el primer candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional PRI, partido en el que se transformó el anterior PRM. Contó con el apoyo del Partido Comunista, porque lo identificó como la cabeza del grupo más progresista de la burguesía nacional, y hasta de intelectuales como José Revueltas, Andrés Henestrosa y Carlos Pellicer.
Juan Alberto Cedillo (La cosa nostra en México) cita que Alemán era considerado en Estados Unidos como “un hombre pragmático sin ideología política; un oportunista que se movía para donde soplara el viento y de donde pudiera sacar la mayor ventaja personal. Un informe del director del FBI, J. Edgar Hoover, lo caracterizó como un político que ‘se adapta a cualquier situación, y al parecer tiene pocas opiniones políticas fijas, pues prefiere conducirse de acuerdo con la conveniencia de la situación [...] Coopera primero con los izquierdistas y luego con los derechistas, según dicten las exigencias de la situación, con el máximo beneficio para él’. Pero también lo consideraban un playboy: la revista Time lo describía como ‘encantador’, un político que sabía ganarse a los hombres y encantar a las mujeres: De joven había sido muy afecto a hacer frecuentes visitas a Hollywood. Sus travesuras con las jóvenes estrellas de la pantalla grande se convirtieron en parte de la materia prima del periodismo sensacionalista de la época".
Al rendir protesta como candidato presidencial, Alemán expresó: “El Partido Revolucionario Institucional no debe ser uno más de imposición, sino un órgano con procedimientos de tal naturaleza, que realice una auténtica función cívica y democrática; así, la Revolución continuará cumpliendo su deber para con el pueblo de México. Nuestro empeño mayor será pugnar en los comicios por un triunfo democrático, sin coacciones, sin engaños ni violencias; respetando el veredicto del pueblo aunque éste nos sea adverso”. Delineó su programa de gobierno: aumentar la producción agrícola -sobre todo de exportación- para afianzar la economía del país, y al mismo tiempo llevar a cabo su industrialización -con base en el petróleo- para elevar así el nivel social, cultural y económico del pueblo; moralización y responsabilidad. Continuó: “El buen éxito de un partido dependerá de la acción que desarrollen sus miembros…trabajando sólo para el progreso de la patria y la satisfacción de las necesidades del pueblo y no para el enriquecimiento ni para la formación de oligarquías…El ejemplo lo darán los funcionarios”.
Por su parte, Ezequiel Padilla Peñaloza, secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de Ávila Camacho, renunció a su cargo y también al PRM para aceptar la candidatura presidencial del Partido de Renovación Político-Social el 3 de agosto de 1945. Por su larga trayectoria como senador y secretario de Educación Pública, era un personaje mejor conocido que Alemán y al que se atribuían tendencias democráticas; pero la cercanía mostrada con los Estados Unidos cuando dirigió la diplomacia mexicana, no era del agrado de algunos grupos revolucionarios. Su prestigio se vio afectado cuando en San Francisco, California, el representante soviético Molotov lo responsabilizó de la muerte del embajador soviético en México, Constantino Oumansky, que pereció en un accidente aéreo. Casi al mismo tiempo, para apoyar la candidatura de Miguel Alemán, Vicente Lombardo Toledano lo acusó de tener nexos con empresas estadounidenses. Después un diario publicó que conforme a su expediente extraído por un empleado del Archivo de Relaciones Exteriores, Padilla había servido a Victoriano Huerta y hasta había pedido la muerte de Madero, lo cual mereció un boletín oficial de la propia dependencia para desmentir el hecho. Todos estos golpes bajos fueron aprovechados eficazmente para etiquetarlo como el “candidato del imperialismo”.
Padilla se retiró de la elección ante los constantes ataques de Lombardo, quien creía -contrario a lo que sucedió,- que Alemán continuaría el proyecto de modernización industrial y nacionalista. Finalmente, el 25 de noviembre de 1945, Padilla aceptó su candidatura por el Partido Demócrata Mexicano PDM y expresó: “Estamos, pues, frente a un partido que carece de doctrina, que carece de fe en los principios, que ha hecho de la imposición una bandera desplegada a los cuatro vientos; que proclama impúdicamente la burla del sufragio. Es triste pensar que frente estas situaciones ignominiosas haya hombres de autoridad moral, que tienen deberes históricos frente a su Patria, y que ahora se hacen cómplices y aconsejan conformarse con esta ignominia, porque según ellos ¡nada se puede hacer! Esta doctrina sería la sentencia para México a la perpetua servidumbre”. Padilla realizó sin cuantiosos recursos una muy exitosa campaña y se erigió como el más fuerte candidato contendiente contra Alemán.
