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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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2000 Carta Pastoral. Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos. Obispos mexicanos. (Fragmentos)

Marzo 25 de 2000

 

Parte I

El encuentro con Jesucristo en los orígenes, conformación y futuro de nuestra Nación

 

"Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros antepasados por medio de los profetas, ahora en este momento final nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo también el universo"
Heb 1, 1-2

 

12. "Jesús de Nazaret, revelador del Padre, ha llevado a cumplimiento el deseo escondido en el corazón de cada hombre de conocer a Dios". En la persona de Jesucristo y en su mensaje cada ser humano descubre y conoce su plena dignidad y vocación. Como Iglesia y como Nación tenemos el deber de descubrir y comprender las diversas maneras como Dios, en su providencia, ha ido manifestando su designio de salvación en Cristo en estas tierras a lo largo de la historia, para alabarlo agradeciendo sus bendiciones y favores (Cf. Ef 1, 3-5. 9s), pedirle perdón por las ofensas cometidas y escudriñar los "signos de los tiempos nuevos" para ser fermento y alma de una sociedad renovada y transformada en familia de Dios.

Las semillas del Verbo y la integración de culturas en el acontecimiento guadalupano.

13. Los pueblos, cuando tratan de comprender su identidad cultural, recurren necesariamente a sus orígenes fundacionales en búsqueda de algún acontecimiento significativo de la presencia divina que, trascendiéndolos, les marca su vocación y destino. México es heredero de ricas tradiciones y culturas indígenas que, "junto a otros aspectos necesitados de purificación", contienen valores que testimonian la conciencia de una presencia "creadora, providente y salvadora de Dios". Son verdaderas "semillas del Verbo" presentes en el hondo sentido religioso de estos pueblos, abiertas y expectantes del fecundo rocío del Espíritu que disponían los corazones a una más pronta y lúcida recepción del Evangelio.

14. El encuentro complejo entre los pueblos y culturas europeas con las mesoamericanas en el inicio de la modernidad, provocó en ambos transformaciones profundas en sus cosmovisiones, dentro de un proceso marcado por luces y sombras, como ha sido casi ley de la historia en el nacimiento de pueblos y civilizaciones.

15. Entre nosotros revistió particular dramatismo porque se encontraron intereses disímbolos y hasta opuestos. Por una parte: la expansión del reinado de España con el poderío militar de la conquista y la colonia, y la evangelización de los nativos con la fuerza del amor y del servicio del Evangelio. Por otra: la confianza frustrada que los aztecas habían puesto en los advenedizos imaginando que cumplirían sus antiguas profecías; y la oportunidad, por parte de otros pueblos indígenas, de salir de formas de dominio y subyugación a las que eran sometidos.

16. Así, en los inicios de nuestra historia, encontramos tanto procesos de colonización y sometimiento, como modelos evangelizadores basados en "una incansable predicación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, la catequesis, el culto mariano, la práctica de las obras de misericordia, la denuncia de las injusticias, la defensa de los pobres y la especial solicitud por la educación y la promoción humana". Fue decisivo el testimonio de santidad de obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, fieles laicos y de los mismos indígenas bautizados durante aquellos años. Así mismo, conviene insistir en que fue también importante una primera e incipiente difusión de la devoción mariana bajo diferentes advocaciones.

17. En el inicio de este complicado proceso de encuentro de mundos igualmente religiosos y fieles a sus creencias, como desiguales en cosmovisión, recursos y cultura, en algunas ocasiones no sólo prosperó el abuso y maltrato hacia los conquistados, sino también un marcado rechazo hacia las culturas indígenas e incomprensión de sus profundos valores. Se originó así, también por parte de algunos indígenas, una resistencia y hasta rechazo a la evangelización, según testimonio de los cronistas. En esta difícil y contradictoria situación no faltaron insignes defensores de la dignidad y los derechos humanos de todos.

18. Sin embargo, lo que desde el punto de vista humano parecería conducir a una forma más de colonización y sometimiento, gracias al acontecimiento guadalupano, es decir, a las apariciones de Santa María de Guadalupe al indio Juan Diego, a la milagrosa imagen, a su mensaje y a su repercusión a través del tiempo, se transforma en una realidad cualitativamente nueva, fruto de una gracia que asume, purifica y plenifica el drama de la historia, de tal manera que:

"La aparición de María al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, el año 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la Nación mexicana, alcanzando todo el Continente. Y América, que históricamente ha sido crisol de pueblos, ha reconocido en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, [.] en Santa María de Guadalupe, [.] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada."

"En el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, se resume el gran principio de la inculturación: la íntima transformación de los auténticos valores culturales mediante la integración en el cristianismo y el enraizamiento del cristianismo en las varias culturas".

19. No fue la violencia de la espada ni la conversión forzada, sino la misteriosa atracción de María de Guadalupe la que llevó a ambos pueblos y culturas, españoles e indios, a una nueva manera de comprenderse y relacionarse desde la fe en Jesucristo ya presente en la naciente Iglesia de este Continente. Lo hizo uniendo, en una sola imagen y mensaje, la fe y la devoción católicas en la "siempre Virgen Santa María", y la religiosidad y cultura indígenas en la "Madre del verdaderísimo Dios por Quien se vive."

20. La "Señora del cielo" manifestó a Juan Diego el deseo de que se le construyera "una Casita" en la que pudiera mostrarnos su amor y protección al darnos al Evangelio de Dios que llevó en su seno, y acoger maternalmente tanto a los que "están cerca" como a los que "están lejos", para que todos lleguemos a ser uno en Cristo. Este deseo expresa el misterio de la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu, que congrega a hombres y mujeres de toda raza, pueblo y Nación para alabar, celebrar y dar testimonio del Verbo de la Vida, y para responder al llamado permanente de construir desde la fe, la dignidad común en la diversidad de expresiones culturales.

La etapa colonial

21. Simultáneamente y por todas partes, bajo un sólo impulso misionero, diversas órdenes religiosas e iniciativas diocesanas, llevaban a cabo otras maneras de hacer presente el Evangelio y de suscitar el encuentro con Jesucristo a través de la profundización de su misterio redentor; de diversas advocaciones de la Virgen María; del ejemplo e intercesión de santas y santos que con su ejemplo servían de modelos de vida cristiana y dieron nombre, protección y celebraciones a tantos pueblos.

22. En todos estos procesos evangelizadores inspiradores de modelos de pastoral profética, litúrgica y social y de pensamiento teológico, filosófico, científico y artístico, participaban españoles, criollos, mestizos e indios. De ese modo contribuían, al mismo tiempo, a construir la unidad desde la fe y la lengua y a favorecer la diversidad de expresiones religiosas y culturales dando origen a lo que hoy reconocemos como el mosaico de la Nación mexicana.

23. El pensamiento, obra y testimonio de Bartolomé de Las Casas, Tata Vasco, Toribio de Benavente "Motolinía", Junípero Serra, Julián Garcés, Pedro de Gante, Francisco Clavijero, Francisco de Vitoria, Juana Inés de la Cruz y muchos otros aquí en nuestras tierras y desde España, contribuyeron enormemente no sólo a la creación de propuestas integrales de liberación y promoción cristianas, sino a la integración de pueblos y culturas en una nueva comprensión del mundo y de su historia bajo un novedoso derecho internacional que asumía como principio fundacional la dignidad y los derechos de todos como personas, en cualquier parte del mundo, el reconocimiento internacional del valor de cada pueblo y de su cultura, bajo una forma de autoridad mundial que diera origen a leyes justas y convenientes para todos.

24. Con todas estas diversas expresiones de la primera evangelización, se estaba llevando a cabo la fundación religiosa y cultural de la Nación mexicana, la cual, tratando de superar la etapa de destrucción de las raíces y particularidades culturales propias de los pueblos indígenas, buscaba integrar ambas culturas desde la fe. Por ello, no se puede negar que una realidad que nos ha marcado como Nación mexicana y que pertenece a los rasgos fundamentales que nos definen y nos dan identidad, ha sido el hecho del encuentro con Jesucristo, por la mediación de Santa María y de la Iglesia católica a través de sus miembros.

25. Este hecho, aunque diversamente valorado, subsiste y todos lo vivimos y de algún modo participamos de él. Nacimos a la vida como Nación a partir del difícil encuentro entre varias etnias, culturas y pueblos, en el marco de un proceso complejo de conquista, colonización y evangelización integral, en el molde de la cristiandad católica y de la lengua castellana. Todo ello fue iluminado misteriosamente desde el inicio por María de Guadalupe, cuyo resplandor ilumina cada vez más nuestra identidad y nuestro destino, convirtiéndonos por el don de la fe, en un pueblo que es síntesis de pueblos, donde incluso otras culturas, como la africana, encuentran su lugar.

26. Es necesario decir que el tiempo de la Colonia y del Virreinato, a pesar de los estudios más serenos y objetivos, es una etapa todavía difícil de comprender ya que en no pocas ocasiones ha dado pie a diversas interpretaciones, unas a favor y otras en contra, más ideológicas que históricas. En la Colonia y el Virreinato es preciso reconocer que graves errores y problemas coexistieron con grandes aciertos.

27. Por ello, además de la necesidad de comprender mejor y aceptar lo que dicha etapa significa para la conformación de nuestra identidad, es preciso reconocer que también fue una época en la que germinaron nuevas búsquedas y se configuraron nuevos cambios imposibles de explicar si rompemos con el pasado.

La racionalidad moderna a favor de la independencia y la libertad políticas

28. A los complejos acontecimientos de la primera evangelización y colonización de estas tierras, se fueron agregando e imponiendo los postulados de la racionalidad moderna, que buscaba una independencia que condujera a la autonomía de España y de cualquier otra Nación extranjera.

29. Esta nueva etapa compleja hunde también sus raíces en procesos y aspiraciones que se gestaron durante la colonia y cuyos pensadores eran católicos, quienes encontraban en su fe en Cristo y en María de Guadalupe, la inspiración de aquella libertad, independencia y justicia que anhelaba el pueblo mexicano. Aún cuando sabemos que existen aspectos difíciles de comprender y aceptar, la parcialización de esta realidad histórica ha llevado a relecturas que no sólo no corresponden a lo sucedido, sino que deforman la conciencia de la conformación de nuestra identidad como Nación. Hidalgo y Morelos, y muchos otros, eran sacerdotes que a pesar de sus limitaciones y debilidades humanas, por su fe en Cristo, su devoción a María de Guadalupe y sus ideas teológicas y políticas, lucharon por la Independencia de México. Por ello los reconocemos no sólo como próceres, sino como colaboradores fundamentales en el proceso de construcción de la Nación.

30. Sin embargo, el predominio de ciertos procesos fue llevando a la configuración y organización de un Estado laico, más cercano a los modelos liberales francés y estadounidense, que a la realidad cultural de la Nación. Así llegó a consolidarse, en medio de muchas tensiones y polarizaciones, un Estado autónomo cuyo eje central pareciera ser el de la separación y supremacía respecto a la Iglesia, entonces ampliamente presente en la organización y gestión de las realidades temporales. Se originó así la confrontación entre dos formas irreductibles de comprender la identidad de la Nación, y de buscar el bien de la sociedad.

El dilema de la identidad

31. De este modo emerge la paradoja que nos ha caracterizado durante muchos años: en el contexto de un pueblo mayoritariamente católico, las relaciones institucionales entre la Iglesia católica y los diversos representantes del Estado Mexicano fueron de tensión y, en ocasiones, hasta de rechazo mutuo. Esta situación llegó a su momento más álgido con el desconocimiento de la Iglesia por parte de la Asamblea constituyente de 1917, con la persecución religiosa y el movimiento cristero (1926-1929). Conflictos y tensiones que se prolongaron no sólo por diferentes posiciones, sino también por acontecimientos que actualmente están siendo mejor comprendidos pero que requieren de una explicación al pueblo de México.

32. Estos procesos de emancipación política, al mismo tiempo que fueron dando fisonomía a un Estado soberano e independiente y separado de la Iglesia en los asuntos públicos, generaron duras controversias y luchas fratricidas que nos acompañaron hasta la primera mitad del siglo XX. Se fue así formando la impresión de que nunca podríamos convivir entre iguales, y que para alcanzar la justicia y la libertad, un bando tendría que someter violentamente o eliminar a los que no compartieran sus convicciones.

33. Al reconsiderar esta etapa de la historia nacional y después de ponderar mejor los logros y los fracasos, aclaramos que lo que más lamentamos no es la desamortización de los bienes, la secularización de algunas de las instituciones o la separación de funciones -procesos que, en sí mismos, pueden ser positivos y hasta necesarios-, sino las formas en las que se llevaron a cabo y, sobre todo, esa herida inferida en el corazón de los mexicanos, en su mayoría católicos, que los ha obligado desde hace tantos años a vivir dos lealtades aparentemente contradictorias y excluyentes: a Dios y a la Iglesia por un lado,y al Estado y a sus gobernantes por otro.

34. Así, desde entonces se ha vivido una visión dualista y contrapuesta de la identidad nacional. La expresión más dramática de esta situación la ha vivido el pueblo en general, pero también muchos de los ciudadanos católicos que participan en la administración pública y en el ejército, pues se han visto obligados a acallar o negar una convicción para poder ser fieles a la otra.

Una "primera mirada" a nuestra historia durante el siglo XX

35 Los primeros decenios del siglo XX, con la conflictividad interna y la influencia creciente de ideologías de otros países más poderosos, llevarán a una revolución y a diferentes luchas y reivindicaciones por la justicia social y el reconocimiento de derechos individuales, sociales, políticos, económicos y religiosos. Aunado a ello, se irá articulando la organización y consolidación de un sistema político fundado en la hegemonía del Estado, que otorgaba garantías individuales y ofrecía responder a todas las aspiraciones sociales bajo la guía de un único partido.

36. Eran también los años de la cuestión obrera analizada e iluminada por la primera gran Encíclica social del Papa León XIII, la Rerum Novarum, dando con ello origen a la expresión moderna de la Doctrina Social de la Iglesia, la cual contribuyó de manera significativa a que los obispos mexicanos y muchos católicos de aquella época iluminaran las situaciones campesina, obrera y urbana, y se comprometieran con la evangelización y transformación de esas realidades.

37. Expresiones de ello son las Semanas sociales, las Dietas y los Congresos católicos, así como el desarrollo de un fecundo pensamiento social cristiano que llegó a influir incluso en la elaboración de la legislación constitucional en materia laboral, y a inspirar diversas formas de presencia cultural y política de muchos católicos.

Marginación de la Iglesia a la esfera privada

38. Sin embargo, la Iglesia llegó a ser vista como el principal obstáculo de la identidad, de la soberanía y del desarrollo de la Nación, y se pensó que su eliminación del escenario público, o al menos su marginación y reducción a la esfera privada, traería una mayor afirmación de la identidad de los mexicanos. No fue así en los hechos sino que, al reducirse gravemente la identidad nacional a comprensiones materialistas, ateas y pragmáticas, los mexicanos, a pesar de compartir la misma fe, lucharon entre sí como enemigos, dejando una profunda herida que todavía hace falta sanar con el perdón y la reconciliación.

