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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1960 El expresidente Cárdenas exige la derogación del  artículo 145 del Código Penal sobre disolución social.

México, D. F., 20 de noviembre de 1960

 

Sr. Lic. Adolfo López Mateos,
Presidente Constitucional de la República,
Palacio Nacional.

Estimado señor Presidente y fino amigo: su honrosa invitación para que los expresidentes lo acompañemos en la ceremonia conmemorativa de la Revolución iniciada en 1910, la interpreto como expresión pública de solidaridad de las administraciones de ella emanadas y como un compromiso para cumplir nuestros deberes al lado de los gobiernos legítimos, así como para defender sus instituciones republicanas, los postulados de justicia social, la integridad de nuestro territorio y la soberanía e independencia nacionales.

Con la renovación pacífica de los poderes, ha sido factible encauzar las fuerzas que lanzaron al pueblo a la Revolución contra la dictadura vitalicia, que mantenía en la miseria, la ignorancia y la opresión, a las mayorías populares e impedía el proceso integral de la patria.

La iniciación de su gobierno, señor Presidente, se caracteriza por su triunfo democrático y por avances del programa constructivo de la Revolución. Mas, con responsable sinceridad, reconozco que en el aspecto electoral, aún no hemos hecho plena realidad el lema del mártir Madero, sobre el "Sufragio Efectivo". Y es una exigencia cívica la conveniencia de que los ayuntamientos, cámaras locales y federales se fortalezcan con la participación directa y auténtica de los representativos de las diversas corrientes de opinión pública.

Estimo que debe desecharse el prejuicio reaccionario de incapacidad del pueblo y que ya no puede temerse que la facción conservadora detenga o retrase la marcha de la Revolución. Sus principios y programas han logrado arraigarse con tal hondura, que la magna empresa de nuestra superación reclama las mejores cualidades humanas. Ello requiere la crítica abierta y depuradora de los exponentes de todas las tendencias políticas. Su participación activa en los puestos de representación legítimamente obtenidos y su acatamiento a la voluntad de las mayorías, daría más vigor democrático a los gobiernos progresistas y a la personalidad política de la República, que aquella que puedan otorgarle las personas que llegan a las comunas municipales y a las cámaras sin el respaldo popular ni antecedentes ideológicos que ha demandado el Partido de la Revolución.

Considero también de mi deber hacer llegar a usted el anhelo de numerosos correligionarios porque desaparezca de la legislación penal el delito de disolución social, implantado cuando la necesidad nacional nos obligaba a prevenimos de los ataques del nazifascismo, pero sólo en esos momentos se justificaba su existencia.

La esencia innovadora de nuestras luchas populares sustentan la solidez del gobierno, la obra progresista de la administración, su firmeza interior y exterior, sin temores de zozobra ante la pugna de las grandes potencias. La acción del homenaje a los precursores de nuestras instituciones y conquistas revolucionarias, es propicia para que, sin amenaza de la respetabilidad de sus autoridades, de la tranquilidad y del orden público, ni del Estado, se destierren las normas inquisitoriales del Código Penal que obstaculizan la plena consolidación de las instituciones, porque implican la negación del libre ejercicio de derechos humanos, reconocidos como inalienables e imprescriptibles por las cartas magnas contemporáneas.

Ojalá que usted, señor Presidente, estimara oportuno disponer se presente iniciativa de ley solicitando al Congreso de la Unión se deroguen los artículos que establecen el delito de disolución social, ya que no necesitan mantenerse para la defensa de la sociedad, puesto que ésta se logra más eficazmente con la magnanimidad y el ejemplo de quienes tienen la responsabilidad de servir a la nación, y, usted señor Presidente, en su diálogo permanente con el pueblo de México, refrenda la autoridad moral del gobierno, que es la fuerza vital de las democracias.

Le ruego dispensar lo haya distraído con estas líneas que, a la vez, me dan oportunidad de reiterarle mi estimación personal y quedar a sus órdenes.

Lázaro Cárdenas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Aguayo Quezada Sergio. La Transición en México. Una historia documental 1910- 2010. México. Fondo de Cultura Económica – Colegio de México. 725 pp.