También participaron en la campaña presidencial el general Agustín Castro por el Partido Nacional Constitucionalista PNC y Enrique Calderón candidato del Partido Nacional Reivindicador Popular Revolucionario PNRPR. Luís Cabrera, nominado por el Partido Acción Nacional, PAN, renunció, y ese partido ya no registró candidato.
Durante la campaña, el principio alemanista de que la política debía quedar supeditada a la técnica se expresó en las “mesas redondas” de naturaleza técnica, como un nuevo método de elaborar el programa de gobierno, en las que sólo participaron los sectores directamente relacionados con los diferentes niveles de la producción, con exclusión de representantes políticos y sindicales. En las 21 mesas que se realizaron, se identificaron los lastres para el crecimiento económico y se propusieron los apoyos gubernamentales para que prosperara la iniciativa privada, base del desarrollo. Lo primero era crecer y después llegaría el momento de distribuir. Desarrollo y equidad eran dos objetivos imposibles de conseguir simultáneamente. El crecimiento dependía de la industrialización, cuyo primer objetivo sería la transformación de los productos primarios que venían exportándose por productos manufacturados destinados tanto al mercado interno, como a la exportación. Además, había que fortalecer las industrias básicas pesadas para sustentar la industrialización. Las empresas necesarias para el desarrollo pero no atractivas para la iniciativa privada, serían encomendadas al Estado, el que además protegería a la industria nacional de la competencia ruinosa o desleal del extranjero, pero sin establecer monopolios.
La campaña fue sumamente costosa: a decir del embajador norteamericano en México, George S. Messersmith, se gastó la suma sin precedentes de 17 millones de pesos, en gran parte aportados por amigos y socios de Alemán, como A.C. Blumenthal, Ben Smith, Bruno Pagliai y Samuel Rossof.
Escribe Krauze (ya citado): La campaña de Alemán no tenía precedentes. Loret de Mola recuerda: "Alemán arrolla, a bordo de camiones de redilas, rodeado de muchachas y con el mejor eslogan de su campaña en su sonrisa juvenil, natural, contagiosa, optimista y jamás borrada. La Revolución se ha bajado del caballo para abordar, en público, los camiones de redilas rebosantes de chicas preciosas, flamantes adelitas de la primera generación de los hijos de la Revolución; y en privado los Cadillacs de largas colas o los Packards."
Las elecciones se realizaron conforme a una nueva ley que centralizaba el control de los procesos electorales en la Secretaría de Gobernación y limitó el registro de nuevos partidos. Tuvieron lugar el 7 de julio de 1946 con los siguientes resultados: Alemán 1,786,901 votos (77.90%); Ezequiel Padilla 443,357 votos (19.33%); y los candidatos Enrique Calderón y Agustín Castro, el 1.48% y el 1.27% de la votación respectivamente. El 12 de agosto siguiente, los padillistas realizaron una nutrida manifestación en el zócalo de la capital de la República, en la que el excandidato fue muy ovacionado y las protestas por fraude fueron escasas. Según la prensa: “Dio una prueba de civismo”.
Al tomar el poder Alemán, el ámbito internacional estaba marcado por la competencia entre Estados Unidos y la Unión soviética que desencadenó la “guerra fría”, el “macartismo”, la guerra de Corea y una vigorosa propaganda anticomunista dirigida inclusive a la niñez. En el ámbito nacional, ya no había gavillas, asonadas, cuartelazos ni jefes “máximos”. Electo por una gran mayoría y miembro de una generación que ya no participó en el conflicto armado, fue el primer presidente constitucional civil de la Revolución Mexicana, el “cachorro de la Revolución”, como lo llamó Vicente Lombardo Toledano, de lo cual no tardó en arrepentirse. Fue también el primer presidente que formó un gabinete con personas de clase media y alta, civiles de extracción universitaria, salvo en las Secretarías de la Defensa y Marina que siguieron ocupando militares.
En su discurso de toma de posesión señaló la necesidad de aumentar la producción agrícola mediante las obras de riego, por lo que anunció la creación de la Secretaría de Recursos Hidráulicos; hizo un llamado para impulsar la industrialización, para la cual era necesario aumentar la eficiencia de la industria petrolera y de los ferrocarriles, cuyo “manejo debe sujetarse a un criterio más comercial que político”; así también convocó a “la comprensión entre industriales y obreros”; también ofreció “abaratar las subsistencias” populares y reorganizar la administración pública federal, al respecto adelantó la creación de la secretaría de Bienes Nacionales e Inspección Administrativa.
