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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 

 
 
 
 


1995 Carta enviada por el ex presidente Carlos Salinas de Gortari a los medios de comunicación

3 de Diciembre de 1995

Dados los acontecimientos recientes en México considero necesario expresar mi opinión.

1.– A partir de marzo de 1995 había yo decidido no comentar absolutamente nada sobre hechos que se escribieran sobre mi persona, así como ausentarme del país para evitar que mis palabras o mi presencia fueran utilizadas como pretexto para afectar la situación interna a la que todos estamos obligados a apoyar. Me negué incluso a hacer presiones cuando mi ausencia y discreción eran publicadas como “exilio”, lo cual por cierto no cabe en un régimen democrático.

En varias ocasiones he tratado de expresarme sobre temas que me afectan o sobre hechos que se me imputan; incluso mi intención ha sido realizarlo en México. He tenido el cuidado de no hacerlo sin antes comentarlo con las autoridades correspondientes; y la respuesta que he recibido ha sido que para no contribuir al enrarecimiento del clima que se vive, era preferible abstenerme de ello. Por eso, atendiendo sus sugerencias no había hecho ninguna declaración ni tampoco ningún viaje a México. Pero ante filtraciones y rumores declaro enfáticamente: estoy dispuesto, como siempre lo he estado, a comparecer y ponerme a la disposición para cualquier aclaración incluso de carácter legal.

2.– Se me imputa responsabilidad en todo aspecto que hoy significa problema. Existe sin embargo un clima de confusión, que en algunos aspectos es deliberado. Así, se dan posiciones y discursos de denuncia, o notas que aparentemente hacen revelaciones, que muchas veces no son más que filtraciones o repetición de filtraciones anteriores. Las “revelaciones” no son para ilustrar a la opinión pública, sino para confundirla, y al hacerlo aumentar el escándalo como arma política.

Por eso hay que afirmar con claridad que todo ello está inscrito en la política, tiene un propósito político y es parte de la circunstancia política de hoy.

Lo señalo porque eso muestra que la lucha política se ha vuelto tan dura como la crisis misma; pero además parece no tener límites. Como se suele escribir hoy en México, hacerme el “villano favorito” no tiene sólo un sentido anecdótico, qué va: tiene como propósito político convertirme en el foco de ataque de todas las facciones y grupos con algún agravio o interés. Pero llevado al exceso, ello se convierte en algo tan absurdo que los ciudadanos empiezan a darse cuenta de que hay algo más atrás de eso. Como servidor público supe de errores y aciertos. Y también de responsabilidades. Los asumo. Pero hay que mostrar con claridad esta tremenda lucha política. Hacerlo así le hará un verdadero servicio a la democratización de México.

Convertirme en el foco de todos los agravios, se da a partir de una gran confusión de intereses e intenciones. Respeto y atiendo la crítica fundada y objetiva. Trataré de darle respuesta con estas precisiones. Hay también quienes me señalan por molestia personal; otros porque a la incertidumbre se le agrega el temor y eso hace que se sumen a la crítica de moda; otros por válido coraje; unos más porque al haber perdido oportunidades de poder canalizan su frustración contra mí (es el caso de algunos quienes sólo porque trabajaron con Luis Donaldo Colosio se dicen “colosistas”); otros porque piensan que al golpearme lastiman en realidad al sistema político, con lo cual buscan debilitar al gobierno actual. Y algunos funcionarios menores que lo hacen para justificar que no pueden con su responsabilidad porque “todo se lo dejaron muy mal”.

Construcciones democráticas

Durante mi gobierno tuve que afectar muchos intereses para proceder, entre otros aspectos medulares, a la apertura de la vida política, de las actividades económicas, de la diversificación de las relaciones con el exterior, para ir dejando atrás las relaciones sociales dominadas por grupos aferrados al poder a lo largo de varios decenios. Fueron reformas para romper el control de los grupos políticos enquistados en el Estado. Se trataba de una reforma desde adentro a las estructuras de poder, creando nuevas bases populares, no con el propósito de prolongar a personas, sino para construir nuevas instituciones, más abiertas y democráticas. Se llevó a cabo bajo el liberalismo social, claramente diferenciado del neoliberalismo.

