Lázaro Cárdenas del Río. Mérida, Yuc., 16 de Diciembre de 1939
Al dirigirme al pueblo de Yucatán el 3 de agosto de 1937, expresé que la presencia de los trabajadores me confirmaba una vez más su solidaridad con el programa de transformación económica que se operaba en toda la República. Como una tarea gubernamental y revolucionaria de distribuir mejor la riqueza del país, en esa época no se improvisada para Yucatán un programa para implantar un sistema utópico, sino que estaba respaldado por la experiencia adquirida en el territorio nacional y era resultado de estudios minuciosos.
No sólo en su alcance general de la distribución de la tierra, sino en todos sus elementos complementarios, se estudió el problema integral comprendiendo sus aspectos económico y social, y se elaboró un programa de conjunto, tanto para satisfacer las necesidades de los pueblos, como para evitar el descenso de la producción henequén era, que se venía registrando desde 1916. En esa ocasión, quedó planteada la resolución del gobierno federal para cumplir con los postulados de la Revolución y con los preceptos constitucionales, cuya resolución sigo estimando como conveniente y de estricta justicia para Yucatán, porque vino a quitar al pueblo el lastre del latifundio que mantenía la entidad en condiciones sociales diferentes al resto del país. El gobierno federal, para cumplir las conquistas revolucionarias, no podía esperar que la raza maya, por sí sola, acudiera a tomar las tierras que la Revolución anunció reivindicar en su beneficio.
Los campesinos yucatecos tenían el mismo derecho para alcanzar un nivel de vida superior y gozar de los beneficios y condiciones mejores, como sus hermanos, los campesinos de otras partes de la República.
El 8 de agosto del mismo año, se dictó el acuerdo que liquidaba el problema de la tierra, y en él se consignaron los preceptos más indispensables. Para hacer realidad lo que por mucho tiempo fue anhelo de las masas campesinas. En este acuerdo se determinó la cooperación que el gobierno del estado y las instituciones federales deberían prestar a la ejecución del programa integral; y en capítulo por separado se dieron a conocer las reformas al Código Agrario que eliminaban los obstáculos que habían servido para negar la tierra a la masa rural yucateca. Así, el Ejecutivo federal respetuoso de sus deberes y apegado estrictamente a sus obligaciones acometía la obra que implicaba una subvención de los intereses particulares. De esta manera convencíamos a los que creían que la reforma agraria solamente se aplicaba en México, en aquella parte de su territorio en donde presentaban poca resistencia los hacendados y que la Revolución se detenía ante la fuerza material de los latifundios. El gobierno de la República aquilató las críticas del régimen caído, atendiendo aquéllas justas, sanas y encomiables dictadas por los hombres de buena fe; reconociendo el propio gobierno que la reforma agraria ni iba a dar por sí sola la prosperidad al pueblo de Yucatán. Pero la reforma agraria, en conjunción estrecha con todos los aspectos de la vida rural, traía la liberación política y espiritual de la masa campesina; reforma que sin duda alguna ayudaría a resolver más rápidamente su problema económico. No hay reforma agraria en el mundo que pueda juzgarse en los primeros años de su aplicación; muchas veces rectificaciones se han hecho en las legislaciones de varios estados europeos y americanos, desde la expedición de la primera ley, hasta los momentos actuales y muchas de esas reformas han sido de capital importancia. Por lo mismo, no es de llamar la atención que México, en las aplicaciones de la reforma agraria haga sus balances temporalmente y afirme lo bueno que ha realizado y corrija aquello que amerite una enmienda. Para hacer posible el éxito de la obra agraria en Yucatán, se dispuso, de acuerdo con la ley, que el Banco Ejidal se encargara de la organización de los ejidos abarcando los aspectos técnicos, económicos y sociales y para el efecto invirtió fuertes cantidades en refaccionar a los ejidatarios y en nuevos plantíos de henequén, al mismo tiempo que refaccionaba cultivos de maíz, recuperando en el tiempo que operó, más del cincuenta por ciento de lo invertido, habiendo realizado varias obras de carácter social en diferentes ejidos. Posteriormente el gobierno del estado se hizo cargo de la dirección y administración de los ejidos a través de la sociedad Henequeneros de Yucatán y el gobierno federal en su empeño de fomentar el ejido henequén ero, ha venido proporcionando subsidios al propio gobierno del estado, que en el año de 1938 recibió $2'491,000.00 y en el presente año de $800,000.00, lo que hace un total de $3'291,000.00, destinados exclusivamente para nuevos plantíos y cultivo de los ya existentes.