De inmediato tuvo que enfrentar la fiebre aftosa que se extendía desde los estados de Veracruz y Puebla. Creó la Comisión Nacional de Lucha contra la Fiebre Aftosa para controlarla y erradicarla, pero se cerró la frontera norteamericana al ganado mexicano, miles de cabezas fueron sacrificadas por el rifle sanitario y las pérdidas fueron millonarias.
Al inicio de su gestión reprimió la huelga de la Sección Uno de los trabajadores de Petróleos Mexicanos mediante la requisa con tropas del ejército nacional y el cese de 50 líderes que realizaron un paro en la refinería de Atzcapotzalco, lo que marcó el rumbo de su administración: se limitarían los derechos de los trabajadores para facilitar el avance de la iniciativa privada nacional y extranjera, a la que se confiaría el desarrollo económico del país, y él mismo se convertiría en inversionista, sea como dueño o socio de grandes negocios. En adelante, las huelgas fueron en su mayoría declaradas inexistentes por las juntas de conciliación y arbitraje. Inclusive el magistrado Luís G. Corona se atrevió a sostener la tesis de la “ilegalidad de la huelga mientras esté en vigor el contrato de trabajo”, aberración que provocó mítines y manifestaciones para que fuera rechazada.
Además, su gobierno inició otras medidas encaminadas a frenar las políticas revolucionarias más radicales tomadas por los presidentes que lo precedieron: reformó el artículo tercero de la Constitución, relativo a la educación para establecer que la educación impartida por el Estado sería laica, gratuita y nacionalista; detuvo la reforma agraria y se introdujeron el juicio de amparo y la inafectabilidad para propiedades agrícolas o ganaderas en el Artículo 27 constitucional, con lo que al quedar protegida la propiedad privada de cualquier amenaza de expropiación se trató de atraer al gran capital para crear una agricultura de alto rendimiento; y a pesar de la oposición de la corriente cardenista representada por Natalio Vázquez Pallares, firmó cinco “contratos riesgo” que asignaron a cinco petroleras estadounidenses zonas determinadas en el Golfo de México para explorar y extraer petróleo para entregar a PEMEX a cambio de una quinta parte del valor del combustible; asimismo, indemnizó a la Compañía El Águila, expropiada por Cárdenas. El clero continuó recobrando espacios perdidos con la Constitución de 1917 y la guerra cristera, y logró un modus vivendi de colaboración con el gobierno.
La industrialización, iniciada por el presidente Manuel Ávila Camacho, se convirtió en la mayor prioridad nacional, pues se creía que mediante la innovación tecnológica se aumentaría la productividad del trabajo y de este aumento se derivarían mayores utilidades para los patrones, mejores salarios para los obreros y más recaudación de impuestos para el Estado. De modo que el crecimiento económico se basó en la expansión y protección del mercado interno y todos los demás sectores de la economía se supeditaron al propósito de la industrialización acelerada, A fines de 1947 los sindicatos de ferrocarrileros, petroleros y mineros firmaron un pacto para la unificación del proletariado nacional ante Andrés Serra Rojas, secretario de Trabajo. Alemán se sintió en peligro y ordenó usar toda la fuerza del Estado para someter este movimiento. Al efecto otorgó a la Secretaría del Trabajo la facultad de reconocer -ya no simplemente registrar- a los comités ejecutivos de los sindicatos, lo cual era violatorio a su régimen interno y anulaba su autonomía. Serra Rojas, abogado honesto renunció antes que aceptar tan grande ilegalidad y fue sustituido por Manuel Ramírez Vázquez, compañero de banca del presidente. Con esta arma ilegal, la coacción, la corrupción y la represión los derechos laborales fueron conculcados mediante sindicatos blancos y líderes “charros”, empezando con Jesús Díaz de León, líder impuesto a los trabajadores ferrocarrileros y el encarcelamiento de Valentín Campa, por denunciar a los funcionarios cambiadólares enriquecidos con la devaluación del peso. Siguieron los petroleros y los mineros a los que se impusieron nuevos líderes "charros", o sea, sumisos al gobierno a cambio de puestos políticos e impunidad en el manejo corrupto de las cuotas. Así se desmembró el movimiento obrero independiente. La subordinación absoluta del sindicalismo la encabezó Fidel Velázquez, según Krauze, un caudillo suprasexenal, un Porfirio Díaz de la clase trabajadora.
