Gustavo Díaz Ordaz, Los Pinos, 27 de Febrero de 1968
Señor don Adolfo Martínez Domínguez, Presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional; Señor doctor Lauro Ortega, Presidente de la Quinta Asamblea Nacional Ordinaria del Partido; Señores Representantes cíe los sectores de esta Institución y doctor Lauro Ortega, por la atingencia al dirigirla.
Saludo en ustedes no sólo a queridos amigos y viejos correligionarios y cornpañeros de lucha; saludo en ustedes a los soldados sin armas que defienden con pasión los principios de nuestros tres movimientos emancipadores que caracterizan las tres etapas esenciales de nuestra historia: Independencia, Reforma y Revolución.
Saludo en ustedes también a los heraldos de esos principios en la extensión toda del territorio nacional y a quienes trabajan incansablemente por lograr que esos sagrados principios, que tanta sangre tostaron, sean cada día en mayor proporción fecunda realidad en la vida de México.
Los felicito a todos por el éxito con que han celebrado la Asamblea que hoy termina, y en especial a nuestro amigo y compañero el señor doctor Lauro Ortega. por la atingeiu la al dirigirla, y expreso mi reconocimiento, tonto miembro del Partido Revolucionario Institucional, a quien supo dirigirlo acertadamente durante los últimos dos años.
También expreso, en torna pública y cordial, mi felicitación a los señores don Alfonso Martínez Domínguez y profesor Enrique Olivares Santana, por haber logrado conquistar —con una trayectoria de esfuerzo y de limpia actuación— la confianza de las delegaciones todas de nuestro país. al haber alcanzado el voto unánime de ellas y ser elegidos como Presidente y Secretario, respectivamente, del órgano máximo del Partido Revolucionario Institucional.
Y con mi felicitación van mis más cordiales deseos y mis votos fervientes por el éxito en las funciones que el Partido les ha encomendado.
No deja de ser difícil esta ocasión. por chanto que hablo coito militante y miembro del Partido Revolucionario Institucional. único Partido al que he pertenecido en mi vida y único Partido al que perteneceré en los días que queden de ella; pero al mismo tiempo no puedo desprenderme de la más importante investidura que pueda ostentar un mexicano y que a mí me hizo el honor de conferirme al pueblo de México.
En un mundo lleno de especulaciones y suspicacias no será dificil que se confundan las palabras de un miembro del Partido con la actitud de un funcionario público. Prevengo, pero no temo a la confusión. Una Conducta clara, limpia, precisa y firme no necesita mayores explicaciones. Nunca —pienso quizá inmodestamente— he faltado a la lealtad, a los principios y a las decisiones del Partido en el que he estado agremiado de siempre; pero nunca tampoco he sobrepuesto la lealtad a ese Partido por encima de la lealtad que debo a los sagrados intereses que me han sido confiados; que a pesar de la altísima estima, de la gran consideración, efe la pasión con que veo todo lo que atañe a mi Partido, considero totalmente secundario lo que a él incumbe, si lo comparo con los intereses fundamentales de México.
Nuestro Partido no agrupa a la totalidad de los cuidadanos mexicanos. Dentro de las fuerzas organizadas del país, incuestionablemente es mayoritario en forma desbordada. Ciudadanos, en número variable, están integrados en otras instituciones de carácter político, y un número muy importante de compatriotas no milita en forma permanente y organizada en ninguno de los partidos políticos nacionales con registro legal.
Es, pues, natural que resulte perfectamente lógica y clara para los correligionarios de Partido, mi actitud y mis palabras en esta hora, pero que puedan ser susceptibles de distorsión o mal imencionada especulación pala quienes militan en bandos opuestos. Pero aparte de que somos mayoritarios, las grandes masas, inmensas mayorías de nuestro pueblo, si no militan en nuestro Partido, han estado acordes en los principios que él sustenta y en la forma en que afanosamente —a veces sacrificada y heroicamente— un Presidente tras otro, a través de un ya largo periodo de nuestra historia, se ha esforzado en cristalizar en realizaciones cada vez más fecundas para el pueblo mexicano.
