Febrero 5 de 1982
En esta ciudad de Guadalajara está llegando a su fin la V y la última Reunión de la República que me tocará presidir.
Ha sido una larga jornada. No dudo que haya fatiga y en algunos momentos, hasta posible aburrimiento. Pero deseo suplicarles su atención, porque quiero reclamar la oportunidad de ser fiel a la República, y para ello considero indispensable que emplee algunos minutos más de su tiempo.
Primero, les ruego que me den el privilegio de decir algo personal, después, algo institucional que atiende a la estructura y a la circunstancia de nuestro México.
Es para ni un privilegio, el que ésta V Reunión de la República haya ocurrido en la ciudad de Guadalajara, capital del Estado de Jalisco, tierra de mis mayores, tierra que tiene sus tradiciones.
Con frecuencia digo que uno de mis orgullos es tener sangre jalisciense, y una de mis tristezas, es no haber nacido aquí en Jalisco.
En esta Guadalajara y en este para mí entrañable Hospicio Cabañas, ámbito en el que se han expresado dos de los seres humanos que más aportaron para hacerme entender la realidad, el drama y la perspectiva de mi patria: mi padre, que escribió un libro sobre esta institución, y José Clemente Orozco, que dejó su plástica en las cúpulas y en los muros de este extraordinario edificio.
Es y ha sido un privilegio, el haber llegado aquí recorriendo ese ámbito urbano, uno de los más hermosos del mundo, que ha sabido crear, bajo la inspiración del Gobernador Flavio Romero de Velasco, el genio de los arquitectos y los artistas jaliscienses.
Y para celebrar este privilegio y este acontecimiento, en mi carácter de responsable del Ejecutivo Federal, quiero ofrecerle a esta ciudad de Guadalajara, las seis mil quinientas hectáreas que de La Primavera, ha adquirido el Gobierno Federal, y que a partir de la fecha en que formalmente sea posible, instruyo ahora a la Secretaría de Programación y Presupuesto, entregue en propiedad a las autoridades locales.
Esta es la quinta ocasión en la que nos hemos reunido quienes representamos políticamente a la República, en sus instituciones fundamentales, para trabajar de esta manera.
Es un sistema de comunicación simultánea para común información recíproca para ajustar decisiones integradas. Ocasión para evaluar, que es medir para actuar en un sistema planeado de congruencia.
Evaluamos no para exaltar, no para subrayar triunfos, -que eso sería amarrarnos al pasado-, no para convertirnos en estatuas dependientes de sal. No es timbre lo que ya pasó: se convertiría en privilegio. Es obvio que la sociedad merece eficiencia; fallarle es reprochable. Ser eficiente es, y debe ser, la normalidad.
Lo que de esta evaluación fundamentalmente me interesa es impulsar lo que falta y lo que sigue. No celebrar lo que hemos hecho, sino fortalecer la confianza de lo que podemos hacer con confianza. No la perdamos, mexicanos, en este último año de riesgos que son estructurales. Debemos superarlos. Es éste un año político de elecciones y sustitución. Año que histórica y estructuralmente concentra negativos y negaciones, y digo concentra porque no quiero afirmar que se concierta para no incurrir en delirios persecutorios que quisieran encontrar estructura detrás de las coincidencias.
Se concentran reclamaciones, problemas, críticas, ataques, cuestionamientos, rumores, chismes, chistes, provocaciones, que en unos cuantos días se precipitan y nos presionan, todos para debilitar o aprovechar las circunstancias; todos para alcanzar objetivos, posiciones políticas, ocasional o eventual fuerza sindical, privilegios económicos, ganancias especulativas, adquirir prestigio de denunciantes o de valientes, profetas de "se los dije", incluso para desahogar envidias, complejos y aún problemas de identidad.
Es éste el año del ahora es cuando, porque elección, sustitución y tránsito hacen suponer ocasión propicia. Año en el que se quiere convertir circunstancia financiera en reiteración cíclica de crisis. Año, también, en el que los que actuamos, los que tenemos la responsabilidad de la acción y de las decisiones queremos sumar, y año en que los opositores y los inconformes quieren regatear.
