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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

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ISBN 970-95193

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1988 Legitimación posible en ejercicio del bien común. Abel Vicencio Tovar, diputado federal panista.

Diciembre 1 de 1988

 

Legitimación posible en el ejercicio del bien común

 

Hago uso de la palabra en circunstancias sin precedentes. No porque en un régimen republicano sea inusitado que el pueblo, a través de sus representantes, haga uso de ese derecho; sí, porque después de 59 años de implantado el régimen de partido-gobierno, el mexicano ha visto totalmente menguado ese derecho, sobre todo cuando se intenta ejercitarlo fuera del círculo del gobierno y del compromiso del partido oficial.

Por ello, quiero ser, sin mandato expreso, la voz de decenas, tal vez de miles de ciudadanos burlados, amenazados, engañados, defraudados, para convertir la expresión de su voluntad, que es expresión de lo más profundo cié la naturaleza humana, en simple mercancía de supuestos triunfos electorales.

"Sí, quiero ser la voz de los que reiterando la imperiosa necesidad del hombre de creer en mejores tiempos, volvieron a ser víctimas del ciclo sexenal de a esperanza. Buenas caras y promesas en principio y después en todas sus formas el desprecio a sus derechos.

Quiero ser la voz de los que perdieron en su empeño ciudadano, no importa su ubicación partidista, tranquilidad, salud, patrimonio y algunos desgraciadamente la vida, como en el caso de una entusiasta joven en Chihuahua, víctima de la represión agazapada.

Me dirijo a los representantes de la nación, me dirijo a los medios auténticos de comunicación, a la comunidad nacional y a la internacional: éste es un pueblo en pie de lucha y ya nadie puede pararlo.

El Partido Acción Nacional, reiterando su capacidad propositiva, hizo conocer el 16 de noviembre de 1988 un apretado compendio de su razón de ser, como instrumento al servicio del pueblo, del sentido que orienta su fuerza de transformación y de su contribución nacional para ofrecer a toda la nación la posibilidad de transitar de un régimen de facto hacia a un régimen de derecho. Es conveniente tener presente, aún en forma por demás resumida, las propuestas y las exigencias del partido en varias materias:

* En el capítulo de política, económica y social, reformas que permitan un ingreso justo y el acceso de todos los mexicanos a los beneficios del desarrollo y a la recuperación inmediata de la capacidad de compra, que es de sobrevivencia de la clase trabajadora; renegociación sensata del pago de la deuda externa y la recuperación plena del recurso de la tierra en sus diversas formas de tenencia, como base de la producción nacional.

* Se demanda la vigencia plena de los derechos humanos y su garantía por parte de la autoridad, incluyendo por supuesto al Poder Judicial como poder político encargado de la administración de justicia.

* En cuanto a política educativa, se demanda la reforma de las estructuras que permitan el acceso de todos los mexicanos, integrados en el esfuerzo educativo nacional todos los sectores, abandonando el ilegal monopolio educativo que se ejerce, y respetando la elaboración de planes y la participación en ellos, en la tarea educativa, de los padres de familia.

* En cuanto a democracia política, es indispensable el tratamiento del derecho político en un marco constitucional similar al de las garantías individuales. Lo es también la definición de la función y responsabilidades de los medios de información y por supuesto, una forma integral de la legislación y de la prácticas electorales, para garantizar a todos los ciudadanos el respeto a su pronunciamiento en esta materia, terminando para ello con la ilegítima confusión que hace sufrir a los mexicanos entre gobierno y partido oficial con todos los recursos y con todas las consecuencias.

En el pasado inmediato estas demandas fueron conocidas por el gobierno. Su respuesta fue sólo una promesa inicial y después la cerrazón absoluta.

No se puede, mediante una alienante propaganda y el uso de cifras afeitadas, borrar la historia de un sexenio que continuando con una línea en ese sentido envileció más a muchos mexicanos, haciéndolos cómplices de los fraudes en la elección y engañó, empobreció y explotó a la mayor parte de ellos.

Se conviene en que es grande el destino de México, como últimamente dijo el presidente saliente; pero para alcanzarlo, sus gobernantes deben estar a la altura de su grandeza, lo cual no ha ocurrido.

En México, a pesar de reformas legislativas, se intentó congelar a la democracia, más con los hechos que con las palabras de la ley. El despertar generalizado de una conciencia política nacional en la última campana federal, no es un logro del gobierno, que intentó mediatizar al pueblo; sino una realidad de transformación que se dio a pesar del gobierno, como reacción ciudadana frente a los abusos gubernamentales, .y contribuyó especialmente a este resultado, con otros líderes políticos, el Ingeniero Manuel Jesús Clouthier, quien con razón advirtió: "Nunca más otra elección a espaldas del pueblo".

No podría negarse absolutamente que en la cúspide política y en funcionarios que se acercan a ella, ha existido propósitos de servicio, pero la acción siempre reiterada de sustituir o modificar las decisiones electorales de los ciudadanos, fortaleciendo así una cultura de mentira y de simulación, es un mal atávico que echa a perder hasta los mejores esfuerzos de los gobernantes para servir.

Esa actitud favorece el fatalismo político, que consiste en la pérdida de la esperanza, por lo que la abstención aumenta, como ha ocurrido en algunas de las últimas elecciones locales, y aumenta así la presión hacia la violencia.