Es oportuno hacer una revisión de los resultados y de la forma en que se ha trabajado para apreciar las deficiencias que pudieran existir y así afrontar los problemas que quedan por resolver, y dar mayor intervención a los ejidatarios en las instituciones creadas para su beneficio; para que compartan la responsabilidad de la obra y hacer que los organismos de ejecución, pongan ante los ojos de los ejidatarios todos y cada uno de sus actos, para que los analicen, los aprueben y los modifiquen; participando siempre en creciente aumento, en el manejo y administración de sus propios intereses.
Los gobiernos local y federal prestarán su más amplia colaboración a los campesinos, pero a los campesinos les corresponde poner al servicio de su causa un empeño siempre mayor; en vigilar y fomentar sus cultivos, ciudadano de aumentar su economía de hoy. En el campo henequén ero, el menor abandono en los plantíos sería de graves consecuencias para sus mismos intereses; el éxito, pues, de la obra ejidal realizada en Yucatán, depende fundamentalmente de la disposición moral de los nuevos poseedores, de la actitud y asistencia de las autoridades y de la capacidad de los organismos de ejecución y servicio que el Estado ha puesto en función.
Los trabajadores de la fábrica y los del campo, que están unidos por comunes intereses de clase, no deben luchar aislados, ni establecer pugnas entre sí, que vengan a extorsionar a unos por exigencia de otros, ni a gravarlos en su economía, haciendo incosteable el precio rural de sus productos, ni tampoco que los campesinos pongan una restricción a la economía de los obreros, sobre la justa retribución en las labores conexas a la producción agrícola; en los trabajos en que intervengan campesinos y obreros deben planear conjuntamente sus proyectos y realizarlos disciplinadamente, sin más variantes que aquellas que puedan mejorarlos; planear sin olvidarse, a la vez, del interés del consumidor, ya que los trabajadores de cualquier actividad, son al mismo tiempo productores y consumidores, y no deben desequilibrar la relación que guardan las necesidades de unos y otros.
La estadística de la zona henequén era arroja un exceso de población, que grava innecesariamente el plan financiero de la explotación nacional aumentando los costos, o ajustándose a una inversión presupuesta, empleando en las labores mayor número de trabajadores, con detrimento de las jornadas o días de trabajo que corresponden a cada hombre, de acuerdo con lo que la agricultura planeada requiere, originando en uno y otro casos, una vida precaria, para todos y para los excedentes, que llegan a los límites de la miseria. Esta situación puede y debe corregirse, descongestionando las zonas -de mayor densidad de población, para llevarla a nuevos centros de trabajo agrícola, en los que se pueden aprovechar y remunerar sus actividades. Para esto tienen que aprovecharse todos los recursos físicos de la región, y planearse una economía diversificada, que logre crear centros de trabajo y fuentes de ingreso para el Estado, y que permita distribuir mejor las tributaciones fiscales, para los servicios públicos, poniéndose al margen de los riesgos que origina el sistema de monocultivo en la agricultura, y más en un producto de comercio internacional, sujeto a las fluctuaciones que impone el mercado extranjero. Pueden proseguirse los estudios para el aprovechamiento de la fibra y subproductos del henequén en sus usos nuevos; procurar la mayor demanda de la fibra e intensificar la producción, para mejorar los ingresos de los trabajadores y emplear mayor número de brazos.
Bien saben los productores henequén Eros que si tienen asegurada la venta de 500,000 pacas en el mercado, tendrán que sembrar anualmente 150,000 mecates, pero si tienen mercado para 800,000 tendrán obligatoriamente que sembrar 250,000 mecates anualmente, a menos de romper el ritmo de la producción del henequén y no satisfacer la demanda. Por otra parte, existen en distintas regiones del estado, principalmente en las zonas oriente y sur, terrenos extensos que cuentan con variedades de valiosas plantas forrajeras, que hacen posible fomentar más la industria ganadera. También hay la posibilidad de incrementar el cultivo de frutales, ya que es patente su buena calidad en todos los pueblos de la entidad. Igualmente la costa inexplorada puede ser un magnífico centro productor de copra para satisfacer las necesidades de la República, ya que anualmente sólo produce la mitad de lo que se consume. En general, se cuenta con regiones que pueden ser aprovechadas ventajosamente, para fincar los nuevos centros de trabajo que descongestionen la zona henequén era y que contribuyan al presupuesto del estado, en un porcentaje considerable, para que dicho presupuesto no gravite en su mayor parte sobre la producción del henequén. Las clases más capacitadas están obligadas a aligerar la carga económica que pesa sobre la población de Yucatán, principalmente los directores de la administración pública, los intelectuales e instituciones científicas, la juventud que constituye la mejor esperanza de la nación, y la misma clase trabajadora organizada.
