7 de Junio de 1959
Vengo, con todos ustedes, como titular del Poder Ejecutivo, a conmemorar esta fecha, y a reafirmar la convicción que significa. Hoy reiteramos nuestro credo democrático y nuestra determinación de realizar su postulado irrenunciable: libertad de expresar y de comunicar a nuestros semejantes, ideas y emociones por la palabra impresa.
La libertad no es un lujo ni únicamente un derecho; en las condiciones de la vida moderna, esa libertad constituye una función social, vital y necesaria.
¿Cómo podrían sin la prensa los integrantes activos de una nación moderna, cuyo número se cuenta por millones y crece de continuo, sustentar su cohesión física, cultural y económica? ¿Cómo podrían sostenerse sin los medios de expresión y su uso cada vez más intenso y extendido, las actividades económicas a niveles convenientes de oferta y de demanda, de producción y de consumo?
¿Cómo, en fin, de otra manera podrían los gobiernos obtener la impresión clara de los estados de ánimo populares y de las pulsaciones de la opinión?
La democracia no sólo es una forma política; es una compleja realidad que abarca debe abarcar todas actividades esenciales de la vida común: la participación del mayor número en la actividad económica en los medios que originan la salud y la seguridad, y en los que liberan al hombre del temor a la miseria, a la incomunicación y a la ignorancia.
La democracia para nosotros, es el derecho de gobernarnos a nosotros mismos, y también el derecho de buscar la salud, de capacitarnos para lograr la cultura, de tener trabajo y salario remunerativo, de trasladarnos con facilidad de un lugar a otro, de relacionarnos con los demás y de satisfacer las íntimas demandas de nuestra conciencia individual.
La democracia exige para elevar y mantener sus niveles, la libre expresión y comunicación de las ideas que permita comprender y servir a los demás. Es una tarea diaria, común para gobernantes y gobernados, para dirigentes y dirigidos. Conforme a esa noción se encargaría nada más de mantener vigentes los derechos humanos, y los gobernados, de ejercerlos dentro de las leyes; pero para la democracia, como forma integral de la vida de los hombres, tiene la responsabilidad correlativa de mantener en plena vigencia los derechos y las garantías.
La autoridad debe hacer posible para todos, iguales derechos: su pleno goce sería imposible si no se conjugara con el deber de responsabilidad. La ley garantiza a todos un derecho; al ejercerlo el sujeto, debe ponderar su conducta para no hacer imposible su goce a los demás y provocar la intervención de las autoridades.
México precisa, como por fortuna lo tiene, autoridad con libertad y libertad con responsabilidad. Ser libre implica saber serlo y la determinación de qué todos lo sean por igual. La libertad no es una idea abstracta; es una norma de conducta diaria: la propia conciencia de la libertad encuentra los linderos de la responsabilidad. A quienes no conocen la libertad, no podría hablárseles de responsabilidad. Sólo quienes son libres, viven su libertad responsable.
Y ustedes, señores periodistas, amigos periodistas de México, forman en nuestro medio uno de los mejores ejemplos de cómo se conquista la libertad, de cómo se ejerce y se convierte en regla de vida y de actividad fecunda. Ustedes saben por convicción, que la responsabilidad es supremo requisito en el ejercicio de la libertad. Mientras más importante es un instrumento, más delicada debe ser la conciencia de su empleo. El arma poderosa conduce al hombre a meditar sobre su uso y sus peligros.
Amigos periodistas:
Renovemos los votos de nuestra democracia, y de esa manera mexicana de ser y de vivir que tan celosamente crearon muchos hombres antes de nosotros, cuyo ejemplo continuamos para legarlo después a las generaciones nuevas, y lo reafirmamos una vez más: Queremos ser libres, y a la vez responsables en el uso de la libertad. Que durante los próximos cinco años, cada 7 de junio afirmemos que hemos alcanzado un estadio mayor de libertad y podamos afirmar siempre que ser mexicano es ser libre.
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