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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1966 Las tesis fundamentales de las constituciones en México. Vicente Lombardo Toledano.

Mayo 11, 12 y 13 de 1966

 

Las tesis fundamentales de las constituciones en México

 

Señor Rector de la Universidad;
Señores profesores;
Estudiantes amigos:

Vivimos en uno de los períodos históricos más importantes de la vida de México. Muchos caminos se abren ante nuestro pueblo, que obligan a sus intelectuales, a sus investigadores y a sus técnicos a examinarlos de una manera profunda, con el propósito de elegir aquellos que más convengan a los intereses colectivos y al progreso independiente de nuestra patria.

Por esta causa, cuando fui invitado por los estudiantes de la Facultad de Derecho para venir hasta su ilustre Universidad, me puse de acuerdo con ellos con el fin de encontrar un tema para mis conferencias que presentara exactamente estas vías múltiples que conducen al porvenir, y convenimos en el tema que ustedes conocen: Las Tesis Fundamentales de las Constituciones de México, desde la primera Carta Magna hasta la de hoy.

¿Por qué este tema? Porque el derecho es una norma o un conjunto de normas a través de las cuales se expresa, quizá más que con otras, no sólo la realidad concreta en un momento dado del desarrollo histórico, sino también la perspectiva que un pueblo tiene. Bien examinado el Derecho, surgen inmediatamente una serie de cuestiones que en apariencia rebasan su contenido. ¿Qué es el Derecho? ¿Cómo se produce? ¿De qué manera surge? ¿Cuáles son las causas que lo determinan? Y una vez estructurado y puesto en marcha, ¿de qué manera el Derecho se relaciona con las demás fuerzas ideológicas, con las demás instituciones que componen el conjunto de la sociedad? ¿Puede el Derecho dar rumbos, sin tomar en cuenta una serie de factores esenciales? ¿Puede el Derecho actuar sobre los factores que lo rodean, modificarlos, transformarlos y convertirse en la vía superior de todo el proceso de la comunidad humana? Estas y otras muchas interrogaciones surgen cuando se examina lo que podríamos llamar la esencia de la organización jurídica de una nación, que se expresa a través del Derecho.

En nuestra época —no aquí sólo, sino en todas partes del mundo, no importa bajo cuál régimen social—, el Derecho es objeto de revisión, cotidiana casi, porque el mundo camina a un ritmo de tal naturaleza que las instituciones que se consideraron definitivamente establecidas, tienen que ser otra vez examinadas para que no queden atrás del proceso general de la sociedad.

 

NO HAY FILOSOFÍA DE LO SUBJETIVO QUE TRANSFORME LA SOCIEDAD

 

La filosofía llamada de los valores establece una serie de formas del pensamiento y las jerarquiza, atribuyendo la primacía a algunas de ellas. Dentro de esta manera de concebir las obras supremas de la inteligencia, hay quienes dicen que el valor supremo de la sociedad es la moral; otros, que es la religión; otros más, que es la ciencia, y otros, que es el arte, y aún se agregan otros valores.

Yo creo que esa es una manera falsa de enfocar la cuestión. Ni la filosofía ni la clasificación de los valores pueden ser tareas del querer o del desear, sino que, inevitablemente, tienen que ser fruto de la realidad concreta. No hay filosofía de lo subjetivo que pueda influir transformando la sociedad. No hay tabla de valores que pueda, si se prefieren los valores subjetivos, cambiar la situación que prevalece. Es verdad que existen valores, y muchos, unos de mayor importancia que otros, pero que pueden ser encerrados en una serie de nombres o en una nómina, según su trascendencia; pero la clasificación de los valores está sujeta a leyes, a leyes naturales, a leyes objetivas, no sólo del razonamiento humano, sino también de la realidad concreta.

Todos los que prefieren el subjetivismo para entender la realidad y para tratar de explicarla, afirman como postulado principal de su concepción del universo, del mundo y de la vida, que es la conciencia del hombre la que determina su ser. Pero quienes afirmamos lo contrario, decimos que no es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino que es el ser social el que determina la conciencia del hombre. De este distingo se puede, entonces, partir, eligiendo alguna de esas dos cláusulas o apotegmas, para poder construir toda la concepción del Derecho, y no sólo del Derecho, sino de todas las estructuras y de todas las superestructuras de la sociedad humana. Esto demuestra que la historia no puede ser tampoco subjetiva. La historia es siempre un examen crítico de la realidad objetiva de todas las épocas del desarrollo de la sociedad humana, y juzgar la historia de un pueblo de un modo subjetivo es elegir un método que infaliblemente lleva al error, al fracaso, a la exageración, y por lo tanto, a la desnaturalización de los hechos tales como fueron.

 

EL MODO DE PRODUCCIÓN DETERMINA LOS CAMBIOS SOCIALES

 

¿Cuál es, entonces, dentro de esta clasificación de los valores, la base de todos ellos? ¿Cuál es la estructura de la sociedad? Para mí, hay una estructura y hay varias superestructuras del conjunto humano, y la base, la estructura, es el desarrollo de las fuerzas de la producción económica y las relaciones humanas que un sistema de producción determina.

Es cierto que los otros factores intervienen y desempeñan un papel trascendental en la vida de la sociedad, en el curso del tiempo; pero el factor esencial, el que realiza los cambios de la sociedad, es el sistema de la producción económica: a mayor desarrollo de las fuerzas productivas, mayores posibilidades de evolución progresiva; a menor desarrollo de las fuerzas de producción, menores posibilidades de progreso.

Esta es una afirmación que parece sencilla, pero que todavía es objeto de controversia.

Sin embargo, ni en el terreno de la filosofía ni en el campo de la ciencia se pueden hacer preferencias si no se cotejan con la práctica. La prueba fundamental de una aseveración teórica es siempre la praxis; los teoremas o los axiomas, llamados así, creados por la razón, valen en tanto que han sido comprobados en su eficacia por la experiencia. Mientras esto no acontece, se está siempre en el campo de la especulación pura y nunca en el terreno de las ideas que construyen o destruyen, en un momento determinado, la vida de la sociedad humana: el régimen de producción y las relaciones que crea el régimen de producción, entendiendo por relaciones de producción la forma en que el producto social o el producto del trabajo colectivo se distribuye entre los miembros de la sociedad. Si no se toma en cuenta este punto de partida o este hecho como base para la concepción de la organización de la sociedad, se corre el riesgo antes señalado.

Las otras manifestaciones del pensamiento son, como el sistema de producción económica y las relaciones de producción, frutos de la sociedad también: el derecho, la religión, la moral, la filosofía, la ciencia, el arte.

Los que han criticado la tesis que expongo, o sea la doctrina de que la estructura de la sociedad es la estructura económica, afirman que para nosotros, los que compartimos este pensamiento, esta tesis, las demás manifestaciones del ser son proyecciones directas, mecánicas, materiales, del régimen de producción y que no pueden actuar sobre la base de la cual partieron. En otros términos, consideran que esa tesis es una deformación de la realidad, porque está indicando que la moral, el derecho, la religión, la filosofía, el arte, actúan a veces independientemente del sistema de producción que prevalece y llegan a transformarlo.

La filosofía que yo profeso, que es la filosofía del Materialismo Dialéctico, no afirma lo que sus adversarios le atribuyen. No somos partidarios de una concepción mecanicista de la vida social, de un materialismo mecanicista. Al contrario: consideramos que si el sistema de producción económica determina el grado de desarrollo histórico de la sociedad, la producción económica y la forma en que la producción se distribuye, también es verdad que las superestructuras no son frutos directos del sistema de producción, a la manera de un hilo conductor que parte de una base, de un modo inflexible, y que va estableciendo las formas del pensamiento o del sentimiento humano, a la manera de un tronco que tiene ramas, da flores y después frutos.

Tenemos una concepción opuesta. Consideramos que si la forma de producción es la estructura, a esta forma de producción, en determinada etapa del desarrollo histórico, corresponden, de una manera natural, formas sui géneris del pensamiento, que están en concordancia con la manera en que la sociedad vive desde el punto de vista material. Pero esas superestructuras actúan, en un proceso de interacción, sobre la base de la cual partieron.

 

EL DERECHO ACTÚA SOBRE LA ESTRUCTURA

 

El Derecho, como una superestructura de una enorme importancia, actúa sobre la base de la cual surgió. Esto es lo que se llama la acción recíproca de las superestructuras sobre la estructura y de la estructura sobre las superestructuras. Más todavía: dentro de la realidad de la estructura de la sociedad y de las superestructuras no sólo existe esa relación recíproca, sino que entre las propias superestructuras hay una acción múltiple, una interconexión que influye de una a las otras superestructuras, y todas, a veces, actúan sobre la base, o sea el sistema de producción que las engendró de una manera histórica. Todo en la naturaleza está lleno de esas interacciones, de esas fuerzas que se desarrollan y que, al mismo tiempo, se superan en un enlace múltiple, haciendo la vida compleja y rica. Quien no penetre en esta realidad, quien quiera manejar de una manera puramente esquemática la composición de la sociedad, corre el peligro no sólo de equivocarse, sino de partir de afirmaciones falsas para poder construir después instituciones que no van a tener ninguna posibilidad de operar en la práctica.

Quiero dar algunos ejemplos de cómo las superestructuras pueden actuar sobre la base y después algunos ejemplos de cómo las superestructuras entre sí mismas se vinculan y se influyen y cómo la acción de las superestructuras sobre el régimen de producción económica puede transformar el régimen de producción y cómo las superestructuras, en este enlace múltiple que las caracteriza, pueden actuar sobre la base también, sobre la estructura, en un conjunto disímbolo de procesos llenos de contradicciones, pero al fin y al cabo armónicos, porque lo mismo en el universo que en el mundo, que en la vida social, el discurrir de las cosas está sujeto a las mismas leyes, a las leyes del cambio sistemático, constante, de la materia y del proceso de la materia en eterno movimiento.

La acción de la base económica de la sociedad sobre las superestructuras es una forma de este proceso dialéctico. La acción de las superestructuras sobre su punto de partida es proceso dialéctico, y la interacción de las superestructuras entre sí mismas es también parte de un solo proceso que se da en todas partes; es el caso de la sociedad humana, porque se trata del problema del pensamiento.

 

ACCIÓN RECÍPROCA ENTRE CIENCIA Y SISTEMA DE PRODUCCIÓN

 

La civilización cuando surgió fue la civilización agrícola. Mientras las tribus no se asientan sobre la tierra y viven permanentemente en ella y la trabajan, explotándola, aprovechando sus fuerzas intrínsecas, no comienza la historia; se está en el período enormemente largo de la prehistoria. La civilización comienza con la agricultura, y es la agricultura la que crea la tecnología. Acaso la primera disciplina importante, en la historia de la ciencia y de la técnica sea la geometría; geometría quiere decir medición de la tierra. Por eso también se explica que hayan aparecido primero las ciencias que tocan a la tierra, que las ciencias que tocan otras necesidades de la vida humana. La astronomía, las matemáticas y la metalurgia son las ciencias y las técnicas que primero aparecen. ¿Por qué? Porque están vinculadas al sistema de la producción agrícola, sustento fundamental del conjunto de los seres humanos.

Después, con el intercambio de productos, aparece el comercio. Pero esta tecnología que se desarrolla influye sobre la agricultura. Es la producción agrícola la que crea la técnica; pero una vez que la técnica se perfecciona, transforma la forma de producción, porque la agricultura deja de ser arcaica y entra ya en la etapa de mayor aprovechamiento de otras fuerzas naturales y del trabajo del hombre.

El siguiente paso es la industria. Cuando la agricultura ya ha producido los materiales necesarios no sólo para la alimentación, el vestido y el alojamiento humano, sino también lo que llamamos materias primas en términos generales, surge el aprovechamiento de esas materias primas y aparece la industria. El régimen de producción entonces ya no es el régimen de la agricultura. En otros términos, es una superestructura —la ciencia— la que se revierte sobre la base del sistema de producción y lo cambia.

Este es otro ejemplo de lo anterior. Aristóteles, como sabemos, el gran filósofo de la antigüedad clásica, postuló las teorías de que la materia es continua, de que todas las cosas están hechas de cuatro elementos: tierra, fuego, aire y agua; que las estrellas y los planetas se mueven con velocidad circular uniforme, como esferas cristalinas cuyo centro es la Tierra. Esta opinión de Aristóteles prevaleció hasta el siglo XVII al surgir una nueva tesis que revolucionó el concepto aristotélico: la tesis de Kepler. ¿Por qué detuvo Aristóteles el desarrollo científico y técnico? Porque afirmó que el universo era finito, lo mismo en el tiempo que en el espacio, y sobre esa doctrina aristotélica de la finitud del universo, se habrían de fincar todos los sistemas teológicos de la Edad Media.

 

TAMBIÉN LAS SUPERESTRUCTURAS SE INFLUYEN ENTRE SÍ

 

Ahora quiero señalar, sólo también a título de ejemplo, cómo operan algunas de estas interacciones múltiples entre las mismas superestructuras.

La etapa histórica que llamamos Edad Media está comprendida, más o menos, entre el año 400 y el año 1400. Los primeros siglos que terminan con el siglo XII, constituyen el período que algunos historiadores llaman la edad tenebrosa. El otro es el período de la influencia árabe.

En el primer período, la filosofía se estanca. La ciencia, consiguientemente, mantiene los principios aristotélicos. La tecnología duerme. El hombre carece de aventuras literarias, geográficas, políticas y de aventuras del pensamiento. Pero ya en el período de la influencia árabe surgen las concepciones que contradicen todo el pasado. Para mí, el filósofo más eminente de esta etapa es el español Averroes, que nace en el año de 1126 y muere en el año de 1198. Su doctrina postula la eternidad del mundo, niega la creación en el tiempo y afirma la unidad del intelecto. Por esas opiniones, la filosofía católica de la Edad Media no es sino un ensayo organizado de refutación del averroísmo. Y tras de Averroes, se abre la luminosa etapa que llamamos el Renacimiento.

No es sólo el Renacimiento, que como su nombre podría indicar o parecería indicar, tomado a la letra, una vuelta al pasado. Es una vuelta al pasado en cierta forma; pero es un salto al porvenir, esencialmente. En un período muy breve para lo que es el decurso de la historia, surgen otros gigantes del pensamiento en todos los terrenos, en todas las formas del ser y del saber. Aparecen, desde luego, en esta etapa nueva, en esta segunda etapa de la Edad Media, las Universidades por la primera vez. Son centros de debate, de discusión y no sólo de enseñanza. Es el mundo viejo que se muere, que se derrumba, y el mundo nuevo que está apareciendo. Por eso, en las viejas universidades: Bolonia, París y otras, los catedráticos se llaman Rogerio Bacon y Santo Tomás de Aquino. Comienza la etapa de la discusión antes prohibida. Es eso el humanismo, así llamado -—digamos del año 1250 a 1600— porque el hombre es, por la primera vez, después de desaparecida la Grecia y sobre todo la Atenas del siglo vi antes de Cristo, el objeto, la base y el fin de las instituciones sociales. Se estudia la lengua griega. Las ciencias reciben un impulso extraordinario. Basta citar dos, tres nombres de esos gigantes para ver qué alcance tuvieron, si todavía hoy lo tienen: Leonardo, Vesalio, Galileo. Influyen en la ciencia, influyen en la técnica e influyen en la producción económica, cambiándola, transformándola.