Del prestigio y la fama vivimos en la sociedad; el prestigio y la farra de los que actuamos está en nuestro acierto y en nuestros éxitos. El prestigio y la fama de quienes se oponen o critican está en nuestros fracasos, y para legitimar esa posibilidad hemos dado foro y medios a todas las voces, porque nada de lo que está ocurriendo dejábamos de esperar; sabíamos lo que iba a ocurrir; pero sabemos que un sistema como el nuestro para todo tiene respuesta, así sea institucional o así sea conceptual. No hay ninguna voz a la que temamos. No hay ni silencio ni complacencias ni embolsamientos. El sistema de la Revolución Mexicana tiene sus respuestas porque está viva y actuante.
Para ello es menester un esfuerzo de información, y aquí se ha producido; de conciencia, y la estamos tomando; de responsabilidad, y la estamos asumiendo. Es momento de ajustar nuestras acciones programadas a la realidad objetiva y al imperativo de nuestros reconocidos valores de convivencia; pero es indispensable entender nuestra realidad, plantearnos con claridad los problemas, buscar soluciones sensatas para adecuar planes y ajustar acciones.
Necesario es que entendamos nuestra realidad en sí misma y en su contorno. Mucho aquí se ha hablado de ello, pero necesario es comprender las características del contorno internacional en el que estamos viviendo, para establecer causas y contrastes.
Quiero, en unas cuantas pinceladas que espero sean suficientes, explicar el contorno internacional en el que vive México, no para eludir responsabilidades ni para embozar errores, sino para saber tomar conciencia de lo que nos pasa; unas cuantas cifras que espero no los cansen.
Actualmente en los países industrializados se están dando el más alto desempleo desde la gran depresión de los años 29 y 30. En 1980, en los países industrializados había 21 millones de desempleados; en 1981 aumentaron a 25, y para 1982 se espera que el número ascenderá a 29 millones.
La tasa de desempleos (le los jóvenes entre 16 a 24 años, fue del once por ciento en 1980; del trece por ciento en 1981 y seguramente será del 16 por ciento en 1982. En países como Inglaterra el nivel de desempleo es el más alto en su historia: tres millones de personas. Y este desempleo se expresa en algo tan estructural como el comercio internacional que, por primera vez en 25 años, reduce volumen y valor.
El volumen de las importaciones de los países industrializados bajó de 9.6 por ciento en 1979, a punto ocho por ciento 1980 y a menos cinco por ciento en 1981, y eso definitivamente nos afecta.
La baja de los precios de las materias primas en 1981 -y aquí incluimos al petróleo-, fue la más brusca en 25 años: el 20 por ciento promedio en ese año, como fenómeno brusco, repentino y reiterado, y afectó fundamentalmente a las materias y a los bienes que exportamos los países en proceso de desarrollo.
La descendente inflación en los países industrializados se ha originado en la depresión y no en la mayor productividad. Quiero subrayarlo para establecer contrastes. Frecuentemente hemos dicho que los países industrializados pueden darse el lujo de combatir la inflación apagando, combatiendo, disminuyendo la demanda, porque tienen seguro de desempleo.
Países como el nuestro, de desempleo antiguo y subempleo, no pueden darse ese lujo, y la única, la exclusiva manera que tenemos de combatir la inflación -lo afirmé al principio de mi Régimen y lo reitero ahora- es mediante la producción y la productividad, no mediante el cruel desempleo, peor que la inflación.
En los países industrializados se habla, como si fuera un triunfo, de reducir la inflación de dos dígitos a uno, en tanto que el desempleo está ya en los dos dígitos. El contraste es obvio, la alternativa evidente. Sólo así podemos entender nuestras decisiones y nuestros caminos.
