Mayo 30 de 1941
Palacio Nacional, a 30 de mayo de 1911.
Sr. Lic. Vicente Lombardo Toledano,
Presidente de la Confederación de Trabajadores de la América Latina.-
Av. Madero No. 74.-
Ciudad.
Por medio de su atenta comunicación del 20 del actual, me ha expresado usted el deseo de saber cuál es el criterio del Gobierno de México ante los diversos problemas que la guerra plantea a nuestro país, a fin de poner dicho criterio en conocimiento de la agrupaciones que integran la Confederación de -Trabajadores de la América Latina y de transmitirlo, por su conducto, a todos los pueblos del Nuevo Mundo.
Con satisfacción correspondo a su petición pues estoy convencido de que una de las fuerzas de la política internacional mexicana reside en su máxima nitidez y, no teniendo nada que ocultar ni dentro ni fuera del territorio, su acción no puede sino robustecerse merced al completo conocimiento que de ella tengan el público del país y las clases laborantes del Continente.
La línea de conducta que México se ha trazado es de una inquebrantable firmeza y está orientada por los siguientes principios fundamentales: reconocimiento de la igualdad democrática de los pueblos; respeto de los derechos que emanan de la soberanía y de la independencia de los países; convicción de que la paz no es una garantía regional o local, sino una condición general, indivisible en sus consecuencias, y sostenida sobre las bases de la seguridad colectiva de las naciones; subordinación de las ambiciones particulares de cada pueblo a los límites definidos por los Tratados; condenación de todo provecho unilateral impuesto por la fuerza; y colaboración amistosa de los Estados, de conformidad con la norma, inflexiblemente seguida, de que ninguna nación -por alto que sea el nivel cultural de que goce o por poderosas que estime sus organizaciones económicas, técnica y militar- puede atribuirse el derecho de intervenir en las demás. Con apoyo en tales postulados, México ha propugnado por cumplir en todo memento con los deberes espirituales y materiales que supone la interdependencia resultante de las condiciones de relación, cada día más estrecha, en que los países se desarrollan. En virtud de este concepto de conciliación de los intereses universales, somos partidarios fervientes de toda acción encaminada a colocar las soluciones de la justicia por encima de los dictados de la violencia. Es natural, por tanto, que nos sintamos profundamente afectados por las trágicas circunstancias en que se desenvuelve el presente conflicto internacional.
Una nueva mística negativa
Estamos asistiendo a una de las más hondas agitaciones del mundo. No se trata ya, como durante la guerra de 1914-1918, del choque de una fórmula nacional -incipiente aunque vigorosa- contra la dirección de otras fórmulas nacionales, más resistentes por más antiguas. Hoy el fenómeno es por completo distinto. Una mística negativa ha venido a poner en duda los valores más venerables del hombre: la palabra empeñada, la noción del derecho y de la familia y la fe en el poder de la independencia. Lo que está en peligro de desquiciarse no es solamente el orden político occidental -con muchos de cuyos errores no nos vallamos de acuerdo- sino el marco ideológico mismo dentro del cual debería insertarse, si las circunstancias fuesen normales el porvenir de nuestra cultura. Nacidas bajo el signo de la Democracia, las Repúblicas del Continente Americano saben perfectamente que su causa es la causa de la libertad. Y este es el sentido que debe darse a la colaboración panamericana, la cual no se inspira en ningún sentimiento egoísta, sino en una voluntad generosa de solidaridad espiritual, de cooperación económica y de unión sincera para los hombres.
A la luz de estas consideraciones cuyo alcance no está restringido a determinada hora de la existencia de nuestros pueblos, sino a la integridad de su evolución, los problemas del momento presente cobran su verdadero significado y las respuestas que voy a dar a las preguntas que se ha servido usted dirigirme, demostrarán claramente que la actual actitud de México no es sino lógica consecuencia de su concepto diáfano y probo, de la convivencia internacional.
Para mayor precisión examinaré las cuestiones a que usted se refiere, ajustándome al mismo orden en que su escrito las enumera.
Nada se ha hecho en secreto
1.-No existe un sólo convenio en secreto entre México y los Estados Unidos de Norte América. Todos los compromisos aceptados por nuestro país han sido sometidos debidamente a la consideración del pueblo mexicano, más aún: la actividad internacional de México rechaza toda penumbra, y tengo a honor añadir que nada se hace y nada se hará durante mi Gobierno que no reciba inmediatamente la más amplia y completa publicidad.
