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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

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ISBN 970-95193

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1968 Al pueblo y al gobierno de México. Adolfo Christlieb Ibarrola. PAN.

Agosto 30 de 1968

 

LLAMAMIENTO DE ACCIÓN NACIONAL

Al pueblo y al gobierno de México.

Desde que se inició el conflicto estudiantil en la Ciudad de México —hace más de un mes— el país ha vivido en un ambiente de incertidumbre, confusión y temor.

La violencia inusitada en las palabras y en los hechos por parte de los estudiantes; la represión violenta, las imprecisiones, las torpezas, los planteamientos y aún las explicaciones contradictorias de las autoridades políticas y universitarias, o el silencio por inexplicables razones de Estado; los rumores anónimos o apasionados en favor o en contra de los estudiantes o del Gobierno, a los que han facilitado su función desquiciante las informaciones incompletas o desviadas de muchos órganos de difusión; la confusión —unas veces malintencionada y otras ingenua— que expresan las actitudes de maestros y estudiantes que participan en el movimiento; la seguridad de la intromisión de elementos extraños a los medios universitarios y politécnicos, interesados en agitar para que los problemas se prolonguen sin resolverse; la corrupción de muchos dirigentes estudiantiles, sin autoridad moral entre sus compañeros y las actitudes pasivas de numerosos maestros que han reducido la cátedra al desempeño de un empleo que prestigia, son los elementos que ha tenido el pueblo mexicano a su alcance, para formarse un juicio sobre los acontecimientos.

Por eso, no es extraño que, lamentablemente, buena parte de la opinión pública empiece a considerar que la única alternativa que en estos momentos tiene México, es la de escoger entre la dictadura y la anarquía.

Esta disyuntiva es falsa, como lo son las explicaciones simplistas que consideran la agitación estudiantil y el descontento que ha externado buena parte del pueblo, como resultado directo de una conjura comunista contra México —cuya existencia es posible— y cuyos autores, si provocaron o aprovecharon los acontecimientos para agitar y confundir, no han creado las inquietudes que aun cuando manifestadas de manera amorfa, nadie puede negar que están presentes, que son motivo de reflexión para muchos y que en no pocos casos han provocado que afloren divergencias de opinión y de conducta, no sólo en los medios sociales tradicionalmente satisfechos o inconmovibles, sino entre grupos afines por razones de trabajo o amistad y aun en el seno mismo de muchas familias, porque mientras hay quienes no alcanzan a ver sino desorden, otros se deslumbran con el espejismo de renovaciones ideales e inmediatas.

Cuando una conjura o una agitación oportunista encuentra un clima propicio para crear problemas graves en una sociedad, deben buscarse las causas reales que abren las puertas a las manifestaciones violentas de descontento y subversión de un orden, sin ofrecer siquiera el bosquejo de otro distinto y sin más finalidad que la de protestar contra todo lo que el mismo representa.

Debe pensarse si quienes reaccionan violentamente ante una situación sin importancia aparente y encuentran para su actitud apoyo inmediato y considerable, solamente son juguetes de maquinaciones ajenas, o si su conducta también expresa una reacción contra otra violencia, por la que viven presionados tantos hombres y grupos humanos, privados de una auténtica libertad, envueltos en carencias vitales, no sólo de bienes materiales, sino de riqueza cultural y sobre todo, privados de medios de vida, de razones para vivir, de posibilidades de responsabilizarse y de ser autores y no simples espectadores en la construcción del mundo en que están viviendo y en la solución de los problemas que atañen a su propio destino.

Lamentablemente, estamos viviendo en México días de violencia. Pero debemos reflexionar si la violencia manifestada abiertamente en estos días no ha sido explosión de un estado latente de violencia contenida.

En las universidades, la violencia se ha nutrido en la corrupción de las organizaciones estudiantiles promovida por autoridades políticas y escolares para obtener una dudosa y cotizada popularidad, con la que tratan de suplir el respeto que la juventud ha perdido por las instituciones políticas, los centros de educación superior y por buena parte del magisterio.

En los medios obreros y burocráticos, la violencia se gesta frente a la venalidad de los líderes que raras veces rechazan al cohecho disfrazado de comprensión hacia la fuente de trabajo, o de carrera política; o se incuba frente al paternalismo incorregible y suficiente de los empresarios, que pretenden cumplir con su función social cuando aumentan prestaciones y ventajas económicas, pero que se niegan a pensar en toda posibilidad, aún mínima, de que; el trabajador participe en las decisiones de la empresa.

El campesino vive presionado por la violencia de su miseria o su estrechez, cobijada por una reforma agraria pensada con criterio jurídico y aplicada políticamente; acicateado por el caciquismo y las carencias materiales y culturales, que hoy siente con más intensidad por los contrastes que le facilitan las medios de información que cada día tiene más a su alcance.

La opinión pública, que deforman el silencio o la desviación interesada —comercial o política— de las informaciones que los medios de difusión le entregan también sufre violencia.

