3 de enero de 1995
El Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León firmó, como testigo de honor, el Acuerdo de Unidad para Superar la Emergencia Económica, durante una ceremonia efectuada en el salón Adolfo López Mateos de la residencia oficial de Los Pinos.
En la reunión, el Primer Mandatario mexicano pronunció unas palabras, mismas que a continuación se reproducen:
Señoras y señores:
Presido un gobierno que hablará siempre con la verdad por dura que ésta sea; un gobierno que velará por el interés general sobre cualquier interés de persona o de grupo; un gobierno para servir a los mexicanos.
Por eso el pasado jueves expresé que México enfrenta un serio problema económico, que irremediablemente afectará a los niveles de vida de la población y exigirá de todos un esfuerzo adicional.
Ese problema, como aquí se ha dicho, proviene principalmente de un considerable déficit en la cuenta corriente acumulado durante varios años y financiado por capital privado de corto plazo. Ese déficit derivó en una alta vulnerabilidad de nuestra economía, el problema se agudizó en especial, ante el pronunciado ascenso de las tasas de interés externas y ante la zozobra causada por algunos sucesos políticos y de violencia que sufrió nuestro país durante 1994.
El Programa Económico diseñado para 1995 se proponía reducir paulatinamente esa vulnerabilidad de nuestra economía, ajustando de manera gradual el déficit en cuenta corriente y restituyendo la confianza de los inversionistas. Con ello se pretendía dar mayor permanencia a los flujos de capital del exterior, lamentablemente en virtud del monto del desequilibrio acumulado y en razón de los acontecimientos políticos que precipitaron la salida de capitales, la estrategia de desactivación paulatina del problema, no pudo sostenerse. El resultado inevitable fue la reciente devaluación de nuestra moneda.
Debemos enfrentar este problema bien conscientes de que es grave y urgente, y que demandará nuestra más entera y firme determinación, debemos enfrentarlo a sabiendas de que significará sacrificios para todos, sin excepción; debemos enfrentarlo, sobre todo, con clara conciencia de que se trata de un problema superable y que unidos lo vamos a superar.
Con toda franqueza reitero que la devaluación tendrá efectos dolorosos, pero con igual franqueza subrayo que unidos podemos lograr que esos efectos sean transitorios y se conviertan en un paso decisivo hacia una etapa de crecimiento económico con estabilidad.
La devaluación afecta los precios en moneda nacional de los productos que importamos o que son exportables, y ello causa un efecto inflacionario temporal que daña los niveles de vida de todos.
Debemos lograr que la inflación que inevitablemente será provocada por la devaluación, sea lo menos intensa y lo más breve posible. La devaluación significará una baja de ingresos reales de los trabajadores del campo y de la ciudad que sólo podrá revertirse gradualmente con la recuperación de un crecimiento firme y sostenido.
La devaluación también impondrá la posposición de proyectos y programas de gasto público que son importantes, por lo que debemos restablecer las condiciones para que su diferimiento sea por el menor plazo posible. La devaluación implicará un sacrificio de los márgenes de ganancia para las empresas, así como el enfrentar una contracción crediticia temporal. Ambas consecuencias serán superables en la medida en que avancemos en el ajuste que requiere nuestra economía.
La devaluación pone de manifiesto que hoy el ingreso disponible en el país es menor que antes ya que ahora no se cuenta con los recursos adicionales para sostener el consumo y la inversión que proporcionaba el financiamiento externo.
Frente al cambio drástico de circunstancias es imperativo reducir rápidamente el déficit en la cuenta corriente para ajustarnos a nuestros propios medios y a un monto considerablemente menor de financiamiento en los mercados internacionales. El ajuste de la economía es ineludible, sencillamente porque no contamos ahora con los recursos que antes estuvieron disponibles para financiar el déficit en la cuenta corriente. Tenemos que ajustar lo más rápido posible esa cuenta corriente y, al mismo tiempo, evitar caer en una espiral inflacionaria. Si no impedimos que se reinicie la carrera entre devaluación e inflación, estaremos echando por la borda los sacrificios de muchos años, y eso tampoco nos salvará de otros sacrificios que tendremos que hacer de cualquier manera para enfrentar la situación.
