Manuel Ávila Camacho. 3 de Junio de 1942
La lucha en que los acontecimientos nos han constreñido a participar, no es una lucha de resolverse exclusivamente en términos militares. La guerra de nuestro siglo es una guerra total. Por eso mismo nuestra defensa deberá organizarse en todos los sectores y en todos los órdenes.
El soldado combatirá hasta morir para conservar nuestro territorio. Pero, junto con él, combatiremos todos los mexicanos: cada quien de acuerdo con sus recursos y en el plano especial de su actividad. El obrero, produciendo más y sintiendo -durante todas las horas- que del número y de la calidad de lo que produzca, dependerá en gran parte nuestra perduración. El agricultor, multiplicando sus trabajos y sus cultivos ya que, en estos años de prueba, el arado y la pala son tan indispensables como las ametralladoras o los aviones y no hay que esperar que la sangre fecunde lo que no fertilizó a tiempo el esfuerzo del sembrador. El comerciante y el industrial, cooperando resueltamente con la defensa económica del país y limitando sus aspiraciones de beneficio personal, pues sería imperdonable que el dolor de la mayoría fuese utilizado como una fuente ilícita de riqueza. El maestro, el profesionista, el periodista y el funcionario, acendrando sus aptitudes de iniciativa, robusteciendo el sentido de su interdependencia social, eliminando todas las peligrosas infiltraciones de la ideología nazifascista y poniendo en sus enseñanzas, en sus escritos, en sus tareas y en el despacho de los asuntos que le incumben el fervor que requiere, en los tiempos de crisis, la defensa de la nación.
Me dirijo a todas las clases sociales. La movilización que el Gobierno tiene el deber de considerar será, en primer término, una movilización civil. La guerra en que nos vemos envueltos exigirá el concurso de todos, la unión de todos. Únicamente merced a esa totalidad en el sacrificio aseguraremos la continuidad de nuestro futuro.
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