15 de Diciembre de 1987
A todos mis compañeros,
A la opinión nacional:
Es llegado el momento de formalizar una determinación que durante largo tiempo he madurado y que había ya adelantado en la conducta pública: mi renuncia, voluntaria e irrevocable, a la membresía del Partido Revolucionarlo Institucional.
Las causas son bien conocidas. Considero que el Partido ha abdicado de su tarea histórica y desistido del papel de vanguardia que le correspondía frente a la crisis. Tras de sus siglas se esconde hoy un designio entreguista y antipopular que es indispensable combatir.
Cometido al grupo contrarrevolucionario en el poder y cautivo por la claudicación de sus dirigentes, el Partido ha perdido tanto la genuina lealtad de sus militantes, como la confianza de los ciudadanos y, con ello, la razón original de su existencia.
La organización cumplió etapas fundamentales en la vida del país. Transformó a la nación y construyó en gran medida nuestro presente, pero se ha cerrado a las aspiraciones de cambio, y está obstruyendo, en su decadencia, el surgimiento de una sociedad plenamente democrática.
Hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para sacudir la conciencia del Partido y modificar su equilibrio interno en favor del proyecto constitucional y el rescate de la soberanía. Fuimos agredidos y marginados. Nos vimos precisados a transitar de una actitud crítica a otra disidente, hasta promover abiertamente la oposición progresista a efecto de honrar nuestras convicciones.
Estamos empeñados en conformar, mediante la concertación de diversos partidos y fuerzas políticas, un amplio frente democrático que sostenga la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia de la República y se convierta en la primera fuerza electoral de México. Sólo así podremos derrotar al continuismo y devolver al pueblo la facultad suprema de autodeterminarse.
La lucha emprendida exige afrontar tocos los riesgos y excluye las ambigüedades. Invito a los miembros del Partido Revolucionario Institucional que militen por convicción verdadera, para que se decidan a salvaguardar su dignidad en el rechazo a la imposición, abandonen la organización y se sumen a nuestra causa.
Para quienes resuelvan apoyamos desde dentro por la persuasión y con su voto, mi solidaridad y la esperanza de que habrán de perseverar en su rebeldía. Para quienes han optado por cohonestar el autoritarismo, arguyendo que intentan todavía transformar al Partido, el testimonio irrefutable de su contradicción y la sospecha de que su actitud no sea sino disfraz del oportunismo. Para los arribistas y logreros de siempre, ml desprecio de siempre.
Duele el desprendimiento. Las amistades flaquean y se reaviva el recuerdo de faenas compartidas, de objetivos cumplidos y de sueños nunca consumados. Conforta, sin embargo, la voluntad de reencontrar lo mejor de nuestro pasado en el horizonte impredecible de nuevos combates.
Al dejar el Partido quiero reconocer, expresamente, los errores y las omisiones en que seguramente incurrí como funcionario y como militante. Creo haber sido leal a mis convicciones e insobornable en los principios. Asumo, sin embargo, íntegramente, la responsabilidad de mis propios actos y aún aquélla, de carácter colectivo, que pudiera corresponderse por los abusos y desviaciones del régimen en el que serví.
Renuncio al Partido porque creo en los altos valores de la Revolución Mexicana y en el poder liberador de la democracia. El sistema fundado en el predominio permanente de una sola organización política ha llegado a su fin. Nuestro pueblo anhela vivir en un ámbito distinto, de libertad y de justicia, que resguarde su independencia. Lo necesita para volver a creer en sí mismos y en su porvenir.
Al lado de numerosos compañeros he decidido bregar sin desmayo por los cambios que el país requiere. Estamos comprometidos a defender, contra toda adversidad, junto con nuestras propias prerrogativas de hombres libres, las de todos nuestros compatriotas.
El gobierno es garante de la seguridad de los ciudadanos y del ejercicio de sus derechos políticos. Las autoridades nacionales tienen la responsabilidad irrenunciable de encauzar, con riguroso apego a la legalidad, la insurgencia ciudadana y de propiciar el relevo del poder por la vía constitucional.
Formulo un llamado para que cese la injuria y la represalia; para que se abran todos los espacios sociales a la participación política y se asegure, por el respeto irrestricto a la actividad ciudadana y el acatamiento a la voluntad popular expresada en las urnas, la renovación pacifica del país.
México, D.F., 15 de diciembre de 1987.
México, D.F., 15 de diciembre de 1987.
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