Por otro lado, en ese contexto internacional, debemos registrar que mientras las materias primas bajan de precio, el dinero sube sus tasias, como nunca en la historia de la humanidad. Muy claramente lo dijo un estadista europeo: desde el advenimiento de Cristo, nunca el dinero había sido más caro.
En 1981, en Estados Unidos la inflación descendió cuatro puntos, pero a costa de desemplear a un millón de norteamericanos. En México, en el mismo año de 1981, la inflación descendió sólo un punto, punto uno, pero con incremento del empleo de 5 por ciento, superior en mucho al incremento de la población.
Ese es el entorno internacional en el que vivimos: una depresión como hacía muchos años no se daba, y ello sin mencionar el severo riesgo de enfrentamiento bélico. Sin duda ustedes leyeron hace unos cuantos días que Brezhnev afirmó que, desde la Segunda Guerra Mundial, nunca había estado tan cercana la tercera conflagración universal.
No para de responsabilizarnos, sino para ubicarnos, tenemos que reflexión y tomar conciencia de cómo unos ubica es ese entorno internacional. Coloquemos, como en un cuadro de Rembrandt, el claro oscuro de nuestra realidad. Tenemos cosas muy positivas y tenemos cosas negativas. No eludimos ni eludamos ese análisis; por el contrario, esta ocasión en que la República está reunida y nos escucha, proporcionemos información y hagamos conciencia.
Puedo afirmar con toda certidumbre que las dos grandes prioridades de nuestro proyecto de Gobierno, están cumplidas: alimentos y energéticos. Puedo afirmar que por primera vez en la historia moderna de México, durante cuatro años consecutivos hemos tenido una tasa alta de crecimiento económico, y quiero afirmar también, con toda responsabilidad, que este crecimiento económico no ha sido, ni a costa del desarrollo social ni en beneficio exclusivo de las clases poderosas.
Voces críticas e injustas, que penetran por reiterativas, que se difunden en los medios de comunicación que hemos abierto para ese propósito, reiteran hasta el cansancio y la fijación, que el crecimiento económico que hemos tenido la satisfacción de propiciar, ha sido sin desarrollo social. Lo niego enfático y responsablemente, mexicanos. Aquí se han dado -y no los voy a reiterar- los datos del concomitante desarrollo social que ha acompañado al crecimiento económico.
Hemos generado las riquezas fundamentalmente por el camino más noble de la distribución y del trabajo: y de ahí -por el canino del trabajo- hemos cumplido con la justicia distributiva. Y por el camino del fisco; de los servicios que la Nación debe a los mexicanos por el hecho de serlo; los de salud, alimentación, vivienda, comunicación, educación, hemos avanzado. y avanzamos también substancialmente en el camino de la justicia social. Redistribuir el ingreso no es salir a la calle con una bolsa de dinero y repartirla al pueblo; tampoco es aterrorizar hasta el acalambramiento, por excesos verbales a las clases que concurren a la producción. Redistribuir el ingreso es cumplir con los propósitos programados en los sectores de desarrollo social. Es, como aquí se ha detallado con estadísticas, con datos concretos, responsable, firmado por funcionarios colaboradores, lo que en materia de educación, en materia de salud, en materia de comunicación, en materia de alimentación se ha hecho por el pueblo de México.
Claro, decían los clásicos: "en ocasiones puede más un carbonero negando, que Santo Tomás probando".
Pero yo acudo a la conciencia nacional y afirmo que contra los que simplemente dicen: "No, no es cierto". Aquí hay una información responsable y fidedigna de la cual el Gobierno Federal se responsabiliza.
Hemos tenido la fortuna de tener buenas cosechas en 80 y 81. Hay reservas alimenticias como nunca para una población como nunca. Podemos estar tranquilos, porque graneros y almacenes -insuficientes por cierto- están llenos y aún desbordan. Ese es uno de los problemas de nuestro éxito.