Alemán continuó con mucho mayor vigor la política de industrialización del país mediante tasas impositivas bajas, exenciones fiscales, crédito, servicios públicos baratos, inversión pública en infraestructura hidráulica, eléctrica y energética, de comunicaciones y transportes (construyó más de once mil kilómetros de carreteras), para ofrecer condiciones favorables a la inversión privada, lo que hizo posible la fundación y florecimiento de grandes empresas mexicanas: Condumex, Ingenieros Civiles Asociados, Telesistema Mexicano, Resistol, Nacobre. También invirtió recursos públicos en las industrias consideradas indispensables para promover la industrialización.
Además, Alemán modificó la prohibición de los juegos de azar mediante nueva ley del 31 de diciembre de 1947, que otorgó al Ejecutivo la posibilidad de autorizar casinos mediante decreto. Así volvieron a funcionar centros de apuestas como el de Agua Caliente y comenzó el intento de hacer de Acapulco, en mar y tierra, la gran capital del juego, prostitución y droga que rivalizara con La Habana de Batista y Las Vegas en Estados Unidos.
La política de proteccionismo a la industria nacional benefició a algunos empresarios mexicanos y extranjeros, quienes se hicieron de un creciente mercado cautivo. En foros internacionales como la Conferencia de La Habana, el gobierno de Alemán sostuvo el derecho de México a defender su industria mediante aranceles y restricciones cuantitativas; a nivelar su balanza de pagos mediante prohibiciones y restricciones a la importación; así como a regular la inversión extranjera en cuanto a sus campos y cuantía. Además, se opuso a la creación de un organismo internacional para regular el comercio entre países, en el cual dominara el voto de los poderosos. Al año siguiente, cuando se creó el GATT, (General Agreement on Tariffs and Trade) que incluía la reducción de aranceles y otras barreras al comercio internacional, México no ingreso al mismo. Para Ramón Beteta, secretario de Hacienda, “el país que inocentemente estuviese dispuesto a depender del resto del mundo para la satisfacción de sus necesidades esenciales, se encontraría en grave peligro; un peligro que las guerras y la amenaza de las guerras ha venido a incrementar.” (México ingresaría al Gatt hasta el gobierno de De la Madrid).
Señala María Antonieta Martínez (Gobernantes Mexicanos): “La opción proteccionista redundó en el fortalecimiento de la función interventora del Estado en la economía y simultáneamente, de su papel frente a la sociedad. A ello contribuyó en forma decisiva la aprobación, en 1950, de la Ley sobre Atribuciones del Ejecutivo en Materia Económica.” Dicha ley convertía al Estado en el orientador básico del desarrollo y la modernización económica del país; si bien reconocía los legítimos derechos de los particulares, resguardaba el interés general de la nación coordinando y subordinando los intereses privados a los más altos de la colectividad. Por lo anterior, el ejecutivo podía determinar las áreas que se sujetarían a la intervención oficial; establecer los precios; ordenar la venta a los precios máximos; señalar los artículos que debían producirse preferentemente; regular exportaciones e importaciones y obligar a producir para el mercado interno y a exportar sólo los excedentes. Sin embargo, "el periodo del presidente Miguel Alemán se caracteriza por ampliar las concesiones al sector privado, y, por lo tanto, la presentación de dicha ley resulta contradictoria con la política presidencial". (Romero Sotelo María Eugenia. Los orígenes del neoliberalismo en México).
Los grupos empresariales consideraron la ley como contraria a la libertad económica y expresaron sus críticas aunque la aceptaron, pero fue fuente de fricciones con el gobierno alemanista.
El efecto acumulado de las reformas anteriores, el ahorro obligado por la Segunda Guerra Mundial y su profundo acercamiento a los Estados Unidos que culminó con la primera visita a la capital mexicana de un presidente norteamericano (Harry S. Truman), permitieron el inicio de una era de gran desarrollo económico en un marco de estabilidad, un “milagro mexicano”, que aunque con persistentes desigualdades y exportación sistemática de “braceros” al campo estadounidense, significó mejoramiento para grandes sectores de la población.
Así, a los cien años del sacrificio de los Niños Héroes, apartándose de su itinerario, el presidente Truman les rindió homenaje, sus nombres fueron grabados con letras de oro en la Cámara de Diputados y vinieron a la conmemoración cinco cadetes y un oficial de todas las escuelas militares de toda América. Poco después Alemán viajó a Washington como huésped de honor y el Congreso norteamericano lo recibió en sesión solemne -era el primer mandatario latinoamericano que usaba esa tribuna-, en donde anunció que los capitales norteamericanos serían bienvenidos a México. Luego viajó a Nueva York para pronunciar un discurso en la asamblea general de las Naciones Unidas. Los norteamericanos respondieron con entusiasmo nombrándole "Míster Amigo".