39. Con la persecución religiosa, la Iglesia vio nacer al martirio a muchos de sus miembros, quienes muriendo por su fe en Cristo Rey y en la Virgen de Guadalupe y por su amor a la Iglesia y a la Patria, ofrendaron su vida por el derecho a la libertad religiosa. La comprensión del significado integral de esta etapa a la luz de la fe, está siendo cada vez más esclarecida. El hecho es que, a partir de ella, la adoración a Cristo Rey y la celebración universal de su fiesta, la devoción eucarística, la consagración de México al Espíritu Santo, el amor a María de Guadalupe y al Papa, serán una parte esencial de nuestra identidad religiosa y nacional.

La difícil etapa de la "simulación forzada"

40. Sin embargo y a pesar del cese de la violencia armada, que si se alargaba traería consecuencias nefastas para todos, los llamados "arreglos" de 1929 no sentaron las condiciones para una nueva relación basada en una auténtica reconciliación nacional, cimentada en la justicia y el derecho. Por el contrario, con fundamento en acuerdos verbales que daban por terminado el conflicto y no sus causas, permanecieron en la Constitución leyes abiertamente hostiles a la libertad de expresión, de asociación y de religión. Así se originó la anticultura de la simulación forzada que no sólo devaluaba el sentido de las leyes, obligando a componendas o a vivir al margen de ellas o a ignorarlas, sino al deterioro mismo del sentido de la ley justa, del papel de la autoridad y de las formas en las que la sociedad debe vivir y organizarse dentro de un orden jurídico.

41. Durante estos años, la Acción Católica dio un valeroso testimonio y continuó o aún en medio de las dificultades o con su acción apostólica. Así mismo, es preciso reconocer que a raíz de la persecución las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa aumentaron en algunas zonas.

42. A partir de entonces, con métodos menos violentos pero no menos presionantes, la presencia institucional de la Iglesia fue cada vez más marginada de los espacios sociales en los que antes participaba activamente, con el consecuente detrimento en la formación de los valores, de la conciencia y del compromiso social de sus miembros. Lo más lamentable de esta etapa no fue tanto que marginaran a la Iglesia quienes detentaban el poder político, sino la paulatina automarginación de muchos católicos del mundo de la política, de la economía y de la cultura en general.

Logros y reivindicaciones a partir de la mitad del siglo veinte

43. De fines de los años treinta a los sesenta ya no se volvieron a dar conflictos armados de grandes magnitudes. El desarrollo industrial y urbano del país logró algunos avances importantes. Una relativa paz creó un mejor clima de inversiones públicas en diferentes aspectos, como la consolidación de sistemas nacionales de salud, de educación, la inversión en el desarrollo de infraestructura, sobre todo en el petróleo.

44. Sin embargo, por el excesivo centralismo y control del poder, a nivel nacional no se dieron avances significativos en la democratización de los procesos políticos y, en diversas regiones del territorio, los sectores más pobres no encontraron en la reforma agraria y en los nuevos sindicatos y corporaciones, un mejoramiento profundo y amplio en su calidad de vida y sí control político y económico.

45. Así, de 1960 en adelante creció el descontento por falta de participación plural y realmente democrática en la vida social y política del país. A esto se le sumaría un creciente malestar causado por el inicio de crisis, que después serán recurrentes en la economía, la falta de oportunidades en el mundo del trabajo y el aumento de la pobreza y de la marginación de grupos indígenas, campesinos y obreros. Incluso aquellos que antes se encontraban socioeconómicamente satisfechos en las ciudades más importantes, ahora comenzaban a ver reducidos sus índices de bienestar.

46. Con ello se incrementaron las huelgas obreras y las manifestaciones de protesta de profesionistas en diversas partes del país. A ellas se les unieron los reclamos universitarios exigiendo justicia social y democracia. Aunque todavía no tenemos datos suficientes y objetivos de lo ocurrido en los conflictos de 1968, todos sabemos que el descontento y, sobre todo, los anhelos de cambio y transformación del país, no encontraron un camino a través del diálogo, sino que terminaron en una tragedia sangrienta que todavía apela a nuestra conciencia.

47. En esa misma época, también en México se vivían los años marcados por el acontecimiento eclesial más importante del siglo veinte: el Concilio Vaticano II. Las Iglesias particulares de Latinoamérica buscaban la manera de aplicarlo a sus diferentes realidades. Partiendo de la lectura de los signos de los tiempos, se trataba de responder a la necesidad de transformar las estructuras económicas y políticas a la luz de la fe y justicia evangélicas, por medio de una eclesiología en diálogo con el mundo y particularmente sensible a la realidad de la pobreza.

48. Poco a poco, gracias al aporte de numerosos cristianos y, sobre todo, al Magisterio del Papa Juan XXIII, de Paulo VI , de Juan Pablo I y de Juan Pablo II, se fueron esclareciendo los temas sobre los que giraban las cuestiones y los desafíos más importantes para la Iglesia: su misión fundamental de evangelizar y su relación con la promoción humana; el significado de la liberación integral y de la opción por los pobres y, sobre todo, la necesidad creciente de una nueva evangelización para todo el Continente.

México ante sus desafíos internos y el proceso creciente de globalización

49. En la década de los ochenta, a las exigencias internas de justicia social y democratización de la sociedad mexicana, se le añadirán las crecientes presiones de un mundo cada vez más globalizado en lo económico, pero también plural en lo cultural y más democratizado en lo político.

50. Se le dio prioridad a la globalización, entendida sobre todo como fenómeno fundamentalmente económico, por medio de una rápida reforma económica, y se buscaron tratados comerciales internacionales que permitieran el libre intercambio de los productos, con la marginación de otros aspectos, especialmente el de un tratado sobre el derecho al trabajo bajo condiciones internacionales, y la indiferencia ante el problema creciente de la destrucción de los recursos naturales y la contaminación del medio ambiente.

51. En 1992 se llevaron a cabo algunas reformas constitucionales en otros ámbitos que beneficiaron parcialmente a la Nación. Los obispos mexicanos reconocimos en su momento que los cambios en los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de libertad religiosa y la ley reglamentaria correspondiente, abrían el camino "para terminar con la hostilidad y con la imposibilidad práctica de cumplir con los preceptos anteriores". Reconocimos también que aunque se había dado un "avance cualitativo", todavía falta "mucho camino por recorrer para vivir una cultura de la libertad religiosa".

52. Los cambios motivados por la globalización no han estado acompañados por la necesaria reforma política y social que requiere la Nación. De este modo en la última década del siglo veinte, los mexicanos entramos a una época en la que se dieron fuertes tensiones que demandaban una mayor participación política de la sociedad, una reforma electoral que superara definitivamente el fraude y diera igualdad de oportunidades a otros partidos que tuvieran posibilidades reales de buscar soluciones diferentes a los problemas del país.

La "primacía" de la macroeconomía

53. Nos encontramos en un momento de nuestra historia en el que el dinamismo más importante del desarrollo económico resulta determinado, principalmente, por una economía financiera mundial marcadamente especulativa y por tratados comerciales internacionales que marchan a un ritmo acelerado y asimétrico respecto de las necesidades de trabajo y desarrollo interno de la mayoría de la población, en especial de la más pobre y marginada. Más aún, el peso de la deuda externa aún condiciona el camino hacia el desarrollo de nuestro país.

54. La reforma económica que experimentó México en los últimos años ha tenido resultados positivos en el nivel de la macroeconomía. Sin embargo, desde el punto de vista del desarrollo integral que necesitan las personas y los pueblos, tenemos que reconocer que existen deficiencias importantes. Es evidente a todos que existen muchas personas y comunidades que encuentran dificultades relevantes para participar de modo competitivo en la nueva dinámica económica a causa de su marginación y exclusión. Hasta ahora, la economía globalizada ha beneficiado de modo significativo y concreto en México sólo a algunas personas y grupos muy particulares.

Crisis del papel social del Estado y deterioro de la economía interna

55. Con la crisis de los estatismos y la imposición de las propuestas neoliberales de reducir el deber social del Estado, entramos a una incertidumbre acerca del papel que ha de jugar éste en la construcción del bien común y, por ende, a dificultades para definir una sólida política social que consolide los procesos estructurales tendientes a la superación de la pobreza y a la creación de condiciones y oportunidades de desarrollo, a través de una justa y adecuada distribución de la riqueza.

56. En cambio, el deterioro de la capacidad adquisitiva de la mayoría de las personas; la falta de empleos y condiciones favorables para la micro, pequeña y mediana empresa; la caída en la calidad de vida especialmente de las clases medias y su paulatina disolución como grupo social; y el acelerado enriquecimiento y concentración de la riqueza de unos cuantos, ponen en evidencia uno de los más graves problemas de nuestro tiempo y hacen de México uno de los países con mayor desigualdad en la distribución de la riqueza en el mundo.

La pobreza y la violencia

57. La pobreza ha crecido en los últimos 20 años. Nos referimos no sólo a las formas de pobreza tradicional y de injusticia social que ya teníamos, sino que han surgido nuevas maneras de empobrecimiento en el campo y las ciudades, de marginación y hasta de exclusión de grandes grupos sociales, especialmente de campesinos e indígenas.

58. En el campo, aunque las reformas legislativas permitieron nuevos modelos de organización e inversiones para facilitar la exportación, por la falta de acompañamiento en la integración de los campesinos a estos nuevos procesos, se ha paralizado la agricultura tradicional en muchas partes, afectando principalmente a los jóvenes que al no estar preparados ni educativa ni técnicamente, se han visto desplazados, sin opciones reales de trabajo, incrementándose así los procesos migratorios dentro y fuera del país, y aumentando de manera importante la llamada economía informal.

59. La inseguridad a causa del aumento del crimen en los centros urbanos es un hecho constatado por todos. Los asesinatos de diversos personajes de la vida pública de México en la última década del siglo veinte, entre los que se incluye el lamentable deceso del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, son parte del contexto de violencia que ha aparecido en nuestra Nación.

60. También han surgido nuevas formas de violencia y criminalidad: en algunas zonas indígenas y campesinas existe creciente inseguridad y diversas actividades deshonestas acompañadas de enriquecimiento ilícito, por ejemplo, cuando se vinculan con las redes del narcotráfico. Incluso se han hecho visibles movimientos armados, que pensábamos superados en nuestras tierras, y a los que no se debe restar importancia debido a que con facilidad se introducen en la espiral de la violencia, que siempre resulta difícil detener.

61. A este respecto, reconocemos la ardua tarea de las fuerzas armadas en nuestro país ya que atienden, como misión propia, algunas situaciones que ponen en riesgo la seguridad nacional. Pero por otro lado, en ocasiones introducen un clima social inadecuado para proteger a través de la vigencia de la ley los derechos, las libertades y las obligaciones de todos por igual.

62. Por ello es preciso atender en sus causas los nuevos fenómenos de pobreza, violencia y criminalidad, para de esta manera evitar en lo posible la ejecución de medidas de fuerza como solución a los graves problemas sociales de México.

Tratando de comprender los "nuevos signos de los tiempos"

63. El año de 1994, con la aprobación del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, que nos asocia a dos de las economías más poderosas del mundo, y el levantamiento armado en Chiapas, representa precisamente el drama que caracteriza en la actualidad a nuestra Nación: la tensión entre dos mundos distantes y contrastantes, en la que uno pretende imponerse y absorber al otro, cuando se requiere urgentemente una integración e interrelación fundadas en la justicia y en el reconocimiento de los derechos de las personas, de la diversidad de las etnias y de las culturas, y el respeto al medio ambiente.

64. No sin dificultades externas e incluso con tensiones internas, la Iglesia ha estado presente en ambos mundos y ha tratado de responder a los desafíos que implica una situación tan compleja y difícil. La historia nos dirá hasta dónde supimos responder al llamado que el Señor nos hacía.

65. Por otro lado, desde mediados de la década de los ochenta se iniciaron una serie de difíciles pero importantes transformaciones en las instituciones representativas del país, que hablan de un proceso de maduración política en nuestra Nación. Con el fortalecimiento de los partidos y contiendas electorales más transparentes y legítimas, comenzamos a constatar que es posible el cambio del poder político, e incluso la alternancia, sin que prevalezca siempre la anticultura del fraude electoral.

66. Vivimos como Nación una situación de cambio profundo y complejo en todos los aspectos de la vida social y en todos los rincones del país, que da origen a una nueva cultura y a un nuevo estilo de vida caracterizados por los siguientes aspectos fundamentales:

Ante la crisis del modelo de Estado centralizado y homogéneo, la sociedad mexicana emerge como una realidad plural, más abierta y exigente en búsqueda de espacios de reconocimiento y participación de todos en todas partes, de acuerdo a sus derechos y obligaciones y a sus diversidades regionales y culturales.

Ante estructuras antidemocráticas y fraudulentas, obsoletas e injustas, deterioradas por la corrupción, la impunidad y el autoritarismo, la sociedad mexicana quiere superar definitivamente la anticultura del fraude, de la llamada mordida, de los privilegios de unos cuantos, y consolidar procesos e instituciones que permitan la representación de toda la sociedad a través métodos transparentes y de autoridades legítimamente elegidas, a las que se les pueda pedir cuentas de su actuar periódicamente.

Ante la incapacidad del modelo de desarrollo actual para responder a todas las exigencias fundamentales para una vida digna en materia de trabajo, salario, seguridad, educación, salud, etc. se percibe un clamor por buscar la superación de las causas estructurales de la pobreza y de la exclusión, a través de un modelo de desarrollo integral fundado en la justicia social.

Ante el creciente deterioro del medio ambiente natural - que cada vez provoca más desastres - y el deterioro de la vida urbana, sobre todo en las grandes ciudades, la sociedad mexicana quiere un desarrollo sustentable que, cuidando la riqueza y el equilibrio de nuestro patrimonio natural, sea capaz de integrar los avances técnicos y las inversiones en una visión auténticamente humana de la calidad de vida y del medio ambiente para todos los mexicanos.

Ante un proceso globalizador preponderantemente económico que afecta todos los aspectos de la vida, la sociedad mexicana quiere ser sujeto de su propio destino de acuerdo a toda su riqueza humana, material, cultural y espiritual.

67. Se trata de un profundo anhelo de millones de mexicanos deseosos de crecer al interior de una cultura de la vida que fortalezca instituciones democráticas y participativas, fundadas en el reconocimiento de los derechos humanos y en los valores culturales y trascendentes de nuestro pueblo. Cultura e instituciones construidas con la participación solidaria de todos, que sean salvaguardadas por las organizaciones representativas y subsidiarias llamadas a crear las condiciones reales que permitan una vida digna para todos. Esto supone una educación integral basada en el respeto a la persona humana y a la cultura, que incremente la responsabilidad y participación ciudadanas.