Recordemos que hace unos cuantos años éramos importadores de petróleo; hoy somos exportadores. Y estamos acreditados como uno de los países con más reservas del mundo. Y no ha sido efecto de la casualidad; estaba el petróleo en el subsuelo, pero era necesario encontrarlo y después sacarlo.
Cierto, por las características del mercado, el petróleo tiene procesos cíclicos. La defensa de los países poderosos ha logrado, y es legítimo, bajar los precios del combustible. Nunca afirmamos que por la vía del precio pudiera resolverse la crisis energética; siempre afirmamos, y ahora que el petróleo está a la baja lo reiteramos que la solución es el Plan Mundial de Energía que propusimos responsablemente a las Naciones Unidas, comprometiéndonos entonces como país productor y vendedor de petróleo; comprometiéndonos ahora en la circunstancia en la que actualmente estamos. Sigue siendo válida la necesidad de un Plan Mundial de Energía.
Pero hubiera sido torpe que por temor a un futuro desconocido no hubiéramos aprovechado la ocasión. Lo que hicimos fue bien hecho: tenemos ya descubierto nuestro petróleo; tenemos ya las instalaciones y las válvulas; tenemos la capacidad y la respuesta. La circunstancia de la baja, relativa, muy relativa, no nos debe ni asustar ni hacer perder la fe en nuestra capacidad y en nuestros recursos.
Ahí está nuestro petróleo y sigue siendo el pivote de nuestra autodeterminación financiera. Como en otras ocasiones lo he dicho: ¿Qué hubiera sido de México si no hubiéramos tenido petróleo? ¿En qué punto de conflicto social estaríamos?
Gracias al estímulo y la confianza que nos dio estamos donde estamos. No con todos los problemas resueltos, pero sí con un crecimiento económico sin precedente; con una posibilidad y una potencialidad abierta a nuestra capacidad de planeación y de trabajo.
Sigo afirmando que una de las prioridades nacionales sigue siendo el energético:
Hemos acreditado nuestra capacidad de generar empleos, contra el pesimismo multisecular. Estábamos, por algún fatalismo histórico, condenados a ser un país que no podía generar empleos suficientes para una sociedad en incremento. Y ahora hemos acreditado que tenemos suficiente fuerza para hacer frente al aumento de la población.
Hemos creado trabajos productivos. Aquí se ha dado cuenta de ello: Falta, actualmente, mano de obra calificada; sólo no trabajan o los que no saben -y es nuestra responsabilidad capacitarlos, y lo estancos haciendo-, o los que no quieren y ellos, así, mal usan su libertad.
Hemos creado un nuevo capital productivo: público y privado. Ha sido inusitado en nuestra historia, y afirma definitivamente, el potencial nacional.
Ya no reitero lo que significan los programas de desarrollo social. Esto, con todos los detalles que aquí se han afirmado, significan el claro de nuestro cuadro.
Pero hay, también, lo oscuro, las sombras que no negamos ni en ellas nos embozamos. La inflación no cede; la inflación irritante, molesta, injusta, no cede; pero ya no estamos como estuvimos: con inflación y con desempleo; con inflación y con recesión. Ahora la inflación tiene otras características: es, en alguna proporción, resultado del propio desarrollo, consecuencia del incremento de demanda, en una sociedad que todavía no ajusta el ritmo de producción-productividad al incremento de la fuerza de trabajo y a la demanda que esto significa.
Entendamos bien lo que esto entraña para que no nos imputemos, como culpas, lo que es característica normal de un proceso económico que tenemos que controlar; pero que no nos debe aterrorizar y menos dividir. Es pretexto de reclamos, es pretexto de denuncias. Y borro la palabra "pretexto": es causa, causa legítima de reclamos. Pero explicado y hecho conciencia manejemos la alternativa.
¿Qué es mejor para un país como el nuestro ¿inflación con desarrollo o inflación con recesión? La respuesta es obvia porque hemos logrado construir una economía bien estructurada, que servirá, sin duda, de base para otras grandes soluciones a las grandes alternativas nacionales.