En esta hora difícil es prudente recordar que en otras ocasiones en que se ajustó significativamente el tipo de cambio, se cometió el error de tratar de evitar o compensar con más inflación el impacto de la devaluación, al no aceptar con realismo las necesidades de ajuste se dio pie a periodos muy prolongados de estancamiento económico e inflación y, sobre todo, a caídas muy pronunciadas en los salarios reales; no cometeremos ese error.
Por ello, debemos ajustarnos muy rápido para que la inevitable inflación transitoria que causará la devaluación, sea eso, estrictamente transitoria, y que por lo mismo no se vuelva permanente; la inflación perjudica más a los asalariados y a los que menos tienen.
Debemos hacer todo lo necesario para que en muy poco tiempo los precios y el valor de nuestra moneda vuelvan a estabilizarse. Para enfrentar mejor la situación, el Gobierno de la República inicia hoy la aplicación de un Programa de Emergencia Económica, el Programa tiene tres objetivos medulares: lograr que el déficit en la cuenta corriente se reduzca ordenadamente a niveles manejables en el corto plazo; crear las condiciones para una pronta recuperación de la actividad económica y el empleo, y conseguir que el efecto inflacionario de la devaluación sea lo más reducido y corto posible.
La aplicación del Programa de Emergencia Económica debe sustentarse en un amplio proceso de concertación, en ese proceso el Honorable Congreso de la Unión habrá de desempeñar un papel fundamental en correspondencia con las atribuciones y facultades que le confiere la Constitución General de la República. De ahí que de conformidad con lo previsto en la fracción cuarta del Artículo 79 de la Constitución de la República, solicitaré a la Comisión Permanente que se convoque a un periodo extraordinario de sesiones del Congreso Federal.
En dicho periodo el Ejecutivo informará con todo detalle de la situación a fin de que el Honorable Congreso resuelva sobre los asuntos de su competencia comprendidos en el Programa de Emergencia Económica.
Esta reunión con los representantes de los sectores productivos y los intensos trabajos que la precedieron, se inscribe en el proceso de concertación social que será parte esencial del Programa de Emergencia Económica. Es sumamente alentador conocer que los representantes de los sectores productivos, han resuelto plasmar su compromiso de enfrentar solidariamente la circunstancia actual en un Acuerdo de Unidad para Enfrentar la Emergencia Económica. Su participación corresponsable y su firme compromiso, ponen de manifiesto que los mexicanos sabemos unirnos para enfrentar los grandes problemas y superar nuestros mayores desafíos.
Al suscribir este Acuerdo de Unidad, cada sector productivo pone de relieve su cabal conciencia de que en este año que comienza, todos deberemos realizar sacrificios y acatar escrupulosamente los compromisos contraídos.
Gracias al Acuerdo de Unidad evitaremos caer en una carrera incontrolable de tipo de cambio, precios y salarios. Ciertamente la contención de precios y salarios acordada, implica sacrificios, pero éstos serán menores de los que provocaría una espiral inflacionaria.
En el Acuerdo el sector empresarial se compromete a sacrificar márgenes de ganancia, mientras que el sector obrero se compromete a seguir pautas salariales consecuentes con el propósito de asegurar que el impacto inflacionario de la devaluación sea estrictamente transitorio y lo más reducido posible.
Todos debemos destacar el patriotismo y el afán solidario de los trabajadores del campo y la ciudad para proteger la planta de empleo del país. Esa actitud se corresponde con el propósito de preservar primero y multiplicar cuanto antes, las fuentes de empleo en México; esa actitud es un ejemplo que nos compromete profundamente a todos.
De su parte, el Gobierno Federal se compromete a reducir su gasto para acelerar el ajuste en la cuenta corriente y esto afecte a otros sectores en menor medida. Esta reducción de su gasto también le permitirá al Gobierno Federal asumir un sacrificio en ingresos fiscales, para que el ajuste en los precios y tarifas de los bienes y servicios que suministra el sector público sea gradual y moderado.
En el Acuerdo se ha convenido desarrollar mecanismos para elevar la competitividad, así como ampliar las metas en materia de capacitación para el trabajo. El Acuerdo también prevé que se removerán obstáculos regulatorios y burocráticos que inhiben la creación de nuevas fuentes de empleo, se ha establecido el compromiso de intensificar el combate a las prácticas desleales de comercio que lesionan gravemente a los productores nacionales.