El servicio que la Iglesia puede prestar ante los desafíos que vive nuestra Nación

68. Haciendo una lectura serena de nuestra historia, creemos que nos encontramos en el tiempo oportuno para reconocer y asumir que la Nación está integrada por algunas realidades que en ocasiones se han contrapuesto o ignorado. Estas realidades requieren de una integración adecuada que consolide la justicia y la paz social y nos permita responder a los desafíos del nuevo milenio. El Papa Juan Pablo II las señaló con precisión durante su cuarta visita pastoral:

"Llego a un país cuya historia recorren, como ríos a veces ocultos y siempre caudalosos, tres realidades que unas veces se encuentran y otras revelan sus diferencias complementarias, sin jamás confundirse del todo: la antigua y rica sensibilidad de los pueblos indígenas que amaron Juan de Zumárraga y Vasco de Quiroga, a quienes muchos de estos pueblos siguen llamando padres; el cristianismo arraigado en el alma de los mexicanos; y la moderna racionalidad de corte europeo que tanto ha querido enaltecer la independencia y la libertad".

69. Para superar la permanente tentación de la confrontación y la violencia, que nos ha marcado en algunos momentos de nuestra historia, y para abrir caminos nuevos en los que todos podamos participar para construir el futuro de la Nación, es necesario crear espacios de encuentro, de diálogo y de reflexión en los que, partiendo de la realidad y de la identidad de nuestra Nación, debemos revisar qué es lo que nos une como mexicanos, cuáles son nuestros referentes comunes y dónde están los principales problemas que nos han contrapuesto, de manera que podamos encontrar los caminos para crecer en un clima de reconciliación, de justicia y de paz.

70. Esta revisión, como lo expresamos anteriormente, podrá ayudarnos a: "Conseguir los consensos que nos permitan la unidad en los grandes criterios iluminadores que nos lleven a alcanzar el país que queremos para todos. poner los cimientos sólidos que nos lleven a conseguir la unidad dentro de la legítima diversidad".

71. Como parte constitutiva de la historia de México y de la identidad nacional, y conscientes de la realidad que vivimos y de la necesidad de contribuir a reforzar la unidad y la reconciliación nacional, los obispos escribimos en noviembre de 1998 que la Iglesia en su conjunto debe de participar activamente en el momento actual:

"¿Podría la Iglesia ser marginada en este momento histórico, como lo ha sido tradicionalmente en nuestro país? Más aún, ¿podría la Iglesia automarginarse y permanecer pasiva como simple espectador que ve pasar desde la ventana el desfile de los acontecimientos que hoy están construyendo la historia? Consideramos que nos toca ofrecer nuestra aportación desde la misión que nos es propia, es decir, desde el anuncio evangelizador, que asume la verdad de Dios, que es amor y la verdad del hombre, llamado al amor y a la plenitud de la vida".

72. Creemos que llegó la hora en que esos tres ríos, "a veces ocultos y siempre caudalosos" de ricas realidades que nos constituyen, puedan confluir libremente hacia un gran océano, en el que, creciendo en nuestras propias riquezas particulares a nivel personal y comunitario, podamos compartir, sin odios ni violencias, una humanidad y un destino común, aportando complementariamente cada uno lo suyo.

Importancia de la memoria histórica

73. Es también la hora de que la verdad histórica integral de México brille con mucha mayor claridad, desde sus mismos orígenes pasando por todas las etapas de nuestro caminar hasta el día de hoy, superando prejuicios y descalificaciones, dualismos y reduccionismos.

74. A los católicos mexicanos nos ha hecho falta cultivar y esclarecer la memoria histórica de nuestra fe. Sabemos muy bien que sin ella, se debilita la identidad y el sentido del presente y del futuro de todo el pueblo.

75. Es necesario reflexionar y comprender mejor el significado de estos quinientos años de evangelización, especialmente en lo que se refiere a los esfuerzos de elaboración del pensamiento teológico, filosófico, científico, cultural y artístico, a las ricas y diversas experiencias que han buscado inculturar el Evangelio en los diversos ambientes y lugares de nuestras iglesias particulares y en el país.

76. Agradecemos a todos los historiadores que nos han ayudado a comprendernos mejor como Iglesia en México. Así mismo agradecemos el aporte del Papa Juan Pablo II que, desde el inicio de su pontificado y especialmente en esta preparación al Gran Jubileo, nos ha alentado a los católicos a conocer, aceptar y amar nuestra historia a luz de la fe. Le agradecemos el que nos haya impulsado a buscar en el pasado, no sólo remoto sino reciente, las huellas y los rostros de Cristo en tantos mexicanos que ofrendaron sus vidas y derramaron su sangre por la fe y, desde ésta, por la libertad, la justicia y la paz en nuestra Patria.

77. Nuestra historia como Nación no es ya solamente una historia modelada por héroes valerosos, sino también por santos y beatos, mártires y confesores: niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, clérigos, consagradas, consagrados y fieles laicos que, amando a Jesucristo y a su Iglesia, amaron también a México. En este Año de Gracia del Señor, celebraremos con júbilo la beatificación y canonización de algunos de nuestros hermanos y hermanas, gloria de nuestra Iglesia.

Año de Gracia, del perdón y de la reconciliación

78. El año Jubilar es año de gracia, de perdón de las deudas y de reconciliación. Por lo tanto, en nombre de todos los miembros de la Iglesia de Cristo en México, pedimos perdón a Dios y a nuestros hermanos por todo aquello que a lo largo de nuestra historia lo ha ofendido a Él y a cualquier persona; por los daños que han causado nuestros pecados personales y sociales; por todas aquellas acciones, omisiones o retrasos que no han contribuido a la evangelización, a la dignificación de las personas y al bien de la comunidad nacional.

79. La fe católica nos hermana en el amor del mismo Padre. La pertenencia a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, nos ayuda a reconocer y vivir la solidaridad que une a todos los seres humanos en una misma condición, origen y destino, en la única redención de Cristo y en la comunión de los santos, con el anhelo de servir mejor a todos los que formamos parte de esta Nación.

80. Es urgente que demos un paso hacia delante en una mejor comprensión de nuestra historia, de modo que no seamos prisioneros del pasado sino que, emprendiendo el camino del perdón y de la purificación de la memoria, los males de antaño no nutran el odio ni sigan lastimando y, sobre todo, no se vuelvan a repetir.

81. No debemos olvidar que quienes vivieron etapas difíciles de confrontación no tuvieron los elementos con los que hoy contamos para comprender el significado del proceso de autonomía de las realidades temporales, y del nuevo tipo de relaciones que tendrían que establecerse entre la Iglesia y el Estado.

82. Pero indudablemente a nosotros nos toca hoy poner en práctica las profundas y certeras enseñanzas del Concilio Vaticano II acerca de esos temas del papel de la Iglesia como institución en los diversos campos, del derecho a la libertad religiosa y del protagonismo indispensable de los laicos en la transformación de las estructuras del mundo según Cristo.

83. Inspirándose en el Magisterio de la Iglesia, principalmente del Concilio Vaticano II, y buscando respuestas directas a los enormes desafíos pastorales que presentaba el Continente latinoamericano, los obispos reunidos en Medellín, Puebla y Santo Domingo durante el último tercio del siglo XX, son el testimonio vivo de cuánto interés ha puesto la Iglesia en comprender y vivir el impulso conciliar y las enseñanzas pontificias de los Papas Juan XXIII, Paulo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II.

84. La conciencia de la realidad, los retos que nos presentan las diferentes etapas y situaciones, sobre todo el dolor y el sufrimiento de nuestras hermanas y hermanos más pobres, y las múltiples respuestas pastorales que surgieron, han marcado definitivamente la historia pastoral de todas las Iglesias de América Latina, incluyendo la nuestra.

Todos llamados a redescubrirnos y a comprender los nuevos desafíos

85. Si en el corazón de la Iglesia de Cristo hace eco todo lo humano: las alegrías y las tristezas, los gozos y las esperanzas de todas las personas, especialmente de quienes son más pobres, es perfectamente entendible que la Iglesia participe, viva y sufra los cambios en nuestra historia.

86. Como preparación a la celebración del gran Jubileo y en el umbral del nuevo milenio, el Santo Padre nos ha llamado a revisar nuestra vida eclesial a la luz de la asimilación que hemos hecho de las riquezas del Concilio. Nos toca discernir los nuevos signos de los tiempos y comprender cómo ellos afectan, positiva y negativamente, a la fe, a la esperanza y a la caridad de los miembros de la comunidad eclesial.

87. En particular, para nosotros mexicanos, las cuatro visitas pastorales que Su Santidad Juan Pablo II ha realizado a nuestra Patria han sido verdaderos acontecimientos de gracia que, sobre todo, nos han ayudado a redescubrirnos como pueblo fundamentalmente creyente en Cristo y devoto de María de Guadalupe. Así mismo han colaborado a aumentar nuestra conciencia respecto de la riqueza que representa nuestra fe, nuestra propia historia y nuestra cultura. Estamos ciertos que si logramos superar el miedo y la apatía como pueblo, seremos capaces de transformar nuestra realidad para bien y nos convertiremos en una Nación más cristiana, más humana y más sujeto de su propio destino.

88. En la Exhortación apostólica Ecclesia in America, el Papa Juan Pablo II ha llamado a tomar conciencia de la unidad y potencial de fe de todo el Continente Americano, en orden a buscar un encuentro más profundo con Jesucristo que lleve a la conversión, a la comunión y a la solidaridad como respuesta a los desafíos que presentan la nueva evangelización y la globalización en el Continente Americano.

89. Como Iglesia misionera estamos llamados a comprender los desafíos que la crisis de la modernidad y la propuesta cultural de la postmodernidad, con su redespertar religioso, presentan a la nueva evangelización de América en un complejo proceso de globalización. El trabajo realizado por el CELAM acerca de las megatendencias que se presentan actualmente en nuestros pueblos es un auténtico aporte para nuestra reflexión y compromiso.

90. Este contexto de globalización, con los desafíos que implica para la Nación y para la Iglesia, nos ha abierto posibilidades nuevas en la comprensión del significado del acontecimiento guadalupano y de la beatificación de Juan Diego. Sentimos más imperiosa la necesidad de anunciar el Evangelio, salvaguardando la dignidad de las personas, la riqueza de las culturas y colaborando en la construcción de una cultura globalizada de la solidaridad. El Papa Juan Pablo II nos ha hecho ver cómo Santa María de Guadalupe y el testimonio martirial de la Iglesia en México deben empeñarnos con mayor ánimo en la evangelización de todo el Continente.

91. Pasado y presente están en las manos de Dios y en la conciencia y responsabilidad de la actual generación, a quien se le brinda la oportunidad de visualizar mejor el futuro, por el cambio de siglo y de milenio que le ha tocado vivir. Para este futuro que nosotros inauguramos con la celebración del Gran Jubileo, queremos presentar estas reflexiones sobre la necesidad de fortalecer la comunión y la solidaridad entre los mexicanos.

92. Este mensaje quiere ser de esperanza y de confianza, sin exclusiones ni olvidos. Hay, seguramente, grandes retos y desafíos, y nuestras necesidades y carencias son casi incontables. Pero conocemos el pueblo que Dios nos ha encomendado y lo amamos con el gran amor que le tuvieron los padres y misioneros del principio. Sabemos que los mexicanos somos un pueblo que ama la vida y que tiene una admirable fe en la Providencia de Dios, del que nunca ha renegado, y un profundo amor filial a Santa María de Guadalupe, cuya protección tampoco ha dejado nunca de experimentar y agradecer.

 

Parte III

Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad como respuesta a los desafíos de la Nación

 

"Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?
Y el Rey les dirá: En verdad les digo que cuando lo hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicieron".
Mt 25, 37-40

 

Introducción

223. El encuentro con Jesucristo vivo lleva a los creyentes a una conversión del corazón que en la comunidad cristiana se manifiesta en la virtud de la solidaridad con todos los hombres. Esta solidaridad es la expresión operante de la caridad: "Nosotros debemos amarnos, porque Él nos amó primero. Si alguno dice: «Yo amo a Dios«, y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y nosotros hemos recibido de Él este mandato: que el que ama a Dios, ame también a su hermano" ( 1 Jo 4, 19-21).

224. La solidaridad, pues, no es un elemento extraño o añadido a la dinámica de la vida cristiana. La virtud humana de la solidaridad, al ser vivificada por la gracia y el don de la fe en Cristo, se convierte en fuente de amor fraterno, de perdón y reconciliación (Cf. Mt 6, 9-15). En este caso, todo ser humano, aunque sea extraño o enemigo, se convierte en "prójimo"; no sólo por la dignidad humana común, sino porque es la imagen viva de Dios rescatada por la sangre de Jesucristo (Cf. Rm 8, 1-2; Col 3, 3).

225. Para el cristiano, la solidaridad es el ejercicio de la caridad que lo santifica, lo dignifica y lo hace participar activamente en la construcción de la comunidad. La Doctrina Social de la Iglesia nos enseña que precisamente la comunidad construida solidariamente hace que la subjetividad de las personas y de la sociedad en su conjunto surja como una realidad efectiva. Esto quiere decir que cuando la solidaridad cristiana inspira y anima a la familia, a la sociedad, a la cultura y a la Nación, éstas crecen en humanidad, se tornan sujetos de su propio destino y evitan convertirse en objeto de uso o de abuso.

226. Más aún, cuando la solidaridad se establece como un modo habitual de acción que dinamiza las relaciones sociales, podemos hablar de que la cultura de la solidaridad ha surgido. La solidaridad tiene que trascender las iniciativas meramente momentáneas para que funja realmente como sostén de la sociedad como sujeto. Este es el camino para que una cultura y una civilización basadas en el amor sean posibles dentro de la historia.

227. En la subjetividad de una sociedad y de una Nación radica de manera originaria y plena la soberanía de un pueblo. La soberanía política o económica suponen la soberanía fundamental basada en la cultura y en el pueblo que constituyen la Nación.

228. Los cristianos, sin ser del mundo, viven en el mundo y sin tener aquí morada permanente, tienen por Patria la tierra en la que les tocó vivir. La fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, obliga a los cristianos a participar en toda actividad humana anunciando la Verdad que han encontrado. Sólo por ignorancia o por prejuicio puede sostenerse que la fe en Jesucristo deba quedar excluida de una auténtica incidencia en la vida social e institucional de nuestra Nación.

229. En México, la fe en Jesucristo anunciada por la Iglesia y el milagroso hecho Guadalupano han estado presentes en los orígenes de la Patria y en la configuración de la cultura nacional. Son ambos un componente histórico y cultural que configura la identidad de la Nación. Toca ahora a cada uno de los miembros de la Iglesia, según su vocación y tarea específica, contribuir a ensanchar y enriquecer tan rico caudal de humanidad y de fe mediante iniciativas solidarias y efectivas que respondan a las necesidades de todos sin excluir a nadie.

