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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1929 Me considero honrado en ser miembro del ejército revolucionario.

Pascual Ortiz Rubio
Zacatecas, Zac., 16 de Agosto de 1929

Compañeros:

Hace poco, un genuino representante de ustedes me pedía permiso para llamarme compañero, y agregaba: "para dar a usted esa dulce palabra de compañero;" pues bien, no sólo doy el permiso, sino que ustede tienen derecho a llamarme compañero, porque los he acompañado en sus amarguras y sufrimientos. Yo dentro de mi vida profesional de ingeniero, cuando recorría las montañas de mi tierra, trabajando, vivía sus propias vidas; supe de sus penas y miserias, de sus angustias y anhelos; y ahí es donde nace y se arraiga el compañerismo. De manera que ustedes tienen pleno derecho de llamarme compañero, y yo tengo gran satisfacción de llamarme compañero de ustedes. "Todos los que hemos venido luchando por esta santa revolución somos sus compañeros, principalmente los que hemos tenido que ver con la ciencia de la ingeniería. Pérez Treviño es ingeniero, Luis L. León es ingeniero, y así encontrarán un grupo enorme de profesionales que somos los que hemos venido, en gran parte, encabezando a los campesinos en esta revolución, porque estamos plenamente convencidos de ella; porque sabemos que mientras no tengan lo suficiente para satisfacer sus necesidades no podrán ser hombres libres, y no siendo hombres libres nunca podrán tener una patria libre. De ahí el empeño decidido conque venimos propugnando por los ejidos, por los repartos de tierra, por lo que han llamado latrocinios y despojos. Nos han dicho que tornarnos lo ajeno para regalarlo, perdiendo de vista el punto principal: ante la utilidad pública no se le puede llamar ladrón a un gobierno; ante la utilidad pública se expropia lo que sea; por eso la revolución ha venido tomando las tierras de donde las encuentre, para entregarles sus parcelas a quienes nunca han tenido lo necesario; y por ese camino seguirá la revolución.

Ya el mismo gobierno revolucionario ha señalado la forma de indemnizar a todos aquellos a quienes la revé lución les ha tomado tierras para dedicarlas a los proletarios, y así seguirá, sin duda, en el futuro.

¡Ah! quiero también aprovechar esta ocasión para decir a ustedes por qué también soy su compañero: el alto honor que tengo de pertenecer al ejército. Me ha llenado de indignación leer hoy en una editorial de Excélsior, en ese periódico retardatario, un insulto enorme al glorioso ejército nacional. Los retardatarios que anidan en ese periódico, y que por desgracia algunos de ellos todavía se alimentan con dinero del gobierno, al hablar de un criminal, de un tipo lombrosiano, de Romero Carrasco, que hace poco asesinó traidoramente a mujeres y niños, se atrevieron a compararlo con los dignos jefes del ejército nacional. Yo protesto con toda energía por semejante comparación, y ese periódico debería ser perseguido por las autoridades legales. Protestamos todos —porque los jefes del ejército y ustedes, que son soldados de la Revolución, porque no hay campesino y obrero que no lo haya sido—, por semejante insulto. Por eso, también, tengo el alto honor de ser compañero de ustedes, porque soy miembro del ejército, y para mí es un alto honor ser miembro de ese ejército revolucionario y digno que ha calumniado miserablemente Excélsior en su edición de ayer.

Como ya es demasiado tarde, señores, y hemos abusado mucho de la complacencia de ustedes, me voy a permitir terminar estas palabras dándoles las gracias por el cariño con que me han recibido.