2.-México no ha cedido ni cederá a ningún Estado extranjero el dominio temporal sobre parte alguna de su territorio para el establecimiento de bases navales, campos de aterrizaje o para cualesquiera otros propósitos de índole militar. Por ser de justicia -y para deshacer de una vez por todas suspicacias sin fundamento- me complazco en manifestar que ningún Gobierno nos ha hecho peticiones territoriales, y que, en caso de que algunos nos las hicieran, serían desechadas, desde luego, en nombre de nuestra soberanía.
3.-Desde hace varios años el Gobierno de México ha venido preocupándose por el debido acondicionamiento de nuestros puertos, no solamente desde el punto de vista de las mayores facilidades que reclama el tráfico mercante, sino también por lo que consideren a la protección efectiva del territorio. La gravedad de la amenaza que el actual conflicto puede representar para América, nos impone la obligación de organizar la defensa de nuestras costas en forma tal que no puedan quedar a merced de un acto de audacia de los beligerantes. En efecto, si descuidáramos la seguridad de nuestra República, pecaríamos contra nuestros propios intereses y debilitaríamos, de manera muy peligrosa, el frente de la solidaridad panamericana. En relación con las citadas necesidades, se ha venido también concediendo especial atención al mejoramiento de las diversas armas con que cuenta el Ejército Mexicano. Todas estas medidas no implican, naturalmente, un propósito bélico de parte nuestra, sino el deseo, absolutamente legítimo, de preparar al país para el caso de una agresión y de hacer honor, dentro del alcance de nuestros recursos, al espíritu de cooperación que une a las naciones americanas en un completo baluarte de la independencia del Continente.
Las obras de defensa serán hechas con elementos nuestros
4.-Las obras que hayan de ser realizadas para perfeccionar nuestros. medios de defensa, serán hechas con elementos mexicanos, bajo la dirección de técnicos mexicanos y de acuerdo con el Plan que México se ha trazado a fin de proteger nuestro litoral.
5.-Para la realización de las obras a que acabo de referirme, no hemos juzgado necesario contratar empréstitos extranjeros.
6.-El costo de los trabajos no implicará reducción de las partidas destinadas a la obra constructiva de la Revolución. la mejor respuesta a quienes piensan lo contrario, la dan las cifras de lo que nuestra Administración está consagrando a irrigación, a escuelas, construcción y conservación de caminos, ferrocarriles, sostenimiento del crédito ejidal, salubridad y asistencia pública.
7.-México no se ha comprometido a condicionar la economía del país en función de una ayuda bélica al extranjero. Al contrario: los esfuerzos más decididos de mi Gobierno están dedicados a asegurar a nuestra población laboriosa un aprovechamiento cada día mayor de nuestros recursos, a fin de evitar que el actual estado de guerra y las limitaciones económicas que ha traído consigo, redunden en perjuicio de nuestro comercio y estorben el desarrollo de nuestra industria. A este propósito, conviene no olvidar que uno de los aspectos más importantes de la cooperación panamericana será sin duda, el que enfoque la organización de la defensa económica de nuestras Repúblicas en las épocas de emergencia.
México no intervendrá en conflictos extracontinentales
8.-Ninguna de las Resoluciones aprobadas en las juntas de Cancilleres de Panamá y de la Habana, obliga a nuestro país a intervenir en conflictos de carácter extracontinental. En caso de agresión contra alguna de las Naciones Americanas, México no vacilará en participar, con la mayor energía, en la acción de defensa común que exige la salvación colectiva del Hemisferio; pero ningún convenio internacional le constriñe a tomar injerencia en una guerra desarrollada fuera de América.