Nuestro problema, quiero precisarlo, no es de estructura económica, sino de circunstancia financiera, con una causa bien conocida y bien ubicada. Nuestra economía se ha complicado con un incremento excesivo del endeudamiento, ya lo liemos explicado en otras ocasiones, con viene ahora reiterarlo: la baja del precio de las materias primas y el alza en el precio del dinero actuaron como pinzas y nos determinaron un decremento en nuestras divisas de 10 mil millones de dólares.
Teníamos una alternativa: o frenar el país, quitarle impulso, paralizarlo, o endeudarnos. Con frecuencia digo que las decisiones ejecutivas no se dan, sencillamente, entre el bien o el mal, como en las películas de vaqueros, entre el muchacho y el villano. Si así fuera, siempre estaríamos con el muchacho porque es el que se queda con la muchacha.
Nuestras alternativas se dan, en ocasiones, entre un mal menor y un mal mayor, y cuando eso sucede, siempre hay argumentos de las dos partes, si no serían alternativas. Siempre hay que considerar qué es lo que hay que hacer, y consideramos, nos endeudamos y seguimos impulsando al país, o nos resignamos a frenar el desarrollo económico o empezamos a desemplear mexicanos que ya han conocido su capacidad de demanda; que ya transitan por el camino de la justicia que da el trabajo; que ya tienen la dignidad de ejercer ese derecho fundamental del ser humano. Optamos, bajo mi responsabilidad, por el endeudamiento.
Claro en el otro lado siempre habrá argumentos, pero quiero reflexionar que el endeudamiento cuando es responsable, y en este caso lo fue, no es a fondo perdido. Nos endeudamos afuera para seguir impulsando el desarrollo del país, para seguir comprando equipos, para seguir comprando insumos que sólo afuera encontramos. Y está la deuda en una columna, y su correspondiente en la otra. Debemos, sí, pero tenemos también. Y ese tenemos entraña la posibilidad de que el país siga caminando. Que el país siga con su impulso.
En mi discurso de toma de posesión, le prometí al país abandonar la equivocación política de freno-arranque, vicio en el que han caído los países en proceso de desarrollo que tienen, como propósito exclusivo, controlar una inflación, resignados a jamás resolver los problemas del desarrollo económico y social.
México, afortunadamente, no está en esa posición.
Nos hemos endeudado mucho, es cierto, pero mucho hemos adquirido con esa deuda; y éste es un potencial que hace viva la posibilidad de la República.
Pero he dicho que fue un endeudamiento responsable, porque en el momento en que se nos convierto en excesivo, tuvimos que tomar decisiones en la otra punta: atenuar el gasto público y allegarnos, aquí, adentro, recursos para financiarlo. Y tuvimos que tomar la impopular medida del alza en el precio de la gasolina.
Continuar con el esquema de financiamiento, nos hubiera hecho dependientes y hubiéramos corrido el riesgo de perder crédito; y no queremos perderlo. El crédito es un bien privilegiado entre hombres y entre naciones.
No se le presta a cualquiera. Sólo se le presta -y esto lo saben muy bien los financieros- a los que se les puede prestar.
México tiene muy bien ganado su crédito y por eso dispone del mismo. Y está ubicado, limitado, a nuestra capacidad de pago.
Nuestro problema es peinar, alargar, ese déficit de diez mil millones de dólares, en los próximos años. Y para eso, es menester adoptar una serie de decisiones que ya hemos tomado.
En suma, el problema actual de México, es de financiamiento, de liquidez de una economía substancialmente sana y potencialmente poderosa.
Ese es nuestro problema. Y un problema de financiamiento no es una crisis reiterada, no es una crisis repetida. Tenemos margen de acción si informados, como lo estamos, tomamos las decisiones sensatas a la que nos vamos a referir. Y es que lo que se ha dicho sobre lo que se ha hecho, estimo es suficiente. Ahora nos corresponde decirlo que vamos a hacer en los próximos meses, adecuando el sistema flexible de planeación que tenemos constituido. Un buen plan lo es, si tiene flexibilidad adaptativa, y lo que podemos hacer, está ya -aquí se ha dado cuenta de ello- en marcha.
