México, D. F., 5 de agosto de 1968.
MANIFIESTO PARTIDO POPULAR SOCIALISTA.
CONTRA LA PROVOCACIÓN ANTINACIONAL, UNIDAD DEL PUEBLO
Está en marcha desde hace algunos años una gran conspiración contra México. Esa conspiración no es la del comunismo doméstico ni del comunismo internacional. Es la de las fuerzas regresivas internas y del exterior. Para crear confusión; para desatar un ataque a fondo contra las fuerzas democráticas de adentro y de afuera del gobierno; para dividirlas y enfrentarlas las unas a las otras; para crear un clima que haga posible que la próxima sucesión presidencial se resuelva en favor de las corrientes negativas, reaccionarias, que destruirían las instituciones y las prácticas avanzadas logradas en las últimas décadas. Al presidente de la República se le ataca no por los errores de su administración, que halagan a los enemigos del progreso y de la cabal independencia de nuestro país, sino por sus aciertos, por las medidas que ha puesto en práctica para mejorar la vida del pueblo y por su política internacional.
El Partido Popular Socialista ha dejado deliberadamente que baje la marea de los últimos acontecimientos, para exponer su opinión con franqueza, con objetividad, con serenidad, sin ocultar ninguno de sus juicios, a fin de contribuir a que se indague a fondo lo ocurrido, a que se llegue a sus causas y a los móviles que crearon los disturbios. Quedarse a la mitad del camino o decir la verdad a medias a nadie serviría. El problema debe ser examinado por las autoridades, por las agrupaciones políticas y sociales y por los individuos interesados en la marcha progresista de nuestro país, de esa manera, y para no sufrir la influencia de la gran campaña desatada contra las corrientes revolucionarias, democráticas y patrióticas.
Lo que está en peligro no son los partidos políticos ni las agrupaciones de masas, sino todo el desarrollo positivo de México creado por el movimiento revolucionario. Los enemigos de nuestra patria quieren detenerlo.
Grave error y perjudicial miopía política significaría perderse en los incidentes de los disturbios que han sacudido a la opinión del país en la última semana.
Para estimar su profundo significado es preciso no detenerse en la anécdota ni juzgar los hechos aisladamente, sino ubicarlos dentro del cuadro de la situación nacional y mundial, y apreciarlos como parte del proceso de nuestro desarrollo político, del pasado reciente y de la próxima perspectiva. De aquí se derivan. Hacia allá se proyectan.
Tratadas así las cosas, el Partido Popular Socialista lanza una voz de alarma: en los últimos sucesos está la mano de los enemigos de la marcha democrática de México; constituyen un eslabón de un plan agresivo antinacional de amplias proporciones, que lesiona los derechos constitucionales del pueblo en su conjunto; se proponen variar el rumbo de la nación hacia una dirección regresiva, y afectar los más caros intereses e ideales de la patria.
¿Cómo explicar que un incidente sin importancia entre estudiantes alcanzara las proporciones a que llegó?
El Partido Popular Socialista llama la atención de los hombres y mujeres de buena fe y de los funcionarios responsables y amantes de la verdad, acerca de los siguientes elementos de juicio:
Por un lado, al entrar en la segunda mitad de su gobierno, la política del presidente Díaz Ordaz acentuó su impulso democrático. Inició un diálogo con fuerzas de la izquierda, incluyendo al Partido Comunista, y de ese diálogo surgió un nuevo ambiente constructivo; propuso la ampliación fundamental de los derechos de la juventud; censuró el papel y la conducta de la iniciativa privada, de manera particularmente categórica en los actos más recientes conmemorativos de la nacionalización del petróleo; condenó en la ciudad de Washington, ante el Congreso y en presencia del jefe del gobierno, Lyndon B. Johnson, el trato injusto de los Estados Unidos a los países de América Latina; subrayó la posición de México en favor de una paz basada en la no intervención y en el respeto al derecho de autodeterminación y en especial destacó la validez de esa política referida a la guerra de Vietnam; reafirmó su orientación internacional independiente; lejos de acceder a la ruptura de relaciones con Cuba, condujo estas relaciones a su nivel más alto, y auspició también una ampliación de relaciones con el campo socialista.
