México, D. F., 2 de Septiembre de 1932
Honorable Congreso de la Unión:
El artículo 86 de la Constitución Política de nuestro país, establece que el cargo de Presidente de la República sólo es renunciable por causa grave que calificará el Congreso de la Unión ante el que se presentará la renuncia.
Obedeciendo esa disposición constitucional, vengo a exponer ante vuestra soberanía las causas que me hacen renunciar al elevado cargo que desempeño, seguro de que la principal de ellas, la de carácter político merecerá el calificativo de "grave", que nuestra Carta Fundamental señala como condición necesaria para la justificación y hasta para la legalidad de la renuncia del Primer Magistrado.
La época, particularmente angustiosa en materia económica, por la que atravesamos, exige con mayor imperio aún que de ordinario, marchas de gobierno, procesos de administración pública, caracterizados por condiciones de estabilidad y de perfecto ajuste de las diversas dependencias y sectores gobernativos y políticos, que permitan un juego eficaz y continuado de las acciones puestas en ejercicio para el desarrollo normal de las actividades encauzadoras del Estado. Todo lo que estorbe o amenace esa estabilidad tan saludable, todo lo que impida ese perfecto ajuste necesario produce graves retardos en el curso de la rehabilitación económica nacional, y por la situación de alarma frecuente o por lo menos de inquietud que los desajustes políticos y los frecuentes cambios administrativos traen consigo, no sólo se obstaculiza la marcha general del país sino -lo que es aún más trascendental- se retarda o dificulta la franca conquista, la definitiva cristalización de nuestros ideales revolucionarios.
Ahora bien, siempre es por motivos de dos órdenes por los que se presentan en todos los países esas condiciones de inestabilidad y de falta de acción bien coordinada de los órdenes de política y de gobierno, aún en aquellos casos favorables en que, como sucede ahora en México, todos los organismos administrativos y de control político tienen su raíz, su legítimo origen en un partido de principios, o por desacuerdos en tendencias o en programas entre el ejecutivo y lo demás órganos políticos o de gobierno; o por diversos criterios o divergencias graves y constantes de juicio en la apreciación de elementos humanos.
Si en el caso actual y como origen de la situación de crisis política crónica que debo reconocer que de hecho ha existido prácticamente desde la iniciación de mi gobierno. haciendo débil y pálida su acción y mezquinos sus resultados si como origen de esa situación existiera divergencia de principios fundamentales o dualidad de programa, consideraría de mi deber, para justificación histórica de mi actitud de hoy, definir claramente y defender mi particular ideología o mis líneas y procedimientos personales de gobierno; pero como no es así y como no quiero declarar enfáticamente que concluye el ejercicio de mis funciones como Presidente sin creer haberme apartado del programa del Partido Nacional Revolucionario, y como conservo viva mi fe en los postulados económicos sociales y en los altos principios políticos que le dieron vida, y puesto que la disparidad de criterio -de todos modos creadora en un estado de crisis política casi constante- sólo se ha referido en el pasado y podría referirse en el futuro a personalidades y no a ideas, me excusará vuestra soberanía de analizar hechos concretos o de pretender siquiera insinuar de qué lado pueda hallarse la real conveniencia política o la razón.
Bastan esas circunstancias bien conocidas de frecuentes crisis del pasado; ellas me hacer sentir que podrían repetirse hasta el fin de mi gobierno con los consiguientes trastornos y retardos para el país y no puedo aceptar, identificado como estoy con el pensamiento revolucionario que representa mi partido, que pudiera llegara existir o a producirse alguna vez una situación de hecho en la que hubiera perdido el respaldo de ese partido y el apoyo moral -siquiera- de sus hombre más representativos, por lo que considero de utilidad real para el país dar la oportunidad, con mi renuncia, de que se mantenga y afirme la indispensable colaboración y solidaridad, resultados de una mayor y más constante confianza reciproca de todos.