230. Los pastores de la Iglesia no ofrecemos soluciones técnicas. Sin embargo, desde la misión que nos es propia y desde la experiencia pastoral que poseemos al caminar al lado de nuestro pueblo, proponemos los principios de reflexión, los criterios de juicio y las directrices generales de acción que deben ayudar a los fieles laicos a realizar su vocación y misión en el mundo. Los Pastores tenemos el deber de hacer explícita a través de nuestra palabra la dimensión social del evangelio.

231. Los fieles laicos a través de su acción han de buscar implementar con una perspectiva de fe, con competencia profesional y bajo su propia responsabilidad, las soluciones técnicas que correspondan.

232. En la Doctrina Social de la Iglesia los fieles laicos encontrarán luz suficiente para iluminar las complejas cuestiones políticas, económicas, culturales y sociales que reclaman un manejo acorde a la dignidad de las personas y al bien común. Sin la perspectiva que ofrece la Doctrina Social de la Iglesia, la vivencia de la fe de los fieles laicos corre el riesgo de corromperse: tornándose intimista y desvinculada de las exigencias ético-sociales del cristianismo; o asociándose a ideologías contrarias al evangelio.

Propósito central de la tercera parte

233. El propósito central de esta tercera parte consiste en mostrar cómo la solidaridad cristiana es cimiento para la construcción de la "subjetividad social" en tres aspectos particularmente urgentes e importantes de la vida de nuestra Nación:

el Estado como servidor de la Nación mediante el respeto y promoción de los derechos humanos y la cultura;

el desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres como marco y criterio para el progreso económico, especialmente de los más pobres;

la educación como oportunidad privilegiada para el fortalecimiento de una cultura de la democracia que permita la promoción de la persona humana, la participación y la representación social.

Sección I

El Estado y la Nación

234. La virtud de la solidaridad requiere del esfuerzo del pueblo por afirmarse como una Nación soberana de la cual el Estado es servidor. La Doctrina Social de la Iglesia nos ayuda a comprender una adecuada relación entre Estado y Nación.

Nuevo marco de convivencia enraizado en el origen de la Nación

235. Es ya común entre nosotros hablar de "muchos Méxicos" para referir las múltiples maneras que poseemos como pueblo para expresarnos, para relacionarnos y para comprendernos. Esta rica diversidad que nos constituye posee un sustrato común que nos permite también continuar reconociéndonos como un solo pueblo.

236. Precisamente la presencia maternal de la Virgen María y la fe de la Iglesia Católica, que han acompañado al pueblo de estas tierras a lo largo de su historia, han configurado el ser y la cultura de la Nación con valores específicamente cristianos. Estos valores facilitaron tanto el mestizaje entre pueblos como el mestizaje espiritual y cultural.

237. Desde la riqueza de ese proceso fundacional de orden religioso-cultural, que hizo abrazar y unir en una realidad nueva a personas, historias y culturas diferentes, comenzamos a ser signo histórico de una humanidad reconciliada. Sin prejuicios, podemos afirmar que somos un pueblo de pueblos, providencialmente situado como frontera entre comunidades humanas distintas que, luchando por salvaguardar su identidad, al mismo tiempo viven vertiginosamente el proceso ambivalente de la globalización.

238. Los valores contenidos en el acontecimiento guadalupano poseen una dimensión universal que los convierte en propuesta solidaria para establecer un renovado marco de convivencia para México y América entera.

El pueblo, la Nación y el Estado

239. No basta que exista una multitud de personas para constituir un pueblo; se requiere además que las personas y las familias se interrelacionen de modo estable y solidario. Todas las iniciativas que promuevan el bien, la verdad, la paz, la justicia y el respeto a los demás, contribuyen a que seamos un pueblo.Este pueblo, en tanto que posee un origen común, establece lazos conscientes con su pasado, se proyecta hacia el futuro, y así se conforma como Nación. La Nación es una realidad histórica y cultural que confiere identidad a un pueblo determinado y a cada uno de sus habitantes, ayudándoles a avanzar en el cumplimiento de su vocación. Esta identidad se expresa en usos, costumbres, lengua y maneras particulares de vivir.

241. México, como Nación, ha existido desde hace casi cinco siglos a pesar de haber tenido diferentes modalidades de configuración política, entre las que destacan: el Virreinato, el Imperio, el ensayo de República central y la República federal. Esto se debe a que la Nación posee una soberanía anterior a la soberanía política del Estado.

242. Más aún, el Estado está llamado prioritariamente a servir a la Nación. Su naturaleza misma se lo exige: el Estado no es sino una comunidad política y jurídicamente organizada que, en un territorio y a través de un entramado institucional, debe colaborar a construir el bien común de la Nación por medio de la solidaridad.

243. El Estado no es la Nación, nunca debe confundirse con la Nación. Cuando no se distingue suficientemente esta importante diferencia, la historia se escribe de modo unilateral exaltando a unos y olvidando a otros de acuerdo a los intereses del poder. Las polarizaciones extremas que existen en la interpretación de nuestra propia historia nacional no se encuentran ajenas al fenómeno que mencionamos.

244. Juan Pablo II nos advierte: "La Nación es verdaderamente libre cuando puede configurarse como comunidad determinada por la unidad de la cultura, lengua e historia. El Estado es sólidamente soberano cuando gobierna la sociedad y sirve al mismo tiempo al bien común de la sociedad, y permite a la Nación realizarse en su propia subjetividad, en su propia identidad. (.) Vigilad, por todos los medios a vuestro alcance, la soberanía fundamental que posee cada Nación en virtud de su propia cultura".

245. Cuando un Estado impone una ideología particular al pueblo al que se debe, atenta gravemente contra la dignidad de las personas y contra la identidad y soberanía nacionales.

El pueblo mexicano ante los cambios

246. Los mexicanos vivimos no sólo en una época de cambios, sino en un verdadero cambio de época que transforma los referentes tradicionales de la existencia individual y colectiva en mayor o menor medida. Estos cambios son amplios y profundos e involucran todas las dimensiones de la vida.

247. Por ello, en este momento en el que esos referentes faltan o son débiles, es necesario que exista un esfuerzo consciente por manifestar el valor de los principios morales que, por estar fundados en la dignidad inalienable de la persona, son universales, permanentemente válidos y no están sujetos a los resultados de algún referéndum o plebiscito. Esto quiere decir que estos principios por estar inscritos en la naturaleza humana son por esencia inmutables y absolutos. Así mismo, estos principios por haber sido mostrados de un modo extraordinario a través del acontecimiento guadalupano están doblemente grabados en la entraña de nuestra Nación.

248. Dentro de estos principios están fundamentalmente la verdad, el bien, la justicia, el respeto y la promoción de la dignidad de la persona y de sus derechos humanos tanto los que nos corresponden como seres individuales, como aquellos que nos corresponden por ser miembros de una sociedad y una cultura determinadas.

249. A partir de ellos surgen como derivados otros principios que permiten una más sana articulación de la vida social tales como el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, la autoridad como servicio, la soberanía cultural, la soberanía política, y el amor preferencial -no exclusivo ni excluyente- a los más pobres, olvidados y desprotegidos.

250. Tomando como marco y referencia estos principios, es preciso que aumenten los esfuerzos de aplicación práctica de la Doctrina Social de la Iglesia por parte de los fieles laicos, para así colaborar a que nuestro "cambio de época" pueda tener una dirección y un fundamento ético que permitan orientar la transformación de nuestra sociedad de una manera más humana, y en el fondo más cristiana, a partir del reconocimiento de nuestra mutua relación y corresponsabilidad.

El sistema político mexicano en transición

251. Un cambio particularmente significativo es el que experimentan los procesos democráticos en México. Las estructuras, instituciones y grupos que tenían las decisiones sustanciales del país comienzan a dejar espacios a nuevas propuestas y convicciones gracias a una creciente cultura de participación ciudadana.

252. Por esta razón, más que de "crisis" o "cambio", en México hoy hablamos de transición democrática. Un signo es la incipiente alternancia en algunos órdenes de gobierno. Una más plena cultura de la democracia supone la posibilidad real de esta alternancia.

253. Sin embargo, como todo proceso de cambio, nuestra transición no posee un rumbo asegurado. Por ello, es necesario hacer un esfuerzo permanente de búsqueda de consensos y de reorientación de iniciativas basadas en principios que permitan mantener, entre todos, un rumbo fundamental que tienda a lograr el bien común paso a paso y con efectividad.

254. Así mismo, cabe insistir que la "transición" del país no se limita a los aspectos meramente electorales, sino a la reformulación de todo el sistema político que requiere de un discernimiento activo que delimite con precisión cuáles cosas deben mantenerse y por cuanto tiempo, y cuáles deben modificarse.

255. A este respecto, es necesario y urgente, para llevar a buen término la transición de nuestro país, actualizar la Constitución de la República a partir de una reconsideración de la dignidad de la persona, de sus derechos y obligaciones, de la historia de nuestra Nación y del nuevo escenario nacional e internacional que permita a nuestro pueblo tener una norma fundamental más acorde a nuestra realidad humana, cultural e institucional.

256. En esta materia conviene insistir en que la Declaración Universal de los Derechos Humanos suscrita por una gran cantidad de países en 1948, a los que se sumaría México, debe ayudar a nuestra sociedad y a sus representantes en el Congreso de la Unión a hacer explícito y manifiesto que toda ley tiene su fundamento en la dignidad inalienable de la persona humana y sus derechos fundamentales.

Posibilidad de una regresión autoritaria

257. En nuestro país no está excluido el escenario de una regresión autoritaria, aun por vía electoral. Si bien es importante reconocer la mejora cualitativa que han experimentado algunas de nuestras instituciones democráticas al momento de adquirir una mayor autonomía e independencia respecto del Estado, es también relevante señalar que aún existen deficiencias graves en el reconocimiento efectivo del derecho político al voto libre y secreto.

258. En efecto, aún en ciertos ambientes se realizan prácticas intimidatorias y coercitivas que disminuyen gravemente la libertad en el ejercicio del voto. Más aún, en algunos lugares se reconoce que existe el "voto del miedo", cuando la ignorancia y las múltiples pobrezas de nuestro pueblo son aprovechadas de un modo deshonesto para promover formas diversas de fraude electoral.

259. Es preciso afirmar con toda claridad que colaborar directa o indirectamente con el fraude electoral es un pecado grave que vulnera los derechos humanos y ofende a Dios.

260. Así mismo, los cambios sociales y políticos tantas veces anunciados pero no cumplidos colaboran a generar cansancio, desconfianza, abstencionismo y hastío en los ciudadanos. Aquellas propuestas políticas hechas en los medios de comunicación, que sólo se basan en imágenes y frases con predominio del impacto visual y auditivo, pero carecen de contenidos que inviten a la reflexión crítica y al análisis, crean un vacío informativo cercano al engaño y a la falsedad.

261. Por ello, es necesario insistir que una democracia, sin un entramado institucional y cultural fundado en valores y principios basados en la dignidad humana, fácilmente degenera en demagogia y en fórmulas políticas contrarias a la libertad y a la justicia.

262. Más aún, todo cambio de estructuras, para que sea provechoso, necesita de un soporte educativo y cultural sólido, apoyado en el reconocimiento de los derechos humanos y sus deberes correlativos, y en una recta comprensión del bien común y sus exigencias. La democracia sólo prospera con la educación cívica, la promoción del orden público y la justicia social. El estado de derecho es su condición y expresión esencial.

Una cultura de la legalidad y de la justicia

263. En algunos ambientes el incumplimiento de la ley se ha extendido a tal grado que es común hablar de corrupción, experimentar hechos de violencia y lamentar la impunidad. Los asaltos y los secuestros lesionan gravemente a las comunidades y violan el derecho de todos a una vida en paz. El narcotráfico ha penetrado numerosos ambientes e instituciones destruyendo a su paso los valores de la cultura de la vida. No es posible negar que se ha incrementado el desorden público y la inseguridad por la falta de observancia del estado de derecho.

264. Es más, no parece disminuir la desconfianza de la ciudadanía en la imparcialidad y eficacia de los ministerios públicos, de los jueces y demás instancias relacionadas con la prevención del delito y la procuración y administración de la justicia. Los esfuerzos realizados por detener esta situación, aunque meritorios, no arrojan suficientes resultados positivos.

265. Sin negar la importancia de las medidas coercitivas en la prevención del delito y cumplimiento de la ley, la solución radica en las convicciones profundas, "en el corazón del hombre", decía Jesús (Cf. Mc 7, 21), y en la creación de las condiciones indispensables para el bien integral de las personas. La autoridad pública es, ante todo, una autoridad moral y, aunque constituida legítimamente, necesita validarse mediante el servicio a la sociedad, velando por la observancia del derecho y la justicia.

La Iglesia, al servicio de la reconciliación social

266. La Iglesia no sólo colabora al bien común con sus enseñanzas y doctrina sino también abriendo espacios para el encuentro, el diálogo y la reconciliación. Así lo hace cotidianamente en las asambleas litúrgicas, fiestas y celebraciones y, cuando es necesario y se lo solicitan, mediando entre quienes buscan caminos para el reencuentro efectivo dentro del ámbito social. Esta es parte de la misión reconciliadora de la Iglesia que como sacramento de unidad en la comunidad humana, ha de colaborar siempre de manera positiva en la solución de conflictos (Cf. 2Cor 5, 18-21).

267. Hacemos nuestra la súplica entusiasta del Papa Juan Pablo II: "ÁDios te bendiga, México!, que te esfuerzas por desterrar para siempre las luchas que dividieron a tus hijos, mediante un diálogo fecundo y constructivo. Un diálogo en el que nadie quede excluido y acomune aún más a todos sus habitantes, a los creyentes fieles a su fe en Cristo y a los que están alejados de Él. Sólo el diálogo fraterno entre todos dará vigor a los proyectos de futuras reformas, auspiciadas por los ciudadanos de buena voluntad, pertenecientes a todos los credos religiosos y los diversos sectores políticos y culturales".

Colaborar a un nuevo proyecto al servicio de la Nación

268. Como hemos dicho más arriba, la Nación es una realidad histórica y cultural que nos hermana a todos gracias a un origen y a un destino común. La Nación nos da identidad y pertenencia a una comunidad y a un pasado que es necesario continuar. Por ello, la Nación no es una realidad por inventar sino una herencia que es preciso continuar y acrecentar sin perder nunca todo lo que de bueno ya hemos adquirido.

269. Con esta premisa, más que de un proyecto de Nación lo que nuestro país necesita es un proyecto al servicio de la Nación. Toda la sociedad y todos sus representantes debemos buscar un consenso sobre lo que tenemos que lograr, basados en la identidad y pluralidad que poseemos como sociedad, en la dignidad humana y en el bien común. Dicho de otra manera, el pueblo mexicano, en un clima de diálogo y respeto a los derechos y deberes que brotan de la naturaleza humana, tiene la oportunidad de construir un proyecto solidario, plural e incluyente, al servicio de las personas, de las familias, de sus valores y de su historia.