Al mismo tiempo, pronunciamientos de la nueva dirección del partido gobernante, favorables a la acción con las fuerzas revolucionarias exteriores a él, y un impulso concurrente emprendido por las organizaciones decisivas de la izquierda mexicana, presagiaban una poderosa integración popular que sería determinante en la marcha democrática de la nación hacia objetivos más avanzados.
Por el otro lado, vista la situación desde el campo de las fuerzas antinacionales del imperialismo y de la reacción, el proceso señalado no podía ser observado con tranquilidad, tenía que ser considerado inadmisible.
Numerosos hechos muestran con entera evidencia sus afanes por estorbar o romper el proceso, por sembrar la cizaña y la división, por provocar conflictos y agresiones contra el pueblo y contra la nación mexicana, y esos afanes se han multiplicado a medida que se ha acercado el momento de la sucesión presidencial. El enemigo trataría de aprovechar las diferencias entre los aspirantes y emplearía todos los medios pretendiendo evitar que la sucesión fuese resuelta dentro de un clima de concordia democrática nacional, y como parte de un proceso ascendente de unidad hacia nuevas metas revolucionarias.
Imaginar que la Agencia Central de Inteligencia (CIA), del gobierno norteamericano, dejará de actuar en México, sería vivir fuera de la realidad. La intervención de la CIA como agencia de provocación y de espionaje ha sido puesta al descubierto en numerosos países, y recientemente en Bolivia. A través de voceros extranjeros o nacionales a su servicio, ha pretendido promover acciones de provocación anticomunista y antinacional. Lo intentó cuando quiso atribuir a los comunistas el descarrilamiento de un tren en Guanajuato, producido en los días en que un grupo de estudiantes, realizaba, dentro de la ley, una "marcha de libertad". Insistió después, por boca de Allan Dulles, hablando de una conspiración comunista precisamente para destruir el constructivo diálogo establecido entre el Partido Comunista y el gobierno. Buscando la amenaza de una intervención, la prensa norteamericana ha publicado con frecuencia infundios alarmistas que presentan a México como un foco de subversión comunista que irradia hacia toda América Latina.
Integrada con la acción de la CIA se ha venido desarrollando la acción de grupos de la extrema derecha, como el llamado MURO, que han realizado agresiones violentas y hasta atentados dinamiteros contra personas, grupos e instituciones del campo democrático. Estos grupos han actuado y siguen actuando impunemente.
Hay que mencionar también a los llamados refugiados anticastristas, autores de diversos ataques violentos a consulados mexicanos en el extranjero, y de actos de provocación dentro de nuestro país.
En esas circunstancias se produjo el incidente que ofreció a las mencionadas fuerzas antinacionales la oportunidad de emprender un acto de provocación en gran escala.
Ocurrido el choque violento de la policía con los estudiantes, vista la oportunidad de llevarlo a una dimensión mayor, envolviendo dentro de él un acto de homenaje a la Revolución Cubana que realizaban legal y pacíficamente grupos de la izquierda nacional, los agentes provocadores empujaron por ahí al máximo, resueltos a conseguir el enfrentamiento mayor, más violento y más irreconciliable posible, a producir una división entre sectores del pueblo y el gobierno lo más profunda posible, y a derivar de todo ello una acción represiva anticomunista en gran escala, acción que siempre ha producido frutos a las fuerzas del imperialismo y de la reacción. A estas fuerzas hay que culpar directamente de los lamentables acontecimientos de la semana pasada.
¿Qué papel desempeñaron en los disturbios minúsculos grupos de "ultras" de la seudoizquierda que hablaron de "lucha de barricadas" y de "guerrillas urbanas", y pandillas de maleantes que se valen de cualquier escándalo para cometer tropelías y vejar al transeúnte y al pasajero indefenso? Los primeros, inconscientemente y de un modo irresponsable, y muchos de los segundos de manera seguramente calculada, sirvieron a las mil maravillas a la acción provocadora puesta en movimiento por los enemigos de México.
Hay que lamentar que altos funcionarios del gobierno hayan respondido con miopía o de manera francamente negativa ante el problema.