El motivo que preocupa hondamente al gobierno federal, es la marcha de la organización ejidal, y a ella debo referirme, declarando en primer término que la del ejido único "es propia y adecuada a la zona, reuniendo todas las superficies ejidales para formar una sola unidad, manejada en explotación colectiva, porque es el sistema más económico para beneficio de los ejidatarios, porque la explotación colectiva tiene ventajas sobre una serie de pequeñas economías, que se realizan en favor de cada uno de los ejidatarios. El sistema implantado en Yucatán, está formado y justificado por las mismas razones que forman y confirman la sustitución de las modestas industrias azucareras, por la gran industria o central azucarera, las mismas que demanda la técnica moderna y la economía rural en la zona algodonera, las mismas que hacen sustituir la producción parcelaria de trigo, por la siembra de grandes extensiones con el servicio de las `centrales de maquinaria´ y las únicas que señala la técnica moderna sobre prácticas rutinarias y anticuadas". Es preciso señalar la tarea que deben emprender los gobiernos locales y federal, para aportar sus mejores elementos, con objeto de que la asociación Henequeneros de Yucatán reciba eficazmente la vigilancia y el amparo de esos gobiernos, para los fines que señala, expresamente, el artículo 28 de la Carta Magna y cuya acertada interpretación debe realizarse plenamente.
Como medida inmediata debe Henequeneros de Yucatán aumentar la cantidad destinada exclusivamente a nuevos plantíos, manteniendo como firme propósito el de llegar en poco tiempo a una mayor producción que asegure la vida de la población campesina. Para ello, el gobierno federal seguirá aportando un subsidio anual, esperando que el gobierno local señale una cantidad de su propio presupuesto, con el mismo fin. Fijado el concepto de la intervención oficial en la asociación Henequeneros de Yucatán, compete a la representación de productores asumir toda la responsabilidad que le toca, y en cuanto al sector ejidal, ha quedado por ahora debidamente representado, toda vez que en el seno del consejo directivo o administrativo cuenta con nueve consejeros, uno por cada territorio en los que está dividida la zona henequenera. El consejo directivo de la asociación se ocupará de los problemas generales de la zona productora de henequén; los consejos territoriales de los problemas que interesan a todos los ejidos que componen los territorios y tienen, por lo mismo, una función regional; y los comisariados ejidales atenderán principalmente los problemas de su ejido, correspondiéndoles una función local perfectamente definida. Agreguemos a éstos la organización central de cada comunidad, para estudiar y resolver los problemas económicos y sociales inherentes a la vida ejidal; la estructura general queda completa, dándole al comisariado ejidal su verdadero valor, y logrando poner en plena actividad a dicha comunidad ejidal, que es la célula de la unidad económico-social de la vida campesina. Delineada así la estructura general debemos señalar los mejores medios para que sus órganos y los ejidatarios se enteren oportunamente de su marcha, y es en esta forma como los vocales del consejo directivo darán cuenta a sus respectivos consejos regionales, cuando menos una vez al mes, de todos los asuntos administrativos, técnicos y comerciales que haya manejado la asociación Henequeneros de Yucatán, inclusive los informes del comité de vigilancia y del departamento de auditoria, procurando hacerlo documentadamente por medio de datos estadísticos, gráficos e informes oficiales que ilustren debidamente a dichos consejos. Cada consejo territorial informará a su vez, a la asamblea y a los representantes de los respectivos comisariados ejidales, que corresponden a su jurisdicción, sobre los mismos asuntos interiores de una manera clara y precisa, para que, a su vez, éstos den cuenta en asamblea de ejidatarios de todos y cada uno de los asuntos sobre los que les haya informado el consejo territorial, procurando que cada ejidatario comprenda claramente las diferentes operaciones comerciales, técnicas o administrativas que haya realizado la asociación. Las copias de las gráficas, cuadros estadísticos, listas de anticipos, liquidación de cantidades, planos de operaciones, calendarios de inversiones y recuperaciones, etc., que se entreguen al comisariado ejidal, deberán permanecer en lugar visible para el conocimiento de los ejidatarios, hasta que sean sustituidos por otros nuevos.