Por otra parte, reanudó relaciones comerciales con la España de Franco. Asimismo, se firmaron los tratados de paz y amistad con Alemania, Italia y Japón. En 1947 se estableció en Río de Janeiro el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca.
El aumento del gasto público y el creciente endeudamiento del gobierno condujeron a una devaluación. El 18 de junio de 1949 la paridad del peso pasó de $4.85 a $8.65 por dólar, se devaluó la moneda “como el medio más adecuado para salvar las reservas monetarias que estaban siendo saqueadas de México y de esta manera la medida tiende a evitar cualquier daño mayor para el país”, fue la explicación que dio el presidente a los industriales.
En 1950, Alemán fue el primer presidente mexicano en transmitir sus informes por televisión. Según Fernández y Paxman (El Tigre. Emilio Azcárraga y su imperio Televisa), Alemán vio a la televisión como un negocio del que podía beneficiarse personalmente. Antes de decidir cómo hacerlo, para ganar tiempo encargó a Salvador Novo y a González Camarena un estudio de la televisión en Estados Unidos y Gran Bretaña, esto es, los modelos privado y público, para adoptar lo apropiado para México. Lógicamente, optó por la televisión privada y otorgó la primera concesión a su amigo Rómulo O'Farril en 1949, mismo a quien en 1947 había dado la concesión de radio XEX, originalmente estatal, y con quien había adquirido el diario "Novedades" en 1946. De un modo similar, O'Farrill se convirtió en el prestanombres de Alemán en el negocio televisivo. Miguel Alemán Jr., no figuró como accionista sino hasta 1972 y en 1991 poseía el 18% de las acciones de Televisa.
Tres días después de su primer informe presidencial televisado, Alemán inauguró en el Palacio de Bellas Artes, la VII Asamblea Anual del Fondo Monetario Internacional y del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, o Banco Mundial, a la que asistieron funcionarios gubernamentales del sector financiero y representantes de la banca privada de cincuenta y dos países, entre ellos, John W. Snyder, secretario del Tesoro de los Estados Unidos.
Alemán fue también el primer presidente de la República que encabezó en 1951 el desfile obrero del primero de mayo, rito que perduraría varias décadas. Fidel Velásquez, líder de la CTM, lo proclamó “el primer obrero de la Patria”.
En 1952 elevó a categoría de estado libre y soberano a Baja California Norte.
Alemán ejerció como pocos el poder presidencial. Su carácter juvenil y alegre o cínico y frívolo para algunos, le hizo decir: “Que todos los mexicanos tengan un cadillac, un puro y un boleto para los toros”. Durante su gobierno se otorgó el voto a la mujer en las elecciones municipales, pero también comenzaron los fraudes electorales que abarcaban todos los pasos del proceso electoral, desde padrones “rasurados” y “acarreo” de votantes, hasta casillas “zapato”, así como la práctica del “partido aplanadora”, que triunfaba en toda elección a veces a costa de muertos y heridos. Además, la transformación del PRM en PRI, disminuyó la fuerza de los sectores y aumentó la de la burocracia política al organizarse los comités estatales, municipales y seccionales. Asimismo, el PRI, encabezado por Rodolfo Sánchez Taboada, -quien bajo el mando del coronel Guajardo dio el tiro de gracia a Zapata- se unió a la campaña anticomunista imperante, al grado de que el Partido Comunista, que acusaba al alemanismo de representar “la fracción monopólica y proimperialista de la burguesía”, fue declarado ilegal.
El reajuste del poder y de la distribución de beneficios provocaron conflictos políticos y sociales que fueron manejados con mano férrea, como la destitución de los gobernadores de Chiapas, Oaxaca, Jalisco, Tamaulipas y Michoacán; o como el duro trato dado a los movimientos y líderes obreros, como en el caso de la “caravana del hambre” de los mineros de Nueva Rosita, que habiendo caminado 1,400 kilómetros ni siquiera merecieron unos minutos de audiencia con Alemán; y desde luego, algunos de los líderes de los trabajadores fueron encarcelados. Al efecto, el 29 de diciembre de 1950 se reformó el artículo 145 del Código Penal relativo al llamado delito de “disolución social”, establecido durante la Segunda Guerra Mundial contra los agentes nazifacistas, para incluir que "se aplicará prisión de dos a doce años y multa de mil a diez mil pesos, al extranjero o nacional mexicano, que en forma hablada o escrita, o por cualquier otro medio realice propaganda política entre extranjeros o entre nacionales mexicanos, difundiendo ideas, programas o normas de acción de cualquier gobierno extranjero que perturben el orden público o afecten la soberanía del Estado mexicano... se perturba el orden público cuando los actos determinados en el párrafo anterior, tiendan a producir rebelión, sedición, asonada o motín". La reforma legalizó la represión de la protesta social y cuya derogación sería una de las banderas del movimiento estudiantil en 1968. Asimismo, creó la Dirección Federal de Seguridad para el espionaje político de amigos y enemigos del régimen, de sindicatos y movimientos sociales.