La reacción de los grupos afectados fue tremenda; a veces de manera callada y sin presencia pública; otras utilizando a terceros como instrumentos de su rechazo a las reformas. Esta oposición subterránea pero muy poderosa (del tamaño de los intereses afectados) se combinó con la reacción violenta de los grupos de narcotraficantes que fueron atacados con firmeza durante mi gobierno.

Son los grupos e intereses que se opusieron a una solución negociada del conflicto de Chiapas, presionando por una respuesta aniquiladora con los reflejos de la guerra fría, rudos y violentos reflejos con los que ellos respondieron dentro del país a movimientos populares cuando ellos tuvieron el poder. Son los mismos que criticaron sin reserva ni medida la campaña de Luis Donaldo Colosio durante enero y febrero de 1994. Son los que quisieron imponer a su candidato, para asumir el relevo tras la muerte trágica y dolorosa de Luis Donaldo Colosio. Son quienes más posiciones quieren ganar en las circunstancias actuales.

3.– Se me ha querido imputar la responsabilidad en la tremenda crisis económica que hoy vive el país, y que ha sumido en el desempleo a millones de mexicanos, quienes con justa razón están profundamente agraviados. Al entregar la presidencia, dejé problemas, sí; pero no heredé una crisis. Durante seis años se trabajó en el cambio y las reformas para lograr en todo 1994 tener inflación de sólo 6 por ciento; crecer de manera positiva los seis años del gobierno, y en cinco de ellos más rápido que la población; abatir la deuda externa y la interna. Y contrario a lo que se ha dejado creer, el 30 de noviembre de 1994, mi último día en la presidencia, estaban en el Banco de México las reservas más altas que cualquier gobierno haya dejado a su sucesor: más de 12 mil millones de dólares. Yo no bauticé al llamado “error de diciembre”; así le pusieron funcionarios de esta administración en entrevista con periodistas extranjeros. Si pedí una aclaración sobre él, no fue para soslayar mi responsabilidad, sino para mostrar que una crisis tan profunda también se genera con errores y no sólo con problemas en lo que se recibió. Se dijo que por cuidar mi imagen o por aspirar a puestos internacionales no había querido devaluar. No hice campaña para ello siendo presidente; y siempre estuve dispuesto a tomar la medida que fuera necesaria para resolver un problema, incluso en noviembre de 1994. Lo que yo sí busqué evitar fue realizar devaluaciones bruscas por el efecto traumático que los mexicanos hemos padecido de ellas a lo largo de la historia: entre 1989 y 1994 deslizamos la moneda más de 50 por ciento y contrario a la idea de que en 1994 no quisimos mover el tipo de cambio por razones políticas, a pesar de los tremendos sucesos de ese año, el desliz fue de más de 13 por ciento: en noviembre de ese año las exportaciones mexicanas ya estaban creciendo más de 30 por ciento. Para reducir la vulnerabilidad de nuestra economía respecto al exterior abrimos mercado hacia el norte (TLC), hacia América Latina, en Europa y por primera vez entre los tigres del Pacífico (APEC). El problema de los Tesobonos no provino sólo de su monto, el cual, por cierto, era anunciado públicamente cada vez que se hacía una emisión; se derivó también de que los inversionistas extranjeros le perdieron la confianza a ese instrumento y a todos los demás después de la devaluación del 20 de diciembre.

Confianza mutua

4.– Se me han venido haciendo imputaciones permanentes a lo largo del año en la trágica muerte de Luis Donaldo Colosio. Se ha sugerido que en los días o semanas previas a la muerte de Luis Donaldo se había desarrollado una división entre nosotros dos. A partir de ello se ha planteado que este supuesto distanciamiento estaba conectado, en alguna manera todavía no especificada, con el motivo de la persona o personas responsables del horrible asesinato que ocurrió el 23 de marzo de 1994. Cualquiera que haya sido la percepción de otros que la observaron –por necesidad– desde fuera, mi relación con Luis Donaldo Colosio durante los días y semanas previas al asesinato fueron siempre de confianza mutua, afecto y lealtad como lo fueron invariablemente a lo largo de nuestros 15 años de relación. Nunca dudé de la suya; y él siempre supo que contaba con la mía. Nunca me hizo comentarios que me hicieran dudar de eso y nunca me manifestó que él tuviera dudas propias. Nuestra comunicación durante su campaña fue frecuente, tanto por teléfono como en las múltiples entrevistas que sostuvimos.

