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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

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ISBN 970-95193

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1973 Juventud o vejez: categorías espirituales. Discurso pronunciado en la constitución del Movimiento Nacional de la Juventud Revolucionaria MNJR del PRI. Jesús Reyes Heroles.

Marzo 4 de 1973

La constitución del Movimiento Nacional de la Juventud Revolucionaria, resultado de la séptima Asamblea Nacional de nuestro partido, puede constituir un hecho de vital importancia si sus militantes y dirigentes están a la altura de sus tareas.

Las nuevas generaciones están desempeñando un papel muy importante en la renovación o reforma política nacional, siguiendo lo que ya en México es una tradición; el entreveramiento de generaciones, su enlace, que ha permitido a nuestro país mantener la movilidad política, la continuidad y la innovación, conjugando los ímpetus juveniles con la serenidad y prudencia que da la experiencia.

Repasemos las lecciones de nuestra historia. No es un fenómeno nuevo y no se trata de escamotear el conflicto generacional recurriendo a un viejo expediente; ofrecer posiciones por convicciones. Por una parte, es punto programático de nuestro partido no creer en los conflictos generacionales, sostener que éstos son artificiales y tienden a encubrir los conflictos reales de la sociedad. Por otra parte, lo que está ocurriendo es lo mismo que ya ha ocurrido en nuestra historia.

Un repaso sobre las edades de nuestros dirigentes políticos en la lucha por la Independencia, por el triunfo del liberalismo y en la batalla contra la Intervención, así como sobre los precursores y actores de nuestra Revolución, basta para convencernos de que asistimos a un procedimiento probado en el curso de nuestra historia. Sólo el antiguo régimen, el porfirismo, gobernó prácticamente como una generación cerrada, contenida en sí misma, cortando la movilidad política, estacionando generaciones, lo que bien pudo haber sido una de las causas de su estrepitosa caída. Mas la mala memoria o el poco cuidado que se pone en el análisis de los acontecimientos políticos cotidianos, hacen que se vean como nuevos o insólitos hechos que, en el fondo, implican una reiteración histórica. Si a ello añadimos el afán por la simplificación, nos explicamos las exageraciones que han surgido y la contienda, que con escenario artificial, sin base alguna de sustentación, se ha montado; hay una sustitución rápida, violenta de los adultos y los viejos, a quienes se les manda a su casa por los adolescentes, los casi niños. Lo prematuro está sucediendo a lo maduro o demasiado maduro.

Esclavizados a las exageradas simplificaciones, se afirma que los biológicamente adultos o viejos acaparan la experiencia, tienen su monopolio. ¡Como si la vasta experiencia que se requiere para gobernar se pudiera adquirir en el lapso corto, cortísimo, de una vida!, ¡como si no se pudiera aprender sino en cabeza propia!, ¡como si no existieran las formas de transmisión del pensamiento y la experiencia, la comunicación no oral entre generaciones!, ¡como si algunas cosas que saben los viejos más valdría no saberlas!, ¡como si la posibilidad de aprender no fuera, con frecuencia, más importante que la facultad de no saber olvidar! De exageración en exageración se llega a decir; se está sustituyendo a los hombres que estaban dotados de experiencia, hábiles y probados, por aquellos que empiezan, faltos de sabiduría, ciencia o juicio o en otras palabras, se está cambiando a los que saben, por los incipientes con “c” y los insipientes con “s”.

Se dice que hay en la política a quienes hasta hace muy poco, ante su deseo de ascenso a la responsabilidad, se les decía: todavía no, te falta formación, te falta experiencia; y ahora, mediante un brusco viraje, se les dice: ya no, pasó tu tiempo. No se trata del arribo de los incipientes con “c” e insipientes con “s”, no se trata del retiro de los maduros ni, mucho menos, de un cambio súbito de generaciones. Se reitera, como antes decíamos, un procedimiento tradicional en la evolución política de México: el entreveramiento, el enlace de generaciones, la transmisión de conocimientos y experiencias, la conjugación de ímpetus juveniles con la sabia prudencia.

