Mayo 19 de 1965
A la opinión pública;
a los señores médicos:
Las soluciones a medias son como las verdades a medias. No sólo carecen de la calidad, nobleza y honradez de los actos íntegros, sino que en cierta medida son su contrario. La verdad a medias impide conocer la VERDAD, es su reverso, al igual que las soluciones a medias, medrosas y reticentes, impiden arribar a soluciones verdaderas.
Esta situación ambigua, confusa y engañosa se ha hecho girar intencionalmente en torno al conflicto médico desde su inicio, hace ya algo más de seis meses, y se ha agudizado malévolamente por nuestros detractores en los últimos días. Nuestra organización, la AMMRI (Asociación Mexicana de Médicos Residentes e Internos) que formuló los planteamientos iniciales, al igual que la AMM (Alianza Mexicana de Médicos), fruto magnifico del movimiento, y en general el elemento médico salvo contadas excepciones - explicables-, no se ha caracterizado por exponer verdades a medias, ni soluciones a medias. Entendemos que una vez abierto el proceso para estabilizar la carrera médica y su ejercicio, para mejorar los servicios médicos públicos y para dignificar la profesión, procede a realizar y materializar TODO lo que en esta etapa se encuentre en el plano de las posibilidades.
Las demandas del cuerpo médico han tenido y tienen esa característica: RESOLVER ÍNTEGRAMENTE LO QUE ES POSIBLE Y NECESARIO. Y precisamente por acompañarnos un alto sentido de responsabilidad profesional, humana y patriótica, es por lo que los planteamientos y demandas se han mantenido así. Sería irresponsable, por el contrario, deponer la actitud de resistencia ante el primer esbozo de una solución a medias, y aún peor sería simular que todo ha quedado satisfecho y aplaudir por algo nocivo y ficticio.
No nos detendremos en esta ocasión a rebatir la multitud del taimados y socarrones denuestos que se han difundido por prensa, radio y televisión en nuestra contra, calzados con las firmas de ciertos "comités" y "asociaciones", verdaderos membretes de generación espontánea que mal encubren el anonimato. La insinceridad, parcialidad y propósitos deshonestos de sus "autores", se explican y califican con las bajas impugnaciones que nos han lanzado o como la de sugerir a las autoridades a tomar medidas represivas. Sabemos que quienes presiden muchas organizaciones sociales y sindicatos y que están comprometidos contra todo lo que huele a autonomía, justicia y decencia, seguirán por ese camino cualquiera que sea nuestra conducta.
Las autoridades, tanto las superiores del gobierno como, sobre todo las inmediatas que rigen las instituciones oficiales y descentralizadas en las que presta servicio el personal médico, aunque han atendido aspectos parciales del problema, se obstinan inexplicablemente en no verlo en su integridad. Tras declaraciones que parecen admitir la necesidad de una solución global, única que merece el nombre de solución, han aplicado en la práctica la política del remiendo, del parche, de resolver esto y no lo otro, de admitir aquí y no allá. Teóricamente las autoridades deberían ser las más interesadas en la solución integral y completa ya que se trata de un asunto de la máxima importancia social: la salud del pueblo; sin embargo, han hecho prevalecer cuestiones para las que no hay materia en este asunto: el principio de autoridad; reglamentos inferiores a la Constitución; prácticas y costumbres caducas, insostenibles una vez que se ha abierto un proceso renovador, etc.
Por el camino del remiendo no se llega a solución alguna, antes bien esta se enturbia, se aplaza y se abandona.
Nuestras demandas no son únicamente de carácter económico como lo han pregonado nuestros detractores. Es falso que el solo deseo de obtener mejor remuneración nos mantengan en el paro. Si el problema fuese de tal estrechez estaría ya resuelto a estas horas. Pero no es así porque nuestra actitud y nuestras demandas se proyectan, por lo menos, hacia otras seis direcciones que la situación y la salud del pueblo reclaman, a saber:
1. Dar bases reales que garanticen al médico la posibilidad de mejorar su capacitación científica. Esto redundará en beneficio de los pacientes y de la investigación sin la cual el convencimiento se estanca. Las actuales condiciones del servicio ni brindad esa posibilidad ni mucho menos la garantizan.
2. Que se reconozca al médico y al pasante la calidad de trabajador que hoy se regatea. Prestamos un servicio; recibimos un pago; nuestra única fuente de ingresos es el ejercicio de la medicina; debemos por lo tanto ser reconocidos plenamente como trabajadores, con obligaciones y derechos íntegros.