A mediados del siglo XV se introduce en Europa el arte de imprimir. Se editan otra vez las obras de Euclides y la geografía de Ptolomeo. Los grandes pintores vuelven sus ojos al pasado, pero con inspiración, no como creación repetida o como imitación mecánica. Por eso algunos de ellos pintan el cuerpo humano sin prejuicios, con un realismo extraordinario, envuelto en una concepción de la belleza de un nivel superior. Por ejemplo, Antonio Pollaiullo, del siglo XV, y Andrea del Verrocchio, entre otros, hacen una pintura de tal carácter que influyen en el estudio de la anatomía humana y, en general, en el estudio de los seres vivos. La obra de Leonardo —casi es inútil que yo lo diga— influye en todos los campos del saber, en todos los terrenos de la ciencia; desde las matemáticas hasta la fisiología. Pero siendo un pintor genial y un investigador científico, es un filósofo extraordinario; apunta ya la concepción heliocéntrica del mundo y también insinúa las leyes del movimiento. Pocas veces la humanidad ha tenido que enorgullecerse de haber producido un ser del valor extraordinario de Leonardo. Pero no es el único.

Aparece en esta escena brillante, lleno de un amor extraordinario por la vida, Nicolás Copérnico —nace en 1463 y muere en el año de 1543—. Es el autor de la teoría de la forma en que se conducen, digamos, los cuerpos celestes. Afirma que la Tierra está dotada de movimiento. El universo es un conjunto de cuerpos sujetos a las mismas leyes. Una verdadera revolución que habría de influir en las ciencias, en la filosofía, en la religión, en la geografía y en la política.

Y como si ese tiempo fuese un manantial inagotable, aparece Giordano Bruno, de 1548 a 1600. La tradición, antes de él, era considerar el universo como finito, y lo terrenal debía concebirse como creado. Pero si el universo es infinito, la tesis de la creación pierde su base. Bruno afirma que existen otros mundos además del nuestro; que el universo es infinito en cuanto al tiempo y al espacio; que existe un alma común que penetra en el universo entero, o sea que existe una uniformidad en las diversas porciones del universo y un conjunto de normas naturales uniformes. Ya estamos muy lejos de la edad tenebrosa. Se ha perdido el temor al saber y se amplía el horizonte.

Después, Galileo Galilei, de 1564 a 1642. Su tesis es la pluralidad de los mundos. Con ella liquidó el pensamiento antiguo, dio origen a la ciencia moderna y produjo un cambio en la mentalidad humana.

Y siguen Johanes Kepler, el fundador de los principios de la astronomía moderna; Descartes, de 1596 a 1650, el pensador más eminente del siglo XVII; formuló una teoría unitaria del universo. Y ya en la vía de la franca investigación, Francis Bacon, del siglo XVI, que muere en las primeras décadas del siglo XVII, corrige la tradición filosófica, postulando la actitud empírica del pensamiento, la investigación de la naturaleza mediante una interpretación rigurosa, basada en la experiencia.

Parecería que con esos hombres ilustres, con su influencia, la de sus obras, en todos los campos del saber y de la actividad social, la humanidad se hubiera cansado de dar genios. Pero aparece Isaac Newton —1643 a 1727—. Rompe con el pasado al afirmar que no hay diferencia entre los fenómenos de la Tierra y los celestes. La tesis cambia la concepción de la astronomía y de las otras ramas de la ciencia, y su influencia es tal, que llega hasta las doctrinas de la estructura del Estado, concibiendo sus instituciones como frenos y contrafrenos. Isaac Newton es el fundador indirecto, verbi gratia, de la institución que llamamos el Habeas Corpus, incluyendo la modalidad mexicana del juicio de amparo. Es fácil, será fácil comprobar el origen newtoniano de la institución.

Y no quiero citar más. Por último, sin embargo, a Charles Darwin —1809 a 1882—. Ya es la obra que va sobre la ruta construida por sus antecesores que cambian el mundo: muchas veces, la forma de producción; muchas veces, el Derecho; muchas veces, la filosofía; muchas veces, la ciencia; muchas veces, el arte; muchas veces inclusive las concepciones religiosas que se basan sobre conceptos eternos. Charles Darwin fue el descubridor de la ley de la evolución por la selección natural de las especies, y del origen del hombre como parte del proceso general de la naturaleza. Esta revolución darwiniana tiene inmediatas repercusiones en el terreno de la especulación filosófica, en las ramas de la ciencia objetiva, en la técnica y, también, en el concepto de la política.

Esta es la forma en que las instituciones de la sociedad humana surgen, se influyen unas sobre otras y se proyectan hacia el futuro. Ni hay una relación de causa a efecto, física, mecánica, de la forma de producción sobre las superestructuras, ni hay tales vínculos entre las superestructuras y la base, ni hay tampoco separación entre las superestructuras. Todo obedece a un proceso de interacciones, dialéctico, rico, complejo; pero claro en cuanto se conocen las leyes objetivas que rigen la naturaleza y, por lo tanto, al hombre.

 

EN LA NATURALEZA NADA ES ESTÁTICO

 

¿Qué es lo que demuestra este recorrido brevísimo sobre nuestro desarrollo? Que hay una ley. Una ley en el seno de cuanto existe que demuestra que nada es estático, que todo cambia, que todo está sujeto a movimiento y, también, que el movimiento no es uniforme ni acelerado ni está tampoco sujeto a un ritmo único, ni es un movimiento mecánico, sino que es, por su misma naturaleza, un movimiento que se crea, se produce en virtud de un móvil. El movimiento no es un movimiento por sí; es un movimiento que surge en virtud de contradicciones, que son las que engendran el movimiento en el seno de la naturaleza. En el seno del universo, del mundo y de la vida se opera un movimiento constante en virtud de una serie de contradicciones que acontecen en todas las formas del ser, y estas contradicciones se resuelven por una síntesis que, a su vez, en cuanto la síntesis o el hecho nuevo empieza a operar, da nacimiento a nuevas contradicciones que, a su turno, se convierten en nuevas síntesis. Y así ocurre el proceso general de todo lo que existe en el seno de la naturaleza y de la vida del hombre.

 

LA CONSTITUCIÓN REFLEJA LAS CONTRADICCIONES SOCIALES

 

Con eso podemos ya contestar las preguntas iniciales. ¿Qué es el Derecho? ¿Cómo surge? ¿Qué relación tiene el Derecho con el cuadro histórico correspondiente? ¿De qué manera influye en la sociedad y de qué manera puede influir en el desarrollo progresivo de la colectividad humana? ¿Cuál es el movimiento del Derecho? O, ¿el derecho es estático? No. Ninguna superestructura es estática como no es estática la base de la sociedad. La estructura no es estática. Las superestructuras tampoco. Si no es estático el Derecho, si no es eterno, si no es inmóvil, si se desarrolla, se supera, cambia, se transforma, su movimiento interior ¿a qué obedece? ¿Cuáles son las transformaciones que se operan en el seno del Derecho? ¿Cuáles son sus antagonismos que lo impulsan? La respuesta es sencilla. Si el Derecho no está vinculado a la economía, entonces es una divagación; no es un conjunto de instituciones. Si el Derecho, en cambio, está vinculado al sistema de producción económica en un momento dado, entonces el Derecho es fruto de ese estado del desarrollo material; pero, al mismo tiempo, es una fuerza que debe actuar sobre el régimen de producción y transformarlo por esa acción recíproca. Y siendo el Derecho un cuerpo de normas que rigen jurídicamente a un país, en la cumbre de todo ese sistema, de todas esas organizaciones o de esta estructuración de la sociedad, se encuentra la norma de las normas jurídicas, que es la Constitución de una nación.

Deben las constituciones ser también el reflejo real del proceso del Derecho en constante desarrollo, es decir, las constituciones deben reflejar las contradicciones internas de la sociedad en un momento dado del proceso histórico, o sea los factores contradictorios o las oposiciones que se operan en el seno de la sociedad, trasplantados al campo jurídico.

 

EL PROCESO CONSTITUCIONAL DE MÉXICO

 

Ahora veamos lo que ha sido en México nuestro proceso constitucional, nuestra forma de organizar la sociedad mexicana. De otro modo, tratar de explicar el proceso de las constituciones sin su cuadro histórico, es como explicar la historia como un elenco de anécdotas —reyes, o presidentes de la República, batallas, nombres de sus personajes— sin entrar al meollo de la realidad y de la transformación de la sociedad.

 

NUEVO DERECHO PARA DESTRUIR EL SISTEMA COLONIAL

 

¿Qué representan los primeros ensayos de Constitución en nuestro país? Eso significa plantear una respuesta, pero detrás de ésta se puede dar otra pregunta: ¿Qué es lo que se proponía la Revolución de Independencia? ¿Sólo liberar a nuestro país de la monarquía española? No. Ante todo, la independencia política de México. Pero no sólo eso: cambiar de raíz la base de la sociedad mexicana, creada en los tres siglos de la etapa colonial. Por lo tanto, el Derecho, en cuanto aparecen los Elementos Constitucionales de López Rayón, los Sentimientos de la Nación de Morelos, el Acta de Chilpancingo, la Constitución de Apatzingán, reflejan ese problema: ¿Cómo cambiar el derecho de la etapa colonial? ¿Para qué? Para cambiar la base, el sistema de producción, la organización, la estructura y las superestructuras de los tres siglos del virreinato.

Recordemos cuál fue la estructura de México en la etapa colonial, en sus rasgos muy generales: Producir para la monarquía de ultramar, no desarrollar la producción de bienes y mercancías que se dan en la metrópoli y que la Nueva España se ve obligada a consumir, importándolos; subordinar las ramas de la producción a la minería de metales preciosos, eje de la economía del país: monopolios y estancos de los artículos de amplio consumo manejados por el gobierno virreinal; producción artesanal sujeta a ordenanzas rápidas; impuestos indirectos, gravando la producción y el comercio; alcabalas, contribuciones personales, y otros impuestos; monopolio de la tierra en poder de una minoría y principalmente de la Iglesia católica; trabajos forzados en las minas y las haciendas; implantación de la esclavitud —desconocida entre las tribus indígenas—, el peonaje, o sea el feudalismo, y la aparcería; ausencia de un mercado nacional; bajísimo poder de compra de las masas rurales y de la población activa urbana.

 

DEMOCRACIA CONTRA ARISTOCRACIA

 

¿Qué es lo que se propone la corriente liberal encabezada por los insurgentes y continuada después? Lo opuesto. La demolición del sistema de producción económica y, por lo tanto, la anulación de todas las normas, de todas las superestructuras sociales creadas durante 300 años, excepto, por supuesto, los valores supremos que están al margen de los sistemas económicos que son siempre efímeros. Lo que el liberalismo se propone hacer es lo opuesto al sistema colonial: contra la producción esclavista; contra la forma de producción feudal; contra los privilegios y los fueros, para decirlo en dos palabras.

¿Qué es lo que se proponen los conservadores ya lograda la independencia cuando entran en choque las dos corrientes? El mejor ideólogo, el más vigoroso de la corriente conservadora es, sin duda, Lucas Alamán, quien, en una carta dirigida al general Santa Anna dice: la religión es el único vínculo que existe entre los mexicanos; debe prohibirse la tolerancia de cultos: por el contrario, hay que darle esplendor al culto; se deben reconocer las inmunidades y los bienes del clero; debe existir una alianza intima, estrecha e indisoluble entre el poder civil y el eclesiástico; sólo deben participar en la elección de los funcionarios, las personas decentes, excluyendo, en consecuencia, de participar en la cosa pública a los servidores del campo y a los artesanos, es decir, a la inmensa mayoría de la población.

El pensamiento liberal, conforme transcurren esos 35 años después de la consumación de la independencia hasta que la fuerza del pensamiento avanzado vence definitivamente, el pensamiento liberal, va, a su turno, concretando sus demandas: desamortización de los bienes eclesiásticos, supresión del pago de diezmos, abolición de los fueros militares y eclesiásticos, libertad de producción económica y de comercio, de expresión del pensamiento y de investigación. Dos concepciones opuestas, dos antagonismos insolubles, irreconciliables, de las formas de concebir la organización jurídica de la nación, que a su vez son dos formas que reflejan la manera contradictoria, asimismo, de concebir el sistema de producción económica. Democracia contra aristocracia. No la aristocracia de la sangre, sino la aristocracia de los privilegios.

 

UN NUEVO OBSTÁCULO: LAS INVERSIONES EXTRANJERAS

 

Cuando finalmente el liberalismo triunfa, se desarrollan las fuerzas productivas, aumenta la producción económica, las relaciones de producción empiezan a cambiar, los pueblos se liberan de la esclavitud, el feudalismo servil empieza a encontrar modalidades que atenúan la explotación humana, el Estado tiene más posibilidades de desarrollo. Pero aparece un personaje en nuestro drama histórico. Ese personaje que no nos ha soltado desde entonces, y qué daños irreparables nos ha creado, nos ha producido. Este personaje es la inversión de los capitales extranjeros y su intervención en la vida interna de nuestro país, influyendo en su vida política y también en sus vínculos internacionales.

¿Cuál es el panorama de México en 1910, precisamente a 100 años del Grito de Dolores? A pesar del esfuerzo de los liberales, no cambia de un modo sustancial, radical, el sistema de producción. Son libres ya los peones, son ciudadanos los peones acasillados, los jornaleros, los labriegos, los artesanos de los obrajes y de los talleres. Sí, ya son ciudadanos, pero, ¿esos ciudadanos defienden sus derechos, sus derechos políticos? ¿Participan en la vida civilizada? ¿Participan de los beneficios de la cultura universal? ¡No! El panorama de 1910 es éste: concentración de la tierra. En 1804, la víspera de estallar la Revolución de Independencia, el obispo Abad y Queipo dice: hay 20 mil propietarios de la tierra, en la Nueva España. Ya después de corrido tanto tiempo, en 1910, en lugar de 20 mil propietarios de la tierra hay sólo 834 propietarios. Nunca se había dado un índice de concentración de la tierra tan alto y agudo como el que había en nuestro país. En una población de 15 millones en 1910, había 80.6% de población rústica, 13.4% de población urbana nada más, lo cual significaba que el 73.5% de la industria estaba dedicada a la producción, en talleres artesanales y centros de producción rudimentarios. Solamente una fundición de fierro y acero allá en el norte y unas cuantas fábricas de tabaco y de calzado. México era, en 1910, un país agrario, primitivo, en el que se habían mantenido las relaciones de producción esclavistas de toda su historia.

Cuando empezaba a transformarse el país aparece ese personaje que yo califico de dramático, que ha tenido sus aspectos positivos, pero el que, indudablemente, tiene más aspectos negativos. ¿Cómo se opera esa intervención económica sobre México y por qué no antes? Porque cuando aparece el sistema capitalista de producción en el mundo, es la libertad irrealista: libertad de producir, libertad de comerciar, libertad de pensar, libertad de investigación, el medio que permite el aumento de las fuerzas productivas. La revolución democrático-burguesa de Francia, la Revolución Francesa de 1789, es la que abre de par en par las puertas de esta libertad. Es esta libertad la que aumenta las fuerzas productivas. La burguesía se convierte en una clase social revolucionaria, llega al poder y transforma al mundo. En los primeros años, la burguesía será una clase social revolucionaria; pero se produce, se opera un fenómeno en el seno de la sociedad capitalista, de la sociedad burguesa: la libre concurrencia permite que los más poderosos vayan adquiriendo las propiedades de los menos poderosos, que se vayan acaparando las fuentes de la producción y que llegue un momento en que la mayoría de los productores, aun con libertad plena, no puedan ya producir porque no les es costeable. Este es el proceso de la formación de los monopolios.

