Septiembre 14 de 1939
Sres. Directores de Acción Nacional
Presentes
Muy señores míos y amigos:
Respondiendo a la invitación que se han servido hacerme para que opine en relación con las actividades del partido político Acción Nacional, paso a expresar mis puntos de vista de la manera más afectuosa y atenta:
Creo que el Partido de ustedes, por la índole de sus componentes, representa la inteligencia de la Nación y puede llegar a convertirse en fuerza propulsora de sus destinos, siempre y cuando en la acción procedan ustedes con la misma claridad que buscan en la teoría. En materia de doctrina representan ustedes, a mi juicio un justo equilibrio de pasado y presente, organizados para un futuro que rompa la fatalidad que pesa sobre México desde hace más de un siglo y asegure su porvenir, por lo menos justo y civilizado.
Pero la doctrina la improvisa cualquier leguleyo recopilando textos, y en política lo que interesa es la calidad de los hombres que representan la acción pública, presente o futura. En este sentido, y por ser ustedes un partido compuesto de jóvenes, no pueden ustedes presentar a la Nación un Jefe, un caudillo, y sin jefe ni caudillo, no existe propiamente partido político; se tiene academia, no instrumento de acción. En estas condiciones y sin pretender actuar en el momento político, tendrán que echar mano de un jefe extraño a la composición del grupo que ustedes constituyen y acaso a sus tendencias mismas. En otros términos como no pueden lanzar un candidato nacido de su seno tendrían que escoger para jefe un extraño y esto basta para desprestigiar un partido cualquiera, y peor a un partido naciente. Pues no hay ninguna justificación como no sea la del oportunismo político, en el hecho de andar predicando lindezas teóricas, para luego ensuciarlas con transacciones de hecho que, los pondrían a ustedes en la misma familia de los partidos y partidillos de una oposición que se ha convertido en profesional y se ha desposado a sabiendas con la derrota, sin honra, siguiendo ayer a un Cedillo, hoy a un Almazán, tomando siempre del campo enemigo la cabeza que, así no piense, de todos modos decide, y el brazo que si actúa, actúan para su provecho y no para programas que no le han nacido de la conciencia.
Y no vale de excusa el vil pretexto de que hay que elegir entre dos males el menor. La honra no está en preferir poca ignominia a mucha ignominia, sino que rechazar entera la ignominia. Y por eso todo partido que se respeta y más aun, todo partido que desea sobrevivir al episodio electoral, tiene que optar por abstenerse, tal como se levanta de la mesa de juego el caballero, tan pronto como se convence de que han sido marcadas las cartas. De otra manera, quedarse a la mesa a codearse con los rufianes, es lo mismo que prescindir de la honra dejando además, a merced del fraude la fortuna. Por eso justamente se ha visto en nuestro medio que surgen las proclamas y los partidos, precisamente en la época electoral, y aunque todos simulan devoción doctrinaria, en realidad no son sino el pretexto para meterse a la acción política personalista, cuando da vergüenza seguir al hombre que las circunstancias elevan a la inmerecida categoría de caudillo nacional. Dados estos antecedentes, a nadie escapa que, consuma suicidio una organización de principios, en el instante en que se suma a situaciones de hecho y con ellas entra, no a la acción patriótica, sino a la aventura sin gloria y sin honra.
Y en cambio podría sobrevivir a la etapa electoral un partido como Acción Nacional, porque tiene principios, sobrevivirá a la aventura electoral, si pública y resueltamente manifestarse que no interviene en ella porque no está legalmente planteada, entre el pueblo y sus elegidos; porque colaborar en estos casos equivale a convertirse en cómplice de la farsa ya secular, y porque dar un voto es lo mismo que legalizar y consolidar situaciones de hecho que se vienen renovando por encima de la voluntad y aún de la opinión de los ciudadanos del país.
Una abstención electoral así proclamada, crearía un precedente ilustre y pondría al partido que la proclamase, en condiciones de sobrevivir a una elección y a todas las elecciones. Y a la larga, conquistando la opinión por su desinterés y su valentía, podría convertirse en promesa de que, alguna vez en México, la Universidad vencerá al cuartel y la inteligencia al instinto.
Por demás creo citar a ustedes, ya que se trata de personas cultas, precedentes victoriosos del sistema de la abstención electoral, cuando el voto del pueblo no está garantizado y cuando a la no colaboración con el fraude se añade la acción positiva en el orden doctrinario y de la propaganda política para un futuro que nunca falla, si son de calidad sus creadores y en naciones que logran disipar el nublado de la influencia extranjera perversa. El mismo poderío monroista que hace un siglo nos crea gobiernos, o nos mata los gobiernos que no le complacen, como mató a Madero, la pandilla misma de los monroistas se sentirá ofendida y alarmada si mira que se produce el precedente y el ejemplo de una agrupación política nacional que no entra a su juego. En forma de abstención electoral consiente y acompañada de acción cívica limpia, intransigente, llegó Irigoyen al poder en la Argentina y dio a su país largos años de gobierno libre. Si pasan los años y la acción de ustedes por la diferencia y la fatalidad del medio y por la dominación monroista directa, jamás conquista el triunfo, con su abstención y con su intransigencia habrán salvado por lo menos el honor de los mexicanos.
De lo contrario, nadie, ni ustedes mismos recordarán siquiera el nombre de su partido, al día siguiente del triunfo de cualquiera de los candidatos que al presente juegan.
José Vasconcelos
Fuente: 1939. Documentos fundacionales del Partido Acción Nacional. México. Partido Acción Nacional. 2009. 600 pp.
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