Septiembre 15 de 1999
Mario Ruiz Massieu
Mario Ruiz Massieu, se suicidó en Estados Unidos, aunque nadie vio su cuerpo, días antes de iniciarle otro juicio derivado de enriquecimiento inexplicable.
Personaje que se hizo famoso cuando después del asesinato de su hermano José Francisco Ruiz Massieu, aseguró que "los demonios andan sueltos."
Su testamento político post mortem, es un elemento más, que tiene que incorporarse al análisis de los acontecimientos que impactan la vida política de México.
Confieso haber querido capturar a los asesinos de mi hermano contra viento y marea, sin medir las consecuencias.
Confieso haber desafiado al sistema político mexicano en la búsqueda de quienes acabaron con su vida.
Confieso que estoy convencido de que los homicidas intelectuales de mi hermano son parte de un grupo priísta.
Confieso no haber accedido a los deseos de Ernesto Zedillo de proceder en contra de Raúl Salinas por no haber contado con evidencias.
Confieso no haber guardado respeto por la clase política priísta.
Confieso no haberle dado ninguna "recomendación" al homicida Fernando Rodríguez González.
Confieso no haber visto nunca a los homicidas Jorge Rodríguez González y Marco Antonio Rodríguez González.
Confieso no haber cometido peculado.
Confieso no haber cometido tortura.
Confieso no haber cometido el delito de lavado de dinero.
Confieso no haber cometido el delito de enriquecimiento ilícito.
Confieso no haber cometido el delito de fomento al narcotráfico.
Confieso no haber querido pactar con Pablo Chapa para acusar a Raúl Salinas y al ex presidente Carlos Salinas.
Confieso que considero que Jorge Stergios es un hombre serio, honorable y responsable.
Confieso saberme traicionado por Jorge Carpizo.
Confieso haber sido calumniado permanentemente en los medios de información.
Confieso no haber tenido relación de ningún tipo con Raúl Salinas.
Confieso no haber sido amigo personal del ex presidente Carlos Salinas.
Confieso que los cargos que tuve en el gobierno fueron promovidos por mi hermano José Francisco y Jorge Carpizo.
Confieso que hubo dos dictámenes que señalaban que la carta de Manuel Muñoz Rocha en la que solicitaba licencia no era autentica.
Confieso que nunca pense ser objeto de una persecución política de esta magnitud cuando renuncie al PRI y denuncie a sus dirigentes.
Confieso que yo decidí dejar de ver a Jorge Carpizo porque considere, entre otras cosas que se había aliado con los dirigentes del PRI.
Confieso que el ex presidente Salinas pudo haber hecho más por que la investigación avanzara.
Confieso que soy un hombre sin posibilidades de salir adelante.
Confieso que he sido congruente con mis principios, convicciones y experiencias.
Confieso que admiro la singular perseverancia de Cuauhtémoc Cárdenas, así como su serena figura.
Confieso que cuando renuncie al PRI y a mi cargo en el gobierno me sentí un hombre feliz.
Confieso que nunca debí ser funcionario publico y que desperdicie muchos años de mi vida en ello.
Confieso que no luche como debía por la justicia, la libertad y la democracia.
Confieso que no he sido un padre para María José y Claudio.
Confieso que no medí las consecuencias de desafiar al poder.
Confieso que el dinero me interesa mucho menos de lo que la gente supone.
Confieso que el origen del dinero confiscado en Houston es lícito, ya que provino de fuentes familiares.
Confieso que me duele el daño que me ha hecho Ernesto Zedillo, Antonio Lozano Gracia, Pablo Chapa Bezanilla, Jorge Madrazo Cuéllar, José Luis Ramos Rivera, Jorge Carpizo y Armando Ruiz Massieu.
Confieso que fui sacrificado por motivos estrictamente políticos.
Confieso que pienso que Carlos Salinas me abandono a mi suerte.
Confieso que creí que el Director de la Policía Judicial Federal (PJF) Adrián Carrera Fuentes había hecho una buena labor, y que era serio, responsable, eficaz.
Confieso que me equivoque al confiar en el jefe de la PJF.
Confieso que descubrí demasiado tarde la delicia de ser opositor al gobierno.
Confieso que los medios de información ayudaron a Ernesto Zedillo a liquidarme sin que él tuviera conciencia de ello.
Confieso que me espanta la desinformación de la sociedad.
Confieso que los Salinas, por cuidar sus intereses, destruyeron mi vida y la de mi familia.
Confieso que nunca informe al presidente Salinas que iba abrir una averiguación previa a los dirigentes del PRI y al procurador de la república.
Confieso que pienso que el presidente Salinas siempre temió que por mi deseo de conocer la verdad pudiera actuar en su contra.
Confieso que el sistema judicial mexicano no es, para mí, una cloaca.
Confieso que yo vi a Jorge Carpizo dar ordenes como procurador al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Confieso que no creo que Mario Aburto sea el asesino de Colosio. Por el contrario, pienso que él es un sustituto.
Confieso que no huí de México.
Confieso que mi determinación era la de regresar al país unas semanas después.
Confieso que casi siempre le hablo a alguien por teléfono recibo desaires y descortesías.
Confieso que prefiero la muerte a la cárcel.
Confieso que me lastima la situación de encierro que viven Regina y María Eugenia en virtud de mi arraigo domiciliario. No hay mejor esposa e hija que ellas.