Aunque pudo comprar a muchos intelectuales, sus políticas contrarrevolucionarias y su inclinación hacia los Estados Unidos fueron criticadas por escritores honrados como Daniel Cosío Villegas, quien señaló que la palabra revolución ya no tenía sentido y que se estaba sacrificando nuestra nacionalidad con imitaciones, aspiraciones y gustos norteamericanos. Por su parte, víctima de la censura alemanista, el dramaturgo Rodolfo Usigli pudo estrenar en Bellas Artes solo por unos días, su obra El Gesticulador, que denuncia la corrupción y demagogia de los antiguos revolucionarios, que han convertido a la Revolución en una gran mentira. En los teatros de revista y en las carpas, Roberto Soto, el Panzón y Jesús Martínez Palillo, hacían sátira política, burlando la censura y la represión. Al final del sexenio alemanista, Miguel M. Delgado caricaturizó en su película Si Yo Fuera Diputado, con Cantinflas, las prácticas fraudulentas prevalecientes en las elecciones.
Alemán fue el constructor de grandes obras, como las presas “Álvaro Obregón” en el río Yaqui; “Sinaloa” en el río Tamazula y “Lázaro Cárdenas” en el Nazas; de obras urbanas como el viaducto Miguel Alemán, la Ciudad Politécnica, el Aeropuerto Internacional en la Ciudad de México, la Escuela Militar de Aviación de Zapopan, Jalisco, y la primera vivienda vertical del país, el multifamiliar “Miguel Alemán”. También fomentó la creación de nuevos fraccionamientos como ciudad Satélite, del que fue socio, y el Pedregal de San Ángel; y desde luego, transformó el puerto de Acapulco en la zona turística más importante del país.
Fue asimismo, creador de algunas instituciones como el Banco Nacional del Ejército y la Armada; la Comisión Nacional de Turismo, el Instituto Nacional Indigenista, el CREFAL, la Comisión Nacional de Cinematografía, el Instituto Nacional de Bellas Artes, el Instituto de la Juventud Mexicana, entre otras.
Mención aparte merece la edificación de la Ciudad Universitaria sobre terrenos expropiados por el presidente Ávila Camacho con este fin, que hoy alberga a la Universidad Nacional Autónoma de México, a pesar de sus conflictos con algunos universitarios distinguidos, como Mario de la Cueva, quien renunciaría a la dirección de la Facultad de Derecho para no solapar a su hijo siendo ya expresidente Alemán. Esta magnífica construcción arquitectónica fue disminuida por el culto a la personalidad que hacía que muchas obras públicas llevaran su nombre. En la ciudad universitaria fue erigida la estatua de Alemán, que en las décadas siguientes sería continuamente pintarrajeada y dinamitada un par de ocasiones por los grupos izquierdistas hasta obligar a su demolición total.
Escribe Andrew Paxman (En busca del señor Jenkins): “Después de la Revolución, el Estado y el capital se necesitaron el uno al otro. El gobierno dependía de las élites empresariales para ayudar a reconstruir la economía a través de inversiones, creación de empleos, pago de impuestos y obtención de préstamos extranjeros. Los industriales, asimismo, dependían del Estado para restablecer el orden, construir carreteras, amansar a los trabajadores radicalizados, velar para que se cumplieran los derechos de la propiedad y promulgar leyes que moderaran el radicalismo de la nueva constitución. Cuando el presidente Cárdenas intensificó las expropiaciones y permitió que proliferaran las huelgas, desbarató el equilibrio simbiótico. Esto desencadenó una fuga masiva de capitales y puso en peligro la economía. Su necesidad de restablecer ese equilibrio lo obligó a dar marcha atrás, apoyar una legislación en favor de las empresas y elegir a un sucesor moderado. Dicho imperativo simbiótico, una unión de necesidad percibida, era diferente, pero a menudo estaba vinculado con una conveniencia simbiótica. Como compromiso verdaderamente más amiguista, este tipo de vínculo supone el interés mutuo sin tener en cuenta a nadie más. Incluye favores como alianzas comerciales encubiertas, contratos de no competencia y la aplicación selectiva de leyes. Estas prácticas se difundieron durante el porfiriato, volvieron a surgir con nuevos actores en la década de los veinte y alcanzaron dimensiones espectaculares en el gobierno del presidente Miguel Alemán (1946-1952).”