La injustificada violencia policiaca desplegada en el incidente, lejos de corregirse, se convirtió en violencia mayor. Después vino la injustificada intervención de unidades militares, y la ocupación por éstas de las escuelas de la Universidad y del Instituto Politécnico. Se violó así la autonomía universitaria y se perpetró una agresión a los derechos de la inteligencia y a los intereses de toda la educación superior. La autonomía universitaria no concede, ciertamente, a la Universidad, derechos de extraterritorialidad, pero sí otorga una personalidad como institución que obliga al poder público a agotar recursos y a acudir a sus órganos legales de dirección antes de realizar cualquier acción que la afecte.
Lejos de esforzarse por llevar los problemas a sus mínimas proporciones, la acción errónea de algunas autoridades contribuyó a hacerlos más grandes y los condujo hacia extremos que pudieron haberse evitado.
Se desencadenó la represión en gran escala, y fueron numerosos los policías y militares que actuaron como golpeadores, que no escuchaban razones.
Lo más condenable es que desde un principio algunas autoridades, sobre todo las policiacas y las del ministerio público, sin indagar nada ni esperar a que nada se aclarara, lanzaron la acusación que orientó toda la acción represiva: había que echar la culpa a los comunistas de México y al comunismo internacional. ¡Espléndida contribución al plan de provocación antinacional de la CIA y de la reacción interior!
Con esa acusación, la reacción de adentro y de fuera del gobierno se propone conseguir que se organice una acción del poder público no sólo contra el Partido Comunista, no sólo contra las fuerzas que luchan por el socialismo, entre las cuales el Partido Popular Socialista es la principal, sino contra las fuerzas democráticas y patrióticas de México. Se trata de enfrentar a una parte del pueblo contra la otra, de someter al país al dominio de la reacción, de intentar la instauración de un gobierno que, en vez de representar a las grandes masas populares, encame la política de la reacción de dentro y de fuera del país, es decir, un "bipartidismo" en que compartirán el poder un PRI reducido a su ala derecha, y el pan, órgano de la burguesía de la derecha. Nada tiene de extraño, por ello, que el Partido Acción Nacional se haya unido al coro de quienes acusan a los comunistas.
El Partido Popular Socialista, que ha tenido y tiene serias discrepancias con el Partido Comunista, rechaza las acusaciones de quienes culpan de lo ocurrido al Partido Comunista y denuncia la campaña anticomunista, una vez más con una propaganda dirigida a impedir que el país acentúe su orientación democrática, a combatir al presidente Gustavo Díaz Ordaz y a quienes dentro del gobierno son partidarios de esa orientación y a dividir a la nación para propiciar su dominación por el imperialismo yanqui y por los grandes intereses privados y de la reacción interior.
Las procuradurías General y del Distrito, y la jefatura de policía, en vez de dedicarse a cazar comunistas, socialistas y demócratas, en vez de organizar redadas de jóvenes, deberían emprender una investigación seria para descubrir el verdadero fondo de los disturbios.
Podrán, entre otras cosas, investigar —y el Partido Popular Socialista demanda que lo hagan— los siguientes elementos concretos, en cada uno de los cuales aparecerá una punta de toda la madeja de la provocación:
1. Qué imprenta editó, quién redactó y quiénes pegaron el "manifiesto" titulado "¡La juventud al poder! ", que los agentes provocadores han pretendido atribuir, falsa y grotescamente, a la juventud comunista, y a la Central Nacional de Estudiantes Democráticos.
2. Quiénes organizaron la incorporación de grupos de provocación al acto pacífico que se realizaba el 26 de julio en el Hemiciclo a Juárez.
3. Qué participación tuvieron en los disturbios los elementos del grupo MURO.
4. Cuántos son y qué ligas tienen en nuestro país los agentes de la policía norteamericana, particularmente la CIA y el FBI.
Eso, y no la persecución irreflexiva anticomunista, que debe cesar inmediatamente, es lo que permitirá tratar el problema con justicia y resolverlo en su verdadero fondo.
