Ernesto Zedillo, 29 de diciembre de 1994
En el salón Vicente Guerrero de la residencia oficial de Los Pinos, el Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León dio a conocer al pueblo de México el Programa de Emergencia Económica, a través de un mensaje difundido por los medios de comunicación.
Buenas tardes.
El pasado 22 de diciembre, el Banco de México dejó de intervenir en el mercado cambiario, el exceso de demanda de divisas provocó una considerable devaluación en nuestra moneda. La demanda de dólares era
mucho más grande que la oferta, y dado el uso de reservas internacionales que a lo largo de 1994 hubo de efectuar el Banco de México, se llegó a un punto en el cual ya no fue posible cubrir la diferencia con sus propias reservas; consecuentemente debió dejarse que el precio del dólar se ajustara libremente.
La principal razón por la cual la demanda de divisas se hizo mucho más grande que la oferta es que durante varios años nuestras importaciones han sido mucho mayores que nuestras exportaciones. La diferencia entre las importaciones y las exportaciones de mercancías y servicios fue de casi 25 mil millones de dólares en 1992; 23 mil millones en 1993 y se calcula cercana a 28 mil millones en 1994.
Esta diferencia es lo que se conoce como el saldo en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Bajo cualquier medida el saldo negativo en la cuenta corriente llegó a ser demasiado grande, por ejemplo, como proporción del valor de todo lo que se produce en nuestra economía, es decir el Producto Interno Bruto; en 1994 el déficit en la cuenta corriente alcanzó casi el ocho por ciento.
Para dar una idea de qué tan grande es esta proporción podemos compararla con la que se registró en el último año de cada uno de los tres sexenios anteriores: en 1976 esa proporción fue del cuatro por ciento; en
1982 fue del tres por ciento y en 1988 fue de poco menos del uno y medio por ciento del Producto Interno Bruto.
Normalmente el saldo negativo en la cuenta corriente se compensa con entradas de capital hacia nuestro país; hubo entradas de capital privado para inversiones directas, pero principalmente flujos de capital invertidos en
instrumentos financieros líquidos de corto plazo.
El que hayan venido capitales a México y que eso nos haya ayudado a pagar por las importaciones de materias primas y de bienes de capital no es en sí mismo malo, lo malo fue el exceso; el que creciera tanto la cuenta corriente, así como el que nuestro país se haya visto sacudido por varios hechos lamentables que minaron la confianza y que los capitales se hayan hecho más escasos también en el exterior, hizo crecientemente difícil que continuaran viniendo esos capitales a compensar el déficit.
De hecho muchos de los inversionistas que llegaron en años anteriores empezaron a retirarse en 1994.
Para compensar las menores entradas de nuevo capital y los retiros de capitales, durante 1994 el Banco de México, como ya mencioné, utilizó montos importantes de las reservas internacionales. Esto se hizo con mayor intensidad cuando frente a sucesos que han conmocionado al país, los inversionistas decidieron retirar sumas importantes de sus inversiones. Así ocurrió al estallar el conflicto en Chiapas, y ante la inquietud política que prevaleció a fines de febrero y principios de marzo; así ocurrió también ante los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y de José Francisco Ruiz Massieu, y así volvió a ocurrir con los acontecimientos más recientes en el estado de Chiapas.
La verdad es que el tamaño del déficit de la cuenta corriente y la volatilidad de los flujos de capital con que se financió, hicieron muy vulnerable a nuestra economía.
Mi gobierno se propuso reducir paulatinamente esta vulnerabilidad ajustando de manera gradual el déficit en la cuenta corriente y restituyendo la confianza para dar mayor permanencia a los flujos de capital del exterior. Esta estrategia no pudo sostenerse, lamentablemente, en virtud del tamaño del desequilibrio acumulado y de acontecimientos políticos que precipitaron la salida de capitales, el margen de acción para desactivar lenta y progresivamente el problema, se agotó.
Ahora puede apreciarse con claridad que el déficit en la cuenta corriente llegó a ser tan grande durante los últimos años que dadas las circunstancias internas y externas, era insostenible. Es preciso reconocer que hubo una subestimación del problema, y esa subestimación fue sumamente grave.
Ahora no tenemos más remedio que reducir rápidamente el déficit en la cuenta corriente para ajustarnos a nuestros propios medios y a un monto considerablemente menor de financiamiento en los mercados
internacionales. Para reducir el déficit en la cuenta corriente servirán, tanto la devaluación, como otras medidas de ajuste que inevitablemente habrá de tomar nuestro país.
La devaluación reducirá al hacerlas más costosas las importaciones de mercancías y servicios y aumentará nuestras exportaciones al hacerlas más atractivas en el exterior.