A la vez se adoptarán nuevas medidas para fortalecer la capacidad competitiva de las industrias que emplean intensivamente mano de obra y que tienen un importante potencial exportador. Además, se han acordado mecanismos para promover modalidades de asesoría integral para respaldar a la pequeña y a la mediana empresa.
Adicionalmente, se ha convenido impulsar un proceso de modernización administrativa en el Gobierno Federal a fin de fomentar la eficiencia en la prestación de los servicios públicos y de atención ciudadana. El crecimiento y el empleo exigen que el país construya infraestructura adecuada.
Debemos reconocer, con toda honestidad, que el país todavía arrastra carencias importantes en materia de infraestructura que limitan su potencial de crecimiento y de generación de empleos. Debemos reconocer con igual honestidad que el Gobierno Federal no cuenta con los recursos suficientes para emprender por sí solo la edificación de la infraestructura para un desarrollo integral y equilibrado entre las regiones del país.
De hecho, ante necesidades esenciales de la población, hoy una prioridad indiscutible es la de canalizar mayores recursos sanamente posibles a la atención de los requerimientos básicos del desarrollo social.
Por eso, para no detener la expansión, y modernización de la infraestructura del país, el Programa de Emergencia Económica incluye propuestas para alentar la concurrencia de la inversión privada en ferrocarriles, telecomunicaciones, puertos y aeropuertos.
Para que el ajuste necesario sea más eficaz y menos severo, el Gobierno de la República gestionará el respaldo de las autoridades financieras de nuestros principales socios comerciales, de los organismos internacionales de los que México es Miembro de Pleno Derecho y de la banca comercial.
Conviene subrayar que ante la emergencia económica, el respaldo internacional que se obtenga facilitará que el esfuerzo de los propios mexicanos sea más fructífero y que recuperemos lo más pronto posible las condiciones financieras ordenadas y estables para nuestra economía.
Debo enfatizar que estas medidas y acciones son congruentes, con la certeza de que la economía mexicana es capaz de actuar y competir exitosamente en el mundo de nuestros días.
Gracias al trabajo de todos y a pesar de los problemas de hoy, nuestra economía cuenta con bases sólidas y con una participación resuelta y corresponsable de todos los sectores productivos. El Programa de Emergencia Económica permitirá retomar lo más pronto posible nuestras metas de crecimiento y empleo.
México debe crecer firme y sostenidamente, pues sólo el crecimiento generará los recursos que necesitamos para resolver nuestras carencias. Sólo el crecimiento generará el empleo para tener una economía más participativa; sólo el crecimiento producirá las oportunidades de bienestar para avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa.
Nuestro desarrollo será tan rápido como intenso sea nuestro trabajo y tan grande sea nuestro ahorro. El desarrollo al que aspiramos habrá de corresponder al esfuerzo cotidiano con que nos empeñemos siempre en hacer mejor las cosas. El desarrollo de México exige reconocer, con todo realismo, que no constituimos un país rico, sino una nación de graves necesidades y carencias. Debemos asumir que es indispensable esmerarnos todos para hacer lo mucho que todavía nos falta en la construcción de una sociedad de progreso y de equidad.
Tengamos siempre presente que en México una proporción muy grande de la población vive en condiciones de pobreza. Asumamos que es nuestra realidad, y con mayor fuerza la circunstancia actual, nos impone concentrarnos en el esfuerzo del ahorro. Asumamos, también, que en ello cabe mucho mayor responsabilidad a quienes más tienen.
Es mi responsabilidad admitir que la situación de emergencia económica impondrá sacrificios a todos. Antes que la imagen presidencial y antes que el renombre de funcionarios públicos, mi compromiso es actuar responsablemente, sin eludir ni tratar de ocultar la realidad.
Así como la situación de crisis que enfrentamos nos impone sacrificios, así también debemos identificar y aprovechar las oportunidades que representa.