Entre 1860 y 1880 llega la libre concurrencia a lo que podríamos llamar su clímax, su cúspide; pero hacia fines del siglo pasado la libre concurrencia ya no existe. Los monopolios constituyen la base principal de la vida económica y, finalmente, los monopolios de la producción sucumben ante los monopolios de las finanzas. Se opera, además de la concentración del capital, la centralización de la economía. Cuando se llega a este fenómeno aparece la expansión de los países desarrollados sobre los países débiles. Este es el fenómeno del imperialismo. El imperialismo no es un fenómeno sicológico ni es un fenómeno moral ni es un fenómeno político ni es un fenómeno jurídico. Es un fenómeno económico. Es la exportación del capital de los países que han llegado a la concentración del capital, a la centralización de la economía, sobre los países en desarrollo o muy poco desarrollados, para convertirlos en mercado para sus manufacturas, en centros de mano de obra muy barata y, al mismo tiempo, en proveedores de las materias primas para la industria metropolitana.

Veamos ahora, en concreto, cómo operaron las inversiones norteamericanas en nuestro país en 1910. Las inversiones norteamericanas en el extranjero, es decir, fuera de los Estados Unidos, ascendían a 685 millones de dólares. Se distribuían así: en Europa, 151 millones, el 22% en números redondos. Canadá y Terranova, 189 millones, 26%. América Central, 21 millones, 3%. América del Sur, 37 millones, 5%, Cuba más las Indias Occidentales, 52 millones, 7%. México, 200.3 millones, el 29.25% de todas las inversiones norteamericanas en el mundo.

De los 200 millones de dólares concernientes a México, el 15% se invertía en la minería de metales preciosos; el 9.5% en las minas de metales industriales; en la agricultura, 6%; en la industria no había inversiones, y en los ferrocarriles, el 55.3%. México era, en consecuencia, en los últimos años del siglo XIX, el principal mercado de materias primas y de mano de obra barata de los monopolios norteamericanos en todo el mundo. Los ferrocarriles facilitaban la exportación de los minerales y de otros productos. Por eso fueron concebidos, creados, construidos como un apéndice de la gran red ferroviaria de la potencia del norte.

La estructura económica de México en la última década del siglo pasado era, por lo tanto, la de un país agrícola atrasado, esclavista, semifeudal y colonial. No había capitales nacionales porque los capitales nacionales se forman por el ahorro nacional, y era imposible que los hubiese porque se exportaban las ganancias del capital invertido. En lugar de la capitalización, se opera el fenómeno de la descapitalización. Las relaciones de producción eran, de hecho, como en la época de la Colonia: las relaciones esclavistas y semifeudales y de explotación de los talleres artesanales y de los obrajes.

 

LA NACIÓN YA FORMADA RECLAMA SU LIBERTAD

 

Toda la historia de México fue así. Primero, un régimen de limitaciones, de mercados para servicio exclusivo de la monarquía de ultramar, de créditos. La Colonia se fue agotando. Algunos historiadores dicen que el siglo XVIII fue el Siglo de Oro de la Colonia, de México. No lo creo. Si hubiese sido el Siglo de Oro del régimen colonial, no habría surgido la Revolución de Independencia. El siglo XVIII es el siglo en el cual ya está formada la nación mexicana, que pide su independencia. Es una unidad de territorio, es una unidad de producción económica, es una unidad social, es una unidad sicológica que se expresa en una lengua común, aunque todavía se hablen muchos idiomas y dialectos aborígenes. Es la nación ya madura, adulta, la que reclama su libertad. Ahí está la Instrucción Reservada que redactó el virrey Bucareli para su sucesor en el mando, en donde explica el estado de postración de la Nueva España. Y ahí, está, con ojos de extranjero imparcial, la obra de Alejandro de Humboldt, justamente unos años antes de la Revolución de Independencia, describiendo la realidad objetiva y también la subjetiva de la Nueva España.

Tres siglos de este régimen esclavista, feudal, frenando la producción, mientras la población crece. Llega un momento en que las contradicciones, la oposición de factores opuestos produce la violencia.

Todo el siglo XIX, claro, confirmación de las instituciones republicanas, personalidad jurídica y política del Estado, derechos del hombre, formas más avanzadas de la organización jurídica de la nación, como veremos en la disertación de mañana y de pasado mañana; pero desde el punto de vista de la base, de la estructura, todavía desde el primer virrey hasta Porfirio Díaz se habría de luchar por las mismas demandas.

 

DESAPARECE EL LIBERALISMO ECONÓMICO

 

La revolución que estalló en 1910 empezó a cambiar el panorama. Economía colonial primero, economía liberal después y ahora la etapa nueva en que nos hallamos: la economía que yo llamaría nacionalista. ¿En qué consiste? También a grandes rasgos: en la incorporación de las riquezas naturales del territorio al patrimonio de la nación, en la reforma agraria, consistente en el usufructo de la tierra para los campesinos y no en la propiedad de ella.

En un país exangüe, sin recursos financieros, sin experiencia, sin industria, sin fuerzas productivas en suma, el Estado, obligado por las propias circunstancias, empieza a suplir a la iniciativa privada, que no está representada por capitales nacionales, sino por capitales extranjeros. La Constitución de 1917 refleja, entonces, como las otras constituciones, la crisis. Desaparece el liberalismo económico. Se trata de crear un capital bastante para cubrir la pobreza real, la insuficiencia de los medios financieros. Surge entonces el capitalismo de Estado. El Estado asume el papel de productor directo, de administrador de los servicios públicos, de regulador y canalizador del crédito público y el papel de director del comercio exterior y del comercio doméstico. Críticas acerbas, ataques violentos, doctrinas que se manejan como látigo contra la intervención del Estado en la economía de nuestro país: ¡Es el socialismo!; ¡Es el comunismo contra la iniciativa privada! Yo me río de eso y me burlo porque son afirmaciones basadas en la más espléndida de las ignorancias.

Mientras se mantenga el régimen de la propiedad privada, en nuestro país viviremos dentro del cuadro del capitalismo. Con modalidades muy peculiares, con formas sui géneris, pero dentro del marco del capitalismo, porque eso es el sistema capitalista de producción: la propiedad privada de los instrumentos de la producción económica. Esa es la estructura.

 

EL CAPITALISMO DE ESTADO HA HECHO POSIBLE EL DESARROLLO DE MÉXICO

 

El socialismo consiste en lo opuesto, en la socialización de los instrumentos de la producción económica y del cambio. La propiedad privada ha desaparecido en el sistema socialista.

Sin embargo, este capitalismo de Estado de México representa un paso adelante muy importante, de una gran trascendencia. Si el Estado ha tenido que suplir a una iniciativa privada que no existía, que nunca existió, que sirvió en buena parte para ajustar la careta al capital extranjero, ya lo vimos..., era el dueño de México hace medio siglo apenas, el Estado, al asumir el papel de fuerza productiva directa, de manejador y administrador de los servicios fundamentales, ha hecho posible el desarrollo progresivo de México.

Los jóvenes de esta generación pueden comparar lo que era México en 1910 y lo que es hoy. Parece un país totalmente diferente al de hace unas décadas, en todos los órdenes. Nuestro país crece, se desarrolla, camina hacia adelante. ¿Por qué? Por la intervención del Estado en la economía, porque el Estado dejó el liberalismo, el papel de policía de los particulares y de coordinador de los esfuerzos individuales y se puso al frente del progreso de México.

Ahora, los extranjeros y los que invierten dinero y lo tuvieron en cantidad importante, nos atacan a nosotros y a otros países apenas en vías de desarrollo, y nos dicen: el nacionalismo es arcaico; debemos abrirnos a otra etapa, que es la del universalismo, porque las barreras aduanales, porque la protección a la producción nacional hace que les cueste más caras las mercancías que a nosotros, que hemos llegado ya a niveles muy altos en la tecnificación de la producción. Pero hay que distinguir entre el nacionalismo de los ricos y el nacionalismo de los pobres.

Los Estados Unidos se desenvolvieron, progresaron y crecieron gracias a su nacionalismo que cerró las aduanas, los puertos, todo, para proteger a su industria nacional. Y así lo hizo en su día la Gran Bretaña y también Francia, Italia, Holanda y Bélgica y así los otros países europeos; todos fueron nacionalistas. ¡Ah!, pero cuando la producción y sus fuerzas productivas han alcanzado un alto nivel, entonces quieren que los países pobres, los países ricos en materias primas y en mano de obra casi regalada, con mercados en perspectiva, les abran las puertas y se conviertan en internacionalistas porque nada tienen que defender.

No, el nacionalismo de los ricos es diferente al nacionalismo de los pobres. El de ellos, el de los ricos, es muy agresivo; el de nosotros, es muy defensivo. Esa es la diferencia.

Gracias a esas inversiones, a esos capitales del Estado, a esas instituciones, podemos hablar de una perspectiva ya clara y firme. ¿Cuáles son? ¿Cuál es su número? Hace 30 años, petróleo, electricidad, fierro y acero; en buena parte, ferrocarriles; otras grandes industrias y transportes estaban en manos del capitalismo extranjero. Hoy, toda la industria energética, en sus diferentes ramas: electricidad, petróleo, carbón minera], fierro y acero, y ahora la petroquímica, pertenecen a la nación mexicana. Los ferrocarriles, todos; la mayor parte de la aviación comercial; las telecomunicaciones, un sistema muy importante de instituciones de crédito, industrias de transformación valiosas para impulsar el desarrollo agrícola o el industrial. Las instituciones descentralizadas, como se llaman en nuestro país, a aquéllas en las que hay capital del Estado invertido, son 385. De éstas, 152 están dedicadas a la producción y distribución de bienes y servicios para el mercado; en la industria extractiva, hay 10 empresas estatales, considerando los organismos llamados descentralizados y también las empresas de participación estatal; en la industria de transformación, hay 45 empresas del Estado; en la industria eléctrica, 29; en las comunicaciones y transportes, 12; en las actividades comerciales, 22; en las instituciones de crédito, seguros y finanzas, 34; en la promoción del desarrollo regional y local, 98; en asistencia social, 83, y en la actividad de fomento cultural y de investigación científica, 36 empresas del Estado.

 

LA CONSTITUCIÓN QUEDÓ ATRÁS DEL DESARROLLO ECONÓMICO

 

Muy lejos ya se está, mucho muy lejos, del siglo XIX; muy lejos de 1910; muy lejos inclusive de 1917. La realidad de México ha caminado más de prisa en un sentido progresivo que la Constitución de 1917, que es muy valiosa, que representó la Constitución más avanzada del mundo el día 5 de febrero de 1917, pero que ya necesita ponerse al ritmo del desarrollo económico de nuestro país. Las clases sociales, además, son otras.

Mientras en una revolución, que merezca este nombre, una nueva clase social más avanzada que la que está en el poder no se hace cargo del gobierno del Estado; mientras este hecho no acontece, puede haber cambios interesantes o bien motines o trastornos del orden público, pero no una revolución.

Las clases dominantes de la época colonial fueron reemplazadas por otras clases sociales después del triunfo del Partido Liberal. Las clases sociales en el poder en la época de Porfirio Díaz fueron sustituidas por otras clases sociales a partir de 1910.

Las Constituciones de México, como las de todo el mundo, han sido la expresión de las clases dominantes: dominantes en la economía, y las clases dominantes imponen sus ideas al resto de la sociedad. Por eso las constituciones de todo el mundo, no reflejan más que la lucha de las clases dominantes y de las clases que quieren transformar a la sociedad y desplazar a las clases que están en el poder.

Así enmarcadas las constituciones, se explican y se pueden comprender fácilmente como proyecciones de un sistema de producción y como proyecciones en el campo jurídico de las relaciones humanas que el sistema de producción engendra. En términos de economía política, es la lucha de clases, la lucha de clases entendida dentro del cuadro también de las ciencias sociales. Antagonismo por el mantenimiento del sistema de producción y de sus consecuencias; lucha por la permanencia de la estructura económica con sus superestructuras, lucha por un nuevo sistema de producción y una nueva estructura y también por el cambio de las superestructuras. Esa es la ley del movimiento que oculta el Derecho: la lucha de clases; no la lucha de clases entendida a la manera de los analfabetas, sino dentro del terreno estrictamente científico.

 

EL NACIONALISMO, UNA FORMA DE LA LUCHA DE CLASES

 

La lucha de clases es un fenómeno congénito al sistema capitalista de producción. Es, si se quiere, una enfermedad que apareció con el surgimiento del sistema capitalista de producción. Pero en un país atrasado como México, la lucha de clases tiene un aspecto del cual se habla poco. Es la lucha de la nación contra las fuerzas del exterior muy poderosas. El nacionalismo de los países débiles es una forma de manifestarse la lucha de clases. En México se da la lucha do clases. Pero somos tan pobres que la lucha de clases es muy pequeña y de poca intensidad comparada con la lucha histórica de nuestra nación por su progreso autónomo respecto del extranjero.

 

ENCONTRAR LAS LEYES, NO INVENTARLAS

 

Este es el proceso, éstos son los vínculos entre el régimen de producción y el Derecho. Estos son los lazos que hay entre la base, la estructura de la sociedad y las superestructuras. Estas son las relaciones que hay entre las superestructuras y así éstas son las leyes en virtud de las cuales la estructura produce formas del pensamiento. Las superestructuras revierten el pensamiento que representan sobre la estructura y todas las superestructuras, en un enlace armonioso, contradictorio y trascendental, cambian la estructura de la sociedad humana. Lo importante es, para entender a fondo lo que acontece, encontrar y descubrir o conocer —porque no hay que inventarlas—, las leyes que presiden el proceso de la sociedad humana.

El hilo está dado, el camino está hecho. Nosotros somos, el pueblo actual, fruto de tres revoluciones sucesivas. No ha sido nuestra historia una evolución tranquila, sino patética: la Revolución de Independencia, la Revolución de Reforma y la Revolución de 1910.

La revolución es fuente del derecho. Ya veremos cómo las constituciones han sido el reflejo jurídico de las tres revoluciones, en un sentido afirmativo o en un sentido negativo.

Estamos, pues, frente a un momento de enorme trascendencia en que todo parece caer, pero en que en todo una cosa nueva empieza a surgir. En los momentos de tránsito histórico las viejas instituciones se resquebrajan, se extinguen y desaparecen; pero no antes de que surjan en el seno de la sociedad las nuevas fuerzas materiales, humanas y del pensamiento.

A ustedes, jóvenes, les va a tocar un período más importante que el de nuestra generación: la etapa de construir un país totalmente diferente al México de hoy.

