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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1979 Discurso en la Organización de Naciones Unidas

José López Portillo
27 de Septiembre de 1979

El discurso que pronunció el Presidente de México ante las Naciones Unidas fue el siguiente:

Señor Presidente:

Es significativo y estimulante, que nuestros debates sean dignamente presididos por una relevante personalidad africana, distinción merecida por la limpia y consistente actuación internacional de su país: Tanzania.

Señor Secretario General:

Reconocemos la dedicación y esfuerzo con que en nuestro contemporáneo acontecer conflictivo ha desempeñado las funciones que su cargo le confiere.

Honorable Asamblea:

En alguna ocasión he dicho que en este mundo de desigualdades y contrastes, las tensiones y presiones Norte-Sur, Este-Oeste, tienen crucificada a gran parte de la humanidad.

En 1973 el desorden de la economía mundial, culmina dramáticamente con los conflictos de la disponibilidad y precio real de los hidrocarburos, que a su vez inciden, directa o indirectamente sobre el viejo desorden, desatan el problema general izado de los energéticos y por ende afectan el bienestar y las expectativas de desarrollo, el nivel de vida y aun de sobrevivencia de las naciones.

Siete mil años hemos vivido los pueblos sobre la Tierra y el devenir se ha hecho historia, en la búsqueda de un denominador común que a todos identifique, comprometa y una.

Las circunstancias parecen indicar que ese elemento de unión que a todos incumbe, puede ser la falta de energía.

Su crisis existe, es verdadera. Somos testigos de la obligada transición energética del mundo. Podemos ser autores y conducir el cambio, o podemos ser espectadores pasivos y resultar sus víctimas.

Si no definimos con oportunidad nuestra realidad como problema, el tránsito podría devenir en conflagración, quizá la más violenta de la historia.

En el último tercio del siglo XX se inicia esta transformación cuya duración, alcance y consecuencias, están por conocerse. Se requerirá un elevado costo para ajustar por ende la economía, la ciencia, la técnica y la voluntad política.

Tornemos conciencia de ello, para comprender lo que sucede: en unas cuantas décadas más, terminará la edad del petróleo como primario y principal combustible, estamos en el parte aguas de dos eras de la humanidad.

Somos los protagonistas de ese proceso de mutación en el que hay peligro y oportunidad. Por eso hablamos de crisis y todavía no de catástrofe.

Puede ser el inicio de una nueva era. Puede ser el fin de todas.

Para fijar el rumbo, encontrar el ritmo y avanzar, lo verdaderamente importante no es buscar culpables, sino responsables. No acusar, sitio explicar. No vencer, sino convencer.

Tomemos conciencia por raciocinio, don distintivo de nuestro especie sobre la Tierra. Somos los únicos capaces de programar y premeditar. Ejercitemos estas facultades para dominar instintos, miedo y desconfianza y convertirlos en voluntad y razón.

Paradójicamente, los avances del saber y del quehacer, a veces se deshumanizan y no siempre implican civilización. Aparecen zonas o grupos donde lo simple se convierte en vital y aun los poderosos corren el riesgo de convertirse en países en vías de subdesarrollo.

La energía nos permite ya desplazarnos a velocidades superiores a la del sonido e informarnos a la velocidad de la luz.

Así hemos acortado las distancias y acelerado el tiempo; pero también, para muchos hombres contemporáneos, hemos detenido el tiempo histórico y dilatado las distancias. Prevalece dramático dualismo entre nuestro arribo a otros planetas doblegando el espacio sideral y la permanencia en el nuestro del hambre y la inseguridad todavía neolíticas: entre lo que podemos ser y lo que realmente somos. Superarlo es un imperativo de justicia, factible, si sabemos aprovechar, razonablemente, la oportunidad que nos brinda la existencia de un recurso energético perecedero, mientras exista.

Finquemos nuestras relaciones en lo que nos une y con las diferencias enriquezcamos el análisis. Hagamos que sean perdurables por mutuo beneficio y recíproco respeto. Modal icemos comportamientos.. No podemos tratar igual a desiguales. Tratemos a los demás como queramos ser tratados.

Ningún país de la Tierra es autosuficiente, todos necesitamos de todos.

Los superávit de los países ricos, industriales o productores de petróleo, son déficit de las economías débiles que tarde o temprano se revierten y vulneran a su propia causa.