En suma: “La administración alemanista se caracterizó por iniciar una transformación importante del país, de lo rural hacia lo urbano. En su sexenio llegó a decirse que la revolución se había bajado del caballo para subirse al automóvil. Bajo el mandato de Alemán, México inició su endeudamiento para favorecer la industrialización y el gasto público fue inmenso, situación que favoreció la corrupción, ya que muchos funcionarios del gobierno hicieron negocios particulares a expensas del poder público”. (Krauze). Fue una época en que “muchos políticos se hacían millonarios y muchos millonarios se hacían políticos” mediante concesiones y contratos gubernamentales inmorales, como los obtenidos por Jorge Pasquel y Enrique Parra, amigos del presidente.
Al final casi de su periodo, Alemán estimuló o consintió que se le nominara candidato al Premio Nobel de la Paz, y que por medio de su secretario particular Rogerio de la Selva y del general Santiago Piña Soria, jefe de su estado mayor, se promoviera su reelección a propuesta de la CROM y de la creación de los partidos Artículo 39 Constitucional y Nacional Reeleccionista,” que pretendían reformar la Constitución, o que cuando menos, se aceptara una “prórroga” a su mandato, como lo demandó Luís N. Morones. Finalmente, ante el rechazo popular y la oposición pública a la reelección de los expresidentes Cárdenas y Ávila Camacho, declaró a José Rubén Romero: “Soy antirreeleccionista por tradición” (en alusión a su padre).
Entonces Alemán prohibió que hicieran públicas las aspiraciones de todo posible candidato. Pero el general Miguel Henríquez Guzmán trató de organizar la Unión de Federaciones Campesinas de México UFCM, lo que provocó que varios destacados cardenistas fueran expulsados del PRI. Ante estos brotes, Alemán quiso imponer como su sucesor a Fernando Casas Alemán, político acusado de corrupción y venalidad, pero también fue objetado por revolucionarios destacados; entonces, fue designado por unanimidad, como conciliador entre los distintos grupos políticos, Adolfo Ruiz Cortines, candidato presidencial del PRI, cuya campaña enfrentó al general Miguel Henríquez Guzmán, nominado por la Federación de Partidos del Pueblo de México FPPM, al que se unieron personajes de la talla de los generales Múgica y Cándido Aguilar.
También contendieron Vicente Lombardo Toledano por el Partido Popular y Efraín González Luna por el PAN. Las elecciones se efectuaron conforme a una reforma legal que creó la Comisión Federal Electoral y el Registro Nacional de Electores. Corrió la sangre en los estados de Oaxaca, Puebla, Baja California Norte y otros lugares. Al día siguiente de la jornada electoral, los henriquistas fueron reprimidos en la capital: 524 fueron aprehendidos y otros muchos heridos. Cándido Aguilar fue apresado y salió al exilio.
De este modo, alejado de las metas sociales de la revolución, Alemán pudo transmitir el poder ejecutivo a Adolfo Ruiz Cortines el 1º de diciembre de 1952. Según Enrique Krauze (Los Sexenios), “la promesa de Miguel Alemán fue el desarrollo económico... México cambió de paradigma histórico: pasó de la vida rural a la vida urbana, de la reforma agraria a la industrialización, por desgracia estas transformaciones implicaron también la agudización de los problemas sociales”. Si bien el producto interno bruto creció a una tasa de más del 6%, el 49% del ingreso nacional se concentró en un privilegiado 10% de la población.
Tras su presidencia, o más bien, desde ella, Alemán se volvió con recursos públicos, un poderoso empresario, inversionista en varias industrias (grupo Pagliai-Alemán-Azcárraga), en especial la turística, hotelera y televisiva. Al dejar de ser presidente, la revista estadounidense Fortune publicó un reportaje sobre sus riquezas y destacó que Alemán se había convertido en “uno de los hombres más ricos del mundo”. La impunidad absoluta y el tiempo que borra todo, permitirán que esta enorme riqueza continúe siendo en el siglo XXI una de las principales de México.