 

 

 

II

EL CAPITALISMO DE ESTADO EN MÉXICO Y LA CONSTITUCIÓN DE 1917

 

El día de ayer ofrecí un panorama general de los factores que constituyen, fundamentalmente, la sociedad humana. Expuse la tesis de que la estructura de la comunidad es el régimen de producción económica. Que las superestructuras, aunque no son el fruto directo, mecánicamente ligados a la base, a la estructura, corresponden siempre a una etapa del desarrollo histórico. Que las superestructuras actúan sobre la estructura que les sirve de sustento y que entre las superestructuras ocurre también una interacción y, dije, en consecuencia, que el Derecho, que es la organización jurídica de un país en su aspecto más importante, siendo una superestructura de la sociedad, actúa sobre la estructura y también tiene vínculos con las otras superestructuras, y, por último, expresé que encuadrado así el Derecho, tiene una significación extraordinaria, porque significa la organización política de una colectividad. Por esta razón, el Derecho tiene que reflejar todo este conjunto aparentemente disímbolo y aun anárquico que, sin embargo, está perfectamente guiado por leyes naturales objetivas, perfectamente previsibles y conocidas afortunadamente desde hace mucho tiempo.

Lo que causa el movimiento, este dialogar de la base con las superestructuras y la acción recíproca entre las superestructuras; lo que produce este discurrir sistemático que nunca acaba, es la oposición de factores contrarios, opuestos, que se resuelve siempre en síntesis, dando origen a un hecho nuevo, el cual, a su turno, produce nuevas superestructuras, las cuales, prosiguiendo el diálogo interminable de la naturaleza, del mundo y de la vida, vuelven a actuar sobre la base de la cual surgieron. Así, en cadena infinita y constante discurre la sociedad humana. Esta oposición de los contrarios en el seno de la sociedad, es el antagonismo entre la clase social que ha impuesto el régimen de producción y la clase social que se opone al régimen social establecido, tratando de cambiarlo en sentido progresivo.

Las Constituciones de México, por esta razón, no son, en su esencia, sino la proyección jurídica del sistema económico en un momento determinado del fluir, del devenir de la historia.

 

EN PROCESO DRAMÁTICO SE FORJA NUESTRA NACIÓN

Ahora veamos cuál ha sido concretamente este proceso, de qué manera nuestra nación se ha formado, de qué modo surgieron las primeras ideas y con qué fin: aunque apuntado ayer de una manera específica, cómo actuar, qué lograr, qué reveses y obstáculos encontraron en su marcha, y cuál es la situación de hoy, y dejar para la conferencia de mañana la perspectiva de México.

Todos los pueblos tienen una historia llena de derrotas y de victorias, de triunfos y de fracasos; pero sin querer compararla con la de otros pueblos, yo diría que pocas historias hay tan dramáticas como la nuestra, la del pueblo mexicano. Así, en forma de pinceladas, veamos lo que ha ocurrido en siglo y medio que tiene nuestra nación de ser independiente desde el punto de vista político.

Ciento cincuenta años nuestro pueblo luchó: 11 años, por medio de las armas y de las ideas, por ia independencia política nacional; 35 años por establecer las instituciones republicanas, impedir la segregación del vasto territorio de Texas y defenderse de una guerra de conquista —la de 1847—, a consecuencia de la cual perdió la mitad de su territorio; 3 años en guerra civil por hacer respetar la Constitución respaldada por la inmensa mayoría del pueblo; 4 años contra la intervención militar de Francia. Sufrió dos dictaduras que duraron 34 años: casi tres, en dos períodos, la de Santa Anna, y más de 30 de Porfirio Díaz; y más de cien invasiones armadas, despojos y agresiones de los Estados Unidos hechos a México.

En estos ciento cincuenta años ha tenido México 15 instrumentos constitucionales. Lo gobernó una Regencia de arzobispos y generales; una Junta Provisional: dos imperios: el de Iturbide, que fue efímero, y el de Maximiliano, aunque éste no puede llamarse gobierno propiamente dicho porque Juárez era presidente de la República, pero trastornó el orden público; un llamado Supremo Poder Conservador y 56 presidentes de la República.

Los instrumentos escritos que definen el carácter de las luchas políticas y que señalan etapas decisivas en la historia de nuestro país son:

Los Elementos Constitucionales de Ignacio López Rayón, de agosto de 1812; el Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América Septentrional, firmada en Chilpancingo el 14 de septiembre de 1813; el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, proclamado en Apatzingán y sancionado ahí el 22 de octubre de 1814; el Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, del 18 de diciembre de 1822; la Constitución de 1824, vigente 12 años, durante los cuales hubo diez presidentes, un gobierno provisional y la dictadura de Santa Anna; la Constitución Centralista o la llamada de las Siete Leyes, 1836, subsistió cinco años y la apoyaron o se sirvieron de ella, seis presidentes de la República: Bustamante, dos períodos, un interino y Santa Anna por segunda ocasión; Las Bases Orgánicas, de 1843, con la restauración del federalismo, vigente del 12 de junio de 1843 al 20 de mayo de 1847, con nueve presidentes: Herrera dos veces y Santa Anna otras dos; Las Bases para la Administración de la República, en vigor de abril de 1853 a principios de agosto de 1855, período de la última dictadura de Santa Anna; el Plan de Ayuda, que sirvió como norma de gobierno en tanto se expedía la nueva Constitución, y estuvo vigente de octubre de 1855 al 30 de noviembre de 1857; la Constitución de 1857 estuvo en vigor durante cincuenta años con 14 presidentes de la República, uno de los cuales, Porfirio Díaz —ya lo aseveré—, duró más de treinta años en el poder, un presidente interino, Francisco León de la Barra, y un gobierno impostor, el de Victoriano Huerta; las Leyes de Reforma, del 23 de julio de 1857 al 26 de febrero de 1873. En estos decretos del gobierno de la República, expedidos por la autoridad suprema, están contenidas gran parte de las normas que el Congreso de 1856, controlado por los liberales moderados, no se atrevió a establecer. Sin esas normas, la Carta Magna del 57 no se hubiera diferenciado sustancialmente del derecho público anterior, porque no llegó a reformar la estructura económica y política del país. Más tarde se incorporaría en el estatuto supremo de la nación: la Constitución de 1917, en vigor desde el 1 de mayo de 1917 hasta hoy. En este lapso ha habido 13 presidentes, uno de los cuales fue interino y otro provisional.

 

LA REVOLUCIÓN DE AYUTLA CONSOLIDA LA REPÚBLICA

 

La historia constitucional de México tiene dos etapas muy bien marcadas. Hasta la Revolución de Ayutla hubo sus altas y sus bajas. Victorias del Partido Liberal, victorias del Partido Conservador. En el curso de la batalla, de la guerra civil, de la controversia ideológica, la corriente liberal fue tomando fuerza y ganando la conciencia de los mexicanos. Por eso se puede afirmar que hasta antes de la Revolución de Ayutla no hubo, en realidad, un estatuto permanente, como hemos visto; pero ya a partir de la Revolución de Ayutla las cosas cambian y la República se considera definitivamente constituida, porque la Revolución de Ayutla derrota la intervención francesa, destruye el llamado Imperio de Maximiliano —no el movimiento de Ayutla en concreto, sino de su proyección política—, liquida al Partido Conservador y establece el nuevo orden constitucional que sería ya inconmovible como estructura política de México.

Ahora bien. ¿Cuáles son las tesis fundamentales de estos estatutos, de estas normas jurídicas que primero en controversia interminable y después de un modo firme trataron de regir y rigieron, de hecho, la vida nacional? ¿Cuáles constituciones surgen de la Revolución de Independencia, cuáles de la Reforma y cuál Constitución surge de la última, la iniciada en 1910? No se puede decir que la historia nuestra se deba o se pueda dividir en tres fragmentos, sin conexión entre ellos, porque la Revolución de Independencia, la Revolución de Reforma y la revolución democrática, antiesclavista, antifeudal y nacionalista de 1910 están absolutamente vinculadas, por una razón no sólo del pensamiento, de la teoría jurídica, sino porque mientras no se liquida la estructura, el sistema de producción económica, no cambian las formas jurídicas. Mientras México no entra en un período nuevo, cualitativamente diferente a los que han pasado, no hay un cambio en el estatuto jurídico principal del país.

 

A CAMBIOS PROFUNDOS ASPIRABAN LOS INSURGENTES

 

Vimos que la Revolución de Independencia tenía como objetivo central el cambio de la estructura económica, y eso es verdad porque todos los decretos, los bandos, los programas, los instrumentos de los insurgentes, los más representativos y valiosos, miraban hacia la destrucción del sistema de los trescientos años de la etapa colonial. Primer documento importante: el Bando de Hidalgo, del 6 de enero de 1811, suprimiendo la esclavitud, los tributos que pagaban las castas y las exacciones que exigían a los indios. Después, los Elementos Constitucionales de Ignacio López Rayón, de agosto de 1812, ya son el barrunto, el germen, el principio del nuevo orden jurídico. Afirma: la soberanía dimana del pueblo; los Poderes se dividen en tres: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Se prohíbe la esclavitud. No se reconocen linajes ni clases sociales. Libertad de comercio internacional. Abolición de las exacciones a los artesanos. Adopción del Habeas Corpus de Inglaterra.

 

LOS SENTIMIENTOS DE LA NACIÓN

 

Aunque López Rayón después, dirigiéndose a Morelos, reiteraba su proyecto, es indudable que sus ideas influyeron en las de Morelos, sólo que este gran genio de la Revolución de Independencia agregó lo suyo. Ustedes recordarán que Andrés Quintana Roo refiere que un día, Morelos, paseándose, empezó a dictarle el documento que él mismo tituló los Sentimientos de la Nación. Morelos no era jurista, no era un hombre que se hubiera formado en el conocimiento de las disciplinas sociales; pero su experiencia, su sensibilidad, su talento de hombre que ve hacia el futuro, lo inspiraron y comenzó a dictar. A la mitad, dijo para sí mismo: quizá no valga la pena. Quintana Roo le dijo: “señor, por favor, continúe, continúe”. Estaba emocionado. No he de leer ningún documento completo, pero es muy importante saber que estos Sentimientos de la Nación, del 14 de septiembre de 1813, tienen tal influencia en el futuro de nuestro país que todavía hoy, si se cotejan cada uno de ellos con la Constitución que nos rige, se encontrará que todos, menos uno, forman parte del orden Constitucional de México en el año de 1966. Digo que excepto uno, porque, como era natural, se reconocía por Morelos que la religión católica era la única posible. ¿Qué valor tenía? ¿Sólo el respeto a los derechos? No. Yo sostengo la idea, la opinión de que en aquel tiempo el sentimiento nacional tenía muchos aspectos y que el factor religioso podía ser un factor también de aglutinamiento de la conciencia del pueblo mexicano para lograr su independencia. Los Sentimientos de la Nación reconocen la soberanía como dimanada directamente del pueblo. Se acepta la división de los poderes. Se prohíbe la admisión de extranjeros en México, excepto los que vengan a ser factores de producción: los artesanos. Se afirma que la Constitución debe moderar la opulencia y la indigencia para aumentar el jornal del pobre. Las leyes generales deberán comprender a todos. Se prohíbe la esclavitud. Se extinguen las castas y se reconoce la igualdad de todos los habitantes del país. Existe la libertad de comercio internacional y doméstico. Se otorgan garantías para el domicilio y las propiedades de cada uno. Se suprimen los tributos, impuestos e imposiciones que más agobian.

 

EL LIBERALISMO SE PROYECTA HACIA EL PORVENIR

 

Después de los Sentimientos de la Nación, el otro instrumento de trascendencia es el Derecho Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, sancionado en Apatzingán el 22 de octubre de 1814. Ya aquí hemos avanzado. La idea de la nación, del nuevo orden va adquiriendo perfiles cada vez más nítidos. Dice: “El gobierno se instituye para protección y seguridad general de todos los ciudadanos, unidos voluntariamente en sociedad”. Ya son los pensadores franceses, los precursores de la Revolución Democrático-burguesa de 1789, los que llegan hasta acá: “unidos voluntariamente en sociedad”, la cual “tiene derecho incontestable a establecer el gobierno que más le convenga, alterarlo, modificarlo y abolirlo totalmente cuando su felicidad lo requiera”. Es el reconocimiento de la soberanía popular en toda plenitud. “La soberanía radica originalmente en el pueblo. Ninguna nación tiene derecho a impedir a otra el uso libre de su soberanía”, el derecho de autodeterminación. “La felicidad del pueblo y cada uno de los ciudadanos consiste en el goce de la igualdad, la seguridad, la propiedad y la libertad. Otra vez la tríada de los enciclopedistas de Francia. “Ningún género de cultura, industria o comercio puede ser prohibido a los ciudadanos.” Se rompe con el pasado de controles de la etapa colonial. “Libertad de hablar, discurrir y manifestar opiniones por medio de la imprenta.” El liberalismo se proyecta hacia el porvenir.

Iturbide quería una colonia sin España

Sigue después el Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, del 18 de diciembre de 1822. Los que dicen —y los que hay todavía— que Iturbide es el consumador de la Independencia, deberían leer el Reglamento Provisional Político del Imperio. La Revolución de Independencia encuentra eco, proyección directa en Hidalgo, en Morelos. Pero he aquí a Iturbide: “Continúan vigentes las leyes, órdenes y decretos anteriores al 24 de febrero de 1821”. Es decir, las normas jurídicas de la etapa colonial. “El clero secular y regular conservará todos sus fueros y preeminencias.” “El gobierno de la nación mexicana es monárquico, constitucional, representativo y hereditario.” “Los extranjeros que puedan ser útiles al Imperio pueden tener derecho de sufragio." “La casa de todo ciudadano es inviolable, lo mismo que la libertad personal y la propiedad.” “Las diferentes clases sociales se mantendrán como están.” “Se reconoce la libertad de pensar y manifestar ideas; pero no se podrá hacer uso de la pluma en materia de religión ni de disciplina eclesiástica ni para atacar a la monarquía ni a la persona del emperador.” “Se reconocen los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. El Poder Ejecutivo reside exclusivamente en el Emperador y su persona es sagrada e inviolable. En cada capital de provincia habrá un jefe superior político nombrado por el Emperador.” Por eso fue efímero el gobierno de lturbide. No estaba encuadrado dentro de la realidad. Once años de lucha cruenta para alcanzar la independencia política de la nación y éste fue el pacto de esos once años.

 

SE ESTRUCTURA LA REPÚBLICA FEDERAL

 

La lucha tenía que reanudarse y así llegamos al siguiente instrumento: La Constitución llamada Federal de los Estados Unidos Mexicanos, del 4 de octubre de 1824. Afirma que la soberanía reside radical y esencialmente en la nación. Que la nación adopta para su gobierno la forma de la República representativa, popular y federal. El supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial. La nación está obligada a proteger los derechos del hombre y el ciudadano. Todo habitante de la Federación tiene libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación anterior a la publicación.

