México, Abril 10 de 1997
Mi General:
Con la novedad de que aquí seguimos, Don Emiliano, aquí estamos. Ya sabrá usted que le escribo a nombre de todos los hombres, mujeres, niños y ancianos de éste su Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Aquí estamos mi General, aquí seguimos. Aquí estamos porque estos gobiernos siguen sin memoria para los indígenas y porque los ricos hacendados, con otros nombres, siguen despojando de su tierra a los campesinos. Como cuando usted llamó a luchar por la tierra y la libertad, hoy las tierras mexicanas se entregan a los ricos extranjeros. Como entonces pasó, ahora los gobiernos hacen leyes para legitimar el robo de tierras. Como entonces, los que se niegan a aceptar las injusticias son perseguidos, encarcelados, muertos. Pero como entonces, mi General, hay hombres y mujeres cabales que no se están callados y se luchan para no dejarse, se organizan para exigir tierra y libertad. Por eso le escribo a usted Don Emiliano, para que sepa usted que aquí estamos, aquí seguimos.
Ya usted se acuerda de lo que le escribió a un presidente de los gringos que se llamaba Woodrow Wilson, porque es bueno que los gobiernos extranjeros sepan y entiendan de la lucha de los mexicanos. Y entonces usted le escribió aquello de… «Y es que los hacendados, de despojo en despojo, hoy con un pretexto, mañana con otro, han ido absorbiendo todas las propiedades que legítimamente pertenecen y desde tiempo inmemorial han pertenecido a los pueblos indígenas, y de cuyo cultivo éstos últimos sacaban el sustento para sí y para sus familias». Y eso fue en 1914. Ahora, en 1997, la historia no ha cambiado.
Hay ahora leyes que atacan la propiedad comunal y el ejido, que favorecen el acaparamiento de tierras, que permiten la venta de nuestras riquezas a los dineros del extranjero. Y estas leyes fueron hechas por los malos gobiernos mexicanos, «neoliberales» les llamamos nosotros, que manejan este país, el suyo y nuestro, mi General, como si fuera una hacienda en decadencia, una gran finca que hay que poner en venta con toda la peonada, o sea los mexicanos, mi General, incluida. Sí, tiene usted razón Don Emiliano, es una vergüenza. Y nosotros no pudimos vivir ni morir con esa vergüenza y entonces nos recordamos de la palabra «dignidad» y nos recordamos de vivirla y de morirla, y dale que nos alzamos en armas, y que le decimos a todos que ya basta, que hasta aquí nomás, que ya no, que exigíamos techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia, libertad y paz, y que decimos que todo va en la democracia, la libertad y la justicia, y que para todos todo, y que para nosotros nada, y muchos oídos y corazones nos escucharon sus palabras de usted, mi General, que se hablaron en nosotros.
Como en sus días, Don Emiliano, los gobiernos han querido engañarnos. Hablan y hablan y nada que se cumple, como no sean las matanzas de campesinos. Firman y firman papeles y nada que se haga realidad, como no sean los desalojos y persecuciones de indígenas. Y también nos han traicionado, mi General, y Guajardos y Chinamecas no les han faltado, pero resulta que nosotros no muy nos dejamos matar. Como que aprendimos, Don Emiliano, como que vamos todavía aprendiendo. Total que no lo aburro, mi General, para qué si son cosas que ya usted sabe, porque de por sí usted es nosotros. Y ya ve, siguen los campesinos sin tierra, siguen los indígenas olvidados, siguen los malos gobiernos, siguen los ricos engordando, y, eso sí, siguen las rebeliones campesinas. Y seguirán mi General, porque sin tierra y libertad no hay paz.
Ahora andan los gobiernos diciendo que no hay guerra porque la ley dice que no hay guerra. Pero sí hay, mi General, por eso somos ejército de usted, porque antes la guerra era nomás de allá pa’cá, y ahora será también de acá pa’llá. Y si quieren matar campesinos, pues tendrán que morir gobiernos. Porque a las exigencias justas no se les contesta con muerte, porque viene muerte de retache. Viera que las demandas de democracia, libertad y justicia se responden con verdad, otro baile tocaría la historia. Pero ahora no, mi General, ahora pura destrucción toca la música ésa que le llaman historia…
Pero así como en aquellos días, mi General, hay ahora personas de pensamientos y corazón grande. Hay, por ejemplo, un señor, Fernando Benítez se llama, que escribió una gran obra que se llama «Los Indios de México» y en esa obra explica que la historia moderna, ésa que escriben los gobiernos y poderosos, se hizo para hacer invisible a la población indígena, Así hacen de por sí los malos gobiernos, Don Emiliano, usted lo sabe. Piensan que olvidando o matando un problema, éste queda resuelto. Pero el problema éste que somos los indios, no nos dejamos olvidar. Tenemos que luchar para tener un lugar en este país y en su historia, la de a deveras, tenemos que hacernos ver, que nos vean, que nos tomen en cuenta. Y eso sólo puede ser con la justicia.
Y sí, mi General, así como usted, nosotros entendimos que la tierra y la libertad, la memoria pues, sólo se puede hacer cierta en la justicia. Por eso nos alzamos en armas, como usted nos enseñó Don Emiliano, por libertad y justicia. Y también vimos, como usted, que sólo podían conseguirse con democracia. Y entendemos, como usted, que tenemos que luchar contra los malos gobiernos para obtener lo que nos pertenece.
Muchos son los campesinos sin tierra en México, Don Emiliano, muchos los indígenas olvidados. Unos y otros les estorban a los malos gobiernos y a los grandes ricos. Unos y otros son perseguidos por los ejércitos y las policías, criminales como los que los mandan. Pero indígenas y campesinos sin tierra, los muchos que no somos muchos somos también en la rebeldía y en la pelea. Como usted somos, mi General, así mero, rebeldes y luchadores.
Y nomás le escribía yo, mi General, para decirle que aquí estamos, aquí seguimos, y aquí seguiremos aunque nos persigan con armas y con mentiras, aunque nos quieran comprar, aunque nos quieran engañar, aunque nos quieran olvidar. Aquí vamos a seguir porque nosotros escuchamos muy adentro y porque hicimos nuestras esas sus palabras de usted que dijeron: «Que sigamos luchando y venzamos a aquellos que hace poco se han encumbrado, que ayudan a los que han quitado tierras a otros, los que para sí hacen muchos dineros con el trabajo de quienes son como nosotros, esos burladores en haciendas, ese es nuestro deber de honra, si nosotros queremos que nos llamen hombres de vida buena y en verdad buenos habitantes del pueblo».
Ya por último nomás le cuento Don Emiliano, pa’que se ría usted un rato, que estos malos gobiernos que tenemos todavía se están creyendo que pudieron asesinarlo a usted en esa tarde de abril de 1919. No saben que usted no se murió, que simplemente usted se hizo nosotros y que así se fue escondiendo y apareciendo en nosotros y en todos los campesinos sin tierra, en todos los indígenas olvidados. Ya ve usted mi General, qué desmemoriados salen estos gobiernos. Olvidan lo más importante, lo que usted y nosotros sabemos bien, Don Emiliano, es decir, que Zapata vive, que la lucha sigue.
Vale mi General Zapata. Salud y mucho corazón, porque todavía faltan muchas cuentas que hacer cabales en las tierras mexicanas.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos
Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
México, Abril 10 de 1997
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