En esos diálogos, nuestra comunicación siempre fue franca y cordial. Esto fue particularmente así en los días previos al terrible asesinato, por la serie de hechos políticos que sucedieron y que abrieron la perspectiva para que su campaña fuera más eficaz. En ningún momento se dio una confrontación y mucho menos una ruptura entre Luis Donaldo Colosio y yo. Ni hubo tampoco una divergencia de opiniones de fondo sobre temas sustantivos. Yo apoyé sus puntos de vista y me fueron compartidos por él, algo que ahora observo no pasó con varios de los que andaban en la campaña con él. Asimismo conversamos de sus entrevistas con otras figuras políticas.

Hasta el momento de su muerte hice ver con claridad y firmeza, en público y en privado, que para mí no hubo más candidato que Luis Donaldo Colosio; el partido nunca tuvo un relevo alternativo pues toda la concentración había estado en construir cuidadosamente su candidatura. Después de su trágica muerte, apoyé a quien supuse que el propio Luis Donaldo Colosio hubiera apoyado.

Luis Donaldo Colosio había sido el candidato esperado por el PRI; en sus más de 60 años de existencia, el partido postula a un candidato que no sólo tenía varios puestos de elección popular (había sido diputado y era senador) sino que también había ocupado puestos de dirigencia máxima en el PRI: había sido su presidente y oficial mayor, además de haber tenido la responsabilidad de coordinar mi campaña presidencial. Asimismo, venía de ocupar el puesto más importante en el gabinete en el área social, y tenía una excelente presencia internacional (derivada del propio trabajo partidista así como de sus responsabilidades en las tareas de medio ambiente). Finalmente como miembro del gabinete económico, había participado en las principales decisiones del cambio y reestructuración económica de México.

La mejor opción

Luis Donaldo Colosio representaba la mejor opción para mantener el proyecto político que durante varios años y a través de dos administraciones se había venido gestando; y era quien había asumido el compromiso más claro y contundente con la filosofía del liberalismo social.

Mucho se ha comentado sobre el discurso que pronunció el 6 de marzo en ocasión del aniversario del PRI; se dice que éste indicaba un rompimiento entre nosotros. En realidad en México siempre se han dado en las campañas presidenciales deslindes indispensables para afirmar al candidato; además, dado en las campañas presidenciales deslindes indispensables para afirmar al candidato; además, dado el contexto de los conflictos de Chiapas, desde fines de enero le había yo sugerido al candidato que tomara una postura de mayor separación respecto del gobierno, como yo lo había hecho al iniciar mi propia campaña presidencial en enero de 1988. Aquella sugerencia finalmente se materializó en el discurso del 6 de marzo. Se ha escrito que fue un discurso que nunca comentó previamente conmigo, lo cual es cierto (y en vista de su contenido, lo correcto); pero lo que no se ha publicado es que dentro de su tradicional cortesía y gran comunicación conmigo, me lo había enviado antes de pronunciarlo.

Es cierto que la principal ocupación que tenía yo en esos momentos era con la paz y la estabilidad del país. Cualquier otro enfoque hubiera sido inconsistente con mi deber constitucional. Lo que es más, sólo un entorno político estable podía garantizar la celebración de elecciones libres y pacíficas. Esto era perfectamente entendible –y aceptado– por el propio candidato Colosio.