Creo que en esta fecha podemos, en unas cuantas palabras, realizar el balance de la vida del Partido Revolucionario Institucional en sus distintas épocas, para decir que ha sido altamente positivo, que ha recogido los más entrañables anhelos de nuestro pueblo, principalinente de aquellos que más necesitan cariño, cooperación y comprensión, y que al recogerlos se ha esforzado por conquistar su satisfacción, por distribuir la requeza en la forma más equitativa posible y en el mayor número de manos, por garantizar los derechos de todos y por ampliar las libertades de todos los mexicanos. Tarea ésta en que el Partido levanta, cuando es necesario, con viril pasión su estandarte de luchar, tarea etc queno distingue a quién favorecen los beneficios de su acción, porque no tiene como propósito premiar méritos de sus miembros, sino servir a la colectividad entera.
En ese sentido el Partido Revolucionario Institucional ha sido y sigue siendo no solamente un órgano electoral, sino un verdadero instituto político de la Revolución Mexicana, como muchas veces se le ha llamado.
A esta sazón, ustedes recuerdan, seguramente, que con frecuencia el Partido Revolucionario Institucional es criticado porque se dice que sólo se acuerda del pueblo a la hora de las elecciones. Quizá la pasión ciegue los comentarios que en ese sentido se oyen o se leen; quizá se expresen por quienes ignoran las vivencias de los partidos políticos fuera de nuestras fronteras, donde es muy frecuente que pasada la elección inclusive se cierren las oficinas para volverlas a abrir sólo cuando se avecina una nueva contienda electoral.
Desde su nacimiento el Partido Revolucionario Institucional no solamente se ha dedicado a participar en luchas electorales, que es su función esencial, y no se avergüenza sino blasona de ello. Pero además, en cuantas coyunturas la realidad le brinda, se ha dedicado a recoger anhelos populares, a satisfacerlos en la medida de sus posibilidades, a servir a sus agremiados y a servir a la colectividad mexicana, poniendo no solamente cátedra de espíritu democrático, sino, fundamentalmente, de igualdad entre todos los hombres, independientemente del color de la piel, de la ideología, de la afiliación política, del credo, de la profesión del sexo. Si acaso, sólo por respetar al precepto constitucional que a los mexicanos reserva, por cuanto son ciudadanos de la Patria, la facultad de intervenir en los asuntos políticos que competen al país. ha hecho sólo ese apartado; y con ellos actúa y para los electos políticos sólo a ellos atiende.
Es, pues, un Partido que es, al mismo tiempo, una institución no hecha para ganan elecciones exclusivamente.
En los episodios del Partido Revolucionario Institucional, en sus antecedentes, hay triunfos y derrotas. Las derrotas no son estigma ni para una personar ni para un grupo de hombres, ni para el Partido siquiera: son riesgos inherentes de quien tonta parte en rana lucha. Es más: pata los efectos de nuestro desarrollo político y social, bien pudiéramos calificarlos, en el fondo, de triunfos porque son expresiones brillantes de la madurez cívica del pueblo mexicano y su desarrollo democrático. (Aplausos).
Nuestro Partido, en cambio —y sigo hablando en estos momentos como miembro de él— no ha perdido jamás una sola batalla en este sentido: jamás ha claudicado de los principios esenciales que nacieron en la mente iluminada de Madero, que fueron pasión en el grito de Tierra y Libertad de Zapata; que fueron ley en el vigoroso carácter de Venustiano Carranza; genio de la guerra en Obregón; brazo armado en Francisco Villa; principios, en fin, que son pasión, bandera, meta, esperanza del pueblo mexicano.
Mis más fervientes deseos para todos ustedes, a fin de que en sus esfuerzos logren mantener incólumes siempre esos principios, defenderlos con la iluminada fe de Francisco I. Madero, con la voluntad inquebrantable del Varón de Cuatro Ciénegas, con el vigor y el valor de Álvaro Obregón y de Francisco Villa, con la sangre de Emiliano Zapata, con la esperanza de tantos y tantos, miles, centenares de miles, trillones de mexicanos que han pertenecido y ahora pertenecen al Partido Revolucionario Institucional.
¡Salud! señores.
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