 

EFÍMERO GOBIERNO CONSERVADOR

 

Pero otra vez, dentro de la marea tremenda de la guerra civil, llega el Partido Conservador. Iturbide fue efímero; su pensamiento, una ambición irrealizable; pero sus herederos vuelven al poder y afirman, en la Constitución llamada de Las Siete Leyes, expedida el 15 de diciembre de 1835, escúchese bien: “Se reconocen las garantías individuales; pero los derechos particulares de los ciudadanos no existen; se suspenden cuando una persona presta servicios como doméstico en una casa o por no saber leer y escribir.” “Habrá un Supremo Poder Conservador que se depositará en cinco individuos. Son atribuciones del Supremo Poder: declarar la nulidad de las leyes o decretos de los actos del Poder Ejecutivo, de los actos de la Suprema Corte de Justicia; podrá declarar la incapacidad física o moral del Presidente de la República, suspender a la alta Corte de Justicia, suspender las sesiones del Congreso General; declarar cuál es la voluntad de la nación en cualquier caso extraordinario en que esa voluntad sea conveniente conocerla; declarar cuándo el Presidente de la República debe renovar todo el Ministerio; dar o negar la sanción a las reformas de la Constitución que acordare el Congreso; calificar las elecciones de los senadores.” Y como corolario lógico, esta afirmación: “El Supremo Poder Conservador no es responsable de sus operaciones más que ante Dios y ante la opinión pública.” “Las elecciones de diputados serán calificadas por el Senado.” Este documento estuvo apenas un quinquenio en vigor relativo; pero encendió, como era natural esperarlo, el impulso, la decisión de vencer de la corriente liberal que iba creciendo.

 

SE RESTAURA EL FEDERALISMO

 

En 1843 aparecen las Bases Orgánicas, que entran en vigor desde el 30 de diciembre de ese año, hasta diciembre de 1845. Se dividen los Poderes en tres. Garantías Individuales, pero se arrastra todavía esta disminución de la capacidad: el que preste servicios a una persona deja de ser ciudadano, porque no merece serlo. También pierden sus derechos los ebrios consuetudinarios, los tahúres de profesión, los vagos o los que tengan casas con juegos prohibidos. Los diputados deben ser individuos con una renta de mil doscientos pesos anuales. Dos tercios del Senado deben integrarse por las asambleas departamentales, otro tercio por la Cámara de Diputados, el Presidente de la República y la Suprema Corte de Justicia. Las asambleas departamentales elegirán a los senadores, nombrando precisamente cinco individuos de cada una de las siguientes clases: agricultores, mineros, propietarios o comerciantes, y fabricantes —es decir, la concepción corporativa medieval de la sociedad mexicana. La elección de los demás recaerá en personas que hayan sido presidentes de la República o vicepresidentes, secretarios de Estado, gobernadores, senadores o diputados, obispos o generales de división. Y entre las facultades del Poder Ejecutivo está la de celebrar concordatos con la Silla Apostólica, “conceder el pase a los decretos conciliares, bulas, breves y rescriptos pontificios, o decretar su retención”. El presidente “no puede mandar personalmente a las fuerzas de mar y tierra sin previo permiso del Congreso”. Se establece un Consejo de Gobierno compuesto por 17 vocales, nombrados por el Presidente. Los gobernadores —uno para cada Departamento— serán nombrados por el Presidente de la República, a propuesta de las asambleas departamentales. Los gobernadores, a su vez, nombrarán las autoridades políticas subalternas del Departamento. Las elecciones se harán en forma indirecta en segundo grado: un elector para 500 habitantes, que nombrarán a los electores secundarios y éstos, en Colegio Electoral, elegirán a los diputados del Congreso. El Presidente de la República será electo por las asambleas departamentales, que calificarán las dos Cámaras del Congreso.

 

LOS MODERADOS CONSERVADORES MÁS DESPIERTOS

 

En medio de este debate encendido, de esta lucha apasionada y sangrienta, el Partido Conservador era compacto. En cambio, el Partido Liberal no lo era. Había dos facciones: la llamada de los moderados y la llamada de los puros o radicales, como diríamos hoy. En los últimos dos Congresos habían dominado la mayoría de los moderados. El 30 de mayo de 1848 el Congreso designa presidente Constitucional al general Juan Manuel Herrera. El 1 de enero del 50 se abren las Cámaras federales, con mayoría de moderados en el Senado y 59 diputados sobre 102 de la Cámara de Representantes. Es entonces cuando Melchor Ocampo, el gran ideólogo del movimiento reformista, junto con otros colegas ilustres, hace esta definición de los moderados, que parece hecho para este día, para este año, en el ámbito de nuestro país. Decía Ocampo: “¿Qué son en todo esto los moderados? Parece que deberían ser el eslabón que uniese a los puros con los conservadores y éste es el lugar ideológico; pero en la práctica, parece que no son más que conservadores más despiertos, porque para ellos nunca es tiempo de hacer reformas, considerándolas siempre como inoportunas e inmaduras o si por rara fortuna las intentan, sólo es a medias y de un modo imperfecto.”

Es entonces cuando el liberalismo alcanza todo su empuje. Ya son las masas populares en grande las que siguen la bandera liberal. El Plan de Ayutla, del 1 de marzo de 1854, es el que enciende al país, pero ya en un sentido inverso. La correlación de las fuerzas políticas ha cambiado. Es un movimiento aparentemente contra Antonio López de Santa Anna, que tantos daños había causado a México, pasando de un bando a otro de una manera impúdica y cometiendo actos de traición indiscutibles para los intereses de nuestro pueblo.

El movimiento de Ayutla nombra un Presidente interino con todas las atribuciones para gobernar, para dirigir la Administración Pública y señalándole su deber de convocar a un Congreso Extraordinario para elaborar la Constitución definitiva de México. Reformando el Plan de Ayutla en Acapulco, dos meses después establece medidas de estructuración del gobierno interino y señala algunas normas para el comercio exterior, urgido de venir en auxilio de nuestra escasa producción económica. De este modo llega Comonfort a la Presidencia, en su carácter de Presidente sustituto, el 11 de diciembre de 1855. Expide tres leyes, que se conocen como la Ley Juárez, de noviembre de 55, la Ley Lerdo, de junio de 56, y la Ley Iglesias, de abril de 57. Son estas tres leyes el preludio de las Leyes de Reforma. Expide el 15 de mayo del 56 el Estatuto Orgánico Provisional de la República, como lo mandó el Plan de Ayutla, y se instala el Congreso. Se encargó a una comisión de diputados redactar el proyecto. Este debate, el que ocurre en el seno del Congreso Constituyente, es de una enorme importancia. Mientras el derecho no alcanza su objetivo, se mantiene en vigor aunque algunos lo olviden.

Escúchense algunas de las cosas importantes ocurridas en esa asamblea. Dice la Comisión: “¿La Constitución debía ser puramente política o encargarse también de conocer y reformar el estado social? Cuestión difícil y terrible que más de una vez nos ha puesto en dolorosa alternativa: o de reducirnos a escribir un pliego de papel más con el nombre de Constitución, pero sin vida, sin raíz ni sentimiento, o acometer, o a herir de frente intereses y abusos envejecidos, consolidados con el transcurso del tiempo, fortificados por la rutina y la posesión, a título de derechos legales, de todo el poder y toda la fuerza que da una larga costumbre, por nada que ella sea. La mayoría de los individuos de la comisión quisieron abstenerse de incluir en el cuerpo del proyecto los pensamientos y las proposiciones que pudieran tener situaciones peligrosas. Fueron desechadas todas las reformas conducentes a definir el derecho de propiedad o a procurar, de un modo indirecto, la división de los inmensos terrenos que se encuentran hoy acumulados en poder de muy pocos prosélitos, y a poner en actividad y movimiento la riqueza territorial y agrícola del país, estancada y reducida a monopolios insoportables.”

Los diputados, los liberales puros no condenaron al Congreso. Los moderados se rehusaron, como acabamos de escuchar, a discutir lo fundamental: el cambio de estructura económica, a transformar el sistema de producción, a poner en el mercado los bienes concentrados y sustraídos a la libre concurrencia; se opusieron a que se entrara a considerar el gran problema de los problemas: el latifundismo, el acaparamiento de la tierra.

Vendrían después las Leyes de Reforma a subsanar esa laguna de la Constitución de 1857; pero la comisión redactora de la Carta Magna avanza de todos modos. Toma en consideración todo el pasado válido, desde las sugestiones de Morelos hasta entonces. Reconoce los derechos del hombre, la igualdad ante la ley, la abolición de fueros y prerrogativas especiales, la libertad religiosa, la seguridad personal, las garantías en todo procedimiento de orden criminal, el derecho de propiedad, la libertad de imprenta, el derecho de portar armas. Reconoce la soberanía del pueblo y admite la forma republicana, representativa, popular y democrática de gobierno.

 

TESIS DE PONCIANO ARRIARA SOBRE EL DERECHO DE PROPIEDAD

 

Es en medio de la expectación de la Asamblea Constituyente cuando se produce el voto particular de Ponciano Arriaga sobre el derecho de propiedad, que es para mí uno de los documentos políticos más importantes de la vida de México en el siglo XIX y en el cual se inspiraron, sin duda, los planes anteriores a 1910 y, también, los que contribuyeron a redactar el Artículo 27 de la Constitución de 1917. He aquí algunas de sus ideas. Dice Ponciano Arriaga: “Mientras que pocos individuos están en posesión de inmensos e incultos terrenos que podrían dar subsistencia a muchos millones de hombres, un pueblo numeroso, crecida mayoría de ciudadanos, gime la más horrenda pobreza, sin propiedad, sin hogar, sin industria ni trabajo. Ese pueblo no puede ser libre ni republicano y mucho menos venturoso por más que cien constituciones y millares de leyes proclamen derechos abstractos, teorías bellísimas, pero impracticables en consecuencia del absurdo sistema económico de la sociedad. Se proclaman ideas y se olvidan las cosas. Nos divagamos en la discusión de derechos y ponemos aparte los hechos positivos. La Constitución debía ser la ley de la tierra; pero no examina siquiera el estado de la tierra. La sociedad, en su parte material, se ha quedado la misma: la tierra en pocas manos. Los capitales acumulados; la circulación estancada. ¿Hemos de practicar un gobierno popular y hemos de tener un pueblo hambriento, desnudo y miserable? ¿Hemos de proclamar la igualdad de los derechos del hombre y dejar a la clase más numerosa, a la mayoría de los que forman la nación, en peores condiciones que los ilotas y los parias? O, ¿ha de obrar por mucho tiempo en las entrañas de nuestro régimen político el elemento aristocrático de hecho? 0, ¿es preciso, indefectible, que llegue la reforma, que se hagan pedazos las restricciones y lazos de la servidumbre feudal? Los miserables sirvientes del campo, especialmente los de la raza indígena, están vendidos y enajenados para toda la vida. La reforma, para ser verdadera, debe ser una fórmula de la era nueva, una traducción de la nueva fase del trabajo, un nuevo código del mecanismo económico de la sociedad futura. El principio, pues, del despotismo ha sido el de la explotación absoluta, teniendo como fundamento lógico el de la ignorancia de las masas, y su base material en la apropiación del suelo. Con muy pocas y honrosas excepciones, un rico hacendado de nuestro país o el administrador o mayordomo que representa su persona, es comparable a los señores feudales de la Edad Media. La sociedad no ha sido constituida sobre la propiedad bien entendida, es decir, sobre el derecho que tiene el hombre de gozar y disponer del fruto de su trabajo. Al contrario, la sociedad ha sido fundada sobre el principio de la apropiación, por ciertos individuos, del trabajo de los otros individuos. En otras palabras: sobre el de la explotación del trabajo de la mayoría por la minoría privilegiada. Este régimen, el fruto del trabajo pertenece no al trabajador, sino a los señores."’ ¡Qué coincidencia con documentos elaborados en Europa, posteriormente al voto particular de Ponciano Arriaga y que habrían de influir de una manera directa y eficaz en la transformación de la sociedad del viejo mundo! Pero los moderados esta vez hacen mayoría.

 

LA CONSTITUCIÓN DE 1857

 

La Constitución reconoce los derechos del hombre: las garantías son la base y el objeto de las instituciones sociales. Prohíbe la esclavitud. Declara que todos nacen libres en la República; que la enseñanza es libre; que todo hombre es libre de abrazar la profesión, industria o trabajo que le acomode, siendo útil y honesto; que nadie está obligado a prestar trabajos personales sin la justa retribución y su pleno consentimiento; que la ley no puede autorizar ningún contrato que tenga por objeto la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad del hombre; que la manifestación de las ideas no puede ser objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa; que es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier material, ni existiendo la previa censura; que es un derecho el de petición; que se reconoce el derecho de asociarse y reunirse pacíficamente con cualquier objeto lícito; pero que sólo los ciudadanos pueden tomar parte en asuntos políticos del país; que todo hombre tiene derecho a poseer y portar armas para su seguridad y legítima defensa; que todo hombre tiene derecho a entrar y salir de la República y viajar por su territorio; que no se reconocen títulos de nobleza ni prerrogativas ni honores hereditarios; que nadie puede ser juzgado por leyes privativas ni por tribunales especiales, y que no se reconocen fueros a ninguna persona o corporación; que no se pueden expedir leyes de carácter retroactivo; que no se podrán celebrar tratados para la extradición de reos políticos; que nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles y posesiones; que nadie puede ser preso por deudas de carácter puramente civil. A estas garantías se agregan las que disfrutan todas las personas sujetas a un proceso. Prohíbe la pena de muerte, excepto en algunos casos graves; establece que ningún juicio criminal puede tener más de tres instancias; que la correspondencia que circule bajo estafetas no puede ser requisada ni violada; que la propiedad de las personas no puede ser ocupada, sino por causas de utilidad pública y previa indemnización.

La Constitución del 57, todavía liberal en muchos sentidos, también prohíbe los monopolios; como por arte de conjuro, seguramente, se creyó que con la prohibición bastaba para que desaparecieran. Define las características de los mexicanos, de los extranjeros y de los ciudadanos. El Artículo 39 declara que la soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo; que todo poder público dimana del pueblo y se instituye para su beneficio; que el pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno: que es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática y federal, compuesta de estados libres y soberanos en lo que concierne a su régimen interior, pero unidos en una federación, establecida según los principios constitucionales; que el Supremo Poder se divide en tres. Define las funciones de cada uno de los poderes y establece las funciones y facultades de los gobiernos de los estados con el gobierno de la Federación.

 

LAS LEYES DE REFORMA LIQUIDAN EL PASADO COLONIAL

 

Nuevo levantamiento de la fracción reaccionaria. Es entonces cuando los moderados desaparecen de la historia. Unos se van con los conservadores, otros se agregan a la corriente de los liberales puros, y otros se van a su casa. Y en un lapso breve, relativamente hablando, aparecen las Leyes de Reforma: la del matrimonio civil; la del Registro Civil, la del estado civil de las personas; la cesación de toda intervención del clero en los cementerios y camposantos; la que prohíbe la asistencia oficial a las funciones de la Iglesia —no sé si continuará en vigor este precepto, porque yo he observado lo contrario—; la libertad de cultos; la secularización de los hospitales; el establecimiento de beneficencias; la extinción de todas las comunidades religiosas.

Algunos liberales dudaron. Tenían el temor de que las Leyes de Reforma disminuyeran el poder de la corriente liberal; pero fue al revés. Nunca han sido los moderados en la historia los que logran la victoria definitiva. Son los frenadores del desarrollo histórico. Los únicos que han hecho reformas de verdad son los puros -—como se les llamaba entonces—, los radicales, porque radical significa tomar las cosas desde su raíz. Y hasta 1859 es cuando se empieza a dictar un conjunto de principios para liquidar la estructura económica de los trescientos años de la colonia.