La muerte de Luis Donaldo Colosio entristeció al país, enlutó a su familia y significó el golpe más fuerte a mi gobierno; acabó con un candidato cuidadosamente preparado a lo largo de varios años, el más comprometido con el proyecto de modernización del país y el más cercano a mi afecto. Si alguien fue cercano y amigo de Luis Donaldo Colosio, incluso en cuestiones de su vida familiar, fui yo. Y por su enorme capacidad y talento, participé muy cercanamente en su promoción profesional hasta llegar a su postulación como candidato a la presidencia.

Su asesinato, además de ser un golpe que me devastó personalmente, en los hechos impactaba precisamente aquello en lo que yo estaba más concentrado: la paz y la estabilidad del país, así como la conducción de la economía, todo ello afectado por los hechos de violencia provocados por el levantamiento guerrillero en Chiapas. La verdad simple y llana es que su muerte fue un golpe tremendo contra mí, en lo personal y en lo político. No hay nada que sugiera, implique o presente que alguna diferencia entre él y yo o algún desacuerdo, que no existió, pudiera haber afectado mi disposición hacia su candidatura. Nuestros intereses estaban estrechamente unidos, especialmente en las circunstancias que prevalecían en esos momentos. Las presiones sobre mí personalmente y contra las políticas de cambio estructural y reforma de mi administración se incrementaron dramáticamente a partir de su terrible muerte. La propia viabilidad de esas políticas se puso en duda. Es absurdo sugerir algo diferente.

Acusación delicada

Pero llevando el argumento más allá: aun si una diferencia hubiera ocurrido, aun si nuestros intereses políticos hubieran diferido –lo que hay que insistir no ocurrió–, no hay acusación más delicada que pudiera presentarse –no puede haber una convocatoria más abyecta para un clima de cinismo y desencanto– que sugerir una conexión entre eso y el reprobable crimen que fue cometido. Precisamente una acusación así pone en duda el fundamento moral y político de la Presidencia de la República. Si hubiera evidencia real (no fabricada) para apoyar esa acusación, es obligatoria para cualquiera que la tenga o la haya tenido que la presente a la autoridad competente. Y si no la hay, quien promueva estas acusaciones merece la mayor de las condenas, por ser un asunto de enorme seriedad. Este es un motivo sin duda que demanda con energía una investigación sobre quienes promueven, por resentimiento, aviesa intención o simple irresponsabilidad, este tipo de afirmaciones.

5. Es indispensable una vez más insistir que para mí es inaceptable el engaño de mi hermano Raúl; y el engaño está en que desde el inicio de mi administración le pedí que no participara en negocios. Incluso a colaboradores míos les pedí que no hubiera ningún trato privilegiado a ningún familiar mío. Por eso, en lo personal y como ciudadano, le he transmitido la exigencia de que aclare la procedencia de esos fondos. En ese reclamo mi posición es clara y sin ambigüedades. Yo no tuve conocimiento de esas actividades.

6. Nada de lo que ha sucedido este año en México es ajeno a la lucha tremenda por el poder. Lo que se ha estado dirimiendo es qué proyecto de nación prevalecerá.

Por eso no puede considerarse como casual la ofensiva política en contra mía del licenciado Luis Echeverría, quien fue presidente de México entre 1970 y 1976. Entiendo que su proyecto de país era el de una economía cerrada, sin competencia política, y donde se dio fuerte antagonismo entre las diversas clases sociales. Con él colaboraron gente muy respetable. Pero obsérvese con atención a algunos de mis principales impugnadores recientes:

Augusto Gómez Villanueva, ex secretario de la Reforma Agraria del gobierno del licenciado Echeverría, y quien hoy encabeza a una fracción de diputados priístas que piden mi expulsión del partido. Porfirio Muñoz Ledo, secretario del Trabajo del licenciado Echeverría, a quien el propio Echeverría puso como presidente del PRI en la campaña del licenciado José López Portillo, y hoy es presidente del opositor Partido de la Revolución Democrática (PRD). Y Adolfo Aguilar Zinser, diputado “independiente” que promueve una comisión legislativa para investigarme, y quien trabajó de tiempo completo en el “Centro de Estudios del Tercer Mundo” bajo la dirección del licenciado Echeverría. Sin olvidar a Ignacio Ovalle, quien fungió como secretario particular del entonces presidente Echeverría.

