José López Portillo
14 de Febrero de 1979
Al término de la comida, el Presidente José López Portillo pronunció el siguiente discurso:
Señor Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. James Carter;
Señora de Carter;
Señoras y Señores:
Hace ya dos años nos reunimos por primera vez. Mucha agua ha pasado desde entonces por el río Bravo. Muchas cosas también han sucedido dentro de nuestros países, entre nuestros países, en el mundo y con el mundo.
Unidos por la geografía y sus cicatrices; inmersos en la conflictiva de una historia a veces amarga y siempre compleja, nos hemos propuesto conformar nuestra vecindad según el Derecho y, lo que es más importante, favorecidos por una recíproca amistad. Ello entraña buena voluntad en el trato respetuoso, justo y digno.
Conviene hoy, a dos años, evaluar propósitos y confrontar hechos. Ahora conocemos mejor lo que cada uno espera del otro; pero creo que también sabemos que no hemos puesto a prueba nuestra amistad, porque no hemos decidido lo que estamos dispuestos a hacer de nuestra relación. Podemos plantearla como problema. Podemos pensarla como conflicto. En el primer caso hay soluciones —las celebrarían nuestros amigos—. En el segundo, enfrentamientos —se alegrarían nuestros enemigos.
Sabemos que ante un mundo de cambios extraordinarios y difíciles, en los acomodos de fuerzas, intereses, recursos y posiciones. su gran país está redefiniendo políticas que todavía no acabo de formular, lo que dificulta sus decisiones.
Sin embargo, reconocemos en usted al gobernante que ha buscado reavivar los fundamentos morales de las instituciones políticas de Norteamérica. Ha procurado usted, con personal entereza, sustituir arreglos provisionales por entendimientos duraderos.
Eso esperamos nosotros. Eso estamos resueltos a hacer. Nuestros pueblos quieren acuerdos de fondo y no concesiones circunstanciales.
Entre vecinos permanentes y no ocasionales, el engaño o el abuso repentinos son frutos venenosos que tarde o temprano revierten.
Por ello concibámonos a largo plazo. Nada injusto prevalece sin violentar 12 decencia y la dignidad.
Resulta difícil, especialmente entre vecinos, conducir relaciones cordiales y mutuamente provechosas, en una atmósfera de recelo o de abierta hostilidad.
Nosotros no queremos entender nuestra historia como una rencorosa ancla de sal, como no quisiéramos que ustedes concibieran su futuro por los riesgos del silencio migratorio; ni anclas ni silencios deben inhibir nuestros tratados.
Una política de buena vecindad supone un clima general de opinión en que prevalezca el respeto sobre el prejuicio y la inteligencia sobre el sectarismo.
En tres mil kilómetros de frontera somos la muestra más representativa de la relación NorteSur, confluencia de dos civilizaciones en expansión antes separadas por el desierto, hoy compleja y estrechamente vinculadas por conurbaciones e intercambios.
Pero por más intensa que se hayan vuelto nuestras relaciones, no son ni exclusivas ni excluyentes. Los Estados Unidos, en su dimensión de potencia mundial, multiplican su presencia y sus compromisos en todos los continentes. México, en su calidad de país independiente, no conoce más limitaciones para diversificar sus intercambios, que sus principios y las necesidades de su desarrollo.
Dentro de esta perspectiva debe ubicarse el complejo fenómeno de nuestra interrelación, que en ningún caso ha de confundirse con dependencia, integración o dilución de fronteras. Ambos países se complementan y recíprocamente se necesitan: pero ninguno desearía depender del otro al punto que se anulara su voluntad soberana, se redujera el espacio de su acción internacional o se perdiera el propio respeto.
Ello exige un análisis totalizador; no sacrificar lo importante por lo urgente; ni deformar la necesidad internacional y permanente por el interés local y transitorio. Obliga a que por la conciencia de lo básico, se resuelva lo necesario.
Hoy Estados Unidos reajusta su poderío e influencia en un mundo inacional que se niega a ordenar sus intereses y violencias conforme a derechos y obligaciones; un mundo en el que las maniqueas geometrías políticas dificultad el desarrollo y hacen angustiosos el subdesarrollo, al tiempo que las hegemonías económicas desnacionalizadas, sin responsabilidades sociales y sin metrópoli, se lo reparten, ganándole la carrera a los Estados soberanos.
Y hoy, en ese mismo mundo, México, por primera vez en su historia, tiene la oportunidad, a partir de un recurso no renovable y la autodeterminación financiera que la significa, de resolverse como la Nación libre, segura y justa en que soñaron sus próceres, regida por las normas de una Revolución hecha Gobierno y empeñada en vivir en una paz nutrida por el respeto al derecho ajeno. Tal vez sencillo; pero válido.
