Manuel Bartlett Díaz
Por una política económica estable y equitativa, que promueve el crecimiento de sectores rezagados
El pasado 1 de febrero entregué el cargo de gobernador de Puebla. Al día siguiente, convoqué a los priístas a recuperar los principios y las raíces populares de nuestro partido, a conquistar la democracia interna y a ganar la consulta abierta para postular a nuestro candidato a la Presidencia de la República.
Más que remotos, esos objetivos parecían imposibles, pero procurarlos es una empresa indispensable. El PRI ha sido el instrumento histórico del pueblo de México, es la esperanza de los mexicanos del siglo XXI.
Concluye el siglo XX. Hoy las economías nacionales confrontan la globalización, el consenso esencial de política económica en el mundo rechaza el déficit público excesivo y el proteccionismo aislacionista y afirma la estabilidad de precios y la continuidad del desarrollo.
Todas las economías requieren cimentarse y crecer sobre una base estable y realista.
Las políticas económicas neoliberales emplean esa estabilidad para afirmar la privacía de los mercados. Así, el crecimiento económico, sin atender la distribución del ingreso, multiplica la pobreza.
Las políticas económicas progresistas apoyan en la fortaleza macroeconómica una política al servicio de la justicia social, la superación de la pobreza y el acceso compartido al desarrollo.
Hoy debemos poner la economía al servicio de la sociedad y desterrar la pretensión de que la sociedad está al servicio de la economía. Esa es la filosofía social contenida en nuestra Constitución.
Esa ha sido mi propuesta: una política económica estable, comprometida con la equidad, un modelo económico que estimule al sector moderno de la economía y promueva como compromiso esencial el crecimiento de los sectores rezagados.
Postulo un modelo que se funde en la inclusión de todos, que invierta la pirámide del poder y ponga en la cúspide a la gente.
Rechazo un sistema fundado en la exclusión sistemática de los sectores marginados; propongo un gobierno eficaz para la gestión del desarrollo, la organización y la movilización del potencial humano en el marco del derecho.
El gobierno ineficaz, debilitado por la corrupción, la delincuencia y la falta de responsabilidad y transparencia, es el principal obstáculo para el desarrollo y la reducción de la pobreza.
Propongo la gestión eficaz, capaz, apegada al derecho; esa es la obligación del gobierno, según la tesis de la Constitución. No podemos conformarnos con menos.
Ese es el esquema ideológico del PRI, partido al servicio de las mayorías. Sin embargo, desde finales de la década pasada, nos encontramos con un partido victimado por las concertacesiones, desviado de sus objetivos históricos, alejado de sus bases populares.
Nos encontramos con una burocracia reactiva frente a las coyunturas y sometida a recetas externas, con un partido sometido por un aparato conservador al servicio de políticas antipopulares y no por un partido guiado por sus principios.
Como consecuencia, nos encontramos con un partido que abandona sus raíces y los intereses que representa, con un partido destinado a la derrota.
Por eso convoqué al partido a la movilización, a recuperar sus principios, su sentido social, sus bases populares.
El 2 de febrero propuse a los priístas ir al fondo, al corazón de la democracia no sólo para elegir a un hombre sino, sobre todo, para elegir un camino, un camino discutido y definido por las bases, en beneficio de las bases; un camino de las mayorías al servicio de las mayorías.
Más aún, propuse ir al corazón de la democracia para darle la voz a los intereses populares, para dotarlos de poder.
Sabíamos que la reforma popular del PRI no podría consumarse sin resistencias. A lo largo de más de tres meses, nuestro empeño democratizador se enfrentó a la oposición y a los titubeos de la burocracia, al bloqueo, al temor a las definiciones y a la evasión del compromiso.
A la postre, vencimos con el apoyo de la base priísta.
En mayo realizamos un giro histórico: el PRI inició un cambio trascendental, adoptó la consulta directa. Los militantes iniciamos la recuperación de nuestro partido, se abrió la competencia, con reglas para garantizar un proceso equitativo e imparcial, se abrió el debate; la discusión, la expresión de los intereses populares.