El PPS condena la violencia policiaca, la ocupación de los edificios de la Universidad y del Politécnico por la fuerza militar, que ha desempeñado una labor honrosa, porque surgió de la entraña del pueblo en la primera etapa de la Revolución y que no hay que confundir con la fuerza de los gobiernos antidemocráticos, antipopulares y antinacionales de muchos países de América Latina, jefatura- dos por los "gorilas", y por eso su origen no debe convertirse en factor de represión policiaca. Demanda la suspensión de los procesos contra los militantes del Partido Comunista aprehendidos por el solo hecho de serlo; la suspensión de los procesos contra los detenidos por razones políticas y la libertad de los detenidos por esas causas, sean o no estudiantes, y la consignación de los verdaderos responsables.
El Partido Popular Socialista se proclama resuelto defensor de los derechos, intereses y aspiraciones de la juventud.
No escapa, ni podía escapar, ni hubiera sido deseable que la nueva generación mexicana permaneciese al margen de la activa incorporación a la responsabilidad pública y a la lucha por demandas políticas de los jóvenes a través del orbe.
Estímulos semejantes producen efectos semejantes en un país o en otro. Problemas comunes a jóvenes de diversas latitudes dan lugar a movimientos que se generalizan o repercuten a través de las fronteras.
Para la juventud de nuestros días la vieja tabla de valores está en entredicho. No cree en las instituciones políticas y económicas tradicionales. Ha recibido, como herencia de dos guerras mundiales, entre muchas cosas positivas, la siniestra amenaza de una tercera guerra mundial, que sería una guerra atómica. Centenares de miles de jóvenes, sobre todo de los Estados Unidos, entre los cuales una elevada proporción corresponde a mexicanos radicados allá, son enviados a morir y a matar a otros jóvenes de países ajenos, defendiendo el absurdo "derecho" del imperialismo yanqui a detener la marcha inexorable de la historia. Y despiertan a la realidad gracias al estímulo de los progresos fantásticos de la ciencia y de la técnica que han hecho del hombre un gigante creador.
Es verdad que en los últimos tiempos se han difundido entre los jóvenes que estudian en las escuelas superiores de nuestro país ideas, teorías filosóficas y políticas provenientes de Europa, especialmente de Francia, adversos a la brillante tradición del pensamiento racional, que exaltan al individuo como eje de la sociedad y pretenden colocar a los intelectuales y a los estudiantes a la cabeza de la transformación de la comunidad humana, al margen de las leyes que la rigen, contribuyendo a la fuga de la realidad, a la protesta incontrolada o a la negación del pasado cultural y de la política basada en la ciencia. Pero no es el pensamiento general de la nueva generación, sino de una minoría.
Atento a ese panorama del momento que vivimos, el presidente Díaz Ordaz aceptó que el gobierno en México, al contrario de lo que han hecho los gobiernos en otros países, no debía cerrar el paso a la juventud, sino ofrecerle oportunidades e incorporarla a la acción constructiva. En el terreno de los derechos políticos, el presidente ha propuesto otorgar la ciudadanía a los jóvenes desde los 18 años.
Para los demócratas y revolucionarios de México, la proposición presidencial corresponde por completo a los intereses nacionales, que se beneficiarán con el enriquecimiento de los derechos de la juventud y con la formidable energía, la inconformidad y el dinamismo que la caracterizan.
Pero la reacción y el imperialismo piensan de otro modo, y han recibido con alarma la proposición de Díaz Ordaz. Frenar el impulso, poner coto a las exigencias, limitar los derechos de la juventud, son también propósitos que han perseguido los enemigos en los recientes disturbios. ¿Cómo —empiezan a alegar— otorgar el voto a "chamacos" irresponsables y borloteros? Lo que hay que hacer —sentencian— es someterlos y no estimularlos.
La esperanza del presidente Díaz Ordaz, de que el aliento a las justas aspiraciones de la juventud librase a México de las sacudidas que se han producido en otros países se vio, desgraciadamente, frustrada por los hechos de provocación que comentamos. Pero el propósito sigue siendo justo y el PPS confía en que será mantenido y en que, en el terreno de los derechos políticos, será otorgada la ciudadanía a la nueva generación desde la edad de 18 años.
Mas al mismo tiempo hay que abrir los oídos y emprender la acción correspondiente a otros anhelos juveniles, que lo son de la clase obrera y de todo el pueblo y de la nación. La justicia social debe dejar de ser una frase, y adquirir cuerpo en la forma de una política que conduzca al fin de la explotación de unos hombres por otros.
