Periódico Excélsior. 3 de Octubre de 1968
Hay un número aún no precisado de muertos y veintenas de heridos
Un mitin convocado por el Consejo Nacional de Huelga en la Plaza de las Tres Culturas fue dispersado ayer por el ejército y la policía, lo que originó un encuentro a tiros que se prolongó más de una hora. Docenas de personas resultaron heridas. Hay un número aún no determinado de muertos. Los hospitales de la Cruz Roja y de la Cruz Verde quedaron bajo control policiaco desde las 21 horas. La orden fue dada por el general Raúl Mendoza Cerecero, subjefe de la policía.
Entre los heridos está el general José Hernández Toledo, director de la ocupación de Ciudad Universitaria. Su estado, se dijo en el Hospital Central Militar, es grave. Recibió un balazo en el pecho.
Grupos de huelguistas, desde el tercer piso del edificio "Chihuahua", de la Unidad Tlatelolco, dispararon contra soldados y policías. A las 21 horas varios edificios habían sido totalmente ocupados por la tropa y se realizaban cateos en otros.
Antes de la orden policiaca, la Cruz Roja había informado haber atendido a cincuenta heridos de bala, entre ellos cuatro militares y quince niños. Varios de ellos están graves.
El mitin se inició a las 17:30 y empezó a ser dispersado a las 18:10. Una luz de bengala, lanzada desde la torre del templo de Santiago, originó todo. No se sabe cómo.
Quizá era una señal: tal vez, causó una confusión.
A partir de ese momento, los disparos surgían por todos lados: lo mismo de lo alto de un edificio de la Unidad Tlatelolco, que de la calle donde las fuerzas militares, en tanques ligeros y vehículos blindados, lanzaban ráfagas de ametralladora casi ininterrumpidamente.
Mientras ocurría el tiroteo, todos los integrantes del Consejo Nacional de Huelga fueron detenidos, entre los varios centenares que fueron llevados al Campo Militar Número Uno.
Una fosa, donde existen huellas del pasado precortesiano, en la Plaza de las Tres Culturas, frente al cuatro veces centenario templo de Santiago Tlatelolco, fue utilizada como "celda" provisional.
Algunos de los miembros del Consejo Nacional de Huelga fueron desnudados.
Frente al ex convento de Santiago Tlatelolco, cinco cadáveres fueron vistos por los reporteros de Excélsior, tres mujeres y dos hombres.
Todo lo que es Unidad Tlatelolco fue cercada por soldados y policías. Los generales Crisóforo Masón Pineda y José Hernández Toledo dirigían la maniobra, seguidos del general Mendiola Cerecero, subjefe de la policía metropolitana. Hernández Toledo cayó herido al empezar el fuego de los francotiradores.
Mucha gente quería salir de los edificios, otros querían entrar. La confusión era general. Muchos se tiraban al pavimento, se retorcían, habían sido alcanzados por las balas. Había mujeres histéricas, hombres que gritaban, niños que lloraban. El tiroteo continuaba.
Entre los asistentes cundió el rumor de que había decenas de agentes policiacos, vestidos de civiles, entre ellos.
En los edificios cercanos, los inquilinos abrieron sus ventanas para observar lo que acontecía.
El primer orador afirmó que el movimiento estudiantil continuaría "a pesar de todo". Dijo que ya había logrado algo importante: despertar conciencia cívica "politizar" a la familia mexicana. Lanzó ataques a las autoridades.
Subió otro orador, que dijo ser de la Facultad de Comercio y Administración. Cuando iniciaba su discurso se anunció que en ese momento arribaban representantes de sectores amigos. Estos fueron ovacionados.
Dos helicópteros sobrevolaban la Plaza de las Tres Culturas.
En tanto el orador seguía lanzando ataques a las autoridades, decenas de activistas repartían propaganda, y vendían ejemplares del órgano del movimiento estudiantil, llamado "El Victorioso", a cincuenta centavos.
Cuando tomó el micrófono una muchacha, la multitud se calculaba en unas cinco mil personas.
Después de ella habló otro joven. Cuando terminaba, habían transcurrido escasos cuarenta y cinco minutos.
Periódico Excélsior 3 de Octubre de 1968.
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