En otras palabras, más de medio siglo transcurrió sin que esa estructura haya sido tocada. Después, no es necesario recordarlo: Porfirio Díaz se levanta al grito de ¡No reelección!, llega al poder, reforma la Constitución y comienza las reelecciones sucesivas. ¿En qué se apoya Porfirio Díaz? Se apoya en el latifundismo. Ya no es el latifundismo eclesiástico de antes de las Leyes de Reforma. Es un latifundismo que yo me atrevería a llamar laico; pero es un latifundismo en cierta forma más agudo, más concentrado, más firme y más agresivo que el latifundismo anterior.

Las causas de la Revolución que estalla en 1910 no son las que muchas veces afirma. Por supuesto: el pueblo estaba cansado de la permanencia indefinida de Porfirio Díaz en el gobierno; pero cuando Madero afirma que cambiando la situación y dejando al pueblo en libertad para elegir a sus mandatarios, desde el más alto de ellos hasta el más bajo, México podría vivir en otra etapa, tenía razón; pero sólo en parte. El novio, sino muy tarde ya, que detrás del principio de ¡No reelección! y de la libertad de sufragio, el pueblo estaba ardiendo como una caldera que se maneja a una enorme presión; era un volcán a punto de hacer erupción.

 

CONTRADICCIONES SIN SOLUCIÓN POR VÍA PACÍFICA

 

¿Por qué? Porque las causas de la Revolución de 1910 eran causas, eran motivos, eran razones que estaban enseñando las profundas contradicciones, los antagonismos entre las clases sociales, que ya no era posible resolver por la vía pacífica. La población crecía a pesar de todo, no obstante la capacidad de compra raquítica de la gran mayoría de los peones, próximos a la esclavitud. Las fuerzas de la producción no crecían a ese ritmo. Las relaciones de producción, es decir, la parte de la riqueza pública que alcanzaba la mayoría, que hacía posible la producción del campo, que era la única casi que existía, eran las del pasado. Todo estaba preparado para que la violencia estallara.

¿De qué manera se producían las contradicciones en el seno de la sociedad mexicana en 1910? Contradicción entre los peones y los latifundistas; entre los aparceros y los pequeños propietarios y los latifundistas; entre los hacendados con mentalidad burguesa y los latifundistas, como Francisco I. Madero, como Venustiano Carranza y otros: entre los industriales y los latifundistas; entre los comerciantes nacionales y los comerciantes extranjeros; entre los mineros mexicanos y las empresas extranjeras de la minería; entre la burguesía industrial mexicana naciente y los capitales extranjeros; entre los intereses de la nación mexicana y el imperialismo.

Por eso la revolución puede considerarse, para emplear un lenguaje de la música, como el tercer tiempo de la revolución iniciada por el cura don Miguel Hidalgo y Costilla. Hay tal secuencia entre las tres revoluciones que, gracias a ellas, se puede ver a una larga distancia, como ya nos encontramos, que crecen las figuras de la Independencia y las figuras de la Reforma; Hidalgo es más grande hoy que nunca, y Morelos y Juárez.

La revolución, después de años de lucha tremenda, destruye al ejército profesional de Porfirio Díaz. El viejo caudillo abandonó el país. Madero llega a la Presidencia, es asesinado por Victoriano Huerta, con la complicidad del embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson, y el pueblo se enciende. Pero el curso de los años transcurridos entre 1913 y 1917, los caudillos del ejército popular, los jefes militares, que eran de la pequeña burguesía rural, pero también de la pequeña burguesía urbana, expiden multitud de decretos. Interesante este conjunto de principios, de leyes manu- militari, porque no había otra fuente que los autorizara más que el poder de que disponían, basado en las demandas clamorosas de las masas explotadas. Casi todos los decretos y los bandos se refieren a la demanda agraria y, en segundo lugar, al reconocimiento de los derechos de la clase obrera.

Pero hay también en esta etapa llamada preconstitucionalista, algunos documentos importantes, entre ellos el Programa del Partido Liberal Mexicano, de 1911, que no refleja sólo el pensamiento de Ricardo Flores Magón, sino que refleja el pensamiento de los liberales con ciertas tendencias de carácter social, reformistas, que trabajaban alrededor del campo, como Sarabia y otros. Magnífico programa que si se compara con el texto de la Constitución de 1917 se verá hasta qué punto influyó en la Asamblea de Querétaro. Un estudio manuscrito de Molina Henríquez sobre los grandes problemas nacionales, sobre el estado de concentración de la tierra y otros muchos.

 

LA ASAMBLEA DE QUERÉTARO ABRE UNA NUEVA ETAPA PARA MÉXICO

 

Cuando la Asamblea de Querétaro se reúne, ya hay en la conciencia de los diputados un conjunto de ideas que fueron expuestas de ese modo por los caudillos militares del ejército popular. Sin embargo, a pesar de que el Constituyente mantiene su estructura política del pasado —no la toca-— y de que afirme en su artículo relativo que quedan prohibidos los monopolios, todavía abogando por la libre concurrencia, ya la nueva Carta Magna abre una época totalmente distinta a todo el pasado histórico de México.

De los Sentimientos de la Nación a la Constitución del 57, por lo que toca a los instrumentos surgidos de la corriente liberal, no hay sino cambios cuantitativos; no hay cambios cualitativos. Más aún, desde ese momento, desde la Independencia, desde 1815, hasta las Leyes de Reforma, tampoco hay cambio de calidad, sólo cambios de cantidad. Pero en 1917 ya hay cambios cualitativos, porque al lado de la estructura liberal en cuanto a formas del Estado mexicano, se introducen principios desconocidos en toda la historia del país, desconocidos en el sentido de no constitucionales.

 

UNA REVOLUCIÓN EN EL CONCEPTO DE PROPIEDAD

 

El más importante de todos esos principios es el relativo al concepto de la propiedad. Ya no es, según el Artículo 27, la propiedad un derecho congénito a la persona humana. Ya no es un derecho natural, ya no es el derecho de usar, de disfrutar y de abusar de una propiedad, siguiendo la prohibición del derecho romano que después se transformaría en el derecho napoleónico y que serviría para que Napoleón pudiese llevar la revolución democrático-burguesa a la Europa feudal. Es un derecho nuevo. Es el derecho de propiedad un atributo del Estado y la propiedad privada de la tierra se otorga por la vía de la concesión que el Estado da a los particulares y siempre sujeta a las modalidades que dicte el interés público. Una revolución trascendental.

 

NUEVOS PRINCIPIOS EN LA CONSTITUCIÓN DE 1917

 

Si se ahonda en el examen de los nuevos principios de la Constitución de 1917 se ve que hay una idea que precede a todas: los intereses de la sociedad deben prevalecer, en todo caso, por encima de los intereses individuales. Es verdad que se mantienen los derechos del hombre o garantías individuales; pero ya no son las únicas bases ni los objetivos de las instituciones sociales. Aparecen también las garantías colectivas, las garantías sociales. Y esas mismas ideas son las que permiten al Estado abandonar su papel de simple observador, coordinador de las actividades de los individuos para transformarse en un factor directo en la vida económica, administrador de los servicios, y, en suma, impulsor del desarrollo material y político de México.

Por la primera vez la clase trabajadora no sólo está reconocida como una clase social con derechos, en tanto que forma la mayoría del pueblo, sino reconocida como una clase social que tiene prerrogativas específicas a las cuales el Estado debe protección y respeto.

Hasta antes de la Constitución del 17, por ejemplo, el derecho de huelga era considerado como un delito a la libertad de comercio y de producción industrial. La asociación de los trabajadores era también una forma de la delincuencia. Todas las formas jurídicas se basaban en que la suprema ley de los contratos es la voluntad libre de las partes. El derecho público mexicano se enriquece con el reconocimiento de los derechos de la clase obrera; pero éstos cambian la definición del acto jurídico. Ya no es la libre voluntad de las partes, porque tratándose del contrato de trabajo, una de las partes no tiene voluntad libre, acepta la imposición de la otra, que es la poderosa, la que tiene los instrumentos de la producción en sus manos, la que influye políticamente de un modo a veces determinante. Por la primera vez en la historia, el acto jurídico cambia de contenido. Es la presión, la coacción moral, fuente del derecho. Eso representa la huelga, a condición de que la huelga o los huelguistas no cometan actos criminales.

 

CON EL NUEVO ESTATUTO SE INICIA LA POLÍTICA DE NACIONALIZACIONES

 

Y se emprende el camino de la nacionalización de los instrumentos fundamentales de la producción económica. Se reivindican para el patrimonio de la nación mexicana las riquezas del territorio nacional. El primer acto grande de nacionalización es la división de la República: la entrega de la tierra en usufructo a los campesinos, a las comunidades agrarias; la dotación y la restitución de las tierras. Y el efecto inmediato que se produce es la liberación de los peones acasillados de las haciendas. Fue la Constitución de 1917 el instrumento más importante del derecho público internacional cuando fue promulgado. No había estallado todavía la Revolución Socialista en Rusia. No obstante el tiempo transcurrido, es todavía la Constitución de 1917 la Carta Magna más progresista dentro de las de los países capitalistas del mundo entero, excepto de aquellas Constituciones que miran ya hacia el nuevo régimen social, que es el socialismo.

 

SIN LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO EN LA ECONOMÍA LA REVOLUCIÓN MEXICANA HABRÍA FRACASADO

 

Pero si la Constitución se hubiera quedado ahí, o mejor dicho, si no hubiésemos en nuestro andar histórico ido más lejos de las instituciones contenidas en la Constitución de 1917, habría fracasado la Revolución Mexicana, porque a pesar de la Reforma Agraria y de los derechos de la clase obrera, el que tiene el timón de la economía es el que posee y maneja los instrumentos fundamentales, sobre todo de la industria pesada o básica.

Hasta hace pocos años la medida del progreso de un país era la de los lingotes de acero producidos al año. Hoy ya no lo es, porque apareció la petroquímica y con ella la humanidad ha dado un salto muy importante en el terreno industrial y técnico. Electricidad: el que la tiene, tiene el timón de la marcha de la sociedad. La electricidad es fuerza motriz para todo. Gracias a ella existen las máquinas; gracias a ella se funda la industria; gracias a ella existen los transportes, existen los ferrocarriles, los aviones comerciales; gracias a ella existen los motores, los autotransportes; gracias a ella hay agua potable, hay servicios públicos. Es la clave del desarrollo económico- social y, por lo tanto, político de una sociedad.

Hemos avanzado en ese campo: electricidad, petróleo, petroquímica, fierro, acero, multitud de ramas de la industria pesada o derivados de ella, en manos del Estado. Si no hubiera ocurrido este fenómeno que he calificado de capitalismo de Estado, ayer, nos hallaríamos ya otra vez influidos de un modo peligroso y grave por el capital extranjero, sobre todo el proveniente de nuestro poderoso vecino del norte.

 

ESTAMOS ARRIBANDO A UNA NUEVA ETAPA QUE RESOLVERÁ TODOS LOS ANTAGONISMOS

 

Yo soy nacionalista en tanto que soy internacionalista. Y soy internacionalista en tanto que soy nacionalista. Es una afirmación de términos complementarios. ¿Qué es nuestro pueblo? Una parte de la humanidad. ¿Qué es la humanidad? Un conjunto de seres que nacieron, viven y se desarrollan de acuerdo con su idiosincrasia y con una historia especial en diversas regiones de la Tierra. En la medida que la humanidad avanza, las patrias locales crecen también, con su sello propio inconfundible y defendiendo con vigor y con derecho su ser nacional. Pero no hay incompatibilidad entre el amor a la patria y el amor a la humanidad. Día llegará, y muy pronto, en que el poderoso desarrollo de las comunicaciones y los transportes, la universalidad cada vez mayor de la ciencia y de la cultura, harán a los hombres más próximos los unos de los otros. Estamos arribando ya a una nueva frontera, a una nueva linde que resolverá los antagonismos y que hará de todos los seres humanos una sola gran familia. Esto no es ciencia ficción ni es tampoco utopía. Es el único camino que queda a los hombres de hoy: el camino de los hombres de mañana unidos indisolublemente en el amor a la libertad, en el disfrute de la civilización y de la cultura y en la liberación del tiempo para hacer del trabajo un honor y no un castigo y para entrar en la competencia entre todos ellos para hacer de cada uno el mejor posible.

Va a llegar el día en que habrá otros incentivos, no ya los incentivos de acumular el dinero para poder vivir y cubrir la vejez y garantizar la vida del mañana. No, todo estará previsto y arreglado. Va a llegar el día en que cada joven diga: yo seré el mejor violinista de la Tierra; yo, el mejor físico; yo, el mejor químico; yo, el mejor pintor; yo, el mejor biólogo; yo, el mejor jurista. Ese día, amigos estudiantes de Guanajuato, ustedes lo van a ver brillar y nosotros lo hemos visto desde hoy por eso estamos contentos y orgullosos (aplausos prolongados).

 

 

III

LAS PRINCIPALES TESIS ECONÓMICAS DESDE LA REVOLUCIÓN DE LA INDEPENDENCIA

Me he esforzado por presentar de una manera muy breve, panorámica, los rasgos generales de nuestra formación nacional desde el punto de vista jurídico. He señalado el papel del Supremo Derecho Público en este andar de nuestro pueblo que lleva ya más de siglo y medio de esfuerzos continuos y de enormes sacrificios por hacer de su patria una nación libre y soberana de verdad.

Ahora quiero presentar cuál es la perspectiva, porque a pesar de los tropiezos, de los obstáculos, de la multitud de impedimentos que se han atravesado en la ruta de nuestro pueblo hacia el progreso, en el último medio siglo nuestro país pasó de su condición de país agrario primitivo y exportador de minerales, a su condición actual de país agrícola e industrial. Este es un salto, como ya lo subrayaba, no sólo cuantitativo, sino también cualitativo. Pasamos, en cierta forma, de la historia antigua a la historia moderna. Nuestro país ya no es un país subdesarrollado.