Así México se ha encontrado súbitamente en el núcleo más sensible de la conciencia de Norteamérica, mezcla sorpresiva de interés, desdén y temor, como reiterado y obscuro temor sufren antes ustedes, sectores de nuestra subconsciencia nacional.
A usted y a mí nos corresponde encarar el problema; recionalizar realidades y prejuicios y frente a nuestras naciones, evitar que la inconsciencia, la ambición, el miedo o el manejo interesado de los espejismos nuble una relación fundada en la amistad, o cancele las posibilidades del entendimiento.
Busquemos lo perdurable. Buena fe y juego limpio. Nada que nos haga perder el respeto de nuestros hijos.
Relaciones multilaterales, orden económico, comercio y precios, demografía, finanzas, moneda, estupefacientes, energéticos, tierra, mar, aire, o gas; derechos migratorios, laborales o humanos, con todas sus cuestiones, plantean agendas de cambiante peso específico. Lo que no debe variar son los principios del trato. Uno fundamental: tratarnos como quisiéramos ser tratados. Ese es el canon entre hombres y naciones; prueba de nuestra voluntad y medida de nuestra acción.
Con esa buena voluntad quiero en esta relación asumir mi responsabilidad transitoria, frente al destino permanente de mi pueblo, al que como usted he protestado servir y no tengo el derecho de comprometer.
Estoy cierto que usted piensa lo mismo, y en muestra de ello unamos nuestras copas como queremos unir nuestras voluntades".
México, país del futuro
A su vez el Presidente James E. Carter, en reciprocidad, pronunció el siguiente discurso:
"Señor Presidente López Portillo;
Señora de López Portillo;
Distinguidos invitados que han venido aquí, del gran País de México y del gran País de los Estados Unidos:
El Presidente López Portillo y yo, durante las cortas horas que hemos compartido durante esta visita, hemos encontrado que tenemos muchas cosas en común: ambos representamos a grandes naciones; ambos hemos descubierto un común interés en la arqueología; ambos tenemos que tratar asuntos difíciles, tales como las cuestiones de la energía y el control de la inflación; ambos miramos a través de las aguas que fluyen en el río Bravo, con interés como una extensión de amistad, con preocupación y algunas veces con falta de comprensión, pero con la determinación de hacer que el futuro sea más brillante. Ambos tenernos esposas interesantes y bellas, y ambos corremos varios kilómetros todos los días.
De hecho, le mencionaba precisamente al Presidente López Portillo que en la ciudad de México fue donde adquirí, por primera vez, el hábito de correr. El primer tramo que corría era precisamente del Palacio de Bellas Artes al hotel Majestic, donde mi familia y yo nos hospedábamos.
A la mitad de la actuación del Ballet Folklórico aquí, descubrí estaba yo afectado por la llamada venganza de Moctezuma.
También hemos notado que han tenido lugar algunos cambios notables desde entonces. En aquella época, mi esposa, nuestros tres hijos y yo nos hospedábamos en el hotel Majestic, en el zócalo, alrededor de una semana, y pagábamos 5.50 dólares por día. Solamente la vista que gozábamos desde ahí valía ese precio.
Al final de mi visita voy a tener el honor de dirigir la palabra al Congreso de México. En su discurso al Congreso de los Estados Unidos, señor Presidente, hace dos años, usted dijo: «México no ha sido nunca ni es ahora, el líder de ningún continente ni de ningún grupo de países». Yo respeto esta opinión muy modesta del papel de su Nación.
Sin embargo, nuestro mundo está cambiando muy rápidamente y ya no está dividido en bloques monolíticos, ideológicos ni militares. La franja sur de nuestro planeta, llamada Tercer Mundo, está afirmando sus derechos y las responsabilidades que conllevan esos derechos; y nadie puede negar que la nueva fuerza de México, su nueva confianza, su nueva importancia en la economía del mundo, están proyectando a su país en un nuevo papel mundial.
Nosotros buscamos apreciar la individualidad de cada Nación independiente y guiar nuestras propias políticas de manera consecuente.
Mi Gobierno, así como el pueblo de mi país, reconoce el carácter único de México. Por decisión y elección propia, como usted mismo ha dicho, señor Presidente, México no es líder de ningún bloque; sin embargo, sobre muchos temas globales, la voz independiente de México se oye con creciente vigor y persuación.
La voz de México, por ejemplo, se oye sobre el tema crucial del sistema económico mundial, con el objeto de hacerlo más justo y equitativo y de cómo aumentar la participación de los pueblos del mundo en desarrollo.
A causa de los diferentes niveles de desarrollo, hablando en términos económicos, de nuestros dos países, nuestras decisiones respectivas del ritmo y el modo de cambio son algo diferentes. Sin embargo, nuestrodiálogo es un diálogo creativo, benéfico para todos los países del mundo, cualesquiera que sea su grado de industrialización.