Debemos traducir la emergencia de hoy en las grandes oportunidades de mañana. En este sentido, una clara oportunidad consiste en liberar a nuestra economía del lastre que significó el tipo de cambio sobrevaluado. Ese lastre impidió traducir el cambio estructural que con tanto esfuerzo se ha realizado, en un crecimiento económico más dinámico.
La crisis que ahora debemos superar nos abre la oportunidad de corregir permanentemente la sobrevaluación para sentar bases más sanas con las cuales podremos iniciar un proceso de expansión económica y de multiplicación del empleo.
El Programa de Emergencia Económica ha sido concebido por mexicanos y para ser realizado por los mexicanos, con clara conciencia de nuestra realidad y con apego a nuestras prioridades de desarrollo.
Como Presidente de la República estoy perfectamente consciente de que muchas de las medidas y acciones que deberemos realizar son difíciles y representarán un importante esfuerzo. Con todo, también tengo clara conciencia de que se trata de medidas y acciones indispensables.
Este Programa es la mejor opción para superar con rapidez, eficiencia y control ordenado, las circunstancias actuales. Debemos emprender este Programa animados por la certeza de que cualquier otra vía haría más difícil la superación de las dificultades que nos aquejan y más tardado el inicio del crecimiento con la generación de empleos que necesitamos.
Señoras y señores:
Hemos hablado con la verdad, he hablado con la verdad, y con la verdad también les digo que podemos tener confianza en que superaremos esta emergencia económica con las medidas y las acciones anunciadas. Sé que nos mantendremos unidos en la verdad y que sabremos unirnos para realizar juntos el esfuerzo necesario.
En los próximos meses la estrategia económica del gobierno estará concentrada en recuperar las condiciones que nos permitan crecer con estabilidad. Los mexicanos ya sabemos lo que es convivir con una alta inflación, y de ningún modo estamos dispuestos a volver a ella.
El esfuerzo que ahora nos exige la situación económica debe unirnos para impulsar simultáneamente y con la mayor determinación el pleno desarrollo político de México. Al encono y la división opongamos la conciliación y la unidad.
El esfuerzo que hoy nos demanda la economía debe alentarnos a imprimir un mayor impulso a las reformas necesarias en otras esferas de la vida de la República. Tal es el caso de la transformación recientemente iniciada en nuestro sistema de justicia, y tal debe ser también el caso de nuestra vida democrática.
Estoy convencido de que la superación de la emergencia económica debe estar acompañada de un avance sustantivo, inmediato y plenamente participativo para construir la democracia que todos los mexicanos anhelamos.
Debemos reconocer la razón de quienes están insatisfechos ante las limitaciones de nuestra vida democrática; debemos unir nuestro esfuerzo para avanzar en la edificación de una democracia que permita superar agravios del pasado y fortalecer el ejercicio de los derechos ciudadanos de los mexicanos. Lejos de avivar viejos enconos o de heredar fobias que nos dividen, nutramos nuestra convicción democrática con el respeto a la diversidad, el ejercicio de la tolerancia y la construcción de un orden político en el que nos reconozcamos todos. De ahí que hoy convoco a todos los partidos políticos, a sus dirigencias y militancias, a todos los actores sociales, incluso a quienes se han inconformado apartándose de la vida institucional, para que de inmediato iniciemos la discusión franca, abierta, respetuosa e intensa de todos los temas que pueden contribuir a fincar la democracia que merecemos los mexicanos. Esa democracia debe basarse en el diálogo respetuoso, en el reconocimiento de los derechos de cada uno y en la cabal aceptación de nuestra diversidad social. Debe ser una democracia que honre el México de ayer, satisfaga el México de hoy y fortalezca el México de mañana.
Todas las fuerzas políticas deben contribuir a que la circunstancia adversa que hoy nos presenta la situación económica, sea traducida, con la unidad de propósitos y la convergencia de voluntades, en un gran salto cualitativo hacia la nación plena que queremos para nuestros hijos.
¡Por eso, unamos nuestra voluntad en el propósito de cumplir cada quien con su parte! ¡Sumemos el trabajo de cada quien, la determinación de cada uno y las aspiraciones de todos! ¡Vale la pena, nuestros hijos agradecerán mañana el esfuerzo que ahora debemos emprender y que aquí juntos estamos iniciando!
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