3. Ejercer nuestro derecho a pertenecer o no a un organismo sindical según convenga a nuestros intereses. Hoy carecemos, en la práctica, del ejercicio de este derecho, pues se nos obliga a pertenecer a los seudosindicatos burocráticos que son inoperantes, carecen de autonomía y están minados por vicios y corruptelas sin cuento. La mejor confirmación de esta verdad es el hecho de que en el curso del actual movimiento "nuestras" organizaciones sindicales -mejor dicho, sus dirigentes- han cerrado filas en contra nuestra como siguiendo una consigna.
4. Abrir posibilidades para que las iniciativas de los médicos puedan contribuir a mejorar los servicios que se prestan. Existen a la fecha multitud de trabas artificiales, burocráticas o de intereses creados, que conspiran contra la salud del pueblo en forma deplorable y a veces criminal.
5. Estabilizar la carrera médica para que quien la elija pueda planear sus actividades, estudios y recursos, sin enfrentarse al azaroso vericueto de contingencias que hoy lo cercan. Todo esto dará también óptimos frutos en beneficio de los pacientes.
6. Reafirmar y mantener en alto la dignidad del profesional de la medicina. Que tal profesión sea respetable y respetada; que quien la escoja pueda vivir de ella y para ella por entero y cumplir con su responsabilidad científica y moral.
Las demandas que quedan expresadas forma un todo, están articuladas y revierten recíprocamente unas en otras. Y se trata de demandas que se reclaman para todos los médicos y que beneficiarán todos los servicios clínicos y hospitalarios cualesquiera que sean las instituciones que los presten. Imposible admitir aquí y desechar allá, imposible aceptar a unos y discriminar a otros como parece ser la táctica adoptada por las distintas instituciones oficiales y descentralizadas con las que estamos en conflicto. En rigor no se trata de varias demandas sino de una sola: la de liquidar la vieja situación y las viejas prácticas nocivas al paciente, al médico y a todos, anacrónicas, y que reclaman ser superadas por una organización moderna y científica de la medicina como servicio público: la de crear las bases para una nueva etapa superior a que la medicina está avocada.
Las demandas planteadas son todas admisibles y viables. No corresponde a la realidad la afirmación de las autoridades en su publicación del día catorce del actual, en el sentido de que todas nuestras peticiones han sido aceptadas con excepción de las ilegales, inequitativas o imposibles. Las demandas expresadas, ni aisladamente ni en conjunto están fuera de la legalidad de la equidad o de la posibilidad. Se ajusta a la Constitución General de la República, la cual deben acatar todos, autoridades y particulares.
Los daños que está causando el paro médico hoy y los que causaría en el futuro un servicio médico nacional deficiente y tardado, deben cargarse a la cuenta de los obstinados en no comprenden esta situación y en obstruir la única vía adecuada, integra, de solución. La experiencia ha demostrado que sólo cuando se nos ha orillado a suspender nuestras actividades, las autoridades se dan cuenta de que existimos y somos necesarios.
La publicación del día catorce contiene una contradicción patente que deseamos destacar. En un párrafo las autoridades afirman que en ellas "hay voluntad de escuchar y amplio espíritu de comprensión", pero más adelante, en la resolución cuarta, se indica que "las autoridades se abstendrán de celebrar pláticas de carácter conciliatorio, tendientes a llegar a acuerdos relacionados con las peticiones formuladas por los llamados "paristas". ¿Dónde quedaron aquella voluntad y aquel amplio espíritu?
Por último, la AMMRI rechaza indignada la pretensión esbozada por las autoridades en su publicación del día catorce, en el sentido de que el movimiento de médicos residentes e internos "trata de formar un grupo privilegiado". Rechazamos en lo absoluto tales ideas y propósitos y los repudiamos precisamente por dignidad, por la dignidad médica. Somos servidores públicos dedicados a una noble profesión que implica sacrificios especiales propios de la convivencia con la enfermedad y el sufrimiento. Amamos una profesión, la nuestra que nos permite en ocasiones la cercanía más entrañable con el drama y el dolor humano y a veces con la dicha por la salud recobrada. Ese es nuestro privilegio y no deseamos ningún otro.
ALIANZA DE MÉDICOS MEXICANOS
Antigua Escuela de Medicina.
Brasil y Venezuela.
En: Ocampo V, Tarsicio (Comp.). México, los médicos y la socialización de la medicina, 1965, documentos y reacciones de prensa. Cuernavaca, Mor., México. Centro Intercultural de Documentación. 1968, 4/200.
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