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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1964 Discurso de Carlos A. Madrazo como presidente del PRI

7 de Diciembre de 1964

Este es el partido en el cual he militado toda la vida. Presidirlo, así sea interinamente; es un honor y al mismo tiempo la culminación de mi militancia. Es mayor mi responsabilidad al ser designado por este Consejo, integrado por hombres con mayores merecimientos que yo y de cuya experiencia y orientación quiero valerme siempre, no en interés mío, sino en interés y prestigio de este organismo político que representa los anhelos y la voluntad de las mayorías del pueblo de México.

Quiero rendir homenaje al Comité Ejecutivo que presidió el señor Gral. Alfonso Corona del Rosal. Nos marcó una meta muy alta que nos esforzaremos, en proseguir. El señor Gral. Corona, nos enseñó lo que valen en este sitio el afán de cumplir, la experiencia, el conocimiento de los hombres que intervienen en las cosas públicas y el señorío y la discreción con que debe actuarse.

Hay quienes creen que asumir este cargo no ofrece mayores problemas durante tres años. Se imaginan a un partido quieto, inerte, sin mística de trabajo; a un partido cuya única finalidad es estar pendiente de los actos electorales que se produzcan en los estados, o dentro de tres años en el caso de diputados federales, para intervenir oportunamente y poner en marcha el mecanismo electoral.

Quienes así piensan desconocen la dinámica de un partido, han oído hablar del pueblo sólo para aprovecharse de él, no tienen ninguna educación política y en el fondo no son más que seres tullidos espiritualmente o caza-chambas que no nos interesan.

Muy por el contrario, creo que estos tres primeros años pueden ser los más fecundos, los más aprovechables, los de mejor huella, cuando contamos con el sosiego necesario para luchar por convertir en realidades tangibles cada uno de los puntos que forman nuestra Declaración de Principios.

La reforma electoral, realizada en el régimen del señor presidente López Mateos, donde nuestro actual mandatario desempeñaba el cargo de secretario de Gobernación, no sólo sirvió para fortalecer constitucionalmente a la oposición, sino también a nuestro partido, para obligarlo a actuar, a no perder el tiempo que nunca se repone, a no dormirse en sus triunfos y a no cruzarse de brazos frente a los problemas de un pueblo, cuyas soluciones no admiten demora.

Tenemos, según nuestras estadísticas, 8.600,000 miembros. ¿Es acaso una cifra invariable? Haga lo que haga, o lo que no haga el partido, ¿esas gentes estarán siempre en nuestras filas? Yo no lo creo. Porque si bien es cierto que se las ha afiliado, no hemos tenido tiempo de educarlas como militantes y al no vernos actuar se olvidarán de nosotros, refugiarán su angustia en otra parte, y su desencanto, por los caminos de la frustración, puede llevarlas incluso a pelear contra nosotros.

Yo aspiro a integrar una militancia espontánea, inteligente y razonada. No queremos rebaños que van y vienen según la presión y las circunstancias; queremos convencidos, no forzados. Gentes que van a un acto del partido porque ellas, quieran ir, no porque las llevan; porque saben a qué van, porque nuestra razón la han hecho suya, porque nuestra mística las ha sacudido.

Yo no pretendo en esta noche presentar a ustedes un programa de trabajos, que no sólo no he podido formular, por razones obvias, y que en el mejor de los casos representaría sólo una opinión personal.

Obligado a cumplir el honroso mandato de gobernar a mi pueblo hasta el día último de este mes, pienso retornar en breve, cumplir allá con mis obligaciones y regresar en términos, para ponerme al frente del partido y someter al consejo y a la experiencia de ustedes la estrategia a seguir y los objetivos que debemos alcanzar.

Pero creo que es útil fijar un esquema que evite el desánimo y nos señale someramente el rumbo en que podemos dirigimos.

En la medida que no sepamos en cada estado levantar el entusiasmo del pueblo, los partidos de oposición ganarán adeptos.

En la medida en que sostenemos causas impopulares perderemos terreno.

En la medida en que nos empeñemos en sostener como candidatos a cualquier puesto público a personas que, ni aman, ni sienten, ni comprenden la Revolución, la culpa de las futuras equivocaciones será nuestra y no de aquellos que nunca se han identificado con nuestra causa.

