Julio 25 de 1996
Palabras del Presidente Ernesto Zedillo sobre la Reforma Política
Señores Presidentes de los Partidos Políticos Nacionales;
Señores Coordinadores de los Grupos Parlamentarios del Honorable Congreso de la Unión
y de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal;
Señores Consejeros del Instituto Federal Electoral;
Señores Magistrados del Tribunal Federal Electoral;
Señoras y señores:
El día de hoy nos congregan aquí, en Palacio Nacional, la vocación, la convicción y la decisión democrática de los mexicanos.
El día de hoy, unidos en la pluralidad, damos un paso esencial en la edificación de la democracia que los mexicano queremos, de la democracia que los mexicanos necesitamos, de la democracia que los mexicanos merecemos.
El día de hoy reafirmamos la convicción de que la democracia es el valor supremo de la política y debe ser su práctica cotidiana; la convicción de que la democracia es el sustento indispensable para una estabilidad política legítima, sólida y perdurable; la convicción de que la democracia es la base política fundamental del desarrollo económico, del bienestar social y de una vida ciudadana regida por las libertades y el derecho, por la coexistencia civilizada y la justicia.
Por nuestras luchas pasadas, por nuestros retos presentes y por nuestros anhelos para el porvenir, los mexicanos queremos y merecemos una democracia a la altura de nuestra historia, a la altura de nuestra rica diversidad social y política, a la altura de la nación que debemos legar a nuestros hijos.
Hoy, en México como en todo el mundo el desarrollo democrático no se agota en los procesos electorales, pero ciertamente se funda en ellos. Y hoy en México ese desarrollo exige que las normas, las instituciones y las prácticas para la competencia electoral correspondan a la presencia y a la participación ciudadana, a la vitalidad y a la madurez organizativa de los partidos, a la voluntad de todos los mexicanos por vivir una plena normalidad democrática.
De ahí, la trascendencia de este acto, la iniciativa de reforma constitucional que hoy se suscribe para ser enviada a la consideración del Honorable Congreso de la Unión, es un paso sustantivo y definitivo para perfeccionar nuestra legislación y nuestra justicia electoral, para vigorizar nuestras instituciones electorales, para consolidar condiciones genuinamente justas en la competencia por el poder público y por la representación popular.
La iniciativa que hoy se suscribe es un paso resuelto e irreversible para dejar atrás la insatisfacción y la controversia, sobre lo esencial.
La iniciativa que hoy se suscribe, es un paso decisivo para que nuestros procesos electorales se realicen bajo normas y por instituciones que aseguren su legalidad y transparencia.
Esta iniciativa propone reformas a las instituciones electorales y a la representación política en las Cámaras que integran el Congreso de la Unión, para dar cauce normado y definitivo a la imparcialidad y confiabilidad de las contiendas electorales, así como a la solución jurídica de las controversias que surjan.
La iniciativa reafirma y consolida la autonomía de las instituciones electorales para dar plena vigencia a los principios de independencia, objetividad y certeza que deben regir los comicios.
A la vez, se fortalece la presencia ciudadana en la toma de decisiones de los órganos electorales de dirección y se asignan mayores facultades al Instituto Federal Electoral para ejercer sus funciones.
A la vez, se acuerdan criterios de equidad, renovados y fortalecidos, para el acceso de los partidos a los medios de comunicación y a la obtención de recursos, haciendo prevalecer los de origen público sobre los privados.
En este sentido se ha convenido procurar un mayor equilibrio entre los principios de igualdad y proporcionalidad de recursos para la contienda electoral, que contribuya a fomentar intensamente la educación cívica, una mayor cultura política y una más amplia convocatoria de los partidos a la participación ciudadana.
Un aspecto central de la iniciativa, es que comprende un sistema de justicia electoral, sin precedentes en nuestro país.
Por primera vez se propone un órgano jurisdiccional especializado, integrado al Poder Judicial de la Federación, que proteja lob derechos políticos de los ciudadanos y que esté facultado para conocer y resolver las posibles transgresiones de cualquier autoridad electoral del país, a los mandatos constitucionales sobre normatividad, organización y desarrollo de los comicios.
La iniciativa incluye la revisión de los principios que animan la democracia representativa, reconociendo el valor de nuestra pluralidad política, se propone ampliar el régimen que garantiza la presencia de las fuerzas políticas en el Poder Legislativo, para que corresponda al respaldo popular obtenido en las urnas, conciliando gobernabilidad y proporcionalidad.
Un aspecto central de esta Iniciativa, que denota la convicción, el compromiso y sus alcances democráticos, es la reforma que se propone al régimen político del Distrito Federal; la propuesta condensa el desarrollo de las instituciones políticas de representación y de gobierno, del Distrito Federal, con la preservación de su naturaleza jurídica, como sede de los Poderes de la Unión.
Se acredita, así, que la propuesta que ha impulsado el Gobierno de la República, para la elección directa del Jefe de Gobierno del Distrito Federal es perfectamente compatible con la acción de la Federación en esta demarcación bajo un régimen claro de distribución de competencias.
La cabal incorporación del Distrito Federal al desarrollo democrático del país comprueba que no hay razón ni interés legítimo para temer a la democracia y que no hay razón, ni interés legítimo, para soslayar los derechos políticos de los habitantes del Distrito Federal.
Con la reforma propuesta se superan temores vanos y modificaciones medianas e insuficientes, que trataron de inhibir o diferir el pleno ejercicio democrático de la Capital de la República.
Iniciativa de Reforma Constitucional, que hoy se suscribe, es trascendental, ciertamente, por su contenido; pero es, especialmente, significativa por el método con que se ha alcanzado. En efecto, esta reforma es, verdaderamente, resultado del consenso, de un consenso amplio, real y fundado en la libertad, en los principios y en el compromiso democrático de quienes lo han forjado; el consenso alcanzado muestra que ha valido mucho la pena privilegiar el diálogo y el acuerdo; que ha valido la pena privilegiar la flexibilidad, el respeto y la tolerancia.
En el consenso alcanzado residen la pertinencia, la autoridad moral y la fuerza política de la Reforma que examinará el Congreso de la Unión.
Por eso el consenso ha sido prioridad indiscutible del Gobierno de la República para lograr la Reforma, y podemos proclamar unidos que el consenso alcanzado es un atributo medular que la distingue de esfuerzos pasados.
Por eso también, el Gobierno de la República expresa un profundo reconocimiento a las dirigencias y a los líderes de los grupos parlamentarios de todos los partidos políticos, porque todos y cada uno de ellos ha contribuido a lograr esta Reforma, porque todos y cada uno de ellos ha sabido privilegiar el interés general sobre su interés particular; porque todos y cada uno de ellos han sabido trabajar intensamente para construir, hacer suya e identificarse con esta Reforma.
La iniciativa de Reforma que hoy se suscribe es producto de la realidad política, las convicciones democráticas y las aspiraciones ciudadanas de los mexicanos, atiende a lo que somos y a lo que queremos ser.
Estoy seguro, pese así como esta iniciativa de Reforma es producto del esfuerzo de todos, así también su aplicación escrupulosa será responsabilidad de todos.
En el paso que hoy damos, unidos en lo fundamental ratificamos que el desarrollo democrático es un compromiso en el que nos encontramos todos, es una tarea en la que concurrimos todos, es un logro que beneficia a todos.
Unidos en nuestra pluralidad, hoy damos un paso decisivo e irreversible en la construcción del pleno desarrollo democrático con que México llegará a un nuevo siglo. Muchas gracias.
Proceso 1030, 28 de julio de 1996, pp. 34-35
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