Hoy es un país en franco desarrollo. ¿Cuáles han sido las causas de este salto? Las hemos dicho también: la nacionalización de las riquezas del territorio nacional. La nacionalización de las ramas fundamentales de la industria básica: petróleo, electricidad, carbón, mineral, fierro y acero. La nacionalización de los principales transportes —los ferrocarriles— y la mayor parte de la aviación comercial. La nacionalización v la modernización de las comunicaciones. La creación del banco central de la nación —el Banco de México—, con facultades exclusivas de emitir papel moneda y de fijar la política financiera del país. La creación de una red de bancos del Estado para impulsar la producción y el comercio, como los bancos de crédito agrícola, la Nacional Financiera, dedicada principalmente al fomento de la industria; el Banco de Comercio Exterior y otras instituciones semejantes. La creación de nuevos centros fabriles en manos del Estado, desde la petroquímica hasta la industria azucarera. Los seguros sociales, que tienden a extenderse a toda la población activa. La reducción del analfabetismo y la multiplicación de los centros educativos en todos los niveles de la enseñanza y la formación profesional. El aumento del promedio de la vida humana debido a la multiplicación y la extensión de los servicios de salubridad y asistencia. Hace treinta años el promedio de la vida humana en México era de 35 años; hoy es de 63. En este aspecto ya no somos un país subdesarrollado, ni siquiera en vías de desarrollo. Hemos alcanzado el nivel de los Estados Unidos de Norteamérica, de Francia, de Inglaterra y de otras naciones con vieja historia. Estas han sido las causas:

 

LA REALIDAD NOS OBLIGÓ A TRANSITAR NUEVOS CAMINOS

 

Partimos de la Constitución de 1917; pero la realidad está más adelante que la Carta Magna. No era posible que el Constituyente de 1916-1917, previera todo. Se limitó a organizar jurídicamente al país, respetando la vieja estructura política, legado de la corriente liberal. Incorporó las demandas populares y nacionales más urgentes, la destrucción del latifundismo ante todo; la entrega de la tierra a los campesinos: el reconocimiento de los derechos humanos de la clase obrera. Dio un nuevo concepto de la propiedad rural. Estableció otra serie de principios que fueron el preludio de la intervención del Estado en la economía, abandonando para siempre el liberalismo del siglo XIX; pero un país sin capitales propios, como vimos al analizar la forma en que se invertían los capitales extranjeros en 1910 y el sitio a donde estaban canalizados, un país así, que trabaja para el extranjero, que tenía que pagar ganancias enormes, exangüe, no podía, dentro de esta situación, la iniciativa privada hacerse cargo de la renovación que la Revolución victoriosa presentaba en el terreno político, pero que estaba negando después de la lucha armada de mucho tiempo.

No era posible que el Constituyente de Querétaro previese a largo plazo el desarrollo. Entonces uno a uno los actos del gobierno fueron creando un camino. Dice un viejo adagio chino que los caminos no existían antes de que hubiera hombres; pero que un día un individuo echó a andar, con rumbo sólo por él conocido; le siguieron otros, otros más y otros más, y así, cuando todo el pueblo se puso a andar se crearon los caminos. Y esto es verdad.

 

EN CADA OBRA DE GOBIERNO ESTÁ PRESENTE LA PRESIÓN DEL PUEBLO

 

Cada acto del gobierno fue estableciendo o marcando una huella. Don Venustiano Carranza no tuvo tiempo de establecer las bases nuevas para el México nuevo. El general Álvaro Obregón fue el que empezó a aplicar la Carta Magna; pero en los aspectos más apremiantes. Después de él, el presidente Plutarco Elías Calles —ese es su mérito histórico— se dio cuenta de que no era posible seguir caminando sin establecer ciertos principios para que la economía de México se encauzara sobre normas diferentes a todo el pasado. Comenzaron las carreteras modernas. Un país montañoso, por excelencia, como el nuestro, sin comunicaciones, no era posible que progresara. Las carreteras, la captación de las aguas para irrigar el campo, para mejorar la productividad de la agricultura, una comisión inicial para que el gobierno directamente produjera energía eléctrica, el Banco del Estado y otras muchas medidas e instituciones. Tras de él, los otros.

Yo no he de referirme a la obra de cada uno de los presidentes que se han sucedido desde 1920 hasta hoy, porque no tiene importancia. Los hombres son factores muy importantes; en realidad sin ellos no es posible pensar que un pueblo pueda conducirse bien; sin guías acertados, nadie, ninguna sociedad puede marchar sin temores. Pero todos los que han pasado por el gobierno, siendo fieles o devotos de ella con firmeza, todos han contribuido, porque son las fuerzas del pueblo las que constantemente están presionando y exigiendo las medidas que son necesarias para que el progreso no se interrumpa. Pasos sucesivos después de los iniciales, a veces venciendo dificultades enormes.

 

LA EXPROPIACIÓN PETROLERA FUE EL PRIMER PASO

 

¿Qué podría hacer México sin la industria pesada, sobre todo sin la industria energética? Se presentó la coyuntura histórica. En 1936 surgió una organización obrera, la segunda, la Confederación de Trabajadores de México, con un programa más claro, más preciso, más avanzado que el de la primera central que nació en 1918, la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM). Una de las primeras medidas fue agrupar a los trabajadores de la misma rama industrial en un solo sindicato, en los sindicatos verticales. La industria del petróleo estaba representada por cerca de 60 empresas extranjeras. Cada una de ellas tenía varios sindicatos de hecho, porque en cada localidad en donde la empresa actuaba había un contrato de trabajo diferente. En 1937, el Sindicato Industrial de Trabajadores del Petróleo fue registrado. Se formuló el proyecto de contrato único. Las compañías lo rechazaron. Pasamos muchos meses discutiendo privadamente con los jefes de los monopolios internacionales del petróleo: la Standard Oil Company y la Royal Dutch Shell Company. Ningún acuerdo al final. Fue entonces necesario plantear la huelga. Pero nosotros examinamos todo el desarrollo del conflicto y su perspectiva. Medimos cronológicamente los pasos que íbamos a dar. Llamamos a todos los sectores del pueblo, de la sociedad, para que apoyaran nuestras peticiones. Creamos el clima necesario de comprensión y nos lanzamos a la pelea. Sabíamos bien que en una semana empezaría a producir efectos negativos la huelga. Se paralizarían los ferrocarriles, no habría combustibles ni lubricantes para las fábricas; pero todo estaba previsto. Levantamos la huelga voluntariamente y acudimos a los tribunales para que se examinara el estado financiero de las empresas. Resultado: un laudo favorable a los trabajadores. Las empresas, como lo sabíamos muy bien, habían recobrado muchísimas veces el capital invertido y habían logrado utilidades muy superiores a todo lo conseguido en su propio territorio: en los Estados Unidos y en las colonias holandesas y británicas. Se resistieron. No aceptaron el laudo. Esas empresas tienen una vieja tradición de piratería. Habían derrotado en el Oriente Medio a muchos gobiernos, habían corrompido a muchos jefes de tribu. Eran los reyes del petróleo en el mundo entero. Reyes para la extracción, para la transformación, para la venta y para el mercado mundial. Nuestro país era muy débil y muy pequeño. Creyeron que podían hacer lo mismo y se equivocaron. Después acudieron a la Corte Suprema de Justicia, y la Corte confirmó el laudo del tribunal del trabajo. Llegó un momento en que ya no había nada que hacer: nos dimos cuenta, que cuando la clase trabajadora solamente piensa en sus demandas económicas y olvida las demandas de su país como conjunto, no cumple con sus deberes históricos.

Allá por el 15 de marzo, el 16 y aún 17, nos propusieron aceptar el laudo íntegro. Lo rechazamos. No íbamos a cambiar una victoria sindical por una victoria nacional. Rompimos los contratos y planteamos el problema de la expropiación y la nacionalización del petróleo. A partir de ese día, como yo lo declaré desde el Palacio Nacional, comenzaba a escribirse la independencia económica de la nación mexicana. Y después, nuevos pasos más. El petróleo dejó de irse en crudo hacia el extranjero. Se empezó a refinar en nuestro país. Los motores se multiplicaron. El campo empezó a maquinarse. Aumentaron las carreteras. Y tras del petróleo y sus derivados, la electricidad en manos del Estado le siguió, produciéndose en gran escala. Pasaron los años y se ha nacionalizado el fierro y el acero, ahora la petroquímica. Y esa es la senda; más adelante que la Constitución de 1917.

¿Qué hacer? ¿Dejar que la vida de México transcurra en su desarrollo económico sin una norma superior, como la hay para otras actividades?, o ¿ha llegado el momento de precisar cuál es la perspectiva de nuestro país y cuál debe ser la función de la producción económica, cuál la tarea de la propiedad, y cuáles son también las tareas que el Poder Público debe cumplir? Yo estimo que nuestro derecho constitucional debe enriquecerse.

 

LA CONSTITUCIÓN DEBE CONTENER UNA TESIS SOBRE LA ECONOMÍA

 

La Carta Magna tiene una tesis sobre el régimen de la tenencia de la tierra. Tiene una tesis sobre los derechos de la clase trabajadora que se ha ampliado. Tiene una tesis sobre la educación. Tiene una tesis reciente sobre el régimen democrático que, aun cuando incompleta, por la primera vez, sin embargo, reconoce que los partidos políticos son sujetos del derecho electoral y no sólo los ciudadanos. Pero le falta una tesis, que es la tesis sobre la economía nacional. La base de la estructura política, el régimen de producción ha llevado a México, con la intervención del Estado en el proceso histórico, social, a posiciones no previstas. Pero estas actividades están o se apoyan sólo en decretos, leyes reglamentarias, acuerdos administrativos y aun disposiciones de tipo reglamentario. No hemos siquiera codificado todas las normas que se refieren a la economía nacional. Ha llegado el momento no sólo de unirlas, sino de jerarquizarlas, agruparlas y eso será lo que definitivamente marcará el camino para nuestro país en las próximas décadas, sobre todo porque hoy más que nunca la política de las nacionalizaciones tiene poderosos adversarios: Una parte de la burguesía nacional ligada a los monopolios extranjeros, los elementos conservadores y reaccionarios enemigos del liberalismo del siglo pasado ahora partidarios de la libre concurrencia. Siempre les ha ocurrido eso a los conservadores: reconocer, a veces a siglos de distancia, sus errores, adoptando la bandera del enemigo que lo derrotó en el pasado. Pero, además, los monopolios extranjeros y concretamente los monopolios norteamericanos, que combaten el nacionalismo como decía yo, llamándolo anacrónico, actitud contra la cual nosotros les decimos que ellos fueron nacionalistas como nosotros somos hoy y que gracias a la defensa de su producción nacional pudieron llegar al nivel que hoy ocupan.

 

NACIONALIZAR ES DESCOLONIZAR

 

Es cierto que el capitalismo de Estado en las naciones poderosas no es una medida que beneficia al conjunto de la sociedad o la mayoría del pueblo. ¿Por qué? Porque cuando el Estado procede a la nacionalización existiendo un sistema de monopolios que todo lo controla, quienes se benefician son los monopolios. Algunos ejemplos pueden ilustrar esta afirmación. En la Gran Bretaña, el Partido Laborista y aun el Partido Conservador, han procedido a una serie de nacionalizaciones. Primero los bancos: se fundó el Banco de Inglaterra y monopolizó el sistema de crédito: pero los accionistas de los bancos no sólo fueron indemnizados, sino que les sigue pagando regalías o ganancias como si estuvieran al frente de las viejas instituciones que crearon y dirigieron. Se nacionalizó también la industria del carbón, pertenece al Estado, pero los antiguos dueños de las minas de carbón siguen siendo accionistas del monopolio estatal, con sus utilidades anuales. En Francia ocurre lo mismo y en Italia también. En todo país de gran desarrollo económico.

Nosotros hemos optado por este camino del capitalismo de Estado, sólo que tiene un sentido totalmente distinto. Nacionalizar en un país como México es descolonizarlo. Cada paso en el sentido de tomar los recursos físicos de nuestro territorio para transformarlos en beneficio exclusivo de nuestro pueblo, significa descolonizarnos. En la medida en que el capital extranjero se retira voluntariamente o a fortiori del campo de la industria fundamental, es la nación la que recobra lo suyo y la que puede conducir el resto del proceso material y político de acuerdo con el programa que se haya trazado.

Para esa causa, el nacionalismo tiene dos aspectos: el aspecto interno del crecimiento propio y el aspecto de resistencia al exterior para hacer posible el crecimiento propio sin interferencias provenientes de afuera. Sin el camino de la nacionalización de la economía estaríamos en situación muy difícil. No obstante este paso, que lo llamo cualitativo, que se ha dado en el último medio siglo, las inversiones extranjeras son muy grandes. No podría precisar ahora el monto de ellas; pero aproximadamente hay una inversión pública de alrededor de 20 mil millones de pesos, es decir, la inversión del Estado, y una cantidad semejante, 20 mil millones, que representa la inversión extranjera, norteamericana concretamente.

 

EQUILIBRIO PRECARIO QUE DEBEMOS ROMPER

 

Parecería, si se toman los números tal como son, que hemos caminado poco con independencia supuesto que el capital norteamericano equivale al capital del Estado ya invertido en la economía. Pero no es así, porque mientras el Estado tiene su inversión en las ramas fundamentales de la industria básica y en las ramas fundamentales de la industria de transformación, el capital extranjero está invertido, sobre todo, en la industria ligera y en la industria de montaje, automóviles, etcétera, en la industria químico-farmacéutica, en la alimentación, en bebidas alcohólicas, refrescos y en otras cosas. La inversión es distinta por su contenido. Sin embargo, hemos llegado a un equilibrio entre el capital nacional del Estado y el capital extranjero, porque el capital nacional, de los mexicanos con sentido patriótico, es todavía una fuerza pequeña y puede ser incluida en la suma de las inversiones públicas para el fin de la comparación solamente.

Hemos llegado a un equilibrio. ¿Cuánto tiempo va a durar este equilibrio? Esa es la gran pregunta. Todo equilibrio, por su propia naturaleza es inestable. Ni en el terreno de la mecánica ni en el campo de la biología ni en el área de la economía pueden mantenerse los equilibrios de un modo indefinido. ¿En favor de quién se va a romper este equilibrio? ¿En favor de la nación mexicana o en favor del capital extranjero? Las presiones sobre nuestro país son enormes. Todos los días aparecen muchas formas nuevas de presión y de intervención. Desde la presión brutal que afirma: si ustedes siguen manteniendo la política de no intervención y de autodeterminación, ¡no más braceros! A ver qué hace un millón de jóvenes campesinos sin tierra y sin trabajo en el interior de su país. ¿Ustedes tienen una política altiva, de la cual están orgullosos? ¡Bien! No han hecho caso de nuestras indicaciones y peticiones. No rompieron relaciones diplomáticas con Cuba. Siguen comerciando de un modo directo e indirecto con la Isla. Protestan la intervención nuestra en Santo Domingo. No se suman a nuestros deseos de tener un ejército interamericano. Rechazan muchas tesis de la OEA. ¡Bien! ¡No más braceros!, reducción del turismo, reducción de los créditos para el desarrollo de México. Desde esta serie de presiones públicas y escandalosas, hasta los sutiles, hasta en el terreno de la educación, de la investigación científica. Vivimos en el filo de un arma que corta. El único camino para evitar que el equilibrio se rompa en favor del extranjero y se pierda para México es impulsar todavía más el proceso de nacionalizaciones.

 

NUEVAS TAREAS PARA EL ESTADO

 

Falta mucho por hacer. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que la riqueza forestal siga en manos de individuos particulares, que lo único que quieren es hacer fortuna y rápidamente? Nos estamos volviendo un país sin vegetación. A pesar de todos los acuerdos que se dictan y de todas las afirmaciones de que se van a cuidar los bosques, la realidad es la opuesta. Siempre hay camino para violar la ley y tolerancia para los que la violan. Hay países muy pequeños en el mundo, como los países escandinavos, especialmente Suecia y Finlandia, con un territorio, comparado al de México, mucho muy pequeño que viven en buena parte de sus bosques. Nosotros talamos, destruimos una riqueza muy difícilmente renovable. Solución: sólo creando un organismo descentralizado del Estado, como Petróleos Mexicanos, como Ferrocarriles, etcétera, en el cual participen, por supuesto los que tienen bosques —los campesinos, los industriales— que los estén trabajando científica y técnicamente. Sólo un organismo así puede salvar la riqueza forestal.