La vida democrática debe manifestarse en la ampliación de los derechos del pueblo: la supresión de instrumentos represivos como los llamados "delitos de disolución social", la eliminación de las policías ilegales, la libertad de los presos políticos, la práctica de que los cuerpos militares y de policía constitucional sirvan para defender los derechos del pueblo y no para atropellarlos.
Ha dicho el presidente que su gobierno está para defender a los pobres, y que los ricos se defiendan solos. Pero muchos de los gobernantes, en los diversos niveles, defienden a los ricos y azotan a los pobres. El postulado presidencial, que es sincero, debe ser respaldado por una acción enérgica que lo convierta en realidad.
Las lamentaciones sobre la injusta distribución de la riqueza deben dejar de serlo para convertirse en una política que distribuya mejor el ingreso nacional; que reste utilidades a los magnates y cargue sobre éstos el peso principal del gasto público, aumente seria y firmemente los ingresos de la población trabajadora y la libere de muchas cargas fiscales.
Los monopolios extranjeros y los grandes banqueros y magnates locales —por lo general asociados a aquellos— deben ser afectados en su base económica. No debe detenerse la política de nacionalización de los recursos fundamentales, lo mismo en el campo que en los litorales o en las ciudades y centros de la industria.
La reforma agraria integral y democrática debe llevarse hasta sus últimas consecuencias, y no limitarse a los términos de disposiciones correspondientes a la realidad de hace cincuenta años, que no es la realidad de hoy.
Marchar por este camino significará cerrar en firme la puerta a disturbios como los que hemos examinado.
Si las fuerzas más conscientes del pueblo califican debidamente los hechos y responden a ellos con la acción adecuada, siempre será posible, aun de los sucesos más negativos y de los actos de provocación más condenables, obtener frutos positivos.
La situación favorable a sus propósitos que lograron los agentes provocadores de la cía y de la reacción puede ser convertida en la contraria si el pueblo une sus fuerzas, si defiende sus derechos democráticos, si defiende a la juventud, si rechaza los cantos de sirena de los pequeños grupos de "ultras" de la falsa izquierda, que siembran la confusión, trastocan los valores y proponen acciones descabelladas y objetivos a destiempo.
El presidente Díaz Ordaz ha hecho un llamamiento para disminuir las diferencias y para restablecer la tranquilidad, con base en el reconocimiento de que al pueblo mexicano es más lo que lo une que lo que lo divide.
El "gran solitario de Palacio Nacional" ha tendido su mano a los mexicanos, en actitud cordial y amistosa, exhortando y comprometiéndose a juzgar los hechos en forma objetiva y ecuánime.
El Partido Popular Socialista acepta la exhortación presidencial.
Llama con vehemencia a la juventud y a todo el pueblo a responder positivamente a esta exhortación.
La acción unida del pueblo y de las fuerzas democráticas del gobierno hará fracasar la provocación de la reacción y del imperialismo, y permitirá continuar y acelerar la marcha en aras de nuevas metas revolucionarias y democráticas, que encaman el anhelo de la nueva generación y del pueblo de México.
México, D. F., 5 de agosto de 1968.
¡VIVA MÉXICO!
LA DIRECCIÓN NACIONAL DEL PARTIDO POPULAR SOCIALISTA,
Vicente Lombardo Toledano, secretario general; Jorge Cruickshank García, secretario de organización; Manuel Stephens García, subsecretario general en tumo; Cándido Jaramillo, secretario de política sindical; Alejandro Gascón Mercado, secretario de organización; Alberto Lumbreras, secretario; Hilario Miramontes, secretario de estudios; Lázaro Rubio Félix, secretario de asuntos electorales; Hortensia Rojas Velázquez, secretaria de política femenil; Indalecio Sayago Herrera, secretario de finanzas; Carlos Sánchez Cárdenas, secretario de educación política; Miguel Ángel Velasco, secretario de política sindical.
Nota:
Publicado como folleto por el PPS con fecha 5 de agosto de 1968. Revista Siempre! num. 791. México, D. F., 21 de agosto 1968. Ver Escritos en Siempre! tomo III, vol. 2, pags. 852-860. Ediciones del CEFPSVLT, México, D. F., 1994.
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