Pero hay fundamentalmente una actitud que quiere refrendar y ganar, de todos los mexicanos, por lo menos de las mayorías sanas que constituyen esta República: dar confianza a la confianza, a la confianza y no al desamparo infantil de los medrosos que se asustan con el manipuleo o con las sombras como niños indefensos. Analicemos con razón nuestra realidad responsablemente.
Afirmo que el sistema de la Revolución, afirmo que nuestro sistema vivo, flexible y adaptativo, tiene respuestas perfectamente instrumentables. No estamos de ninguna manera arrinconados, y tan no lo estamos que ya tomamos decisiones. Sigue siendo nuestro sistema constitucional de ese instrumento normativo que ahora celebramos, la mejor opción, la única histórica para el pueblo de México.
Lo que quiero, compatriotas, es ser útil, es servir en el tramo que me falta de responsabilidad ejecutiva. Es claro que después de cinco años de ejercicio de este cargo, mis defectos se han transparentado, mis cualidades -si las tengo- ya aburren -hay la costumbre- y mis errores se han acumulado, lo reconozco.
Pero que en mis defectos, que ni mis debilidades, que ni mis errores me impidan ser útil a mi país. Quiero ser útil en este último tramo del camino, hasta el fin de mi responsabilidad; útil y servir. No quiero ser grandilocuente, no quiero dramatizar; pero me voy a atrever a decir algo que en privado digo a mis íntimos: si descuartizándome. ahí o crucificándome acá pudiera resolver los problemas de este país, no vacilaría ni un momento en hacerlo. Pero infortunadamente las cosas no son tan fáciles.
Una decisión así es fácil de tomar. Las decisiones complejas, prosaicas, de todos los días, las decisiones no entre el bien y el mal sino entre el mal y el mal, son las difíciles, son las que comprometen, son las que duelen, y en ellas es en donde quiero ser y seguir siendo útil al pueblo de México.
Por eso, en estos meses de responsabilidad que me faltan, quisiera que modeláramos nuestros planes y condicionáramos nuestras acciones para combatir en México los efectos de la recesión internacional, y para consolidar el esfuerzo de empleo que hasta ahora hemos cumplido.
A éstos voy a concentrar mi esfuerzo, e invito a los mexicanos responsables, sanos, que tienen confianza en su confianza, que quieran a su país, que me acompañen en ese tramo.
Tenemos que mantener los grandes objetivos y metas del Plan Global de Desarrollo y tenemos ya que entrar a la glosa del presupuesto. Tenemos que respetar, en sus términos, el presupuesto aprobado y hago aquí una exhortación a mis colaboradores y me atrevo a hacerlo con respecto a la soberanía de los señores Gobernadores, para que ajustemos a lo indispensable el ejercicio presupuestal del gasto público.
Librémonos de las trampas del fin de año, de la magia de las inauguraciones a fecha cierta, que exigen gastos y dispendios.
Combatamos. Sigamos combatiendo la corrupción que propicia este último año. Ahora, como nunca, es una obligación trascendental. La ofrecimos en nuestra campaña. Como nunca, y a riesgo del escándalo que se produjo, la practicamos en el gobierno, y como hemos dicho en otras ocasiones: ni el escándalo ni sus consecuencias nos harán detener ese esfuerzo, e invitó a todos a que nos sumemos responsablemente a él, empezando por nosotros mismos.
Tenemos que cuidar nuestras divisas, aquellas que nos sirven para comprar lo que necesitamos en el exterior. No podemos comprar con dinero mexicano afuera; tenemos que comprar con divisas, cuidémoslas, y hay varios caminos responsables para ello: primero, defendamos nuestra autodeterminación monetaria, nuestras políticas de dinero. Afirmemos esa política monetaria, porque como se sabe, desde los viejos tiempos en que se gestaba el Estado moderno, la moneda es uno de los derechos fundamentales de la soberanía. Defendamos nuestro peso, que no es necesariamente sobrevaluarlo sino adecuarlo a nuestro interés y no supeditarlo ni al interés de los especuladores, ni de los turbios intereses extranjeros.