No sé si en este puesto duraré un minuto, una hora o una vida. Lo que sé es que cada segundo me encontrará sirviendo con dignidad y cumplimiento con nuestra convicción revolucionaria.

El único peligro en la vida es equivocar el camino, y lo equivoca quien abdica de su dignidad, quien castra su voluntad de servir por el temor o por la conveniencia; quien calla su mensaje personal.

Lo equivoca el que baja los brazos ante el obstáculo, el que se siente vencido antes de empezar el combate. La voluntad verdadera no debe conocer el quebranto.

La vida del hombre es un esfuerzo constante en el largo camino de los grandes intentos.

La existencia no es ni larga ni breve, sino útil o inútil, fértil o estéril. Son nuestros errores los que hacen fuertes a nuestros enemigos. El ser humano no es infalible, ni puede serio, pero quien tiene una misión debe saber escuchar, reprimir sus impulsos y actuar correctamente en la dirección indicada.

Conviene que en cada sitio de la República, por modesto que sea, nuestros militantes se reúnan de manera semanaria, cambien impresiones, fomenten el ingreso de nuevos miembros, examinen los errores que se hayan cometido y rindan un informe a los órganos adecuados del partido, para que se mejore la conducta de nuestros miembros allí y se atiendan los problemas de esa colectividad.

Nuestro partido se forma fundamentalmente por obreros, campesinos, clase media, y queriendo especificar más, podríamos hablar de la mujer y de la juventud.

Nos proponemos con austeridad, con patriotismo, con alejamiento absoluto de cualquier estridencia, encabezar campañas que tiendan al beneficio colectivo, hacer las promociones necesarias para que sea un hecho el reparto de utilidades entre la clase obrera; pero las verdaderas, no aquellas que los patronos declaran a Hacienda para fines fiscales.

Propender a que en las empresas donde manda el Gobierno se ensaye la coparticipación de los obreros en la responsabilidad de la administración, procurando que tal beneficio alcance a verdaderos dirigentes, íntimamente unidos con la masa.

En coordinación con la Confederación Nacional Campesina sumaremos nuestras fuerzas para elevar la productividad del ejido en beneficio del verdadero ejidatario; el crédito debe llegar a su destino sin intermediarios; el campesino que recibe el dinero íntegro, a tiempo, votará siempre con el partido. El papeleo y la complejidad de los trámites hacen que generalmente el dinero, menoscabado, llegue cuando se va a cosechar y es cuando se inicia la siembra; debe haber tal pureza en el manejo, que al ejidatario o al pequeño propietario le convenga más trabajar con los bancos oficiales que con los prestamistas; con respeto absoluto a la pequeña propiedad, todavía queda en México tierra que repartir, y ello unido a la maquinización de la agricultura, a una planeación eficaz que logre que cada región produzca lo que debe y no lo que surja del capricho o del desconocimiento, todo ello, digo, ofrece un amplísimo campo de trabajo que no debemos desperdiciar.

Si bien no nos oponemos a la siembra del maíz, pensamos que es un error gravísimo para la salud del pueblo que este grano de escaso valor proteínico siga siendo la base de nuestra alimentación. Mediante un plan muy cuidadoso y con costos reducidísimos, el partido puede movilizar sus secciones para diversificar la economía rural forestando el país con árboles frutales, que son fuente de riqueza para muchos años.

La clase media, lo mismo la que vive del comercio que aquella que es asalariada del Estado o vive de un oficio o de una profesión, tiene tres aspiraciones fundamentales: resolver el problema de la vivienda teniendo su casa propia; lograr que sus hijos se eduquen en nivel más alto que los padres; obtener acceso a créditos oficiales baratos que les permiten incrementar sus modestos modos de vida, evitando la intervención del usurero. El partido puede ayudar con eficacia reforzando la labor de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares.

A la juventud y a los maestros podemos encomendarles la apertura de una gran campaña alfabetizadora que capacite a los adultos para conocer sus derechos y luchar por ellos y vencer las ultimas resistencias que puedan existir en torno al reparto gratuito de los libros de texto.