El papel de los fieles laicos

270. Esta es una tarea en la cual los fieles laicos poseen una peculiar responsabilidad debido a que a ellos está encomendada la renovación del orden temporal. Los fieles laicos cumplen su vocación cristiana principalmente en las tareas seculares. Su colaboración en el ámbito intraeclesial, si bien es relevante, no debe suprimir aquello que constituye su misión propia y específica dentro de la sociedad y de la Iglesia.

271. Para los fieles laicos es una omisión grave abstenerse de ser presencia cristiana efectiva en el ambiente en el que se desenvuelven. No pueden eludir el compromiso de afirmar en todo momento con coherencia y responsabilidad los valores que se desprenden de la fe. Es moralmente inaceptable que un laico traicione tácita o explícitamente los valores del evangelio en la vida social, y más si posee una responsabilidad pública de cualquier índole.

272. Las dificultades e incomprensiones que los fieles laicos experimenten al momento de dar testimonio público de la fe, son parte del camino de santificación que Jesucristo les propone al momento de invitarlos a su seguimiento. La santidad es una vocación a la que todos estamos llamados. Jesucristo y María Santísima nunca desamparan a quienes responden a la gracia con valor y decisión, sobre todo cuando los talentos recibidos de parte de Dios son requeridos para el bien del prójimo y de la sociedad en su conjunto.

273. Más aún, los fieles laicos han de ver en la participación política un camino arduo pero privilegiado para su propia santificación. La actividad política no es para los laicos el único modo de cumplir con su vocación. Sin embargo, sí es parte constitutiva e irrenunciable de sus responsabilidades ante Dios y ante la Nación.

Fieles laicos, estado de derecho y tolerancia

274. Un estado de derecho donde los fieles laicos colaboran a la creación de condiciones de justicia y equidad para todos, no impone ninguna propuesta religiosa de modo institucional sino que trabaja activamente a favor del derecho a la libertad religiosa de las personas y de las iglesias. Es necesario que los fieles laicos actúen de modo individual y organizado, junto con las personas de otros credos y con los ciudadanos de buena voluntad, para que el Estado siempre preserve los derechos y las libertades de todos por igual.

275. Así mismo, un auténtico estado de derecho no puede ser indiferente o neutral cuando los valores fundamentales de la persona, la familia y la cultura son cuestionados en la vida pública. Si bien es cierto que un elemento esencial de una sociedad libre y plural es la tolerancia, también es cierto que la tolerancia que acepta acríticamente cualquier cosa se vuelve en contra de ella misma.

276. Por lo tanto, es preciso respetar los fundamentos inviolables que permiten que una sociedad plural no se derrumbe. Estos fundamentos no son otros que los derechos y deberes que brotan de la inalienable dignidad humana y que no deben ser aplicados o reconocidos selectivamente, sino que siempre y en todo momento han de ser respetados y promovidos.

Fieles laicos, "laicidad del Estado" y libertad religiosa

277. La "laicidad del Estado" no significa de ningún modo la promoción de ideologías anti-religiosas o a-religiosas, que violan el derecho a la libertad religiosa bajo el pretexto de una supuesta "neutralidad" estatal.

278. Su similitud aparente con el término "laico" usado frecuentemente por la Iglesia para hablar de los fieles llamados a la transformación del mundo según Cristo, nos obliga a precisar cómo ha de entenderse rectamente la expresión "laicidad del Estado".

279. Entendemos y aceptamos la "laicidad del Estado" como la a-confesionalidad basada en el respeto y promoción de la dignidad humana y por lo tanto en el reconocimiento explícito de los derechos humanos, particularmente del derecho a la libertad religiosa. Esto por un lado trae como consecuencia que el Estado debe respetar a todas las iglesias y a los creyentes que participan en ellas, con el único límite que establecen las exigencias de la justicia y del bien común.

280. Así mismo, el reconocimiento auténtico del derecho a la libertad religiosa implica necesariamente que los habitantes del país puedan ejercerlo en sus actividades privadas y públicas. Por ello, es contrario a la dignidad humana restringirlo al culto o impedir su ejercicio en campos como la educación pública y la participación cívico-política.

281. El respeto que el Estado debe a las iglesias, a las asociaciones religiosas y a cada uno de sus miembros excluye la promoción tácita o explícita de la irreligiosidad o de la indiferencia como si al pueblo le fuera totalmente ajena la dimensión religiosa de la existencia. Más bien, es una obligación del Estado proveer los mecanismos necesarios y justos para que, quienes deseen para sus hijos educación religiosa, la puedan obtener con libertad en las escuelas públicas y privadas.

282. El respeto que el Estado debe a las Iglesias y a las asociaciones religiosas implica el reconocimiento igualitario de todas en cuanto instituciones. Sin embargo, es legítimo precisar que no todas poseen la misma representatividad y, por lo tanto, que no todas colaboran de la misma manera y grado al bien común. El derecho exige que la diferente aportación a la Nación sea también reconocida en justicia.

Estado, derecho a la vida y responsabilidad de los fieles laicos

283. Otra importante obligación primaria del Estado consiste en velar y defender el derecho natural de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde la concepción hasta la muerte. Si una ley positiva "priva a una categoría de seres humanos de la protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del estado de derecho". Por ello, ningún católico debe apoyar las propuestas sociales o políticas que favorezcan acciones contra la vida como el aborto o la eutanasia.

284. Los fieles laicos deben colaborar junto con todas las personas de buena voluntad para que los derechos humanos en general, y el derecho a la libertad religiosa y a la vida en particular, sean formalmente reconocidos con toda su amplitud y profundidad a través de la ley.

La libertad política de los fieles laicos

285. Cuando los obispos hablamos sobre los distintos problemas sociales que afectan a nuestro pueblo, insistimos en que nuestra labor es prioritariamente pastoral y nunca partidista, por la fidelidad que debemos al Buen Pastor que cuidó y veló por todas sus ovejas.

286. Sin embargo, es preciso afirmar con claridad que esa responsabilidad, que abarca todos los aspectos de la vida, respeta profundamente la opción personal que los fieles laicos pueden tener al momento de realizar opciones político-partidistas. La Doctrina Social de la Iglesia les ofrece a los fieles laicos principios, criterios y directrices para orientar su libertad pero sin pretender jamás sustituirla. La solidaridad y el compromiso auténtico de la Iglesia con todos siempre debe salvaguardar la libertad de todos.

287. Este respeto es fundamental. Por ello, la Iglesia no se cansará en insistir que una misma fe puede dar lugar a diversos compromisos políticos, con los que Ella como institución jamás debe asociarse.

Contribuir todos al bien de México

288. Leer e interpretar los "signos de los tiempos" es parte constitutiva del ministerio de los obispos. Por ello, ponemos a consideración de la sociedad mexicana algunos temas que creemos es preciso que todos revisemos con cuidado y atención. Cada quien, de acuerdo al lugar que ocupa en la sociedad y al servicio que está llamado a prestar, sabrá responder de manera concreta al desafío que estas realidades nos presentan. Confiamos en que con responsabilidad y creatividad podremos todos juntos:

289. Ampliar el marco de convivencia entre grupos y sociedad a través de mayores espacios de diálogo, participación y representación que favorezcan la solidaridad y la subsidiariedad, para que todos podamos colaborar en el bien común de la Nación.

290. Clarificar los derechos y deberes propios de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, para que exista la colaboración, el diálogo y la separación efectiva entre ellos de modo que se eviten el chantaje, la incomunicación o la invasión de campos en los que los poderes poseen una legítima autonomía e independencia.

291. Profundizar en el proceso de reforma del Poder Judicial, que si bien ha mejorado en los últimos tiempos requiere consolidar su imparcialidad, su oportunidad al momento de juzgar y su legítima autonomía respecto de los otros poderes. Es preciso que quienes integran el Poder Judicial sancionen de una manera justa a quienes transgredan la ley aplicando penas proporcionales al delito cometido y a su circunstancia específica evitando particularmente la impunidad, la corrupción, el autoritarismo, la discrecionalidad y la venganza.

292. Revisar el modo como está articulado y puesto en práctica actualmente el estado de derecho para que México goce de un Estado organizado en torno a leyes justas, basadas en el respeto universal a la persona humana y a los derechos que brotan de su naturaleza y dignidad.

293. Definir las premisas fundamentales del desarrollo económico que queremos, para lograr una mayor equidad y mejores condiciones para la producción y distribución de la riqueza, a través de una economía de empresa respetuosa de los debidos límites éticos, sociales y jurídicos.

294. Perfeccionar el modelo educativo, para que afirme, sin exclusión de ninguna especie, el derecho al desarrollo integral y armónico de la persona humana a través del cultivo de conocimientos, habilidades prácticas y virtudes morales basadas en valores objetivos. Así, las nuevas generaciones podrán poseer una conciencia rectamente formada, con un sano sentido crítico, con capacidades reales de participación y creatividad, que les permitan realizarse plenamente en la vida.

295. Reconocer en plenitud a través de los procedimientos legales pertinentes el derecho de los padres a la educación de sus hijos. No responde a las exigencias de la dignidad humana la imposición de una sola propuesta educativa o la supuesta neutralidad de la educación en temas y problemas donde los padres deben escoger, sin coacción de ningún tipo, la orientación que vaya más de acuerdo con sus convicciones y creencias.

296. Orientar éticamente el servicio de los medios de comunicación, para que comprendan que su misión de informar, educar y entretener debe, por su propia naturaleza, servir a la dignidad de las personas y a la preservación e incremento de la cultura nacional. Es preciso que exista una normatividad básica para que el derecho a la libertad de expresión no lesione los derechos de las personas y de la comunidad.

297. Reconocer y promover las diversas culturas que integran nuestra Nación, para que nunca el poder del Estado o del mercado las vulnere, sino que las respete en su legítima soberanía. De esta manera, las culturas que integran nuestra Nación podrán fungir como el subsuelo cualitativo sobre el que cada comunidad construye su futuro y se integra a la dinámica social, económica y política a escala nacional y mundial.

298. Mejorar la manera como promovemos a las comunidades y a las culturas indígenas en el contexto de nuestra Nación, para que sin mermar la legítima autonomía que poseen se logre una adecuada y respetuosa integración de sus aportes y riquezas particulares, a través de los cambios jurídicos necesarios para tal efecto. Toda cultura y etnia son realidades dinámicas que han de desarrollarse en fidelidad a su identidad y con apertura al contexto en el que viven. Por ello, tan peligroso es para las comunidades indígenas abrirse indiscriminadamente a procesos que destruyen su aporte específico, como cerrarse a la posibilidad de una eventual evolución que responda entre otras cosas, al mundo que las rodea.

299. Hacer efectivo el federalismo, para que se logre la legítima autonomía y articulación de los diversos órdenes de gobierno y de las entidades federativas entre sí, respetando los principios de subsidiaridad, solidaridad y bien común.

300. Ayudar a que el desempeño de las fuerzas armadas sea cada vez más un servicio a la Nación, es decir, al pueblo con sus valores e historia, respetando y protegiendo los derechos y las libertades de todos.

301. Reconocer explícitamente el derecho a la objeción de conciencia. A nadie se puede obligar a actuar en contra de sus convicciones en materia política, religiosa o moral, siempre y cuando queden a salvo los legítimos derechos de los demás. A este respecto conviene subrayar la importancia que posee este derecho en el ámbito de la sociedad contemporánea, especialmente en el campo de la salud y de la biotecnología, en el terreno de la administración pública, en los medios de comunicación y en la labor educativa. Por supuesto, todos tenemos el grave deber de buscar la verdad y el bien, de formar rectamente la conciencia a sabiendas de que ésta puede equivocarse.

302. Adecuar la normatividad jurídica que regula las relaciones de las iglesias con el Estado, para continuar con el proceso que busca lograr un "reconocimiento pleno y efectivo de la libertad religiosa, fruto y garantía de las demás libertades civiles". Este sería un paso hacia delante en el reconocimiento pleno de los derechos humanos.

303. Definir a la luz de los derechos humanos y sus deberes correlativos el modo como nos relacionamos frente a las naciones del mundo globalizado, para que conscientes de nuestra privilegiada situación geográfica se aprovechen las ventajas de la misma sin afectar las condiciones que hacen soberanos a nuestro Estado y a nuestra Nación, y que posibilitan auténticamente el desarrollo sustentable: respeto y protección del medio ambiente, responsabilidad social de las actividades productivas y promoción de nuestra identidad cultural.

Trabajar al servicio de la Nación

304. Somos conscientes de que los años futuros exigen un esfuerzo particular para consolidar un camino donde el Estado sirva a la Nación, y ésta preserve su identidad reconociendo con claridad y sin polarizaciones la historia patria y sus valores. Por ello, llamamos a todos los ciudadanos a trabajar con responsabilidad y entusiasmo por un México más unido, más democrático y con más oportunidades de participación para todos.

305. Nuestra fe en Jesucristo nos invita a "conseguir los consensos que nos permitan la unidad en los grandes criterios iluminadores que nos lleven a alcanzar el país que queremos para todos." Más aún, debemos "poner los cimientos sólidos que nos lleven a conseguir la unidad dentro de la legítima diversidad" de nuestra gran Nación. Es preciso trabajar permanentemente a favor de ello. Dios espera una respuesta generosa por parte de todos nosotros por los dones que gratuitamente nos ha concedido a través de la historia.

Sección II

El desarrollo integral fundado en la justicia social

306. La solidaridad contribuye también a la vida de la sociedad, haciendo del desarrollo integral de todos, especialmente de los más pobres el criterio del auténtico progreso económico de la Nación. Este tema, amplio y complejo, ha sido tratado abundantemente por la Doctrina Social de la Iglesia.

Una vida digna para todos

307. Una vida digna es derecho de todo ser humano. En México, el tema reviste particular urgencia por la situación deplorable en la que viven millones de hermanos, excluidos del desarrollo y sin posibilidades reales de ingresar a él. Quienes han detentado el poder económico y político no han logrado crear las condiciones adecuadas y suficientes para superar la pobreza: "De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas."

308. Los pobres son los primeros destinatarios de la evangelización, un lugar de encuentro con el Señor y la voz que el Padre escucha, y que nosotros los pastores, no podemos dejar de atender (Cf. Ex 3, 7-12; Lc 4, 16-21; St 2, 2-7). El Amor de Jesucristo nos mueve a estar con ellos y prestarles nuestra voz.

309. Los pobres integran la mayor parte de la comunidad católica en nuestro país. Todos los fieles, especialmente los pastores, debemos corresponder con gratitud a la adhesión y fidelidad que han mantenido hacia la Iglesia. Pastores y fieles laicos competentes debemos empeñarnos por igual, cada uno en su campo, por crear condiciones que permitan la liberación de quienes han sido marginados, olvidados y excluidos del desarrollo.

310. El deterioro de las llamadas "clases medias" es un signo de los procesos que llevan a un empobrecimiento cada vez mayor. Promover a los más pobres significa entre otras cosas favorecer que las "clases medias" crezcan y se consoliden.