La voz de México se oye como la de un abogado que defiende un enfoque verdaderamente internacional acerca de los derechos humanos. El pueblo mexicano tiene una historia de larga y exitosa lucha no solamente por la independencia nacional, sino también por la justicia social y la dignidad del individuo.
México ha utilizado su influencia en pro de los derechos y de las normas internacionalmente reconocidas, tanto políticas como economicas, del concepto de los derechos humanos.
Esta ha sido una de mis preocupaciones más profundamente sentidas. Nuestras políticas, tanto las nacionales como de política extranjera, deben reflejar nuestros valores como pueblo. Aquellos de nosotros que somos líderes nacionales, tenemos la responsabilidad de hacer que se oigan nuestras voces cuando se violan los derechos humanos en el extranjero y también tenernos la responsabilidad de proteger los derechos humanos en nuestro país. Esto se extiende a los derechos humanos básicos de todas aquellas personas que, por cualquiera razones, se encuentren dentro de las fronteras de nuestros países.
La lucha por los derechos humanos no es una cosa estática: ofrece nuevos retos a todas las nuevas generaciones.
Durante la década de 1960, en los Estados Unidos, nosotros pusimos en vigor nuevas leyes para proteger los derechos civiles, así como el derecho al voto de todos los ciudadanos, cualesquiera que fuesen su lengua, raza o color.
Aquí en México, señor Presidente, usted ha iniciado una importante Reforma Política y una Ley de Amnistía, prueba de su creencia en un debate abierto y en la necesidad de acomodar puntos de vista opuestos.
Finalmente y de la mayor importancia, la voz de México se hace oír al servicio de la paz mundial. Su Gobierno ha trabajado larga y duramente para controlar las armas y los armamentos, tanto nucleares como convencionales, tanto en este hemisferio como en el resto del mundo. No sería exagerado decir que de todos los países importantes del mundo, no existe ninguno más dedicado al control de las armas ni más opuesto al militarismo, que México.
Los líderes de este gran país han adptado una iniciativa extremadamente importante en el Tratado de Tlatelolco —Tratado que fue firmado aquí en este lugar—. Los esfuerzos por hacer que esta región del mundo, sea una zona libre de armas nucleares, es uno de los pasos más creativos que cualquier país haya tomado desde la invención de estas terribles armas de destrucción nuclear.
Su enfoque es tanto visionario como práctico: una difícil combinación de conseguir.
Espero y tengo confianza de que esto servirá de modelo para otras regiones del mundo. En las Naciones Unidas, así como en otros lugares, ustedes han sido igualmente creativos intentando detener la expansión de las armas convencionales. Nosotros acogemos la dedicación de México en estas cuestiones.
Y aunque nuestros dos países pudieran no estar de acuerdo sobre todos los asuntos particulares, sin embargo, existe un sentido de preocupación compartida, de valores compartidos que enfatizan nuestra relación. En el espíritu de respeto mutuo y aprec io mutuo y con admiración, señor Presidente, anticipo con gran placer el continuar trabajando, junto con usted, para establecer la comunidad internacional de justicia, diversidad y paz.
Ahora quisiera proponer un brindis, señor Presidente: primero, por la salud del Presidente de México y de la señora de López Portillo; por la continua amistad y cooperación del pueblo de México y del pueblo de los Estados Unidos de América, y por aquello que ambos buscamos en la mayor medida: la paz a través de todo el mundo".
Reconocimiento a los héroes de México.
Por la tarde, el Presidente James E. Carter y su esposa, Rosalynn Carter, visitaron el Monumento a la Independencia, acompañados del Secretario de Relaciones Exteriores de México, licenciado Santiago Roel García.
Allí fueron recibidos por el Jefe del Departamento del Distrito Federal, profesor Carlos Hank González.
Luego de depositar una ofrenda floral y montar una guardia de honor, el Presidente Carter firmó el libro de visitantes distinguidos, con las siguientes palabras:
"Es un honor rendir homenaje a la bravía gente de México, quienes en todo tiempo han estado dispuesto a dar sus vidas por la libertad y la justicia.
Después, la señora Angelina Fierro Pineda, en nombre de los artesanos del mercado de La Ciudadela, obsequió al Presidente Carter un sombrero de charro, y a la señora Carter dos sombreros huicholes.
Visita a la Embajada de los Estados Unidos.
En otra de sus actividades, el Presidente Carter y su esposa visitaron el edificio de la Embajada de los Estados Unidos de América, ubicado en Paseo de la Reforma número 305, de esta ciudad. Correspondió al señor Patrick J. Lucey, Embajador de los Estados Unidos en México, dar la bienvenida a los distinguidos visitantes.
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