Podernos distinguir cinco tipos de condiciones para agrupar a los diferentes países:

Los que son grandes productores y simultáneamente exportadores de petróleo; casi todos en vías de desarrollo.

Los que son productores e importadores, de elevado o mediano desarrollo económico, que les permite contar con recursos para cubrir sus faltantes, a pesar de las alzas en los precios.

Los de escaso desarrollo que producen, pero también importan Y para hacerlo se enfrentan a dificultades para adquirir petróleo extranjero, sin cancelar proyectos económicos y sociales de beneficio nacional.

Los que son sólo importadores, de gran o mediano desarrollo, que han podido ajustar su crecimiento a sus necesidades de energéticos.

Y aquellos que son exclusivamente importadores y subdesarrollados, y deben hacer enormes sacrificios aun de sus proyectos nacionales, para conseguir petróleo y sus derivados.

Desde otro punto de vista conviene recordar que los países industriales de economía de mercado absorben el 60 por ciento de toda la energía producida. Con menos de la quinta parte de la población mundial, consumen dos de cada tres barriles de petróleo.

En este contexto planteemos los interrogantes:

-¿Cuánto tiempo más podremos mover así al mundo, con los energéticos disponibles? ¿A qué costo? ;Para qué?, ¿y para beneficiar a quiénes?

-¿Cómo y cuándo podrán y deberán sustituirse los energéticos actuales?

No quiero mencionar los aspectos ideológicos o políticos. que harían los planteamientos más complejos. Sólo quiero describir los hechos, decir cosas que ya se han dicho; cosas que de una u otra manera, todos piensan o conocen. Confío en no decir nada nuevo. Sería gravísimo que a estas alturas de la crisis, pudieran decirse novedades.

La carrera es contra el tiempo, para encontrar salidas antes de que se agoten las fuentes actuales. Apreciemos en lo que vale lo que tenemos, antes de haberlo perdido.

El petróleo se ha derrochado en forma extravagante durante las décadas en que su precio fue bajo; sólo cuando éste subió para revalorarlo, empezaron a desarrollarse otras alternativas. En su mayor parte, se ha usado como combustible. Esta época, tendrá el estigma de la insensatez de haber quemado el petróleo, que podía haber sido alimento y prodigio petroquímico para la humanidad entera.

Hemos convertido a la industria petrolera en un gigantesco mecanismo para generar utilidades y recolectar impuestos en la urgencia del corto plazo.

Habíamos olvidado la importancia de largo alcance del futuro, que se nos hizo drástico presente, en los últimos años. Lo que escasea se encarece, ¿qué precio tiene lo que se acaba? ¿Lo que no existe?

Los países productores de petróleo, bien no renovable y para muchos únicos recurso de la naturaleza, quieren sembrarlo para garantizar su porvenir; y organizados, defienden y revaloran, por primera vez con éxito, una materia prima. ellos imputan la escalada de precios al desorden monetario y comercial y a la consecuente devaluación de divisas y se niegan a discutir tan sólo de precios petroleros fuera del contexto de un nuevo orden internacional completo.

Los países industrializados se sienten agredidos por los productores de petróleo, a quienes imputan inflación y recesión. Todavía no plenamente organizados, y como consumidores por excelencia, persiguen un sistema colectivo de racionalización circunstancial y por ello fugaz; diseñan políticas unilaterales para disminuir su dependencia y consumismo; insisten en dialogar exclusivamente sobre el precio del petróleo crudo, sin estimar cuestiones trascendentes, que a todos convengan.

Los países pobres, sin petróleo, dependientes, coaccionados y a veces angustiados, que no tienen, como los ricos, la capacidad para transferir el impacto del precio del petróleo por la vía de sus exportaciones, que son sólo de materias primas castigadas, importan todo, desde energéticos hasta inflación y recesión, y ven con desesperación que, salvo esfuerzos nobles y únicos, pero insuficientes de los productores de petróleo organizados, los petrodólares se reciclan en las economías poderosas. La estrategia compartida por el inundo en desarrollo para dar valor a todas sus materias primas, corre el riesgo de dividirse, pues hasta ahora, si bien el petróleo ha sido la que se revaluó, no ha servido como detonador de la reivindicación de las demás. Cuidemos la unidad tan difícilmente conseguida.