El desarrollo: tarea de todos

311. Pasar de condiciones menos humanas a condiciones más humanas, privilegiando el "ser" sobre el "tener", es requisito indispensable para el desarrollo. Plantear el desarrollo prioritariamente en torno al mercado y subordinar a él la dimensión social, cultural y espiritual de la persona humana somete al pueblo a una grave opresión. Para el cristiano, el desarrollo ha de favorecer la respuesta del hombre a su vocación, que le exige realizarse plenamente en la dimensión material y espiritual. Todos debemos trabajar con responsabilidad en la generación del desarrollo que necesita nuestro pueblo.

El desarrollo es justicia social

312. La actividad económica no ha de basarse exclusivamente en el mercado, sino que debe someterse a normas y principios éticos fundados en la dignidad humana, en las exigencias de la justicia social y en el destino universal de los bienes querido por el Creador (Cf. Sb 1,1). "La sociedad asegura la justicia social cuando realiza las condiciones que permiten a las asociaciones y a cada uno conseguir lo que es debido según su naturaleza y su vocación". Sin justicia social se frustra el plan de Dios sobre el hombre y el destino originario de los bienes de la creación (cf. Gn 1, 26-31).

313. Un inadecuado tratamiento del fenómeno de la pobreza obliga a muchos a dañar su entorno natural y cultural. Ha de ser corregida la actitud puramente materialista que destruye el medio ambiente natural y la identidad cultural de los pueblos, para que el desarrollo se base realmente en la justicia social. Las actividades productivas han de respetar siempre las riquezas naturales y culturales de nuestra Nación.

314. No basta estar informados sobre el valor y la belleza de nuestra Nación. Es necesario comprometernos con acciones efectivas que custodien y promuevan una "ecología humana" en la que sea reconocida la relación que existe entre la dignidad de la persona y el valor de nuestro entorno.

El trabajo: clave de la cuestión social

315. La persona humana ejercita sus potencialidades a través del trabajo, no sólo por lo que transforma en el exterior, sino, principalmente, por la transformación interior que experimenta al aplicar su inteligencia y voluntad a las cosas. Así, el trabajo, al producir un bien o un servicio, cultiva a la persona, la hace más persona y es fuente de cultura en su acepción más profunda.

316. Por lo tanto, el trabajo humano debe ubicarse más en la dinámica de la cultura que en la del mercado. El trabajo humano no es mercancía, sino aporte del hombre al bien común de la sociedad. Trabajando humanamente la Nación crece y se fortalece.

317. En efecto, persona, familia, trabajo, cultura, instituciones y Nación son realidades que se construyen fundándose la una en la otra. De esta manera se hace realidad que "el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana". De este modo es posible comprender que no es una mera expresión retórica el afirmar que el trabajo es la clave de la cuestión social, ya que ofrece y amplía las posibilidades de desarrollo integral de las personas y de los pueblos.

Trabajo, familia y Nación

318. El trabajo es el fundamento sobre el que se edifica la vida familiar, pues allega los medios de subsistencia que se necesitan para vivir y desarrollarse como familia. En la familia, además, se aprende a trabajar y a crecer en humanidad. Esto repercute en provecho de la comunidad, de modo que la Nación viene a ser "la gran encarnación histórica y social del trabajo de todas las generaciones". Por ello, las personas al trabajar colaboramos con nuestros compatriotas al bien cultural de nuestra Nación.

319. El desarrollo integral que necesita un pueblo no se puede ni debe reducir al puro desarrollo económico aunque lo incluya. Sostener esto sería caer en un "ingenuo optimismo mecanicista" propio de filosofías "de tipo iluminista". En México, aún tal vez sin saberlo, esta mentalidad se encuentra profundamente arraigada en algunos sectores que privilegian, como criterio para el desarrollo, los resultados económicos generales, por encima de los bienes que necesitan las familias concretas.

Crecimiento demográfico y desarrollo

320. Algunos asocian de modo directo la pobreza con el crecimiento demográfico. Esto en ocasiones ha provocado que las políticas para el combate a la pobreza se vinculen con soluciones puramente técnicas que atentan contra la dignidad humana: "en los Países ricos y desarrollados se registra una preocupante reducción o caída de los nacimientos; los Países pobres, por el contrario, presentan en general una elevada tasa de aumento de la población, difícilmente soportable en un contexto de menor desarrollo económico y social, o incluso de grave subdesarrollo. Ante la superpoblación de los Países pobres faltan, a nivel internacional, medidas globales ÷serias políticas familiares y sociales, programas de desarrollo cultural y de justa producción y distribución de los recursos÷ mientras se continúan realizando políticas antinatalistas."

321. A nivel internacional algunas instituciones "antes que querer afrontar y resolver estos graves problemas respetando la dignidad de las personas y de las familias, y el derecho inviolable de todo hombre a la vida, prefieren promover e imponer por cualquier medio una masiva planificación de los nacimientos. Las mismas ayudas económicas, que estarían dispuestos a dar, se condicionan injustamente a la aceptación de una política antinatalista."

322. Por ello en este tema es necesario que todos trabajemos a favor de un modelo de desarrollo que:

respete siempre la dignidad de las personas y no pretenda corregir la pobreza a través de soluciones que privilegien medios que atenten contra los derechos humanos, particularmente contra el derecho a la vida o contra la vinculación estructural del significado unitivo y procreativo del acto conyugal;

promueva el valor de la familia, para que de esta manera los matrimonios, sin cerrarse al don de la vida, colaboren siempre con conciencia y responsabilidad al bien integral de su comunidad y de su Nación;

fortalezca la educación de niños, jóvenes y adultos, para que con una visión integral sobre la naturaleza y dignidad del amor humano, la paternidad y la maternidad responsables puedan ser adecuadamente puestas en práctica.

Una visión diferenciada de la economía de mercado

323. Las políticas económicas llamadas neoliberales atribuyen un papel central y casi redentor a la dinámica del mercado. Desde el punto de vista de las exigencias de la dignidad humana un modelo económico así es del todo inadecuado. La Doctrina Social de la Iglesia no reprueba la economía de mercado, pero exige el respeto a la persona humana, a su dignidad y libertad, al destino universal de los bienes, al legítimo derecho a la propiedad, a la sana competencia y a la solidaridad. Excluye, por tanto, el consumo indiscriminado y la falta de respeto al medio ambiente.

324. Los diferentes modelos basados en el mercado libre en cada país permiten encontrar una amplia gama de modos particulares para la implementación práctica de este sistema económico. Algunas experiencias económico-empresariales han colaborado a mejorar la situación de una comunidad, de una región o de un país, sobre todo cuando realmente asumen la convicción de que las personas son el principal elemento que colabora en los procesos productivos.

325. Reconocemos la valiosa contribución de muchos católicos dedicados a los negocios que llevan al terreno de sus empresas los principios de la Doctrina Social de la Iglesia y los implementan a través de políticas y proyectos que expresan la responsabilidad social de la empresa.

326. Sin embargo, el modo como se configuran las políticas de desarrollo a nivel nacional en ocasiones favorecen el bienestar para unos cuantos descuidando el bienestar y el "bien-ser" de todos. Esto nos obliga a siempre tener una prudente y diferenciada visión sobre las economías de mercadoya que pueden disfrazar sus fracasos a través de un recuento unilateral de sus éxitos.

327. Un modelo que sostenga de manera explícita o implícita al mercado como dinamismo central del desarrollo de un país es:

irreal, debido a que el mercado no corrige por sí mismo las grandes e inequitativas concentraciones de riqueza que él mismo fomenta;

inestable, porque cultiva la volatilidad de los capitales haciendo sumamente vulnerables a millones de personas;

inmoral, ya que genera de modo sistemático exclusión y pobreza, atentando así contra los derechos de la persona y contra el bien común.

328. Las economías centralmente planificadas fracasaron estrepitosamente tanto por su falta de efectividad como por su deficiente antropología. Por ello, es necesario también evitar estos dos errores en las nuevas economías de mercado que, colocando como criterio fundamental la lógica del intercambio, vulneran gravemente dimensiones de la persona humana que se encuentran regidas por otro tipo de criterios entre los cuales se hallan los relacionados con la solidaridad y la gratuidad para con los más débiles.

329. Una economía de mercado que colabore a la promoción de la libertad, al reconocimiento del destino universal de los bienes, a la vigencia del legítimo derecho a la propiedad, a la práctica de una sana competencia, a la solidaridad, - y de fondo -, a que la persona crezca en su "ser" y no sólo en su "tener" con toda seguridad colaborará con el bien que el pueblo requiere, fortalecerá la solidaridad y será un elemento fundamental para propiciar el desarrollo.

330. Una economía de mercado que fomente el consumo indiscriminado, la falta de respeto al medio ambiente, una inequitativa distribución de la riqueza y una cultura superficial basada en el "tener" y en el "gozar" más que en el "ser" destruye a las personas y propicia marcos de convivencia contrarios a la libertad, a la justicia y a la promoción de los más pobres.

Crecimiento económico no equivale a desarrollo

331. El equilibrio de una economía desde el punto de vista de sus indicadores más generales es sin lugar a dudas una condición necesaria para el desarrollo de un pueblo. La estabilidad macroeconómica sienta las bases para la tranquilidad y la paz en otras dimensiones de la vida social. Sin embargo, ésta estabilidad si bien es necesaria, nunca es una condición suficiente para que las familias concretas efectivamente gocen de mejores condiciones de vida. La evidencia empírica de esta afirmación lamentablemente es sumamente cruda y contundente.

332. En efecto, la vivienda, la educación, la salud, las oportunidades de empleo bien remunerado, la seguridad, el respeto a las leyes justas, etc. no aparecen de modo automático cuando los indicadores económicos más generales arrojan resultados positivos. Un modelo de desarrollo auténticamente humano es aquel que posibilita que las personas crezcan de un modo integral y armónico, de acuerdo a su dignidad, poseyendo oportunidades para actuar de modo solidario y responsable. El crecimiento económico, por ello, no puede ser considerado como sinónimo de desarrollo.

Crear modelos económicos solidarios

333. Todos somos responsables del bien común. Sin embargo, crear modelos económicos efectivos y justos es tarea propia de los fieles laicos, que inspirados en la Doctrina Social de la Iglesia y colaborando junto con todas las personas, han de buscar soluciones prácticas que permitan corregir las disfunciones de nuestro actual modelo.

334. No basta la buena voluntad. Es necesario iluminar el conocimiento técnico de las ciencias sociales y económicas con la sabiduría moral del cristianismo expresada en su Doctrina Social. Sólo de esta manera podemos evitar el serio riesgo de que los propios católicos colaboremos muchas veces de modo inconsciente en las injusticias de un sistema insolidario con quienes menos tienen.

Retos relevantes para una economía que busque contribuir al desarrollo del pueblo

335. A continuación apuntamos algunos retos que los mexicanos tenemos en el empeño común de trabajar a favor de un modelo económico que colabore a un más pleno desarrollo integral. Los presentamos de modo que aparezca con claridad lo que la Iglesia piensa sobre ellos desde el punto de vista de su Doctrina Social y de su experiencia pastoral al caminar con el pueblo pobre.

336. Los ponemos a consideración para que todos juntos, desde el ámbito de competencia de cada quien, procedamos a su evaluación y a su implementación práctica. Particularmente quienes poseen la competencia técnica para responder a las siguientes preguntas es preciso que ofrezcan propuestas concretas que permitan avanzar en la solución efectiva de la problemática a la que apuntan:

337. Si la "condición de pleno empleo" es una realidad deseable y posible desde el enfoque que ofrece la Doctrina Social de la Iglesia: ¿Cómo crear y fortalecer las condiciones que permitan la generación de más empleos con mejor remuneración para quienes pueden y quieren trabajar?

338. Si Juan Pablo II afirma que "la economía globalizada debe ser analizada a la luz de los principios de la justicia social, respetando la opción preferencial por los pobres": ¿Cómo promover intercambios comerciales con el exterior en base a una renovada sensibilidad ética y social fundada en la justicia que evite establecer relaciones que vulneren nuestro mercado interno tomando en cuenta la desproporción que existe entre nuestra economía y la de países más desarrollados?

339. Si "la opción de invertir en un lugar y no en otro, en un sector productivo en vez de otro, es siempre una opción moral y cultural" desde el punto de vista del magisterio de la Iglesia. ¿Cómo normar la inversión extranjera para que se evite la fuga indiscriminada de capitales y se obligue prudentemente a los inversionistas a ser corresponsables en el desarrollo de nuestro país?

340. Si para recuperar la dignidad del trabajador es importante que éste "sea consciente de que está trabajando en algo propio": ¿Cómo avanzar en el camino a favor del desarrollo agropecuario, pesquero y forestal para que los productores, muchos de ellos pobres, puedan gozar más plenamente de los beneficios de su labor? ¿Cómo se debe impulsar una normatividad que permita que la intermediación entre productor y consumidor sea más respetuosa y no abusiva?

341. Si para la Doctrina Social de la Iglesia los responsables de un país "deberán tener el coraje cívico y moral de informar, con un afán de verdad y participación, a sus poblaciones acerca de la parte de responsabilidad que toca a cada uno y a cada categoría social, con el fin de crear un consenso sobre los necesarios reajustes económicos": ¿Cómo colaborar a la construcción de espacios de participación responsable para que las grandes decisiones económicas no se tomen al margen del bien necesario para nuestro pueblo y así se eviten problemas como el sobre-endeudamiento de nuestro país?

342. Si la promoción del desarrollo a través de la contratación de deuda externa en muchos casos no ha sido eficaz debido a que "los Países endeudados, para satisfacer los compromisos de la deuda, se ven obligados a exportar los capitales que serían necesarios para aumentar o, incluso, para mantener su nivel de vida": ¿Cómo promover que el financiamiento para el desarrollo se sustente más en el ahorro interno que en el endeudamiento con el exterior?

343. Si es preciso promover que los trabajadores tengan realmente "capacidad de ahorro": ¿Cómo crear y fortalecer nuevos mecanismos que fomenten la cultura del ahorro y del crédito para los sectores más desprotegidos, especialmente para aquellos que poseen dificultades de ingreso competitivo al mercado a causa de su exclusión?

344. Si el Papa Juan Pablo II nos enseña que es necesario "promover esas mutaciones estructurales tan necesarias para que la humanidad pueda alzarse de la plaga de la pobreza:" ¿Cómo crear una política social asistencial, promocional y de corrección estructural que permita modificar de fondo las causas profundas de la indigencia promoviendo en los pobres y desde los pobres las causas del desarrollo y la riqueza justamente creada y distribuida?

345. Si "el saneamiento de las prácticas individuales y colectivas de cara al dinero y las reformas de las instituciones favorecerán o restablecerán la confianza de los ciudadanos" para con sus autoridades: ¿Cómo asegurar la transparencia de las finanzas públicas y la justicia en los procesos de recaudación fiscal, para así aumentar la confianza y la colaboración de todos con la gestión del bien común que debe realizar el Gobierno?

346. Si para la Doctrina Social de la Iglesia no es moral la "exacerbada competencia": ¿Cómo crear una normatividad que regule la competencia y evite los monopolios que de modo manifiesto o encubierto atentan contra la libertad de emprender y contra el destino universal de los bienes?