A violencia juvenil explota como expresión de la inconformidad de las nuevas generaciones y de su propósito de participar en las decisiones políticas, porque el poder ha convertido a la violación del sufragio y al partido-gobierno, en fórmulas que sustituyen la participación del ciudadano en el gobierno de la república.

En el conflicto estudiantil la violencia ha sido el lenguaje mis expresivo entre los estudiantes y el Gobierno, Los dos han sido víctimas de sus propios errores en el planteamiento, las perspectivas y aún en el trato mismo de problemas que —debemos reconocerlo —obedecen a causas profundas que el país confronta y que el pueblo anhela ver superadas, porque carga con sus consecuencias y con las de los errores.

Empero, de los excesos y errores cometidos, no puede ni debe derivarse, como única alternativa para México, la que presentan la anarquía y la dictadura. Ambas no son sino formas de violencia. En ACCIÓN NACIONAL siempre hemos rechazado la violencia como expresión deseable de la eficacia política, aún para sostener o para transformar un gobierno.

De las causas profundas del malestar que México padece, todos somos responsables, unos más otros menos, de acuerdo con las oportunidades que hemos tenido de participar en los diversos aspectos de la vida nacional. En momentos como éste, se agudiza la obligación de gobernantes y gobernados de salvaguardar instituciones que pueden hacer posible la convivencia de todos los mexicanos sin distinción de credo religioso, político o social.

Pero salvaguardar instituciones no consiste en realizar defensas verbales de las mismas, ni en anquilosar al país encerrándolo en formulismos inoperantes, sino en esforzarnos en darles vida y autenticidad, sin que nadie renuncie a su derecho, ni eluda el cumplimento de obligación alguna. Salvaguardar las instituciones democráticas, implica el reconocimiento de que no puede existir una sociedad sin reglas reconocidas como normas de vida por los miembros de la comunidad, que de ella reciben los beneficios que resultan de la convivencia: implican también el reconocimiento de que no se pueden acumular los privilegios del poder y la inobservancia de las formas políticas.

El conflicto planteado debe terminar, no sólo para que cese la violencia. La vuelta a la tranquilidad no debe significar olvido de los problemas, ni abstención frente a los mismos, sino compromiso nacional de resolverlos. El primero, la reforma universitaria, no sólo en el aspecto académico y administrativo, sino para erradicar los vicios que han acabado con el prestigio moral de muchos centros de enseñanza superior y transformar los sistemas que originan que gran porcentaje de estudiantes abandone la carrera por necesidad, falta de orientación o de estímulos.

Encontrar un trabajo suficiente y decorosamente remunerado para los millones de jóvenes que anualmente llegan a la edad de bastarse a sí mismos con estudios medios o superiores, o muchos sin, haber podido completar los primarios, es también compromiso nacional.

Para resolver estos y todos los problemas de México, se requiere que exista concordia entre los mexicanos. La concordancia no significa la uniformidad de los criterios, sino la decisión de lograr sobre las divergencias de opinión, un acuerdo de voluntades para bien de la Patria.

La realidad marca el paso de la transformación necesaria y audaz que requieren las estructuras culturales, sociales, económicas y políticas del país. Quedarse atrás en cualquiera de estos aspectos, se traduce en tensiones y violencias.

Empero no basta hablar a los jóvenes de una transformación de estructuras para disipar sus inquietudes profundas. No se conforman ya con las promesas que les ofrecen el mañana, porque es hoy cuando viven en un mundo donde tropiezan con exigencias crecientes y a veces sin límite, de quienes ya tienen hecha su vida, en un mundo colmado de apariencias democráticas donde la participación del hombre en la vida pública, cada día se ve reducida por violencias de diversos tinos, en un mundo donde los jóvenes sienten a diario el temor a una guerra para defender estructuras donde no tienen lugar, o para forjar otras nuevas que no alcanzarán a gozar.

ACCIÓN NACIONAL hace a todos los mexicanos un llamamiento para que juntos, gobernantes y gobernados, viejos y jóvenes rectifiquemos caminos que la violencia —que sólo engendra violencia—-no permite ensanchar; caminos que confiados en su Patria recorren alegres no sólo esos millares de jóvenes, de los que ciertamente la inmensa mayoría no son comunistas, que voluntariamente, o azuzados y hostigados al mismo tiempo, formaron en las recientes manifestaciones, sino toda la nueva generación de estudiantes, obreros y campesinos, de cuyas inquietudes y problemas todos participamos, porque las generaciones jóvenes, las de nuestras hijos; son ya la entraña del México de hoy, no de mañana,

México, D. F., 30 de agosto de 1968

COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL DEL PAN

Lic. Adolfo Christlieb Ibarrola. Presidente.

Arq. Ignacio Limón Maurer. Secretario General.

 

 

 

 

 

Fuente: Revista La Nación. Órgano del Partido Acción Nacional PAN. Octubre 1º de 1968.