Los precios de los hidrocarburos no pueden ser considerados como una cuestión de regateo y correlación de fuerzas, entre productores y consumidores y menos aún cuando en medio, las posiciones son radicalizadas por otras estructuras generalmente transnacionales; muchas ya sin metrópoli y, por lo mismo, sin obligaciones sociales ni solidaridad política. Conciliemos conciencia y valores nacionales, con los intereses de un internacionalismo fecundo y armónico.

La contradicción de intereses entre países debe resolverse no por aniquilamiento, sino por integración dialéctica de los opuestos.

Lo que no se prevé, se convierte en problema; los problemas que no se resuelven, se acumulan; y los problemas acumulados, abaten evolución y posibilidad de desarrollo.

Para que la realidad no nos rebase y atendamos los retos que con claridad ahora vislumbramos, -lo debemos esperar hasta que la crisis nos obligue a tomar determinaciones precipitadas y parceladas y quedar atados a aquellas que más pesen, por la fuerza. que no por el derecho.

Los hombres se mueren ahora. No ofrezcamos remedios para mañana; no intentemos frente a la realidad lacerante, la idealización estoica. Frente a verdaderos, aunque duros caminos, artificiales laberintos sin salida; frente a obstáculos concretos, supuestos atajos: Gente a difíciles inercias, arreglos efímeros y egoístas; frente a sólidos argumentos, el amago y la mentira; frente al poder de la inteligencia, la fuerza bruta de las armas; soluciones parciales, bilaterales o de bloque, frente a problemas de todos.

Poco avanzaríamos en el estéril reflejo de este juego de espejos.

Sería imperdonable que conociendo las tendencias y sus implicaciones no adoptáramos las decisiones conducentes a las respuestas idóneas, para impedir que la amenaza de un futuro amargo y de encrucijada se nos convierta en irremediable presente.

No podemos mantener buenas expectativas, abiertas y malas intenciones encubiertas. Atentaríamos contra la justicia con actos irracionales que cancelan esperanzas y dignidad para muchos millones de seres humanos.

A partir de estas premisas, nos identificamos plenamente con los países que luchan por revalorar sus materias primas; compartimos intereses con los productores de petróleo, pero entendemos también que se hace indispensable romper un esquema empantanado que está perjudicando a todos. Tenemos un pacto irrevocable con los principios de autodeterminación, no intervención, solución pacífica de controversias, deberes y derechos económicos de los Estados y solidaridad, que en lo internacional rigen nuestra conducta. Por eso queremos cortar ese nudo gordiano.

Nosotros sabemos que entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz: como sabemos también que en ocasiones hay que reconocer nuevas responsabilidades para que resurjan derecho, respeto y paz activa. Es hora de avanzar en la normatividad y reglamentación del derecho internacional, ya no sólo público sino auténticamente social.

Mi país, que afirmó, desde hace mucho, como lo consagra la Constitución de la República, la propiedad originaria de la Nación sobre suelo y subsuelo, y que en 1938 fue el primero que, en el proceso de su descolonización, nacionalizó su petróleo, ahora potencial productor importante de hidrocarburos, quiere ser solidario con todos los pueblos del orbe y, particularmente, con aquellos que luchan por su liberación, más necesitan y más merecen.

Congruentes con esta declaración, estamos dispuestos a respaldarla con hechos, asumiendo obligación tanto normativa como operativa. para contribuir al advenimiento de un nuevo orden mundial más equitativo y mejor equilibrado.

En la modestia de nuestra situación y entendimiento, queremos afirmar:

El primer problema, es plantear el problema ante tantos protagonistas con intereses encontrados, políticas indefinidas, reivindicaciones en proceso, rencores acumulados y reproches expresados, sin dar pie a suspicacias de parcialidad, manipulación o complicidad.

Definir el problema es buena parte de la solución. No obstante, lo que voy a decir es tan simple, que admito pueda parecer, en el controvertido panorama en que nos encontramos, romántica ingenuidad.

Los energéticos constituyen responsabilidad compartida de toda la humanidad.

Los energéticos no deben ser privilegio de los poderosos, toda abundancia es relativa. Tienen un límite. Tienen un fin. Tampoco pueden ser fuerza perturbadora para compensar la inseguridad de quienes sólo esto tienen para garantizar su legítima supervivencia y autodeterminación.