No son los únicos opositores que enfrento; están aquellos que fueron afectados por las reformas que realicé, y en particular los narcotraficantes decididamente perseguidos durante mi gobierno. Pero los anteriores son los más sistemáticos, los mejor organizados y los que tienen un proyecto político claro y preciso ante las circunstancias actuales.

En el mar de acusaciones que ellos me lanzan, no estamos contemplando un acto de sinceridad o de patriotismo, o incluso de anticorrupción; sino maniobras políticas en las que muchos participan sin darse cuenta que son meros instrumentos de grupo o facción política que pretende convertirse en hegemónica.

Lucha por la sucesión

Se sabe que han acumulado enormes cantidades de medios y recursos financieros, así como una activa participación inmobiliaria. Simultáneamente suman personas a su proyecto político; puede recordarse a las que sirvieron durante 18 años con el licenciado Echeverría en la Dirección Federal de Seguridad, la cual tuvo que ser disuelta por su notoria corrupción. Por cierto, nadie de los arriba mencionados dijo nada cuando Rubén Zuno, cuñado del licenciado Echeverría, fue llevado a proceso en Estados Unidos acusado de ser traficante de drogas y de haber participado en la planeación del asesinato del agente antinarcóticos de Estados Unidos, Enrique Camarena Salazar.

Es necesario ahora recordar que en marzo de 1994, a las pocas horas de la dolorosa muerte de mi entrañable amigo Luis Donaldo Colosio, en medio de la tragedia y de la incertidumbre económica que se gestaba, se desató una tremenda lucha por la sucesión de su candidatura: en esos días el ex presidente Luis Echeverría se presentó de improviso en mi oficina de Los Pinos, con gran urgencia, para proponer a “su” candidato. Su propuesta evidentemente no era en favor del doctor Ernesto Zedillo. Simultáneamente el licenciado Augusto Gómez Villanueva se lanzó públicamente (a través de una carta y desplegado) a promover apoyos a un precandidato del PRI, sin que éste estuviera enterado y que también era diferente al candidato que postuló el partido. Eso amenazaba a romper la cohesión interna del PRI, y crear una situación desestabilizadora. Se tuvieron que realizar intensas negociaciones para lograr en el partido el consenso para apoyar la candidatura del doctor Ernesto Zedillo.

En ese momento no me parecía que las iniciativas de estos individuos tuvieran relación con los acontecimientos dolorosos que habían estado sucediendo en el país desde enero de 1994. Pero en septiembre de 1995 el licenciado Echeverría declaró públicamente en contra del liberalismo social, y de lo que él mismo denominó su posible “transexenalización”; parecería que para él y otros la candidatura de Luis Donaldo Colosio era precisamente la posibilidad de que se mantuviera el modelo del liberalismo social.

Parecería que muchos de los intereses que afecté no son siquiera motivo de sospecha. Pero la sociedad sabe mejor: Una luchadora de los derechos humanos y de la vigencia del Estado de derecho tan limpia y valiente como lo es Teresa Jardí, ha escrito que los “asesinatos (de Colosio entre otros) podrían tener como autores a los que se están quedando con el país. Se mata para ganar, y a los emisarios del pasado se les está dejando el país en las manos. Han demostrado que están dispuestos a cualquier cosa para no perder el poder político que durante los setenta tuvieron, mientras el económico lo conservan vía sus nexos con el narcotráfico: éstos podrían ser los autores de la conspiración criminal”.

Por eso he señalado que esta avalancha de acusaciones en mi contra tienen que ponerse en su adecuado contexto político. De otra manera, ellos y otros podrían estar buscando confundir más a una opinión pública que parece estar más dominada por el rumor que por la información.

El proyecto de reforma que yo impulsé, con los problemas y errores que asumo, se llevó a cabo porque en el mundo de hoy no parece que otras naciones sigan un camino más eficaz. En el debate interno en el país no se ha presentado un proyecto alternativo claramente mejor, excepto volver a repetir experiencias del pasado.