A todos, pero especialmente a la juventud y a la mujer, hay que abrirles ampliamente las puertas del partido, sin reticencias de ninguna clase; hay que ofrecerle caminos limpios y horizontes con dignidad.

Con los actuales derechos políticos la mujer tiene obligaciones que no puede cumplir porque la mayoría, al igual que la mayoría de los hombres, no tiene educación política. ¿A dónde acude? Al partido, y el partido debe estar preparado para recibirla. Esposa abnegada y madre ejemplar, la mujer no sale fácilmente del hogar, ni debemos pretenderlo. Lo importante es que ayude con su influencia indudable en los problemas donde vibra porque le atañen en carne propia.

La mujer nos ayudará, con gusto si hacemos una movilización constructiva contra todos los vicios donde el hijo se pierde y donde queda en la cantina el salario del esposo.

Los jóvenes se sentirán atraídos si nos proponemos una meta nacional: más aulas que cantinas, más canchas deportivas que prostíbulos; más bibliotecas especializadas en cada sitio que centros donde se disuelve la moral y el ser humano regresa a categorías inferiores.

El partido establecerá estímulos de muchos órdenes para quienes se destaquen en este trabajo.

Los comités estatales que deben integrarse con los elementos de mayor prestigio que tengamos en cada lugar recibirán instrucciones para lograr un objetivo: construir el mayor número posible de centros de servicios populares donde, como pasa ahora en algunos estados, las mujeres humildes encuentren la máquina de coser que pudieron comprar para el uso doméstico, la plancha eléctrica, el agua para lavar su ropa, el servicio médico que vale en nombre del partido por la salud de sus hijos.

Debemos abrir la puerta, con valor, a la discusión de los problemas nacionales. Un partido mudo carece de mensaje y no es partido porque no aglutina, ni tiene nada que decir; un partido que hable demasiado corre riesgos innecesarios. El punto exacto es un justo equilibrio. Actuar siempre. Hablar cuando sea preciso. Además de nuestra revista, es conveniente crear un periódico ágil que lleve a cada militante, de manera continua, la filosofía, el ideario y la interpretación del partido de cada minuto que viva México.

Sin la orientación no es posible exigir actitudes acordes con nuestro ideario.

Yo no creo en la simulación, ni en hacer política a base de confundirla con la politiquería, ni en las intrigas que revelan sólo la falta de mensaje de quien las hace.

Puertas abiertas, discusiones en voz alta, diálogos constantes entre nosotros. No la jerarquía a base de la imposición, sino el grado que se conquista a base del esfuerzo.

No debemos olvidar un principio ortodoxo: sin teoría revolucionaria no puede haber práctica revolucionaria.

Seremos fuertes en la medida que tengamos una mística y respetemos la militancia. Un hombre que lucha en el partido y de pronto se le arrebata lo que ha conquistado, para entregárselo a un intruso, jamás volverá a creer en nosotros; su predica, por cierta, nos hará daño y, lo que es peor, nuestra juventud, la juventud priísta, tendría ante sí una imagen falsa de una realidad perversa, que le haría daño.

Insisto: sin militancia no hay partido. Podremos engañamos no sé cuanto tiempo, pero un día la realidad nos cobrará duramente nuestra imprevisión.

La madurez llega como conjugación de triunfos y derrotas. No sólo el éxito enseña. Una derrota bien aprovechada es una lección cuya enseñanza constructiva perdurará siempre.

Ningún ser humano es perfecto. Todos son mezclas de luz, y de sombras; pero en política no se manejan ángeles sino hombres, y lo que cuesta en cada caso es el saldo constructivo, el conjunto de afirmaciones de cada quien, la claridad de la conducta, el ideal por el cual se luchó.

El cambio de la acción es infinito. No venimos a predicar quietud sino trabajo. El presidente Díaz Ordaz ha hecho un llamado vigoroso para luchar por la patria común. El Partido Revolucionario Institucional debe acudir a ese llamado. Se inicia una nueva etapa de trabajo. Tenemos un presidente honesto, creador, con el alma llena de un mensaje de grandeza. Nada habrá de detenemos. No hay excusa que valga. El partido llama a sus miembros a la lucha y todos deben acudir a su puesto de combate.