Queremos compatibilizar, en un puente, los extremos, los esquemas de oferta, demanda y precio del petróleo presente, con las alternativas que para el porvenir queremos.

El orden que necesariamente habrá de llegar, y pronto, puede ser resultado de la 'participación de las soberanías, su convicción y libre suscripción, o impuesto por la violencia del más potente; y no es imposible después de un holocausto estúpido, que en obtusa condena de Sísifo, cuyo destino era nunca concluir, extinguiera lo que pretende conquistar y para vergüenza eterna, volvería a desbocar a los Jinetes del Apocalipsis, sólo que ahora montados sobre la energía desbordada de millones de caballos de fuerza.

Esa es la disyuntiva y la razón de nuestra proposición aquí y ahora.

Es la Organización de las Naciones unidas, la Única alternativa racional e institucional para combatir las hegemonías políticas y económicas.

Sólo aquí se pueden ordenar en igualdad jurídica y moral, los Estados; sólo así podemos dirimir polémicas, desterrar abusos y prepotencias, para encontrar juntos, en el ámbito de la justicia, las reglas que aprobadas por los más, a todos obliguen para alcanzar soluciones razonadas y efectivas. Pero se critica este foro como si hubiese aparecido por generación espontánea. Se dice que está burocratizado y es un pantano desesperante; o bien que, excesivamente politizado, se convierte en instrumento de veto de los poderosos, o de abuso de las mayorías débiles.

Sea como fuere, es obra nuestra y es lo mejor que hemos acertado a concebir. Si no estamos de acuerdo con su utilidad, modifiquémosla, pero no la invalidemos.

Proponemos una fórmula de trabajo conjunto, de equipo, no de afectación, ni de intervención, sino de participación amistosa que integre y magnifique los esfuerzos aislados.

El tema ha atraído y ocupado la atención de esta Organización desde hace varios años. Los hidrocarburos -como elemento catalizador de la crisis económica- han sido motivo recurrente en los debates que han evidenciado intereses y opiniones, aciertos y equívocos, coincidencias y divergencias, que en todas direcciones se cruzan, cuando surge el terna de la energía.

El recuento de los informes y resoluciones que en sus distintos ámbitos se han producido al respecto, sería demasiado largo; subsisten las corrientes que pretenden considerar las cuestiones de la energía, según la fuente de que proviene, fraccionadamente y por separado, lo que es ilógico e incompatible con la interdependencia y magnitud de la actual problemática.

¡En qué criterio objetivo podría fundarse el tratamiento de la energía nuclear con fines pacíficos, independiente de la producción de hidrocarburos? ¿Podríamos entender una conferencia destinada al estudio de fuentes nuevas y renovables de energía, con exclusión de las convencionales anteriores? ¿No es más consecuente, respetando las singularidades de cada energético, coordinarlos dentro de una política global?

Tampoco parece sostenible que, por los rezagos y residuos del pasado y los antagonismos del presente, coloquemos en compartimientos estancos asuntos indisolublemente ligados.

Queremos aprovechar lo aprovechable, capitalizando la experiencia y la vivencia cotidiana, para integrar un programa común de desarrollo y equitativa distribución de los recursos energéticos, actuales y potenciales. Por ello la investigación habrá de dirigirse a optimizar su producción y su productividad, para no fincar resoluciones en sus reservas, sino en su posibilidad generadora de recursos que sí sean renovables y de beneficio común.

En apariencia nos enfrentamos a problemas de fondo que en realidad son de forma y modo; de métodos para conjugar intereses y esclarecer la voluntad política de la comunidad internacional, cada una de cuyas partes debe demandar sus atribuciones y convenir y cumplir su misión.

En este propósito, nos frena por un lado, la incapacidad para articular, coherentemente, enfoques diversos del problema energético, que resulta el más vital para la continuidad del progreso. Y, por otro, la dificultad de vincularlos con un método mucho más vasto y complejo: el nuevo orden económico mundial.

Superar esta antinomia, implica no sólo señalar el qué, sino también el cómo; atender simultáneamente los dos planos; el de la nueva estrategia internacional para el desarrollo y el de los medios para implementarla.

De otro modo, estaríamos disociando lo que queremos, de lo que hacemos; estaríamos oponiendo los principios a las normas; las normas a los procedimientos, y los procedimientos a la acción creadora. Correríamos el peligroso riesgo de estancarnos y de perpetuar los injustos contrastes entre dispendio y escasez; entre progreso alucinante y rezago humillante; entre existencia estéril y vida digna.