En cuanto al régimen interno de la asociación Henequeneros de Yucatán y el funcionamiento de sus departamentos de auditoria, comercial, agrícola e industrial, así como a la elaboración de los diferentes reglamentos, serán materia de preocupación del propio consejo directivo de la asociación y aprovechando la experiencia que se ha acumulado en el tiempo de su funcionamiento, conviene revisar el reglamento y disposiciones que rigen a Henequeneros de Yucatán, para hacerles las reformas que fueren necesarias; que el proyecto de reglamento se someta al estudio y discusión del consejo directivo, que se le dé la debida representantes, presenten las observaciones que estimen justas y pertinentes. El proyecto final se remitirá al gobierno federal para su revisión y estudio, sometiéndose, por último, a la aprobación de la asamblea general de Henequeneros de Yucatán y a la que asistirán los representantes de todos los ejidos de la zona henequenera.
El Ejecutivo del estado, ha anunciado la futura organización y funcionamiento de una escuela de preparación especial, en la zona henequenera, para capacitar a los ejidatarios en el desempeño de puestos de responsabilidad; esta idea útil es la misma que originó las escuelas de Santa Teresa en Torreón y de La Llave en Querétaro; la misma que ha guiado la fundación de las escuelas agrícolas existentes, la misma, pero con mayor amplitud, que inspira la fundación del Centro de Servicios Ejidales, que funcionará dentro de poco tiempo, en San Nicolás Galeana, anexo al ingenio Emiliano Zapata, de Zacatepec, Morelos; si completamos esa idea con el servicio de estaciones experimentales y campos de demostración, impartiendo al mismo tiempo la enseñanza vocacional, agrícola y técnica por medio de los proyectos de los propios ejidos, se realizará una obra educativa de alta significación para los destinos del pueblo campesino de Yucatán.
Considero que en los centros rurales hay personas de mayor capacidad que en los demás centros, que se preocupan por el bienestar y adelanto de la comunidad y que tramitan negocios; y que son cabezas ostensibles de los que por esta circunstancia llegan a titularse líderes de la comunidad; pero ellos deben actuar con absoluta lealtad y con franco desprendimiento, dentro de la responsabilidad que la confianza de sus compañeros les otorga, desligándose en lo absoluto de todo interés mezquino, para evitar agitaciones que perjudican la organización del trabajo en el campo. Es oportuno referirme al papel esencial que representa la juventud yucateca en el movimiento social de esta propia entidad, porque es precisamente la juventud, a la que incumbe la tarea de romper en definitiva con los añejos moldes tradicionalistas, y completar la realización de una sociedad nueva en ideales yen procedimientos. En la ejecución, ha tocado a los hombres de hoy, la tarea de iniciar el cambio de los cimientos de una estructura caduca y construir una parte de la nueva organización; pero la juventud debe continuar la obra y superarla constantemente, hasta consumar los propósitos que no han tenido completa realización. La transformación total de la vieja sociedad, la instrucción, la educación y todo el proceso de formación de nuevas generaciones destinadas a crear la estructura que demanda la revolución social de México, tiene que ser obra de la juventud; juventud que debe sumarse con todo su valor intelectual y moral a la disciplina consciente de los trabajadores, con el fin principal de organizar sus fuerzas y crear, de voluntades dispersas, una voluntad única; la juventud puede poner al servicio de la causa de los campesinos de Yucatán, sus conocimientos para organizarlos, para enseñar a aquellos que no lo comprenden y que ella, por su preparación, fácilmente puede contribuir a su adelanto, capacitándolos para su elevación intelectual y económica; ésta es la misión de la juventud yucateca, misma que corresponde a toda la juventud mexicana.
Por último debo reiterar a este pueblo de Yucatán, que posee grandes virtudes, que México no es, afortunadamente, como otros países en que el Estado moderno ahoga la creciente misión cultural con organizaciones de fuerza, ni el Estado político es bandera de oligarquías económicas que acaparan la riqueza nacional. Las multitudes ciudadanas de hoy, que fueron las falanges revolucionarias de ayer, esperan que el ideal vaya encarnando en la realidad, que el correr de los días no signifique un agotamiento, sino una superación en las energías y en las virtudes precisas para imponerse, la obra de la Revolución no es para salvar el día de hoy, sino para asegurar el día de mañana; no es para dar vida al valor anecdótico de un episodio personal, sino para imprimirle un ritmo histórico. La Revolución exige de todos ejercer una función social seria y trascendente. El ejercicio de esta función debe servir para advertir el valor de las responsabilidades y cumplir estrictamente con ellas.
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