Margarita González Saravia concluye su novela El Pacto, que narra el desarrollo del pacto que firmó el grupo H-1920, con las palabras cínicas de uno de sus miembros: "A pesar de los señalamientos en contra, salimos ganando. La crítica social se convirtió en uno de nuestros principales demonios, pero se fue diluyendo con el tiempo. A pesar de la mala fama, valía la pena el acceso a los recursos públicos. Dejamos como legado una escuela de corrupción. La lucha por el poder en México se convirtió en la historia por el manejo del presupuesto, para beneficio de unos cuantos. En el país de la impunidad, nada pasaría. Nuestros hijos y nietos serían respetados como grandes empresarios; ya nadie se acordaría con los años de dónde salieron sus capitales. Generaciones de políticos siguieron nuestro ejemplo. Nacería una clase social nueva, 'la clase política mexicana'. Triunfó el pacto."
"El alemanismo significó una gran reorganización de la corrupción pública hasta convertirla en parte orgánica integrante del régimen político. En realidad, el Estado corrupto, tal como lo hemos conocido, parte del periodo presidencial de Miguel Alemán, quien debe ser considerado como su fundador. Existe una gran diferencia entre la corrupción, aun como fenómeno creciente, y el Estado corrupto, es decir, la organización del poder y las instituciones públicas alrededor del peculado, el tráfico de influencias y la extorsión. Junto a estos fenómenos, el patrimonialismo de los gobernantes adquirió dimensiones mucho mayores, de tal manera que los recursos públicos en su conjunto formaban parte del aparato partidista, incluyendo la actividad de los empleados y funcionarios gubernamentales en todos los niveles." (Gómez Pablo. Los Gastos Secretos del Presidente).
Según Ryan M. Alexander (Fortunate sons of the Mexican Revolution: Miguel Alemán and his Generation, 1920-1952), Alemán fue criticado por su habilidad para hacer dinero mediante sus amigos cercanos, y aunque ignoraba las críticas en público, en privado se sentía frustrado por las acusaciones de corrupción que no cesaron tras su salida del gobierno. Desde su punto de vista, su enorme fortuna amasada como presidente y expresidente no le presentaba un dilema moral y tampoco veía incongruencia entre el servicio público y la acumulación personal de riqueza. Una vez le pregunto a su amigo Alfonso Noriega si consideraba que él, Alemán, había ganado su dinero honorablemente. Noriega le contesto bromeando: "La única persona que hace dinero honorablemente es aquella que no lo hace en absoluto". Lo que obviamente no hizo reír al expresidente.
Como todo superrico, para limpiar su nombre, Alemán gastó en obras filantrópicas y fundaciones. Influyó en la designación de los presidentes Ruiz Cortines y López Mateos, quien el 7 de diciembre de 1961 lo invitó a colaborar en su gobierno como a todos los expresidentes que aún vivían. Alemán fue nombrado presidente del Consejo Consultivo de Turismo, cargo que ocupó hasta su muerte. En 1982 condenó la nacionalización de la banca por López Portillo, que consideró una estatización, y sólo al final de su vida criticó el rápido enriquecimiento de los nuevos políticos.
Fue miembro de las academias Mexicana, Española, Colombiana y Nicaragüense de la Lengua; doctor Honoris Causa de las universidades Nacional de México, del Estado de Nuevo México y de Columbia, entre otras; miembro de la Academia de Ciencias y Artes de Uruguay; y presidente, entre otros organismos, del Instituto Mexicano de Cultura y del Patronato del Museo de San Carlos.
Falleció el 14 de mayo de 1983 en la ciudad de México, donde fue enterrado al lado de su esposa en el Panteón Español.
Su hijo del mismo nombre desempeñó diversos puestos en las empresas heredadas de su padre, en el PRI y en el gobierno federal, hasta ocupar, también como su progenitor, la gubernatura del Estado de Veracruz y figurar como uno de los posibles precandidatos a la presidencia de la República en el año de 2006.
La fortuna amasada por el abuelo fue manejada por el nieto, Miguel Alemán Magnani, quien presidió el Grupo Alemán y fue presidente ejecutivo de ABC, Aerolíneas Interjet, declarada en quiebra. De modo que esta riqueza alcanzó hasta la tercera generación.
En el 2018, Andrés Manuel López Obrador, autonombrado "el presidente de la Cuarta Transformación", designó a este nieto miembro de su Consejo Asesor junto con los tres principales dueños de medios de comunicación, Ricardo Salinas Pliego, Bernardo Gómez y Olegario Vázquez Aldir; el director del banco mexicano más importante, Carlos Hank González; y tres empresarios industriales, Daniel Chávez, Miguel Rincón y Sergio Gutiérrez, que quisieron ser sus consejeros y "les tomó la palabra".
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
Efemérides: Nacimiento 29 de septiembre de 1900. Muerte 14 de mayo de 1983.
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