Afirmemos y reafirmemos el derecho a tomar nuestras decisiones en materia monetaria. Todos sabemos, afortunadamente, que ya no hay tabúes en el análisis de nuestra economía; todos hablamos de todo, sabemos que la diferencia de inflación entre los países con los que comerciamos, fundamentalmente los Estados Unidos, y la nuestra, pone en una condición desfavorable a nuestro peso.
Analicemos lo que hemos hecho y lo que vamos a hacer sobre el particular. Por eso hemos puesto a flotar el peso; y para compensar su ritmo de flotación, hemos establecido aranceles compensatorios y restablecido sistemas de licencias. No podemos darnos el privilegio de las importaciones de lujo; no podemos en este momento, y los invito a reflexionar, darnos el lujo de irnos al extranjero, por barato que sea; es una ganancia ocasional ilusoria, transitoria, a cambio de hacerle un gran daño a nuestro país; ni idas a esquiar al norte ni idas a comprar a cualquier parte.
Se dice y en gran parte se calumnia: caro el turismo en México. Hay de todo y para todos los gustos. Yo los invito a hacer el turismo en México, si es un atractivo para los extranjeros, que lo sea también para nosotros. No salgamos innecesaria, y menos dispendiosamente, del país; defendamos así nuestras divisas, es un sacrificio mínimo. Hay hermosos lugares a los que podemos tren México, no derrochemos en el extranjero y, menos, porque eso sí ya empieza a hacer mucho más grave, no adquiramos en el extranjero inmuebles de lujo para asegurar fortunas. Es legítimo, la Ley no lo prohíbe; la generosidad de nuestras libertades lo permite, pero reflexionen quienes lo han hecho: su fortuna se ha generado con el trabajo de todos los mexicanos, muy frecuentemente al amparo de una legislación que mexicaniza. Y ¿por qué existe una legislación que exige ciertas actividades sean mayoritariamente de mexicanos? Porque se supone que los mexicanos se van a solidarizar con México y con los mexicanos. Por eso, se establece el privilegio de la nacionalidad mexicana en ciertas actividades; no traicionemos el espíritu de la ley, no nos traicionemos unos a otros. Si tenemos el privilegio de ser mexicanos y gozamos de los privilegios que nuestras leyes otorgan, actuemos como mexicanos, no como extranjeros vergonzantes.
Estamos dándole ritmo al valor de nuestra moneda con el desliz, con los aranceles, con las licencias y con los estímulos y fomentos a la exportación. Esa es la estructura que conviene al país, esa es la estructura que me he comprometido a defender como perro. Alguien me ha reclamado el que haya empleado esa expresión. Y yo afirmo que pocos seres vivos tienen la lealtad y el valor de los frecuentemente difamados perros. Yo que vuelo tanto en helicóptero, encuentro y reflexiono: el único animal que se enfrenta al helicóptero es el perro, los demás corren.
Esa es la estructura que le hemos dado y querido dar a nuestra política monetaria, porque no queremos hacerle el juego a la parte más despreciable de la sociedad, aquellos que se enriquecen con la especulación y con el fracaso de los demás.
Intereses que no quiero calificar, están concertados para lograr que nuestra política monetaria cambie. Casualmente decaído en mis manos esta carta que proviene de Cincinnati, para vender una triste -iba a calificar de manera más enérgica- revista sobre economía. En el sobre, no adentro de él, hay una leyenda contra nuestro peso. Y muchos mexicanos caen en la trampa. O sin hacerlo, admiten esta manipulación. ¿A quién interesa, a quién conviene que cambiemos nuestra política monetaria? Evidentemente no a intereses mexicanos. Por eso les pido con todo énfasis, con toda pasión: sigamos defendiendo nuestra política monetaria, no caigamos en pánicos, en especulaciones, en trampas, en está como en todo lo demás. Si tenemos el privilegio de ser mexicanos, actuemos como tales.
