Noviembre 1º de 1929
Todo lo hecho para preparar la rebelión no basta para algunos simpatizadores de la causa que comienzan a encontrar "peros" y a culpar de esto al candidato. "Usted es un agitador máximo -acaba de decirle el licenciado Miguel Palacios Macedo, quien ha vuelto de la rebelión delahuertista y cree conocer de achaque de revoluciones-, pero es usted desorganizado. Organice usted la revolución. No hay nada preparado en ese sentido". El candidato lo puso al tanto de nuestras cosas y observó: "No se organiza una revolución. Una revolución es brote popular que plasma o no, según el estado de los ánimos. Y lo más que puede hacer el líder es crear ambiente revolucionario, psicología revolucionaria. Ahora bien: eso se hace con los dones de agitador que usted me reconoce. Ni hay otra manera. No dispongo de regimientos para colocarlos uno aquí, otro allá estratégicamente, y por otra parte eso ya no sería una revolución sino un cuartelazo. Y tampoco eso puedo dar. Lo que hago es procurar comprometer voluntades. Sólo el gobierno puede forzar. Yo tengo que atenerme a promesas. Me limito a estimular sin engañar. A cada uno le advierto el riesgo. Y también cada uno sabe que ese riesgo he de compartirlo con el primero que forme un núcleo de fuerza armada. Si no reúno ese grupo tendré que esconderme mientras la revolución estalla; tendré que ausentarme como se ausentó Madero. Y fracasaré del todo si la revolución no llega a estallar, como hubiera fracasado Madero si desconocidos para él, como Orozco, Villa y los Figueroa, no se lanzan motu proprio al campo sin más organización previa que la unidad ideológica derivada del Manifiesto de San Luís. Así yo, cuando publique mi manifiesto revolucionario, habré hecho todo lo que humanamente puede exigírseme. Lo que siga después depende del pueblo, dependerá de ustedes. Y, por cierto, usted habla de organización. Muy bien: organice usted la revuelta aquí, en la capital. Lo autorizo, lo ayudare en lo que pueda. "Queda usted encargado".
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