Agosto 14 de 1988
EL PUEBLO MEXICANO VOTO POR LA DEMOCRACIA
El 6 de julio se produjo un cambio radical, que se gestó y maduró por décadas. Desde ese día, las leyes escritas y no escritas del México presidencialista, patrimonial y corporativo, quedaron atrás.
México vive una situación excepcional: en los hechos, se ha creado una realidad cuasi parlamentaria, en abierta contradicción con una formalidad presidencialista.
Lo que está naciendo hoy en México es la Democracia, a partir de dos figuras centrales: el ciudadano y los Partidos Políticos.
Los ciudadanos votamos por la democracia; ahora toca a los partidos, al Colegio Electoral y al Congreso de la Unión llevar a buen término el nacimiento de esa aspiración nacional y popular:
LA DEMOCRACIA de los ciudadanos y los partidos políticos.
A esa gran voluntad democrática del pueblo mexicano deben supeditarse los diversos intereses partidarios.
Los partidos políticos están obligados a trabajar en común, y separadamente, para responder a esa exigencia ciudadana.
Dos son las tareas principales y requisitos básicos para crear un nuevo régimen democrático en México.
1. La revisión exhaustiva y sin concesiones de los resultados electorales, en estricto apego al Código Federal Electoral; y
2. La búsqueda de acuerdos políticos con el fin de elaborar conjuntamente las reformas constitucionales y la nueva legislación para la transición democrática; en primer lugar, una nueva legislación electoral.
La voluntad popular no es objeto de negociación, pero la lucha democrática no se agota con el triunfo o derrota de uno u otro partido. Cualesquiera que sean los resultados, en sí mismos no satisfacen plenamente la voluntad ciudadana del cambio democrático. Para ello se requiere, además de la legalidad del proceso electoral y de la legitimidad de los resultados, de una nueva legislación política y electoral que garantice y consolide ese cambio democrático.
Hemos de evitar, entre todos, que la voluntad democrática se vea frustra-da y ello cobre dimensiones destructivas. Nadie con sentido cabal de su responsabilidad como mexicano lo desea.
El proceso electoral debe culminas en un clima de respeto y con el espíritu que se corresponda al mandato popular del cambio democrático.
Resultados claros y legales, y una nueva legislación que consolide el cambio, pueden ser las bases para iniciar un camino democrático que abra paso a las reformas económicas y sociales tanto tiempo pospuestas, sin arriesgar necesariamente la paz social.
La concertación debe darse en su lugar natural: el Colegio Electoral, primero, y el Congreso de la Unión, después. Deberá ser de altura. El pueblo rechaza cualquier cosa que tenga visos de "transa", y maniobras a sus espaldas.
Lo que debe negociarse no es la voluntad popular, sino las mejores formas de transitar democráticamente hacia una nueva época republicana.
Así, la intransigencia democrática de los electores Cardenistas, el vigor democratizador del PAN, y las fuerzas igualmente democratizadoras dentro del PRI, conforme al mandato de la sociedad, que exige un Estado de Derecho en plenitud, y sin abdicar nadie de sus posiciones y principios, podemos construir entre todos, una nueva República, un México democrático, soberano y libre.
México; D. F., 14 de agosto de 1988
René Avilés F; Fabio Barbosa; Roberto Borja; Fausto Burgueño; Jorge G. Castañeda; Luís Cervantes J.; Gerardo de la Torre; Marcela de Neymet; Rodolfo Echeverría M.; Félix Goded A.; Juvenal González; Jorge Meléndez; Carlos Monsiváis; Joel Ortega J.; Humberto Parra; Emiliano Ramos; Benito Rey R.; Enrique Rojas Bernal; Evaristo Pérez Arreola; Eduardo Valle E.
Fuente: Revista Proceso, Número 616, 22 de agosto de 1988.
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