Juventud y vejez no son categorías biológicas. Sólo un principiante puede pensar que la reforma política se realiza con el puro ascenso de los jóvenes. Sólo un novato puede pensar en los cambios bruscos de generaciones. ¿Puede haber cambios súbitos de generaciones? La historia lo niega. Ni en los periodos violentos tal fenómeno se presenta con claridad. Los biológicamente jóvenes que han ascendido y que seguirán ascendiendo a la responsabilidad política, tienen sus años de formación y sus años de gestión, sobre la base de que unos y otros son inseparables. Cuando un hombre está en la gestión, se está formando, está aprendiendo. El hombre que en un momento dado se considera formado sólo es un pobre hombre.

En cuanto a la generación frustrada de que se habla, ni se le dijo ayer: todavía no, ni se le dice hoy: ya no. Si algunos lo creen, que se cuiden, pues lo que están pasando es un proceso de auto- formación. Pero a todo ello añadamos que juventud o vejez no son categorías biológicas sino categorías espirituales. La juventud, ha dicho el presidente Echeverría, es un estado anímico. Creemos que para ser joven o viejo la edad no cuenta; es más, para ser joven cabal se requieren con frecuencia muchos años. Se es joven cuando se tiene impaciencia por los problemas del hombre y no por los problemas personales. Se es joven cuando se está animado de constante inquietud, de propósitos de reformar. Se es viejo cuando se aspira a la quietud, cuando se detiene la mirada hacia atrás.

No asistimos a un ilógico cambio generacional. Se es joven cuando se ve la vida “como un deber y no como un placer”, cuando nunca se admite la obra “acabada, cumplida”, cuando nunca se cree estar ante algo perfecto. Se es joven si se está lejos de la docilidad y el servilismo, si se cree en la solidaridad y en la fraternidad. Se es joven cuando se quiere transformar y no conservar, cuando se tiene la voluntad de hacer y no de poseer, cuando se sabe vivir al día, para el mañana; cuando se ve siempre hacia adelante, cuando la rebeldía frente a lo indeseable no ha terminado, cuando se mantiene el anhelo por el futuro y se cree todo posible. Cuando todo esto se posee, se pueden tener mil años y ser joven. Hay juventud con años y hay vejez antes de tiempo.

Para ser joven o viejo lo que menos cuenta es la edad. Joven o viejo, decía el poeta, son “papeles que reparte la vida y que no siempre coinciden con nuestra vocación”. ¡No!, no asistimos a un ilógico súbito cambio de generaciones. Se está haciendo hoy lo que se ha hecho ayer y antes de ayer: no quitar la escalera después de que se ha usado para el ascenso a la responsabilidad política. La escalera se mantiene, permanece, y que no se olvide que la movilidad política es válvula de seguridad para el régimen revolucionario.

Se entreveran las generaciones, se entrelazan, y siguiendo el método de años de preparación y años de gestión, se evitan las caídas hacia arriba, más dolorosas que las caídas hacia abajo.

El partido ayudará al movimiento de la juventud. El Movimiento Nacional de la Juventud Revolucionaria se forma gozando de plena autonomía. Serán sus miembros quienes escojan a sus dirigentes, serán ellos mismos quienes tomen decisiones sobre los grandes problemas nacionales e internacionales.

Autonomía es, en buena medida, autodisciplina. Confiamos en la autonomía del movimiento juvenil revolucionario, en su autodisciplina. La juventud tiene, junto con los adultos y los viejos de nuestro partido, una dura tarea; movilizar al pueblo, hacer que la conciencia popular se convierta en irrefrenable actividad popular, que el pueblo se movilice en apoyo de aquellas transformaciones que sólo con él pueden hacerse. No creemos en las revoluciones desde arriba; nuestra Revolución sólo marchará si se logra la movilización popular.

Compañeros del Movimiento Nacional de la Juventud Revolucionaria, estamos dispuestos a ayudarlos a forjar un mejor destino para su generación, convencidos de que ustedes ayudarán a forjar un mejor destino para la generación que los suceda, para así lograr que otras generaciones sucesivas sigan este mismo método.

 

 

Fuente: Revista "La República", órgano del Partido Revolucionario Institucional. 1973