La “soberanía de los estados” que no impide la imposición de gobernantes y de decisiones desde el centro, se convierte en argumento farisaico para no defender al pueblo de las agresiones de las autoridades locales.

En este marco, el régimen que se avecina proclamó su triunfo, reconocido exclusivamente por los diputados de su partido contra la oposición ce toda la oposición, sobre la base de un proceso electoral, que como fruto del nuevo Código Federal afinó el control absoluto del gobierno, marginando a los partidos independientes, multiplicó las dificultades para defenderse y transitó desde el engaño y la agresión en muchas casillas electorales, hasta la resolución de las quejas por un Tribunal Federal Electoral más comprometido con la forma que con los valores que la ley preserva, y se llegó por último a la decisión arbitraria en un Colegio Electoral, que por incidir descaradamente en el vicio de confundir "juez" y "parte", debe desaparecer en su actual expresión.

Por estas razones y por muchas más, el origen del nuevo gobierno y de su presidente es ilegítimo y seguirá siendo ilegítimo hasta el fin de los tiempos.

Sin embargo, ante la imperiosa necesidad de que el poder ejerza funciones de autoridad para que la sociedad se cohesione y pueda apoyar al hombre a vivir y a trascender, existe la posibilidad de que las acciones del gobierno de facto puedan legitimarse en el ejercicio del bien común.

Se extrañarían también, sin embargo, algunos que pretendieran que esta argumentación podría permitir la reiteración de los fraudes a la voluntad del pueblo y a continuación un intento de legitimación en el ejercicio. Esto puede reiterarse en la infancia de los pueblos, y México, los mexicanos, a pesar de su gobierno han llegado a una plena etapa de madurez. De ninguna manera admitiremos nosotros y los que vienen después de nosotros, un eterno retorno al engaño y a la justificación posterior, porque la legitimación de que se habla puede equipararse a la que pudiera lograr un gobierno constituido como producto de un proceso revolucionario, y las revoluciones, señores, no se hacen todos los días.

El gobierno entrante y los partidos de oposición, especialmente el Partido Acción Nacional, han manejado los términos de concertacion y de diálogo. El uso de estos términos tal vez no ha sido bien comprendido, y dentro y fuera del partido ha provocado en algunos sorpresa y desagrado. Especialmente ha ocurrido esto en los extremos de los grupos interlocutores.

Puedo decir, con la autoridad de una encomienda expresa de la directiva nacional de mi partido, y por supuesto con el asentimiento tácito de los militantes y de muchos de la mayoría del pueblo, que en la medida en que se logre un ambiente de respeto mutuo, el diálogo será usado como lo que es: como una forma de rescatar el valor de la palabra para establecer comunicación entre seres humanos; como un recurso válido para oponerse al monólogo, de suyo estéril; como una acción que busca la verdad política y que por tanto se aparte del maniqueísmo y que busca así también el encuentro con la libertad.

Pero que no se olvide que este método sólo tendrá éxito y sólo será respetable, en la medida que hay absoluta congruencia entre las palabras y los hechos.

El diálogo no cancela las otras formas de lucha que seguirá usando mi partido como oposición responsable.

En caso de que nuestro interlocutor llegara en alguna forma a traicionar la palabra empeñada, apresuraría tal vez el desenlace violento de su caída, pero imponiendo a los mexicanos un sacrificio mucho mayor que la historia reclamará a cualquiera que lo intente.

Hasta ahora, del régimen que se inicia sólo conocemos palabras, pero las palabras en política sólo tienen trascendencia cuando se convierten en hechos de gobierno.

Los primeros signos que el gobierno ha hecho conocer respecto a sus promesas, no permiten abrigar demasiadas esperanzas. La integración del Gabinete, algunos de cuyos miembros no han sido precisamente promotores del diálogo ni de la democracia, es desgraciadamente un mal presagio.

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En tanto que aún estamos en el camino para la toma del poder, aún somos oposición, somos oposición definida, oposición decidida en la consecución de nuestros objetivos. Somos aún oposición, porque es sumamente urgente transformar la estructura, política imperante en México para ponerla al servicio de los mexicanos.

Somos oposición porque la mayoría de los mexicanos se han visto envilecidos, burlados, empobrecidos en forma progresiva por los gobiernos que aún se atreven a llamarse revolucionarios.

Somos oposición porque es urgente cambiar la relación dinámica entre pueblo y gobierno, pues todo mexicano desea que el gobierno no se desempeña en su servicio y no que obligue al pueblo a servirlo.

Somos oposición porque el régimen; dominante ha demostrado por un largo trecho de la historia contemporánea, su incapacidad para cambiar las estructuras sociales y ponerlas al servicio de la seguridad, de la suficiencia, de la justicia para, los mexicanos.

Muchas, muchas reformas legislativas deberán hacerse, pero es mucho más importante la reforma de las estructuras y la reforma de la cultura política. La experiencia histórica ha demostrado hasta la saciedad que el Partido Acción Nacional tiene razón; no hay reforma social, reforma política que pueda lograrse en plenitud si no pasa por una profunda reforma personal; por una profunda reforma moral.

 

La Nación. Diciembre 15 de 1988, enero 1º de 1989, p. 3-7.