347. Si "crear una verdadera cultura globalizada de la solidaridad" es en la actualidad una exigencia desde el punto de vista de la fe cristiana: ¿Cómo participar en las acciones internacionales tendientes a la reforma a fondo del sistema financiero internacional bajo criterios éticos que promuevan el desarrollo ordenado, solidario y justo de todas las naciones?

348. Si los sindicatos "son un exponente de la lucha por la justicia social, por los justos derechos de los hombres del trabajo según las distintas profesiones": ¿Cómo avanzar en la constitución de sindicatos más autónomos, libres y promotores de la dignidad del trabajo y del trabajador, basados en una cultura laboral fundada en la responsabilidad recíproca de todos los participantes en la actividad productiva?

349. Si "hay que organizar y adaptar todo el proceso laboral de manera que sean respetadas las exigencias de la persona y sus formas de vida" a través del "salario y otras prestaciones sociales": ¿Cómo lograr que el trabajador posea las oportunidades para educarse, descansar, atender su salud y ganar un salario justo que le permita un desarrollo integral de su persona, de su familia y de su entorno?

350. Si Juan Pablo II nos enseña que "mientras nos preocupamos justamente, aunque mucho menos de lo necesario, de preservar los hábitat naturales de las diversas especies animales amenazadas de extinción (.) nos esforzamos muy poco por salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana": ¿Cómo trabajar para que el "desarrollo sustentable" sea -como su nombre lo indica- sostén y factor de viabilidad ecológica, ética y práctica para las actividades productivas?

351. Este elenco de cuestiones muestra que sólo un modelo de desarrollo integral basado en el "desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres", es socialmente justo y nos impulsa a hacernos todos responsables de todos colaborando así a construir una sociedad más dueña de su propio destino.

352. Para ello, conviene insistir en la responsabilidad que los expertos y los tomadores de decisiones en este terreno poseen al momento de buscar con creatividad respuestas técnicas a estos delicados temas y problemas del México contemporáneo. La dignidad de las personas está en juego. No existe otro parámetro superior a la dignidad de las personas al momento de revisar y discutir estas importantes situaciones.

Sección III

La educación como camino para la construcción de una cultura democrática

353. Hemos mostrado que del encuentro con Cristo nace la solidaridad y cómo ésta fortalece la subjetividad de la Nación e invita a la creación de modelos de desarrollo integral que respondan a las necesidades de todos y no sólo de unos cuantos. Ahora, es necesario resaltar cómo a través de la educación es posible construir una cultura más participativa, representativa y respetuosa de la dignidad humana en todos los ámbitos, es decir, una cultura de la democracia.

354. Ante todo es preciso comprender con claridad el sentido de las nociones de "educación", "cultura" y "cultura de la democracia", ya que en ocasiones se dan equívocos importantes al momento de tratar estos temas.

La cultura y la educación

355. La cultura es todo aquello por lo que la persona humana crece en su ser, crece en humanidad. Por ello, la verdadera cultura involucra la actividad humana en su totalidad; es el estilo de vida que la persona crea como miembro de una familia y de la comunidad humana mediante símbolos, lenguajes, costumbres e instituciones, y que favorece su desarrollo integral. Más aún, la cultura es el modo como la persona se relaciona con sus semejantes, con el mundo material y con Dios.

356. La educación no es mera instrucción o capacitación; es "un proceso de comunicación y asimilación sistemática y crítica de la cultura, para la formación integral de la persona humana." Por ello, la educación no se reduce a "transmitir e interiorizar pasivamente los contenidos culturales, sino que es necesario comunicarlos en forma sistemática y asimilarlos críticamente, para que el educando los reconstruya y se los apropie de manera inteligente y creativa."

357. El propósito de la educación es la formación de la persona humana "en orden a su fin último y al bien de las sociedades de las que el hombre es miembro y en cuyas responsabilidades participará cuando llegue a ser adulto".

358. Cuando la educación se inspira y fundamenta en la antropología cristiana, debe contemplar la vertiente individual y social de la persona humana. En lo individual ha de poseer una visión humanista, una actitud creativa, una propuesta liberadora, un sano sentido crítico y conciencia de su relevancia como factor de evangelización.

359. En lo social, la educación de inspiración cristiana debe fomentar la participación, el diálogo, la inculturación, el cambio social, la inserción familiar y el cuidado del medio ambiente.

360. Por ello, la dimensión social de la persona, en todas sus variadas manifestaciones, requiere de un proceso educativo que le permita desplegarse de un modo auténticamente humano y del cual no se debe de evadir.

La democracia como fenómeno cultural

361. Los obispos mexicanos en 1997, con motivo de las elecciones, apuntamos que en otro momento abundaríamos "sobre los elementos fundamentales para que los cristianos colaboremos de modo permanente en la construcción de una cultura democrática que nos permita vivir dentro de condiciones de auténtica promoción humana, desarrollo integral y paz duradera" debido a que cada vez es más urgente "acompañar e impulsar, desde nuestra misión de pastores, el proceso democrático del país, superando el ambiente sofocante de desconfianza en las instituciones, proclamando los valores de una genuina democracia pluralista, justa y participativa, animando al pueblo hacia un real protagonismo."

362. Una auténtica cultura de la democracia es participativa y solidaria, representativa y subsidiaria, promotora de la dignidad y de los derechos humanos. Con estos elementos la democracia se hace una propuesta humana capaz de vitalizar la sociedad y sus instituciones. Sin ellos, las instituciones, por perfectas que sean, carecen de vida y se convierten con facilidad en espacios para el arribismo y el oportunismo populista en cualquier ámbito de la vida social.

363. Es preciso caer en la cuenta de que la cultura de la democracia no se restringe a lo meramente electoral, sino que implica todas las actividades sociales del hombre que requieren participación, representación y promoción humana.

364. Así entendida, la cultura de la democracia colabora a la construcción de la sociedad como sujeto de su propio destino, es decir, colabora a que el pueblo realmente ejerza el poder que le corresponde por propio derecho.

365. Todos los agentes responsables directa o indirectamente de la educación -padres de familia, maestros, autoridades civiles, pastores de las distintas Iglesias, medios de comunicación, etc.- debemos promover, a través de nuestros esfuerzos educativos, la cultura de la democracia.

366. Particularmente hemos de enfatizar a través de la educación el vínculo que existe entre derechos y obligaciones de las personas. Cuando este vínculo se disuelve o se desconoce, entonces la exigencia unilateral de los derechos inclina a la evasión de las responsabilidades correspondientes.

Fortaleza y debilidad de nuestra cultura nacional

367. La Nación mexicana aparece como una realidad plural a partir de la multitud de etnias, lenguas, tradiciones y costumbres que la integran; pero esta variedad es sostenida por un sustrato que la cohesiona mediante su historia, sus valores y sus aspiraciones comunes. A partir de la fe encontramos elementos valiosos de esta unidad e identidad nacional.

368. Sin embargo, paralelamente a toda esta riqueza, existen también anti-valores y actitudes negativas que hemos heredado de la experiencia traumática que vivió nuestro pueblo en la Conquista y en las distintas gestas a favor de la libertad y la justicia.

369. Aún cuando nuestro pueblo, de modo sincero y profundo, desde hace mucho tiempo desea un cambio que lo beneficie integralmente, las condiciones y oportunidades para que éste suceda y se consolide han resultado limitadas y escasas. Esta situación ha retroalimentado de modo negativo a nuestra cultura dando lugar a la apatía y al conformismo.

370. Por ello, es necesario que fortalezcamos, a través de múltiples procesos educativos, los espacios creadores de cultura y a los agentes más relevantes en este tema, para que a través de experiencias significativas nuestro pueblo redescubra su capacidad de participación, de representación y de promoción humana.

Espacios creadores de cultura

371. La familia, el trabajo, la escuela y la universidad, los medios de comunicación, las diversas organizaciones sociales, los partidos políticos y el Gobierno, han de colaborar con el bien común y generar cultura. En estos espacios tiene que florecer la cultura de la democracia.

372. La familia "es una comunidad de personas, la célula social más pequeña, y como tal es una institución fundamental para la vida de toda la sociedad." En su papel de base y cimiento de la sociedad, la familia debe ser reconocida y protegida en su naturaleza de sujeto social. En efecto, en la familia se vive la primera experiencia de subjetividad social, que después se integrará a la Nación.

373. La Iglesia nos enseña que la familia es "iglesia doméstica", donde se origina la primera experiencia de fe y se establecen las relaciones y experiencias fundamentales para la vida en sociedad. Allí surge el amor, elemento básico para darle sentido a la vida humana. La familia es cimiento, fuente y fin de la cultura nacional. Una Nación soberana se consolida y sustenta en familias fuertes en el amor, cuidado y educación de sus miembros.

374. En la familia se juega el destino de la Nación. Su enriquecimiento fortalece la participación, la representación y el respeto. Por ello, atentan contra la sociedad y contra la Nación quienes permiten, promueven o practican su disolución. Tal es el caso que se presenta en fenómenos como el divorcio, el aborto, el maltrato a la mujer o a los hijos, la irresponsabilidad de los varones como padres, y la pornografía. La Iglesia entiende como un aporte esencial a la Nación el cuidado y la atención pastoral que ha puesto a favor de la unidad familiar.

375. El trabajo transforma a la persona humana y la hace partícipe de la cultura. El ser humano crece en su ser trabajando, y así proyecta su humanidad en el ambiente, creando cultura. Es menester humanizar el trabajo, por lo que resulta inaplazable la reforma de las instituciones que lo protegen, de los grupos que representan tanto a los trabajadores como a los patrones, pues la injusticia laboral inhibe al trabajador y frustra su aporte cultural.

376. La nueva cultura laboral debe formar personas y comunidades ricas en valores humanos, capaces de contribuir con alegría al bien del país. Más aún, el trabajo genera solidaridades múltiples que posibilitan el que aparezcan proyectos empresariales a favor del desarrollo social de las personas y familias marginadas. Es sumamente encomiable que estas iniciativas se multipliquen y crezcan, ya que fortalecen los procesos de participación e interdependencia social.

377. La escuela y la universidad poseen una importancia capital para la generación de una cultura participativa, representativa y promotora de la dignidad humana. La educación cívica y la cultura para la democracia en el país, se articulan a través de dos áreas temáticas. La primera comprende el amor patrio, el respeto a los héroes y símbolos nacionales y la información sobre leyes e instituciones. La otra versa sobre conductas colectivas y actividades básicas de integración y convivencia, como la tolerancia y la responsabilidad.

378. Necesitamos, sin embargo, una lectura integral de nuestra historia y una tercera área temática: la moral social, basada en valores objetivos que permitan juicios críticos y una efectiva responsabilidad social de la persona. Las innumerables y crecientes conductas antisociales tienen en parte su raíz y explicación en esta deficiencia.

379. El derecho de los padres a escoger el tipo de educación que desean para sus hijos, es asunto capital. Es contrario a la justicia que sólo quienes poseen recursos económicos suficientes puedan poner en práctica este derecho fundamental. El "laicismo" educativo, supuestamente "neutral" en materia moral y religiosa, se convierte, en la práctica, en "religión laica" impuesta e intolerante. Los católicos y todas las personas de buena voluntad debemos reivindicar este derecho, nuestro derecho, y propiciar una educación diferenciada que enriquecerá la vida y la cultura de nuestro país.

380. La universidad tiene un papel clave en la construcción de una cultura democrática. Brotó "desde el corazón de la Iglesia", con ansias de saber y entender lo divino y lo humano. Su nombre apunta hacia la universalidad y hacia la unidad del saber y de las personas. La Iglesia reconoce las genuinas manifestaciones artísticas y de cultura superior que de ella brotan, las alienta y agradece. Más aún, la Universidad si es fiel a su identidad y vocación, forma la conciencia y estimula al compromiso social colaborando así con la cultura democrática del país.

381. Las universidades católicas o de inspiración cristiana hacen explícita su fe a través de su presencia en el mundo de la cultura, y preparando un laicado comprometido en la transformación de la sociedad. Para ello, es indispensable que se implementen iniciativas al interior de las universidades católicas o de inspiración cristiana que permitan la formación permanente en Doctrina Social de la Iglesia de directivos, profesores, investigadores y alumnos.

382. La Doctrina Social de la Iglesia debe estar presente de algún modo dentro del currículum universitario en las instituciones de educación superior católicas o de inspiración cristiana. Así podrá darse el aporte específico del cristianismo a la vida social y democrática del país como propuesta cultural en orden a la transformación humana de las distintas disciplinas y profesiones.

383. Los medios de comunicación cada vez poseen más relevancia social en la formación de criterios de juicio, costumbres y estilos de vida. Por ello son creadores de cultura. Son "el primer areópago del tiempo moderno", que unifica y transforma a la humanidad. Deben también colaborar en la educación para la democracia, y su responsabilidad es proporcional a la influencia que poseen.

384. Cuando los medios de comunicación exaltan la violencia, el desorden sexual o cuando colaboran unilateralmente con un solo tipo de propuesta política o económica, traicionan su compromiso con la construcción de una sociedad más plural, sanamente crítica y capaz de trabajar a favor de los cambios que necesita México.

385. Por ello, es necesario que los medios de comunicación fortalezcan aquellos valores que les permitan servir a las personas, favoreciendo sus derechos y su libertad. Así mismo, es indispensable que cuiden su independencia respecto de cualquier instancia de poder político y económico que pueda limitarlos en su imparcialidad y transparencia.

386. La presencia de los fieles laicos dentro de los medios de comunicación es urgente no sólo porque así lo reclama el deber de anunciar a Jesucristo, sino para cumplir con su vocación de afirmar en el mundo los valores del evangelio de un modo secular y con competencia profesional.

387. Las organizaciones civiles que colaboran de un modo pacífico y justo al bien común, son espacios generadores de cultura democrática para nuestra sociedad. La Iglesia viene alentando desde hace tiempo a estos "organismos intermedios" entre la persona y el Estado, como elementos esenciales para la construcción de la "subjetividad social" y la formación de ciudadanía.

388. Vale la pena reconocer que hoy en día existe una inmensa cantidad de organizaciones que inspiradas en el cristianismo promueven la dignidad de la persona en el ámbito empresarial, campesino, e indígena; en el ámbito de la promoción de las mujeres, los maestros, y el compromiso cívico-político; y, en la defensa de los derechos humanos en general, del derecho a la vida en particular, del medio ambiente y de nuestras tradiciones y culturas.

389. Es necesario que las organizaciones civiles no se conciban solamente como instancias de presión ante las autoridades, sino principalmente como instituciones que de un modo creativo y propositivo ofrecen soluciones a los acuciantes problemas de nuestra sociedad. Cuando se privilegia la presión sobre la propuesta, las organizaciones civiles devienen tarde o temprano en instancias marcadas por la reacción, por el rencor y por la desconfianza minando así su colaboración con el bien común.