La pesca. Somos un país subalimentado, con dos litorales marítimos enormes. ¿Cuántos países en el mundo querrían tener los mares que bañan nuestra tierra? Por el Atlántico y por el Pacífico, todos los años vienen del norte las grandes migraciones de peces. No las vemos pasar siquiera y están a unas cuantas millas. Nuestra pesca es rudimentaria, tan primitiva, que es la misma que se practicaba antes del descubrimiento de América. Sólo unos cuantos piratas de la pesca arrasan -—-sobre todo en el Pacífico— con las avenidas del camarón y de otras especies vivas. Y en el mar de la zona de Campeche, Yucatán y el Caribe también se llevan cuanto pueden. Pero eso no es industria, eso es saqueo. ¿Cómo es posible que un país subdesarrollado, subalimentado, con un pueblo así, pobre, desnutrido, no pueda ser alimentado cuando las riquezas de nuestros mares son enormes? ¡Cuánto daría China por tener nuestros litorales!; es un gran país desde el punto de vista territorial; pero su costa baja, muy baja, está expuesta a los enormes tifones que no permiten siquiera el crecimiento de las plantas más allá del medio metro de altura. ¡Cuánto daría Japón, ese pueblo abigarrado, que vive en peñones, en islas apretadas y duras, por tener nuestros litorales! Hay que crear un organismo descentralizado también para que sea el Estado, a través de ese instrumento, el que explote la riqueza marítima con fines de servicio y haga posible la alimentación de nuestro pueblo. Porque hay una enorme diferencia en cuanto a las finalidades entre los monopolios privados o las empresas privadas en general y las empresas descentralizadas del Estado. La ley fundamental del desarrollo capitalista es la ley de las ganancias más altas. La ley que debe guiar a los institutos descentralizados del Estado debe ser la ley de servicio. ¡Cuánto darían los chinos por nuestros litorales! El pueblo chino se alimenta fundamentalmente de los productos del mar. Han creado un laberinto de aguas saladas de cerca de 5 mil kilómetros de largo para hacer posible la vida de los peces dentro de la tierra, en viveros, en lagos artificiales, en canales. Ya no pescan en el mar, porque es difícil. Eso ha costado siglos y trabajo de millones y millones de hombres y mujeres.

Nuestro país no sólo tiene dos litorales. Tiene también, por la propia naturaleza, mares pequeños interiores, canales, golfos pequeños, lagunas enormes paralelas al mar: la Laguna Grande, la Laguna de Términos, la serie de canales interiores de la costa de Chiapas, las marismas de Nayarit, etcétera. ¿Vamos a dejar que los exploten los piratas, que tienen barcos más veloces que nuestros pobres guardacostas, que constituyen una burla para quienes vienen a saquearnos? Ha llegado el momento de tomar esas riquezas en manos del Estado y de transformarlas en la alimentación del pueblo y en materias primas para la industria de transformación.

¿Cómo es posible que tengamos nosotros que depender de las empresas extranjeras que producen medicamentos en México? El 40% del presupuesto de gastos del ISSSTE va hacia la compra de medicinas. Un porcentaje semejante del Instituto Mexicano del Seguro Social lo mismo. Otro gran porcentaje del presupuesto de la Secretaría de Salubridad y Asistencia, también. El cliente fundamental de toda la industria químico-farmacéutica de nuestro país es el Estado. Y ¿no puede el Estado crear sus laboratorios? No sólo abastecería su propia demanda, sino que abatiría los precios en el mercado. Transformaría la situación. Aumentaría el poder de compra o la capacidad de compra de nuestro pueblo que trabaja.

¿Cómo es posible que los Teléfonos de México estén en manos del capital privado? ¿Que el servicio de larga distancia sea un servicio en manos de particulares? En todas partes del mundo es monopolio del Estado, como los telégrafos, como los correos. El Constituyente de Querétaro no pudo haber previsto el teléfono a larga distancia. No pudo haber previsto las telecomunicaciones modernas; pero la idea, el espíritu del Artículo 27 en esta materia, es de que las comunicaciones deben estar en manos del Poder Público.

¿Y de dónde obtener el crédito, el crédito que tanto necesitamos para desarrollar al país en todos los caminos? Nosotros preconizamos la nacionalización del crédito. ¿Qué entendemos por nacionalización? No expropiar los bancos, porque sería ridículo. ¿Qué es un banco? Un banco es una institución que maneja dinero ajeno, nunca propio. Los bancos privados manejan el ahorro en dinero de los particulares, de la sociedad, del pueblo. Lo reciben pagando a los depositarios o depositantes un bajísimo interés anual y lo prestan a un interés muchas veces superior, más alto que el que fijan las leyes para evitar el abuso. Nosotros no proponemos expropiar las casas, las sucursales de los bancos y los muebles, ni proponemos expropiar el dinero que no pertenece a los bancos, que es el ahorro colectivo. No proponemos que ningún banco preste el capital que ha recibido para su manejo, sino para los fines de interés colectivo general que el Estado señale, coordinando con las inversiones de los bancos del Estado también la labor. En ninguna parte del mundo, excepto en los Estados Unidos, los bancos particulares actúan por su cuenta, sin restricciones, normas y obligaciones.

 

NO HAY OTRO CAMINO PARA MÉXICO

 

Por eso hemos propuesto darle a la Constitución de la República un nuevo capítulo sobre la economía nacional. Algún día se aprobará. No hay más que ese camino para México. Si no se acentúa el proceso de la nacionalización ni siquiera el Estado tendrá recursos. De todas las riquezas, de todo el producto bruto del país, es decir, de toda la producción económica del conjunto de la sociedad que labora, México recibe sólo el 10% —el Gobierno Federal— mientras que países como Argentina tienen el 15%, Chile el 13%, Brasil el 12%, Costa Rica el 18% y Ceylán, cuyo ingreso por persona es la mitad del ingreso per cápita en México, tiene una carga fiscal que beneficia al Estado con cerca del 20% del producto bruto nacional.

Sólo así se puede empezar a resolver un problema del cual muy poco se habla porque quema, duele a todos. ¿Cómo se distribuye la renta nacional? Estos datos que mencionaré son los últimos. No tenemos aún las cifras del Censo General de 1960; pero en 1955, la Dirección General de Estadística realizó una encuesta según la cual 50 mil familias tuvieron en nuestro país un ingreso anual superior a 300 mil pesos por familia ¡50 mil familias!; 200 mil familias obtuvieron entre 50 y 100 mil pesos cada una. Un millón de familias recibieron entre 5 y 15 mil pesos anuales y 7 millones de familias mexicanas tuvieron, cada una de ellas, un ingreso de 1 a 3 mil pesos al año. Esto quiere decir que el desarrollo económico ha acentuado todavía más, ha profundizado el antagonismo de las clases sociales. Más ricos los ricos. Más pobres los pobres.

¿Qué va a pasar si no se atienden las reformas profundas de la estructura económica y si no se revisan las superestructuras, algunas de ellas, para consolidar el camino del sistema de producción estatal? La población crece. Por mucho que se desarrolle la industria no va a absorber la mano de obra rural sin trabajo. Llegará el día en que la Reforma Agraria sea terminada. Seguirá habiendo abusos, habrá siempre ocultaciones de la tierra; pero la Reforma Agraria, como medida trascendental que cambió el sistema de producción del campo, ha concluido. ¿Cómo darle trabajo al pueblo? Cada año tenemos más de 3 millones de mexicanos más. ¿Qué hacer? ¿Mantener ese equilibrio que mencionaba? ¿Hacerse sordo y ciego ante este reparto trágico de la riqueza nacional? Eso implica una grave responsabilidad.

Hemos llegado al dilema: o acentuamos la marcha económica del desarrollo económico independiente de México o tarde o temprano vendrá un levantamiento armado de las masas hambrientas e inconformes; una guerra civil. Nosotros estamos en contra de un levantamiento armado. ¿Por qué? Por muchos motivos. Porque no hay que crear nada nuevo, simplemente hay que intensificar, apresurar el paso por el camino ya construido. En segundo lugar, porque tenemos derecho a vivir como nación libre y soberana y, en tercer término, porque una guerra civil en México, en las condiciones actuales internacionales, ¡ah!, sería un regalo estupendo para nuestros vecinos del norte que avivarían el fuego por todos lados para hacer la guerra tremendamente dura y difícil, pretendiendo justificar su intervención en los asuntos domésticos de México, y esto significaría permitir que la cosecha de la sangre de nuestro pueblo la levantasen las fuerzas dominantes de los Estados Unidos, que han sido, como hemos visto, fuerzas no partidarias de nuestro progreso independiente, sino fuerzas partidarias de nuestro progreso sometido a sus intereses y vigilado por la dirección política de su país. Ese es el dilema. O hacemos la Revolución Mexicana más revolucionaria —perdónenme la frase—, sin inventar nada nuevo, sólo siguiendo la ruta ya señalada, o desandamos el camino.

 

EL PERIODO DE TRANSICIÓN QUE VIVIMOS NO DEBE DESCONCERTARNOS

 

El proceso de la historia no es un instrumento, no es una máquina que pueda caminar a voluntad del director, del que la maneja, sin riesgos. Una máquina se puede parar, puede ir para atrás, a la derecha, a la izquierda, caminar lentamente, con una gran velocidad. Todo es posible para un vehículo. La sociedad humana no, no es vehículo. No es una fuerza dirigida, es una fuerza dirigente. Se dirige a sí propia, a sí misma. O caminamos o saltamos para atrás. Pero como la historia no es reversible, no hay más camino que el camino del progreso acelerado. Y esto urge. Urge porque todavía estamos dudando a veces acerca de lo que hay que hacer, cuando en el mundo el hombre se va agigantando por el progreso asombroso de la ciencia y de la técnica.

Vivimos un período de transición entre una civilización que decae y una civilización nueva que está apareciendo en el horizonte de la Tierra. Por eso hay esos contrastes, esas luces y sombras que a veces desconciertan a quienes no tienen la capacidad de penetración para ver cuáles son los resortes ocultos de este drama. Por un lado, la sociedad actual, del mundo occidental sobre todo, se baila en decadencia: filosofía de la angustia y del individualismo irresponsable. Hay que leer a Jean Paul Sartre, el autor del existencialismo, no el creador, de la teoría en la actualidad: ya no existe nada, sólo el “yo”, el individuo. Es un grito de ¡Sálvese el que pueda! Es la concepción de la impotencia ante la construcción de una sociedad feliz. Está en decadencia de la sociedad. Pintura abstracta... Bien que se busquen formas de expresión cada vez mejores, nuevas e inclusive audaces; pero no hay pintura, no hay manifestación del arte que valga si no lleva un mensaje. Mensaje para condenar, mensaje para afirmar. Y lo que afirmo de la pintura lo digo de la escultura, lo digo de la música. Música desesperada, convulsa. Las letras también reflejan un estado de descomposición colectivo. Delincuencia juvenil tremenda. Aumento de los anormales por el uso de las drogas, perversión sexual. Pero, por otra parte, una sociedad nueva.

En medio de esta tragedia, de esta situación, nuestro país debe caminar rápidamente. Yo digo que o México se pone las botas de las siete leguas o el pueblo mexicano no podrá disfrutar de los beneficios de la civilización y de la cultura. Y el porvenir está en manos de la juventud, de la juventud que estudia.

 

LA POLÍTICA ES LA CIENCIA DE LAS CIENCIAS

 

Yo, señor rector, amigos profesores y estudiantes, llegué a Guanajuato ignorando lo que era la Universidad de Guanajuato. Lo confieso y me da pena. He pasado algunas horas con ustedes. Me siento orgulloso como mexicano de que exista la Universidad de Guanajuato. Trabaja como universidad, formando cuadros de la inteligencia para muchas actividades. Empieza la labor de investigación científica. Cumple la tarea de la difusión de la enseñanza, de la extensión universitaria; pero he conversado con muchos jóvenes en estos dos días. Sin los cuadros, sin la preparación seria, sustancial, nada puede hacerse. Un país depende de sus riquezas naturales; si no las tiene las puede comprar. Un país depende de su Estado, de sus reservas financieras. Las puede formar. Pero un país también depende de sus cuadros dirigentes y éstos son acaso, el capital más importante de todos. Hace ya muchos años que el Duque de Saint Simón, uno de los socialistas utópicos, escribió una parábola muy hermosa y decía... Se preguntaba: ¿Qué haría Francia si de repente muere su majestad el Rey? ¿Qué pasaría con nuestro país? Y se contestaba a sí mismo: Nada. Algunos llorarían porque el pueblo francés es sentimental; pero en el acto habría muchos reemplazantes para el puesto que había perdido su titular. ¿Qué pasaría si se muriesen los duques de Francia? Más lágrimas, pero en el acto los sustitutos. ¿Qué pasaría si se muriesen los condes y los marqueses? Lo mismo: llanto, pena, pero reemplazantes en abundancia. ¿Qué pasaría si se murieran los veinte primeros banqueros de Francia? Como en los casos anteriores, nada, porque habría sustitutos. ¿Qué pasaría si se muriesen los veinte grandes comerciantes más importantes del país? Nada. Pero ¿Qué pasaría si se murieran simultáneamente los veinte primeros matemáticos, los 20 primeros físicos, los 20 primeros biólogos, los 20 primeros químicos, los 20 primeros psicólogos, los 20 primeros mecánicos, etcétera? Francia pegaría un salto atrás y quedaría postrada tal vez por siglos enteros.

Ese es el valor de los cuadros superiores para el desarrollo de un país. Buenos matemáticos, buenos físicos, buenos químicos, buenos biólogos, buenos psicólogos, buenos economistas, buenos filósofos, buenos hombres de letras y buenos estadistas. Hay quienes creen que la política es una aventura. ¡Ah, sí!, para muchos mexicanos la política es una aventura; pero no es la política esa política, es la aventura. La política es la ciencia de las ciencias. Quien quiera dedicarse a la política tiene que poseer una cultura universal sólida, firme, amplia. Debe haber estudiado profundamente la historia de su país, que es la experiencia misma de su pueblo, debe meditar y saber meditar con profundidad y agilidad; debe estar a la cabeza de la sociedad y no bajo ella, ni atrás: debe ir adelante del conjunto humano.

Cuiden su Universidad jóvenes estudiantes. Háganla más grande todavía. Formen nuevos maestros y hagan que los actuales se multipliquen. Estudien mucho para que cuando salgan a la vida pública, dentro del Estado o fuera de él, sean el estado mayor del progreso de la nación. Los mediocres nunca ayudan a nada. Sólo los hombres superiores son los que encabezan el progreso.

Esa es la perspectiva; acentuar el paso por el camino ya hecho, no prepararse para una convulsión que nadie quiere, y menos yo que he vivido desde 1910 hasta hoy en la escena diaria de los combates del pueblo y dentro de las aulas, compartiendo las preocupaciones de los que estudian.

Señor Rector, amigos profesores, estudiantes queridos: gracias por el honor que me dispensaron al acogerme con esta hospitalidad que no olvidaré nunca en mi vida.

(Aplausos prolongados.)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Conferencias en la Universidad de Guanajuato, los días 11, 12 y 13 de mayo de 1966. En: “Relaciones entre el Derecho y el sistema de producción económica.” Ed. El Combatiente. México, 1984.