También hará más atractivo el que vengan inversionistas a establecer nuevas empresas en nuestro país. Sin embargo, la devaluación también tiene efectos sumamente dolorosos en nuestra economía: inevitablemente afecta los precios en moneda nacional de los productos que importamos y esto causa un efecto inflacionario transitorio que daña los niveles de vida de todos.
La situación afecta a todos los mexicanos, pero debe ser enfrentada con decisión para que la crisis no tome proporciones aún mayores y más costosas para la población.
Debemos y podemos superar rápidamente esta crisis para aprovechar las posibilidades de crecimiento que sí tiene nuestra economía.
Tanto en México como en el extranjero, se reconoce que el país ha construido bases sólidas para alcanzar un proceso de desarrollo sostenido y con justicia social.
Debemos ajustarnos lo más pronto posible y evitar que la inflación transitoria que causará la devaluación, se nos vuelva permanente. La inflación perjudica más a los asalariados y a los que menos tienen. Por eso
debemos hacer todo lo necesario para que en muy poco tiempo los precios se estabilicen, de ahí que en los primeros días de enero iniciaremos un Programa de Emergencia Económica, el Programa contendrá medidas
difíciles, pero indispensables para superar la situación, no podemos permitir que la crisis nos arrastre; debemos enfrentarla y controlarla de inmediato admitiendo los sacrificios que la situación hace inevitables, si no lo hacemos así el costo será mayor para todos, sobre todo para los que menos tienen.
El Programa de Emergencia Económica tendrá tres objetivos fundamentales:
Primero: reducir el déficit en la cuenta corriente a un nivel sanamente financiable en el corto plazo.
Segundo: crear las condiciones para una pronta y sana recuperación de la actividad económica y el empleo.
Tercero: hacer que el efecto inflacionario de la devaluación sea lo más reducido y breve posible, y evitar que la economía caiga en una espiral inflacionaria.
Para cumplir estos objetivos, el Programa de Emergencia Económica deberá incluir los siguientes elementos:
Uno: un acuerdo entre los sectores productivos que con todo realismo económico impida caer en una carrera entre devaluación e inflación.
Dos: un ajuste fiscal que complemente el efecto de la devaluación sobre la reducción del déficit en cuenta corriente, entre otras acciones el ajuste fiscal comprenderá una necesaria reducción en el gasto público respecto de lo programado hasta ahora para 1995.
Tres: un conjunto de medidas para profundizar en el cambio estructural, en particular en aquellos sectores que requieren modernizarse rápidamente para alentar la productividad y la competitividad de nuestra economía. Estimularemos el concurso de la inversión privada en la modernización de la infraestructura para el desarrollo.
Cuatro: la integración de un fondo de apoyo financiero con recursos internacionales en un monto que permita la estabilización financiera en el más corto plazo posible; este fondo podrá integrarse a la brevedad gracias a
la buena disposición y confianza expresada por las autoridades financieras de nuestros principales socios comerciales, por los organismos financieros internacionales y por la banca privada internacional.
Quiero informar que para concertar, integrar y poner en ejecución el Programa de Emergencia Económica con la eficacia y credibilidad que reclaman las circunstancias, he decidido aceptar la renuncia del doctor
Jaime Serra Puche como titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, quien será sustituido por el doctor Guillermo Ortiz Martínez.
El Programa de Emergencia Económica será aplicado con toda determinación a fin de restaurar cuanto antes la plena confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros en las perspectivas de crecimiento
con estabilidad financiera de la economía mexicana.
Debemos controlar la amenaza inflacionaria en el más corto plazo posible para aminorar, primero, y poder revertir después, los efectos de esta crisis sobre los niveles de vida de la población y sobre las oportunidades de empleo.
El Programa tiene el propósito sobre todo, de convertir lo que hoy es una situación crítica en una oportunidad de crecimiento sano y firme. De ahí que sectores de la economía como las actividades exportadoras, las que
compiten con importaciones y el turismo, ganarán en rentabilidad y se harán más atractivas a los inversionistas fomentando la creación de empleos.
Como Presidente de la República tengo clara conciencia de que la emergencia económica que enfrentamos, exige un esfuerzo adicional para todos. Sé que este esfuerzo adicional exigirá la participación corresponsable
de todos, pero también sé que todos preferimos la verdad para saber bien a qué atenernos. Mil novecientos noventa y cinco comenzará con una responsabilidad muy fuerte para todos, la de un nuevo esfuerzo firme, tenaz en el que cada uno deberá poner su parte, en el que nadie quedará exento de sacrificios. Debemos comenzar 1995 con unidad, determinación y confianza; unidad para sumar las voluntades de todos; determinación de que ya antes hemos probado que somos más fuertes que cualquier problema; confianza
en que sabremos unir el esfuerzo de cada uno para superar esta emergencia económica.
Muchas gracias.
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