Combatamos el contrabando. Claro, son cosas muy bonitas, pero tal vez no útiles. Posiblemente más baratas, pero otra vez es el beneficio ilusorio y transitorio. Cada artículo de contrabando que compramos para halagarnos, aprovechando la prosperidad que hemos construido entre todos, es quitarle expectativas de trabajo a otro mexicano, y no es imposible que ese otro mexicano sea nuestro hijo. Combatamos al contrabando, no caigamos en la tentación; defendamos así nuestras divisas.
Impulsemos nuestras exportaciones y realicemos un esfuerzo supremo para atraer más turismo. Esa es una forma fundamental para defender nuestras divisas. A eso los invito. No salgan, no traigan. Ayuden al país, ayudémonos todos a todos. Sin duda así saldremos de esto que he llamado tropezón, que no quiero que se convierta en caída, porque a nadie, a ninguno de nosotros nos conviene, ni siquiera a los que compran o turistean en el extranjero, a los que adquieren el contrabando ni siquiera a ellos.
Una sociedad que fracasa hace fracasar a todas y hace perder los valores que hasta ahora hemos celosamente cuidado e incrementando.
Hagamos -y ya estoy terminando, no se alarmen- un supremo esfuerzo para combatir, para atenuar, para darle ritmo, a la inflación.
El Gobierno está haciéndolo cuidando su gasto público, orientado en crédito, ponderando su endeudamiento, impulsando las exportaciones y el turismo, haciendo lo que he dicho, que estamos haciendo y vamos a hacer. Pero no añadamos, a las reales presiones de la inflación, la de nuestra ambición, la de nuestro propio provecho, la del abuso e, incluso, la del rencor. Un ejemplo ilustrará lo que digo.
El alza de la gasolina, técnicamente debió haber significado un incremento inflacionario de 2.8 por ciento. En este enero, la inflación, derivada del incremento de la gasolina, fundamentalmente, subió alrededor del cinco por ciento. La diferencia es el resultado de presiones subjetivas que si sólo son eso, serían justificables, pero que frecuentemente son abusivas y desproporcionadas.
A los esfuerzos de control riguroso que a todos les consta está haciendo el sector comercio, debemos añadir nuestra propia convicción.
Si en los próximos diez meses me acompañan, mexicanos, a este esfuerzo, podremos, fácilmente, entregarle al relevo un país potencial en el que afirmemos, con nuestra confianza, nuestro orgullo de ser mexicanos, nuestra capacidad de autodeterminación que con limpieza se exige afuera, porque se gana aquí, condición que nos permita levantar la independiente, firme y vigorosa voz de México en todos los ámbitos internacionales, para defender las mejores causas de la humanidad.
Un país que tiene resueltos sus problemas fundamentales, tiene mayor capacidad de hacer oír su voz. No la perdamos, ganémosla adentro para levantarla afuera. Sigamos fortaleciendo el federalismo. Si éste salvó la unidad del país -como lo he dicho-, ahora la unidad del país exige la eficiencia y suficiencia del Pacto Federal, fórmula no sólo de equilibrio político sino de justicia regional. Sigamos fortaleciendo el federalismo.
Y en este día en que celebramos la promulgación de nuestra Constitución de 1917, afirmemos, como se dijo en el magistral discurso que tuvimos oportunidad de escuchar esta mañana: es la Constitución esencia normativa de nuestra historia, voluntad política de los mexicanos; es, al tiempo, camino y orgullo.
Con nuestra Constitución, como ya lo expresé en otra ocasión, y creo que puedo afirmarlo en ésta, puedo decir: México ha vivido, México vive, México vivirá.
¡Viva México!"
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