La limitación de nuestro presupuesto de gastos, impuesta por las condiciones económicas del país, afecta considerablemente el sostenimiento de los miles de planteles educativos que hemos creado, pues para poder limitar los egresos a la suma asignada sin cerrar escuelas, hubo necesidad de prescindir de todas las partidas que no estaban destinadas al pago de sueldos, dejando así a los establecimientos educativos en una precaria situación de la que es urgente sacarlos, ya que no basta palabra, también proporcionar recursos, elementos y equipos de trabajo. eficaz labor de una escuela pagar a los maestros, sino que es indispensable
La ilusión generosa del señor general Calles, que ha sido también la mía; la transmisión pacífica del poder es lo importante. La fecha de la transmisión no tiene el menor interés cuando la legalidad no ha sido quebrantada en lo más mínimo. En planos de política la suprema razón de la persistencia es la unidad; la justificación patriótica única para seguir gobernando, es el éxito que pueda estarse alcanzando en bien del país. Si la unidad se halla amezada, si el éxito de la acción de gobierno se ha resentido y se resiente de esa falta de unidad, y si, como pasa conmigo me sigo considerando miembro del Partido Nacional Revolucionario por lealtad a sus principios, que encarnan, en el pensamiento otro original que le dió vida, el triunfo definitivo de la Revolución Mexicana, mi deber fundamental es renunciar el ejercicio del mandato que el pueblo me confió a través y por selección de ese partido, para que con mayor utilidad de acción en el futuro ya que no de pensamiento- se logren plenamente las altas finalidades que todos perseguimos.
Creo de esta manera sellar con un rasgo de definitiva y declarada lealtad, mi modesta actuación como Primer Magistrado: creo contribuir así también a la consolidación de la Doctrina Calles de aquella salvadora Doctrina de 1928, ratifica hoy como ayer por hechos de su creador. que estableció que nada significan los sacrificios ante la necesidad de hacer de México un país de instituciones y de leyes, capaz de hallar en le libre juego de sus organismos legales democráticos y en retiro de quienes sean menos necesarios o-útiles en cada instante, la resolución de los más graves problemas políticos que puedan presentase. para poder dedicarse de lleno el país a la resolución de sus problemas de verdadera altura y trascendencia: aquellos de naturaleza económico-social que son los que afectan de modo definitivo el porvenir de la Patria, porque encierran en sí el problema de la mejoría de las grandes colectividades de México.
Sin pretender que la segunda razón muy real de mi renuncia, mi quebrantada salud que no me permite como desearía, dedicar a las serias atenciones de mi cargo ni la energía ni el tiempo precisos; sin pretender siquiera, repito, que esa causa de salud merezca el calificativo de "grave", ya que la aceptación del honroso puesto de Presidente de la República debe llevar implícito el sacrificio de la vida misma, totalmente puesta desde entonces al servicio del país, mientras sea de real utilidad ese servicio, quiero presentar a vuestra soberanía mi ruego de que sea aceptada mi renuncia por la grave causa política anteriormente señalada; pero mi firme convicción revolticionaria y mi lealtad a los hombres y al partido que me llevaron al poder, me impone la obligación de añadir aún algunas líneas para dejar en este documento, si no un consejo ni menos un derrotero, sí un llamamiento sincerísimo a todos los hombres que han militado en las filas de nuestra Revolución. Sólo en afirmar el credo revolucionario de México; solo en borrar divergencias y en apretarse en un fuerte haz de voluntades y buenos propósitos; sólo en conseguir y en conservar unidad real en una palabra, se halla el secreto del éxito, no logrado aún plenamente puesto que las altas cosas a buscar y los caminos para conseguirlos no son ya ni pueden ser materia de meditación o de duda: se hallan señaladas y concretadas en que mensaje Presidencial del 14 de septiembre de 1928 del jefe actual de la Revolución Mexicana, cada una de las cuyas palabras, que serán todas realidades con sólo que lo queráis vosotros, acepto y respaldo yo y lego con mi testamento político a todos mis conciudadanos, a mis compañeros de Partido y muy especialmente a mis partidarios y amigos. Estos últimos, los amigos y partidarios más fervientes, si lo fueron y lo son sinceros, renegarán de su partidarismo y amistad a mí, si alguna vez se apartan con su conducta de las doctrinas y de la disciplina mental y política contenidos en aquel histórico mensaje.
|