Adolfo López Mateos
29 de Julio de 1959
Compatriotas ferrocarrileros:
Deseaba que se produjera esta ocasión de convivir con ustedes, de estrechar sus manos, para repetirles, una vez más, lo que ya en alguna ocasión dije a su Comité Ejecutivo: toca a ustedes, en la reestructuración del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros, hacerlo de tal manera que sin perder su claro origen de revolucionario y mexicano, lo conduzcan revolucionariamente a la conquista de mejores estadios de trabajo y de vida.
Lo acaba de decir su Secretario General: no conviene a la clase trabajadora ni a la buena marcha del país, ni mucho menos al desenvolvimiento futuro de la clase obrera, la existencia de sindicatos blancos.
Venimos de la Revolución Mexicana que se hizo ley en nuestra Constitución Política de 1917; en ella se plasmaron las aspiraciones populares, en ella se hicieron normas jurídicas las aspiraciones de los trabajadores mexicanos, señalando caminos legales para la conquista de esas aspiraciones y de las metas de nuestro pueblo. Apartarse de los caminos de la ley, que son amplios para la clase trabajadora, es traicionar a la propia clase trabajadora; y no la defiende quien a sabiendas de que las condiciones económicas no permiten solicitudes excesivas, lanza a los trabajadores fuera de la ley, a un movimiento innecesario.
Nuestras leyes consagran el derecho de huelga, y los hombres que estamos en el gobierno respetamos y haremos respetar ese derecho legítimamente ejercido. Pero ¿qué pensarían ustedes, amigos ferrocarrileros, de un maquinista que a sabiendas de que un puente carece de resistencia, cargara excesivamente el tren en que van sus hermanos y pasara la velocidad límite permitida, con riesgo cierto de derrumbar el puente y descarrilar el tren? Eso no es posible hacerlo con un Sindicato.
Es preciso que los dirigentes calculen la resistencia de los puentes y la velocidad de las máquinas para llevar a sus trabajadores a la debida estación, es decir, a lograr sus legítimas aspiraciones, en el marco de la ley y de la realidad que vive nuestro país.
Tengo la convicción -porque conozco íntimamente la historia del Sindicato de Trabajadores Ferrocarriles- de que sus dirigentes y sus agremiados son absolutamente capaces de resolver cualquier crisis y de afirmarse, cada vez más, en su convicción sindicalista y revolucionaria. Tengan la seguridad de que en sus relaciones con la gerencia de los Ferrocarriles y con el gobierno de la República, encontrarán siempre la necesaria comprensión a sus problemas y el apoyo decidido en todo aquello que sea factible conceder. Tengan la seguridad, amigos nuestros, de que el gobierno está identificado con el gremio ferrocarrilero, porque ustedes representan, en la tradición sindical mexicana, uno de los ejemplos más claros. En la historia revolucionaria de México los ferrocarrileros han escrito páginas gloriosas: fueron los trenes militares y las caballerías, elementos determinantes con los que se hizo la Revolución.
En la lucha constante por mejorar sus condiciones de trabajo y de vida, han señalado avances importantes en el movimiento obrero. En sus manos está parte del patrimonio nacional, destinado a servir al pueblo de México, y ustedes y nosotros somos parte del pueblo de México, luego entonces, todos tenemos responsabilidad en el manejo de ese patrimonio.
No me resta sino desear a ustedes, dirigentes del Sindicato, acierto en su gestión, empeño en su tarea, pero, por encima de todo, no perdáis la brújula; no tenéis una obligación superior: servir leal, patrióticamente a los trabajadores ferrocarrileros.
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