Enero 3 de 1936
EI 4 de marzo de 1933, en ocasión de mi juramento como presidente de los Estados Unidos, me dirigí al pueblo con el siguiente mensaje:
En el campo de la política mundial, yo quisiera dedicar esta nación a la política de la buena vecindad, la política del vecino que resueltamente se respeta a sí mismo, y porque respeta los derechos de los demás, esta política del buen vecino respeta sus obligaciones y la santidad de los convenios en un mundo en que todos somos vecinos.
Entre las naciones de este gran hemisferio occidental, la política de la buena vecindad ha prevalecido afortunadamente. Nunca, a lo largo de los cuatro siglos y medio de civilización moderna en las Ameritas, ha existido -en ningún año, década o generación- un espíritu mayor de entendimiento mutuo, de ayuda común y de celo por los ideales de la independencia que el que existe entre las 21 repúblicas americanas y su vecino, los Estados Unidos. La política del buen vecino entre los americanos ha estado presente, y ha sido oportuna y efectiva. En este logro, cada una de las naciones americanas ha tenido una parte significativa. No hay guerra, ni rumores de guerra, ni deseos de guerra. Los 250 millones de habitantes de esta vasta área geográfica que se extiende a más de 8 000 millas desde el Ártico hasta el Antártico, creen y se proponen seguir la política de la buena vecindad.
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