Confieso que he decidido ser yo el que determine cuándo alejarme de la vida.
Confieso que debí estar cerca de Diego Valadés, a quien quise infinitamente. Fue un gran error distanciarme.
Confieso que lo que más lamento es no haber llegado a desentrañar la verdad del homicidio de mi hermano.
Confieso que pienso que Ignacio Pichardo Pagaza, Jorge Carpizo, María de los Angeles Moreno y Humberto Benitez Treviño se unieron para defender al sistema político y obstruir la investigación.
Confieso que salvo mis padres, mi esposa, mi hermano Arturo y mi hija Regina, no cuento con nadie.
Confieso que, paradójicamente, el talento, la inteligencia y la ambición acabo con una familia unida.
Confieso que creo que en el homicidio de mi hermano hubo dos conspiraciones: una para asesinarlo y otra para ocultar la verdad del hecho y culpar a otro de su muerte.
Confieso que creo que deberían investigarse el papel que tuvieron Ernesto Zedillo y Jorge Carpizo en los crímenes de 1994
El suicidio
Marco Levario Turcott
"Desde hace más de un año -afirma la nota de El Financiero del 17 de septiembre pasado- Mario Ruiz Massieu se lo dijo claramente a su abogado: `Yo a la cárcel no regreso. Antes me suicido`."
El 16 de septiembre Mario Ruiz Massieu sería trasladado a Houston, donde enfrentaría un proceso judicial al ser acusado de lavado de dinero, entre otros presuntos delitos. No ocurrió eso porque el día 15, mediante la ingestión de antidepresivos, el ex subprocurador de la PGR acabó con su vida en el departamento que ocupaba en New Jersey. Lo hizo luego de dejar una carta donde sostiene que "Ernesto Zedillo no perdonó que denunciara a los dirigentes del PRI el 23 de noviembre de 1994. Se vengó por eso. Para encontrar a los homicidas de mi hermano hay que iniciar una investigación que empiece por Zedillo. El y yo supimos que no era ajeno a los dos crímenes políticos de 1994".
Las llaves y el baúl
Como se sabe, los diarios no se publican los días festivos con excepción de Reforma que sí lo hizo el 16 de este mes (vendiendo cada ejemplar al doble de su precio acostumbrado, que es de cinco pesos). En consecuencia, la noticia se difundió durante la tarde y la noche del 15 de septiembre a través de la radio y la televisión y al día siguiente, también por esos mismos medios electrónicos, además del diario Reforma que, el jueves 16, colocó así sus ocho columnas: Se suicida Ruiz Massieu.
En una de las notas de ese periódico, firmada por César Romero, se lee que la DEA sostuvo que Mario Ruiz Massieu "se lleva a la tumba secretos de los Salinas", pero en el desarrollo de la nota encontramos que tal afirmación fue hecha por Tom Cash, ex jefe de la DEA en Miami, es decir, no se trataba de una postura oficial de aquella agencia antinarcóticos estadounidense. Hay otra nota, firmada por Roberto Zamarripa, en donde se encuentran estas líneas:
"`Me voy a matar`, había confiado días antes a sus seres más cercanos. Lo cumplió llevándose una de las llaves del baúl de la narcopolítica mexicana."
El reportero no precisa algún argumento para sustentar la afirmación que hace en el sentido de que el ex subprocurador sabía o había participado en una supuesta, y hasta ahora no demostrada, relación entre el narcotráfico y la política. La osadía de Zamarripa desestima que durante todo el proceso seguido contra Mario Ruiz Massieu no se demostró que él tuviera relación con el narcotráfico.
Omisión en la tele
En sus respectivos noticieros, las dos principales televisoras no informaron de la acusación de Mario Ruiz Massieu en contra del presidente Ernesto Zedillo, transcrita líneas arriba. Fueron prolíficos, en cambio, al proporcionar el contexto como ocurrió el suicidio, así como resaltar la respuesta del titular de la PGR, Jorge Madrazo Cuéllar, al ser -junto con otros ex funcionarios- señalado por Ruiz Massieu como el responsable de su muerte. El 17 de septiembre los diarios sí dieron cuenta de la acusación hecha por Ruiz Massieu al jefe del Ejecutivo, dos de ellos lo resaltaron en sendos titulares: La Jornada (Ruiz Massieu: Zedillo, culpable de mi muerte e implicado en las de Colosio y mi hermano) y Reforma (No era Zedillo ajeno a crímenes políticos).
En el editorial de La Jornada se hacen afirmaciones contundentes sin argumentación. Una de ellas sostiene que el suicidio de Mario Ruiz Massieu "es, en rigor, una secuela más de los asesinatos que, en 1994, conmovieron al país y mostraron el grado de descomposición al que había llegado -ya en aquel entonces- el grupo gobernante". No se dice más.
La otra afirmación se hace luego de que La Jornada critica la respuesta del procurador General de la República a la carta de Ruiz Massieu:
"Esta falta de serenidad es indicativa de la irritación oficial ante las gravísimas acusaciones formuladas por Mario Ruiz Massieu en forma póstuma y que, precisamente por ese carácter, no podrán ser nunca probadas, pero tampoco refutadas."
El ex subprocurador no presentó pruebas de esas y otras acusaciones, por lo cual es irresponsable decir que los señalamientos nunca podrían ser refutados, como otorgándole el beneficio de la duda a la persona que acusa sin sustento.
Marco Levario Turcott es subdirector de etcétera. 1999
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