390. Los partidos políticos son instituciones que, a través de una propuesta particular, buscan obtener el ejercicio del poder en el marco de las leyes que salvaguardan la práctica democrática. Sin duda su responsabilidad en la construcción de una cultura de la democracia y en el fortalecimiento de la ciudadanía como tal es muy alta.

391. Los partidos políticos se encuentran especialmente sometidos a las tensiones internas y externas que la búsqueda del poder implica. Por ello, la Iglesia no puede sino afirmar que el poder debe estar acompañado de la firme convicción a favor de la dignidad de la persona humana y de sus derechos. Cuando el poder no reconoce otra referencia más que él mismo, el pueblo tarde o temprano resulta sacrificado de una u otra manera.

392. Más aún, los partidos políticos deben hacer siempre un serio esfuerzo para representar de un modo auténtico las aspiraciones y necesidades del pueblo. Cuando este esfuerzo no se realiza con la amplitud y profundidad requeridas, la sociedad termina rebasando a las instituciones en las que podría participar y en las que también podría encontrar un camino educativo para el compromiso político.

393. El Gobierno, entendido como el conjunto de personas e instituciones que fungen como autoridades civiles para la sociedad, influye de una manera determinante en la cultura democrática de nuestro país.

394. Las distintas políticas y programas implementados por el Gobierno poseen implícita o explícitamente elementos que fortalecen o debilitan la cultura de la democracia. Cuando el Gobierno no promueve la solidaridad, la subsidiariedad, el bien común y el respeto a la persona, se generan distorsiones en la estructura del Estado que afectan gravemente el servicio que está llamado a prestar.

395. Un Gobierno que invade funciones que le corresponde a la sociedad realizar por propio derecho, o un gobierno que elude sus responsabilidades para con quienes necesitan de su protección efectiva, viola el principio de subsidiariedad y evita que la sociedad emerja como un sujeto pujante.

396. Es necesario que el gobierno facilite que la sociedad surja con toda su riqueza y potencialidad. Sólo de esa manera el gobierno y los gobernantes asumen la función que por propia naturaleza poseen: sermandatarios, es decir, ser mandados por el pueblo al que se deben.

Algunos actores relevantes en la construcción de una cultura democrática

397. Además de los espacios constructores de cultura democrática antes señalados, es preciso apuntar que los jóvenes, los adultos y ancianos, los intelectuales, las mujeres y los pobres han de colaborar de un modo especial en la creación de una cultura participativa, representativa y respetuosa de los derechos humanos.

398. Los jóvenes son el presente y el futuro de nuestra sociedad. Por ello constituyen un desafío a la sociedad y a la Iglesia en México. En muchos ambientes juveniles se percibe un desencanto generalizado, que tiene su origen en la retórica populista, el antitestimonio de los mayores y la falta de oportunidades reales de participación y desarrollo.

399. El poder de seducción que el placer, el arribismo político y el dinero fácil ejercen sobre los jóvenes disminuye su sentido crítico y paraliza su acción. La Iglesia, presentándoles a Jesucristo y su mensaje, sin maquillajes ni reticencias, debe salir a su encuentro y brindarles la ayuda que necesitan para dar cauce a las inquietudes más profundas de su corazón.

400. ¡Cuántas veces los adultos cristianos hemos afirmado nuestra fe de una manera tal que no muestra el rostro joven y vivo de Jesucristo ante las nuevas generaciones! Es necesario que realicemos un examen de conciencia y pidamos perdón por nuestras omisiones y fallas al acercarnos a los jóvenes. Ellos esperan encontrarse, a través de nosotros, con una experiencia que los introduzca en la novedad de una vida renovada por el perdón y la misericordia del Señor.

401. Cuando los jóvenes encuentran el significado radical de su vida pueden colaborar más y mejor con el compromiso a favor de su comunidad y de su Nación. Con su inquietud y natural rebeldía hacia la injusticia y la mentira, son constructores de la cultura democrática que México hoy necesita.

402. Los adultos y los ancianos por su experiencia y sabiduría pueden y deben colaborar a la transformación de nuestro país.

403. Es indispensable que con prudencia y valor muestren con su palabra y con su testimonio de vida que el esfuerzo a favor de la verdad, del bien y de la justicia son siempre benéficos y colaboran a la consecución de la auténtica felicidad humana.

404. Es importante que el conformismo o la apatía no se adueñen de la vida de los adultos y de los ancianos. En ocasiones el cansancio y los fracasos motivan falsamente a pensar que estimular un proceso de mejora para las nuevas generaciones es un trabajo ocioso.

405. Muy por el contrario, el cansancio y las dificultades en el camino de la vida pueden mostrar a quien aprovecha su experiencia pasada que los bienes más importantes para la persona humana son los que resultan arduos y trabajosos; son los que se obtienen con la acción paciente, honesta y constante; son los que brotan de la fortaleza y la templanza personales.

406. Por ello, la responsabilidad que los adultos y los ancianos tienen para con la sociedad y para con el futuro de la misma es insoslayable. La cultura de la democracia no puede fortalecerse y consolidarse sin su aporte y participación generosa.

407. Los intelectuales que viven en México, desde los distintos ámbitos de las ciencias y las artes, tienen a través de su trabajo un impacto sustantivo en la cultura democrática de nuestra Nación. Si bien es cierto que en ocasiones su labor y trascendencia pareciera circunscrita a espacios muy restringidos, constituyen a lo largo del tiempo una buena parte de la opinión pública que ayuda a que nuestro pueblo posea una visión diferenciada y plural respecto de lo que le acontece.

408. La dimensión cultural de la actividad de los intelectuales es evidente para todos. En muchas ocasiones se les identifica como los responsables de la creación cultural de México. Por ello, es importante que comprendan que se encuentran insertos en una dinámica cultural mayor, que es la del pueblo al que pertenecen y al que muchas veces reflejan a través de sus esfuerzos y proyectos. En la medida en la que la "alta cultura" forma parte integral de la pluriforme cultura nacional, colabora al desarrollo de la subjetividad de la Nación.

409. Para ello, no es preciso que los intelectuales busquen solamente continuar una tradición dada. Lo que es indispensable, tanto en el terreno de las ciencias como de las artes, es que ambas actividades se desarrollen con una perspectiva de servicio a la persona en su situación concreta.

410. Es cierto que las ciencias y las artes en muchas ocasiones muestran su valor al cultivarse por ellas mismas. Sin embargo, su inseparable función humanista las ordena a respetar y promover a la persona humana, a sus derechos y a sus deberes correlativos. De esta manera la actividad intelectual se incorpora a los múltiples esfuerzos a favor de la cultura de la democracia.

411. Las mujeres han brindado a la Nación una contribución invaluable mediante su dedicación al matrimonio, a la familia, a los niños y a numerosas tareas de sacrificio y compromiso humano. Las mujeres han preservado y consolidado la institución familiar, apoyadas en la fe en Jesucristo y el amor a la Iglesia, que han sabido trasmitir a sus hijos. Son merecedoras del mayor reconocimiento de la comunidad eclesial y de sus pastores.

412. Así mismo, lasmujeres están convirtiéndose en agentes cada vez más importantes del cambio democrático. Ellas han introducido valores morales en la vida social, y su actuación genera siempre un proceso de humanización en la comunidad. Su papel en la sociedad y en la Iglesia nunca podrá ser juzgado como secundario o marginal.

413. Juan Pablo II ha sido sumamente enfático a este respecto: "cuando las mujeres tienen la posibilidad de transmitir plenamente sus dones a toda la comunidad, cambia positivamente el modo mismo de comprenderse y organizarse la sociedad, llegando a reflejar mejor la unidad sustancial de la familia humana. Esta es la premisa más valiosa para la consolidación de una paz auténtica. Supone, por tanto, un progreso beneficioso la creciente presencia de las mujeres en la vida social, económica y política a nivel local, nacional e internacional. Las mujeres tienen pleno derecho a insertarse activamente en todos los ámbitos públicos y su derecho debe ser afirmado y protegido incluso por medio de instrumentos legales donde se considere necesario."

414. Es de lamentar la violencia y la manipulación que todavía se ejerce contra la mujer en distintos espacios y ambientes. Los varones en México debemos aprender el respeto y gratitud que debemos a la mujer en su condición de esposa, madre, hija, hermana o amiga. Es preciso que quienes hayamos despreciado, marginado u oprimido a nuestras hermanas pidamos perdón sincero y transformemos nuestro corazón, reconociendo siempre la dignidad y el aporte que las mujeres ofrecen a la vida de la sociedad, de la democracia y de la Iglesia.

415. Los pobres son una realidad relevante en la cultura de la democracia. No son una minoría que deba tratarse bajo condiciones de excepción, sino una gran porción de nuestro pueblo que anhela y requiere condiciones dignas para su subsistencia y desarrollo.

416. Las múltiples pobrezas culturales, sociales, económicas y políticas en las que vive nuestro pueblo, son signo de la injusticia y de la falta de respeto a la persona humana y a sus derechos. Es preciso no confundir estas pobrezas con el voluntario desprendimiento de los bienes que algunos practican como signo de consagración y seguimiento a Cristo pobre.

417. Los rostros de los pobres son numerosos. Los campesinos, los obreros y los trabajadores de todo México muchas veces viven en situaciones de pobreza e injusticia que los hacen altamente vulnerables. El estado de indefensión en que algunos se encuentran de manera casi permanente, es contrario a la dignidad humana y a la voluntad de Dios que desea una vida plena para todos. Nadie debe permanecer indiferente a su sufrimiento y marginación.

418. Los niños, las mujeres, los indígenas y los migrantes pobres deben llamar también nuestra atención, ya que por su condición suelen ser doblemente marginados. Hemos de reconocer ante ellos que en muchas ocasiones los hemos olvidado y les hemos fallado. Este tipo de pecados en verdad "claman al cielo." Todos, Iglesia y sociedad, creyentes y no creyentes, debemos pedir perdón por las omisiones y faltas que hayamos cometido en contra de los más pobres entre los pobres.

419. Ahora bien, los pobres no son pobres porque quieran o merezcan serlo. La pobreza existe en nuestra Patria principalmente por la falta de oportunidades reales que estimulen el desarrollo integral de las personas. Más aún, la pobreza existe por los pecados personales que, alcanzando una dimensión estructural, configuran verdaderos "pecados sociales" que violentan la dignidad humana.

420. No obstante esto, el corazón del pobre está lleno de humanidad y de fe, de sabiduría y de fortaleza, de servicialidad y de alegría, de apertura a Cristo y a María. En muchas ocasiones los pobres son auténtico ejemplo de vivencia de valores cristianos en medio de la adversidad.

421. Las diversas formas de solidaridad que se establecen de muy variadas maneras entre los pobres para obtener de modo honesto los bienes y servicios que requieren para la manutención familiar, nos permiten reconocer que ellos vertebran nuestra sociedad de una manera sencilla y humana.

422. Esta riqueza de los pobres que se comparte a través del ejemplo, la palabra y la acción constituye un sustrato cultural del que todos somos deudores. Los pobres en muchas ocasiones dan muestras de su profunda convicción a favor de una cultura participativa, representativa y promotora de la dignidad humana.

423. Es preciso que las lamentables condiciones de marginación en las que viven muchos mexicanos, no se traduzcan en odio social, participación en la criminalidad y lucha violenta. Al contrario, la riqueza humana y cristiana de los pobres, particularmente su especial sensibilidad respecto del altísimo valor de la dignidad humana, deben evitar que sean víctimas de la tentación del rencor, el crimen y la violencia.

424. Es necesario que los pobres, junto con toda la sociedad, pongan en práctica los medios legítimos para que de modo pacífico las causas estructurales de la pobreza disminuyan y desaparezcan. Con creatividad y con la confianza de que el bien es el único capaz de vencer realmente al mal (Cf. Rm 12, 21), los pobres deben buscar siempre modos efectivos de organización y promoción de sus derechos y de sus responsabilidades, para así colaborar al fortalecimiento de la subjetividad social.

425. El reclamo de los pobres viene de años y siglos atrás, sin ser hasta ahora escuchado con atención y eficacia. Es una evidencia social e histórica que cuando los pobres son ignorados, las instituciones se debilitan, pierden credibilidad y legitimidad social. Por ello, todos debemos valorar y acoger el aporte de los pobres a la cultura de la democracia: no habrá cambio real en México sin la participación de los pobres.

426. Por estas razones y por las que brotan de nuestra adhesión a Jesucristo quien "siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza" (2 Cor 8, 9), los obispos mexicanos caminaremos con nuestro pueblo pobre en la búsqueda de vías para su liberación y promoción. El amor preferencial por los pobres es constitutivo de nuestra identidad y ministerio. Desde los pobres y con los pobres, en los que encontramos a Jesucristo vivo, hemos de construir, todos juntos, la sociedad justa y fraterna que anhelamos.
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Por los obispos de México:

El Consejo Permanente


+ Mons. Luis Morales Reyes
Arzobispo de San Luis Potosí
Presidente de la CEM

+ Mons. José Guadalupe Martín Rábago
Obispo de León
Vicepresidente de la CEM

+ Mons. Abelardo Alvarado Alcántara
Obispo Auxiliar de México
Secretario General de la CEM

+ Mons. José Guadalupe Galván Galindo
Obispo de Ciudad Valles
Tesorero General de la CEM

+ Mons. Alberto Suárez Inda
Arzobispo de Morelia
Primer vocal

+ Mons. Mario de Gasperín G.
Obispo de Querétaro
Segundo vocal

+ Mons. Vicente García Bernal
Obispo de Cd. Obregón
Región Noroeste

+ Mons. Jesús Martínez Zepeda
Obispo Auxiliar de México
Región Metropolitana D. F.

+ Mons. Renato Ascencio León
Obispo de Cd. Juárez
Región Norte

+ Mons. Luis Reynoso Cervantes
Obispo de Cuernavaca Región Metropolitana Circundante

+ Mons. Ricardo Watty UrquidiM.Sp.S.
Obispo de Nuevo Laredo
Región Noreste

+ Mons. Octavio Villegas Aguilar
Obispo de Tula
Región Centro

+ Mons. Benjamín Jiménez Hernández
Obispo de Culiacán
Región Vizcaya-Pacífico

+ Mons. Mario Espinosa Contreras
Obispo de Tehuacán
Región Oriente

+ Mons. Javier Navarro Rodríguez
Obispo de San Juan de los Lagos
Región Occidente

+ Mons. Luis Gabriel Cuara Méndez
Obispo de Veracruz
Región Golfo

+ Mons. Alberto Suárez Inda
Arzobispo de Morelia
Región Don Vasco

+ Mons. Carlos Garfias Merlos
Obispo de Cd. Altamirano
Región Sur

+ Mons. Mario de Gasperín G.
Obispo de Querétaro
Región Bajío

+ Mons. José Luis Amezcua
Obispo de Campeche
Región Sureste

+ Mons. Felipe Padilla Cardona
Obispo Coadj. de Tehuantepec
Región Pacífico Sur

 

 

Fuente: http://www.iglesiatijuana.org/enc_jesus.html