9.-La colaboración de México y de los Estados Unidos no es resultado de una alianza militar, sino el producto de un entendimiento regional de índole defensiva. En tal virtud, si el Gobierno Norteamericano declarare la guerra a alguna potencia asiática o europea, ese sólo hecho no comprometería a México a adoptar automáticamente igual actitud. Pero sería erróneo pensar q ue en el presente estado de cosas, el destino de una de las naciones americanas pueda indefinidamente quedar aislado del destino de las demás. Geográfica, histórica y lógicamente constituirnos una unidad democrática que las fuerzas dictatoriales van a empeñarse, sin duda, en pretender desarticular, para obtener un triunfo que implicaría, en plazo más o menos corto, la desaparición de los postulados en que se funda nuestra existencia de pueblos libres y soberanos. Sólo se salvarán del naufragio totalitario los países que sepan tomar a tiempo, valientemente, las responsabilidades políticas que les corresponden y, en caso necesario, el Gobierno de México asumirá, con apoyo de la voluntad nacional, las medidas que le imponga el deber de asegurar a sus hijos un porvenir de honor y de independencia.
Autonomía absoluta de los Estados
10.-Las resoluciones aprobadas por las Repúblicas del Continente en materia de defensa común, carecerían de todo alcance político y perderían todo prestigio moral si no descansasen, como descansan, sobre la autonomía absoluta de los Estados que las tomaron. La justificación de los sacrificios que implicaría dicha defensa, estriba en la necesidad de conservar incólumes, no sólo nuestro territorio, sino la integridad del espíritu democrático de nuestras instituciones y la espontánea determinación de nuestros Gobiernos. Sería absurdo, por tanto que en nombre de estos sagrados principios, se intentase reducir nuestra libertad y que, para protegernos de un ataque posible del extranjero, recomenzara por restringir indebidamente nuestra soberanía. Unidos contra las aspiraciones de una hegemonía venida de fuera de este Hemisferio, los Estados Americanos no admitirán, tampoco, una hegemonía del seno del Continente pues sólo respetándose unos a otros lograrán nuestros pueblos cimentar, de manera durable, las bases de su coordinación internacional
11.-Una de las consecuencias de la guerra europea ha sido la reducción de nuestros mercados. Para restablecer el desequilibrio que podría resultar de esta situación. México tiene ante sí una propicia ocasión de aumentar sus exportaciones a los países latinoamericanos. El Gobierno de la República considera con particular simpatía todas las posibilidades de favorecer el intercambio comercial con las demás naciones del Continente. Al respecto, el Consejo Superior del Comercio Exterior -órgano intersecretarial recientemente creado- está estudiando con interés las medidas más adecuadas para tal fin. Por conducto de nuestras Embajadas y Legaciones, se gestionará la reducción de determinadas tarifas arancelarias, susceptibles de perjudicar a nuestros productos y, en los casos que ello resulte posible, se tratará de obtener para los productos mexicanos, los derechos mínimos de importación. La concertación de tratados comerciales justos y equitativos, será objeto de mayor atención por parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores y ningún esfuerzo se omitirá para conseguir que a la solidaridad espiritual que nos liga con el resto de los pueblos americanos corresponda, en el terreno de la práctica, una real intensificación de nuestras relaciones comerciales y financieras.
Se aprovecharán los barcos incautados
12.-El problema de la falta de comunicaciones -que a últimas fechas llegó tener caracteres alarmantes- quedará en parte resuelto con la utilización de los barcos de bandera beligerante, que se hallaban inmovilizados en puertos de la República y que fueron incautados de conformidad con el Decreto expedido el 8 de abril de 1911. Estos barcos serán administrados de manera de establecer una tarifa de fletes capaz de facilitar la exportación de nuestros productos, y su aprovechamiento podrá servir para compensar algunos de los perjuicios que ha sufrido el comercio de las naciones americanas como consecuencia de la guerra. Espero que las respuestas que acabo de dar a las diversas preguntas contenidas en su atenta comunicación del 20 del mes en curso permitirán a usted apreciar con exactitud, cuál es el criterio que norma la actitud del Gobierno de México en materia internacional. Y - conociendo, como conozco, el interés que las clases laborantes de América consagran al examen de estas cuestiones- estoy seguro de que la difusión que decida darles la Confederación de Trabajadores que usted preside, servirá, ciertamente, para precisar nuestros puntos de vista y para deshacer todo error de interpretación acerca de la política adoptada por nuestro pueblo.
Aprovecho la ocasión para transmitir, por conducto de usted, un cordial saludo a los trabajadores de la América Latina y me complazco en reiterarle las seguridades de mi distinguida consideración.
|