El 22 de julio registré mi candidatura. Ese día, llamé a los militantes a fundar una nueva etapa en la historia del PRI, convoqué a definir el proyecto de nación para el siglo XXI. No vivimos un momento banal, dije. La base va a pronunciarse, va a elegir la decisión, va a orientar nuestro futuro y anuncié: la claridad, la precisión, la lealtad de nuestra propuesta nos darán el triunfo.
El primero de agosto se inició formalmente la competencia electoral. Desde entonces, frente a esta gran oportunidad, hemos vivido dos luchas paralelas: una, entre los precandidatos, las propuestas para conseguir la postulación; otra, la lucha de los militantes priístas en contra de la violación de las reglas, la enorme desventaja, efecto de un financiamiento ilegal e irrefrenado y el desvío de recursos. Y también en contra de la farsa, la consiga, el procedimiento sesgado, el partido silenciado, la línea impuesta.
Esta lucha sigue, continuará hasta el último día de la competencia, hasta el día de la elección, hasta el día que vuelva a reafirmarse la esencia del PRI, hasta el día que se respete y viva la democracia interna, no claudicaremos.
Los dirigentes del momento no son el partido. El gobierno no es el partido. El PRI es una institución histórica, pertenece a sus bases, éstas juzgan y deciden. Se suman o se apartan, no se nos olvide.
Nuestro partido vive. Hoy cada militante es responsable del rescate histórico. Hoy la herencia del PRI nos lleva a exigir el compromiso ético de cada autoridad, de cada dirigente, de cada militante. Estaremos pendientes.
Por eso la cuestión de la democracia es la cuestión central, no vamos a volver al pasado. Entrar al siglo XXI exige la participación de la gente, el reconocimiento de los intereses de la gente, la propuesta de la gente, el gobierno de la gente.
Convoco de nuevo a los militantes a la movilización, los llamo a aprovechar esta oportunidad histórica, a recuperar nuestro partido el 7 de noviembre. Esta ya no es la hora de cargada, de la línea, del sometimiento. Esta ya no es la hora de la burocracia, del aparato complaciente con la autoridad, ya no lo es.
Esta es la hora de la gente. Esta es la hora del pueblo, es la hora de los campesinos de México. Apoyo sus intereses y reconoceré el mandato constitucional de promover el desarrollo rural integral, impulsar la vida digna, combatir la pobreza, procurar los derechos de las comunidades indígenas y rurales.
Devolveré la prioridad al campo. Con el apoyo de los campesinos vamos a asegurar el ingreso productivo y las condiciones de la vida digna.
Es la hora de los obreros. Ninguna decisión que afecte los derechos laborales, ninguna, puede tomarse sin la participación de los trabajadores en el debate.
Me he comprometido con los trabajadores a enarbolar sus demandas, promover sus intereses y defender sus derechos, especialmente sus salarios. Con su voto defenderé el ingreso de las familias.
Es la hora de las clases populares, de los profesionales y empleados, transportistas y taxistas, comerciantes populares y pequeños empresarios. Me he comprometido con ellos a combatir la degradación urbana, restablecer la seguridad, defender la educación pública y gratuita de calidad, los servicios de salud y los programas de vivienda.
Me he comprometido a reconocer que las pequeñas empresas populares son la verdad, la base de nuestra convivencia y prosperidad. Me he comprometido a defender al comercio popular y a los millones de mexicanos que crean sus propios empleos.
A todos los convoco, con su voto, vamos a defender sus derechos y a obtener la protección de la ley y el acceso de la seguridad social.
Es la hora de la justicia. No podemos aceptar que los niños no coman, no tengan médicos, no estudien, vivan en la miseria. Todas las familias quieren trabajo, ingreso y que el dinero alcance.
Por eso me comprometo a que los salarios crezcan más que los precios. Por eso el precio de la tortilla no va a subir. Ya oí los ecos sonoros en contra. El precio de la tortilla no va a subir.