Disponemos ya de normas y disposiciones de carácter económico, generalmente aceptadas por los Estados. A partir de ellas, como contenido concreto, será posible diseñar la estrategia totalizadora de un desarrollo común, equilibrado, que se exprese jurídicamente, en base a derecho internacional. Si desde Bretton Woods se ordenó moneda y reconstrucción, ahora podríamos, en este foro, ya plenamente instituido, reordenar energía y resurgimiento.

Estoy, por todo esto, en aptitud de asegurar que un debate general sobre la materia no es sólo indispensable sino posible.

Propongo, en consecuencia, la adopción de un Plan Mundial de Energía que a todos corresponda, tanto a poseedores como a desposeídos, y que a todos comprometa, cuyo objetivo fundamental sea asegurar la transición ordenada, progresiva, integral y justa entre dos épocas de la humanidad.

El plan debe contener programas para:

• Garantizar la soberanía plena y permanente de los pueblos sobre sus recursos naturales.

• Racionalizar la exploración, producción, distribución, consumo y conservación de las fuentes actuales de suministro energético, particularmente hidrocarburos, facilitando recursos financieros y tecnológicos.

• Asegurar e incrementar la explotación sistemática de las reservas potenciales de toda índole, tradicionales y no convencionales, que por falta de financiamiento o investigación aplicada no han podido aprovecharse: el Sol. que irradia nuestros trópicos y calcina tantos desiertos; el agua que cae ociosa desde las cumbres y erosiona en su arrastre; el calor ignorado de nuestra tierra; la energía inutilizada del viento y del mar, del átomo y de la vida misma.

• Brindar la posibilidad de que todas las naciones integren planes energéticos coherentes con la política mundial, a fin de asegurar la congruencia y eficacia de objetivos, contenidos e instrumentados.

• Diseñar las medidas que propicien en los países en desarrollo, la formación e integración de las industrias auxiliares y especialmente de bienes de capital, del sector energético.

• Establecer un sistema que a corto plazo y como acción inmediata, para resolver el problema de 1 os países en desarrollo importadores de petróleo, les garantice suministro, respecto a contratos, detenga la especulación, establezca compensación por los incrementos de precio, e incluso, trato considerado por parte de los países exportadores.

• Crear fondos de financiamiento y fomento, que podrían constituirse con aportaciones proporcionales y equitativas de países desarrollados consumidores y de productores exportadores, para atender tanto los objetivos de lamo plazo como los apremios de los países subdesarrollados importadores de petróleo.

• Instituir un sistema de proyección y transferencia de tecnologías y sus correspondientes capacitaciones, en el que se incluya el registro mundial de avances y seguimiento de las investigaciones y experiencias en materia de energéticos

• Apoyar el establecimiento de un Instituto Internacional de Energía, iniciativa totalmente coincidente con las ideas aquí expuestas, planteada ya por el Secretario General de esta Organización, a quien agradezco su orientación a este respecto.

Propongo, para llevar adelante este Plan Mundial de Energía, integrar un grupo de trabajo, formado por representantes de los países productores de petróleo, de los industrializados, tanto capitalistas como socialistas, y de los en desarrollo importadores, que elaboraría los documentos y proposiciones relativas y específicas.

Honorable Asamblea:

Para arribar al año 2000 de nuestra era, el horizonte es tan sólo de 21, tiempo en que los hombres y mujeres que hoy nazcan, habrán alcanzado su mayoría de edad. Para entonces, el único sustituto del petróleo será todavía el petróleo por descubrir; será hasta los albores del siglo XXI que otras fuentes de energía empezarán a servirnos. De ahí el imperativo de racionalizar el uso y destino de los hidrocarburos.

Para que todo esto sea, habremos de proporcionar nuestros mayores esfuerzos y lo mejor de nosotros mismos, con buena fe, honestidad intelectual, imaginación, constancia y voluntad.

Que de la unión de nuestras diversidades surja la condición de la paz universal. Productiva porque a todos brinde oportunidad de vivir y ganar el derecho a la felicidad, duradera para nosotros y para los hijos de todos.

El desafío es de todos, porque todos somos parte del problema, y por eso también la solución somos todos.

Esta es la proposición de México".