Lázaro Cárdenas del Río
México, D.F. 13 de Julio de 1935
Ante la grave e injustificada agitación que se ha provocado en el país, en los últimos días, en que fuertes sectores de todas las clases sociales han expresado su opinión y asumido actitudes diversas que afectan profundamente a la buena marcha de la administración pública, creo de mi deber, en mi carácter de presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, dirigirme a mis conciudadanos para darles a conocer con sinceridad el sentir del gobierno de la República en relación con los problemas planteados.
Pienso que es ineludible deber en el momento actual, que todos los que de alguna manera nos sentimos vinculados con el movimiento social de México, precisemos la responsabilidad histórica que hemos contraído y nos demos cuenta de que nuestra actuación, si queremos asumir esa responsabilidad, debe estar inspirada tan sólo en la más absoluta buena fe, desinterés y patriotismo.
Cumplo con mi deber al hacer del dominio público que, consciente de mi responsabilidad como jefe del Poder Ejecutivo de la nación, jamás he aconsejado divisiones que no se me oculta serían de funestas consecuencias, y que, por el contrario, todos mis amigos y correligionarios siempre han escuchado de mis labios palabras de serenidad, a pesar de que determinados elementos políticos del mismo grupo revolucionario (dolidos seguramente porque no obtuvieron posiciones que deseaban en el nuevo gobierno) se han dedicado con toda saña y sin ocultar sus perversas intenciones, desde que se inició la actual administración, a oponerle toda clase de dificultades, no sólo usando la murmuración que siempre alarma, sino aun recurriendo a procedimientos reprobables de deslealtad y traición.
En este sentido, mi conciencia no me reprocha nada que pudiera significar de parte mía la menor provocación para agitar o dividir al grupo revolucionario.
Refiriéndome a los problemas de trabajo que se han planteado en los últimos meses y que se han traducido en movimientos huelguísticos, estimo que son la consecuencia del acomodamiento de los intereses representados por los dos factores de la producción, y que si causan algún malestar y aun lesionan momentáneamente la economía del país, resueltos razonablemente y dentro de un espíritu de equidad y de justicia social, contribuyen con el tiempo a hacer más sólida la situación económica, ya que su correcta solución trae como consecuencia un mayor bienestar para los trabajadores, obtenido de acuerdo con las posibilidades económicas del sector capitalista.
Ante estos problemas, el Ejecutivo federal está resuelto a obrar con toda decisión para que se cumpla el programa de la Revolución y las leyes que regulan el equilibrio de la producción, y decidido asimismo a llevar adelante el cumplimiento del plan sexenal del Partido Nacional Revolucionario, sin que le importe la alarma de los representantes del sector capitalista. Pero al mismo tiempo, considero de mi deber expresar a trabajadores y patrones que, dentro de la ley, disfrutarán de toda clase de garantías y apoyo para el ejercicio de sus derechos y que, por ningún motivo, el presidente de la República permitirá excesos de ninguna especie o actos que impliquen transgresiones a la ley o agitaciones inconvenientes.
A tal efecto declaro que tengo plena confianza en las organizaciones obreras y campesinas del país y espero que sabrán actuar con la cordura y el patriotismo que exigen los legítimos intereses que representan.
Deseo expresar, finalmente, que en el puesto para el que fui electo por mis conciudadanos, sabré estar a la altura de mi responsabilidad y que si he cometido errores, éstos pueden ser el resultado de distintas causas, pero nunca el producto de la perversidad o de la mala fe.
Creo tener derecho a que la nación tenga plena confianza en mí, y a que el grupo revolucionario se revista de la necesaria serenidad y continúe colaborando con el Ejecutivo en la difícil tarea que se ha impuesto, y, a tal fin, exhorto a todos los hombres de la Revolución para que mediten honda y sinceramente, cuál es el camino del deber; pudiendo todos estar seguros de que jamás obraré en un sentido diverso del que ha inspirado siempre todos los actos de mi vida de ciudadano, de amigo leal y de soldado de la República.
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