Ofreceremos a quien lo necesite, los desayunos escolares y a los niños sus útiles escolares; por eso vamos a beneficiar a las familias, ofrecerles lotes y materiales de construcción a muy bajo precio. Hacerlo es obligación del gobierno. Así lo dice la Constitución.
Les pido su apoyo. Con firmeza, con su voto vamos a lograr que el dinero alcance.
Es la hora de las mujeres mexicanas. Vamos a hacer realidad la igualdad entre los hombres y las mujeres. Así lo dice la ley, así va a ser en la realidad.
No aceptamos que las mujeres sufran la ignorancia, el hambre, la violencia, la desigualdad. Además sus carencias se extienden a las familias, a los niños, a los mexicanos.
Con su apoyo desde la Presidencia de la República vamos a realizar la gran cruzada de las mujeres.
Es la hora de vivir sin miedo. Estos cambios requieren orden. Vamos a poner cada cosa en su lugar. Es obligación del gobierno ser capaz y resolver los problemas.
Las ciudades deben crecer ordenadamente en beneficio de la población.
El campo puede ser productivo. No podemos aceptar ni la impunidad ni la corrupción ni el crimen. Dañan a la sociedad y lastiman a la gente. Las leyes deben cumplirse, necesitamos la organización, la participación, el trabajo de la gente.
Es la hora de la unidad. No de la unidad impuesta, sino de la unidad fundada en la lealtad a las raíces ideológicas y a las fuerzas de base de nuestro partido. Aún es tiempo. Logremos al menos, por lo que resta, la competencia equitativa y la conducción imparcial del proceso. Logrémoslo al menos.
Es la hora de la base, de la organización de la gente, es la hora del gobierno popular, es la hora de México.
Compañeras y compañeros de partido: la gente conoce las propuestas y las personalidades, el 7 de noviembre designará a su candidato a la Presidencia de la República, ese será el momento decisivo.
Dentro de tres semanas y media la gente reconocerá sus necesidades, sus intereses, sus demandas y escogerá las propuestas que las expresen y la propuesta que la señale. Entonces, sólo entonces sabremos si el PRI recuperó su voz y se expresó con libertad, sólo entonces.
Para lograr que la gente decida requerimos el respeto a las reglas, la inequidad, dice, es y sería indigna del momento que vivimos, aún es tiempo, derrotemos a la inequidad.
El triunfo del PRI, su unidad, su futuro, nos exigen cumplir este proceso restaurando la legalidad, la equidad, la imparcialidad de sus órganos. Nos exigen una jornada electoral limpia y transparente; esto es imperativo.
Invito a mis adversarios y compañeros de Partido, a Francisco Labastida, Roberto Madrazo, Humberto Roque, a concluir las campañas con apego a las reglas. Los invito a concluir esta competencia con una confrontación seria entre propuestas e ideas, con la fraternidad y la altura de miras que nos corresponde. Los invito a unir con la legalidad y la tolerancia, no a generar fracturas irreparables.
Por mi parte ofrezco seguir respetando las reglas como lo he hecho; ofrezco unificar a todas las corrientes y reconciliar al PRI. Reitero mi convicción, sólo un Partido unificado y fuerte, un Partido vencedor, será capaz de llevarnos al triunfo. Reitero mi oferta, lealtad, a nuestros principios y a los intereses populares, y mi compromiso con un gobierno celoso de la soberanía apegado a las leyes y a los intereses nacionales, a la democracia y a la participación, a la tolerancia y a la justicia social.
Ofrezco un gobierno de altura y a la altura del mundo de hoy, eficaz, que procura una economía dinámica y estable, base del empleo y del ingreso. Ofrezco un gobierno capaz de ordenar las cosas, restaurar la seguridad y unir a la gente con las leyes. Ofrezco gobernar con la gente, con los jóvenes, con las mujeres, con firmeza para que México viva.
Con el apoyo de todos ustedes, con su voto libre, expresado en conciencia, unidos con firmeza, venceremos y haremos que México viva.
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