Plutarco Elías Calles, 1º de Enero de 1927
Siguiendo la práctica establecida el año anterior, aprovecho nuevamente la oportunidad del día de Año Nuevo para enviar un cordial saludo al pueblo mexicano y para hacerle llegar un mensaje directo acerca de la situación general del país y de las obras logradas en las tendencias seguidas por el Ejecutivo.
La adopción de métodos y de sistemas de aprovechamiento de nuestros recursos naturales y de defensa de justos derechos de nacionalismo; métodos y sistemas con los que han buscado con éxito su independencia económica y política y su prosperidad y pleno desarrollo las naciones más civilizadas, ha tráído, por las desconfianzas y resistencias naturales a toda innovación, dificultades internas y externas, y la política de estricto cumplimiento y aplicación de las leyes fundamentales del país ha provocado, también necesariamente, la acción de fuerza antagónicas; pero, afortunadamente, los puntos de controversia con el exterior han sido tratados por las vías y los medios que corresponden a una serena discusión técnica, y las agitaciones y resistencias en el interior no han llegado a alterar fundamentalmente la paz, pudiendo el gobierno cumplir estrictamente con todos sus compromisos interiores y exteriores y sin que se haya detenido la acción reconstructiva que desde que me hice cargo del gobierno decidí emprender.
Los problemas afrontados
Así, a pesar de los serios trastornos económicos habidos por causales complejas e intrincadas, como son todos los de naturaleza política y social, pudo afirmarse durante el año anterior la estabilidad hacendaría conseguida por un método severo de economías y de moralidad administrativa; se cumplió con creces el amplio programa educativo trazado para 1926; se construyeron las escuelas centrales agrícolas proyectadas; se completaron y realizaron algunos de los proyectos de irrigación y se prepararon definitivamente los que habrán de ser ejecutados en el presente año; se continuó la selección, moralización, aprovisionamiento y equipo de las fuerzas militares y no se detuvo la obra de reorganización y eficiencia de las demás dependencias del Ejecutivo, procurando, por la acción conjunta de todas ellas, el mejoramiento económico de las colectividades y la elevación social y moral del pueblo de México, lo que constituye el desiderátum más vehementemente buscado por el actual gobierno.
Desgraciadamente, estos propósitos de redención y de mejoramiento económico y social de las grandes colectividades, sin detrimento de las justas garantías y de la prosperidad de las clases privilegiadas, han continuado, por incomprensión o por mala fe, o por natural encono de intereses egoístas, siendo interpretados con manifestaciones y propósitos de acción social disolvente, y una enconada campaña de prensa ha querido presentar a México como émulo o sostenedor de regímenes exóticos de gobierno y como propagandista, en el interior y en el exterior, de sistemas políticos y sociales ajenos en absoluto a nuestro medio y a nuestras tendencias.
Nuestros problemas ante el extranjero
Firme en mi convicción de que la verdad tendrá que abrirse paso necesariamente, he continuado sereno mi labor, sin preocuparme de las calumnias ni de los dicterios, limitándome a expresar, siempre que tuve ocasión para ello, que nuestros problemas, comunes en esencia a los de todos los pueblos en formación, presentan en México aspectos muy nuestros, para la consideración de los cuales habría resultado ilógico acudir a esos procedimientos exóticos de que se nos acusa, cuya utilidad, en medios distintos del nuestro, no juzgo, pero que sé bien que no son aplicables a las condiciones de nuestro país, ni responden a nuestra organización constitucional política, ni a mis constantes procedimientos de gobierno.
Ha sido natural, dada la resistencia lógica de las fuerzas antagónicas y de los intereses a que antes aludí, que desconfianzas injustificadas se hayan producido en el exterior, no obstante no haber habido lesión ninguna de intereses materiales en la política adoptada por el actual gobierno, y a pesar de que he reiterado mi propósito de no pretender interpretar las leyes constitucionales del país para lesionar intereses legítimos que estuvieran fincados en México en la época que fueron expedidas dichas leyes, dispuesto, por lo demás, naturalmente, a acatar los fallos que, en casos de conflictos de intereses, dictara la Suprema Corte de justicia; y sólo, insisto en ello, la propaganda interesada enemiga y los_ naturales recelos del capital, han podido restringir o dilatar los beneficios de una colaboración con México de los demás pueblos, cuya energía moral y cuyos capitales serán siempre bien recibidos en nuestro país, con sólo la restricción del respeto a nuestras leyes y con la limitación única de que la colaboración externa no llegue a traducirse en absorción, en perjuicio de los intereses nacionales.
La cuestión religiosa
Deseo también aprovechar esta oportunidad para repetir diez meses después de iniciada la desobediencia a las leyes de México por el alto clero católico, lo que expresé desde un principio, y que no ha sufrido modificación por la actitud, en ocasiones sediciosa o rebelde, de dicho clero: que el actual gobierno no ha pretendido, ni pretende, combatir el legítimo ejercicio o desarrollo de ninguna actividad religiosa; que cuestiones de fe o de credo, o de dogma, se hallan en absoluto fuera de la acción y de las finalidades del gobierno; que tengo el mismo sincero respeto por todas las manifestaciones de conciencia o de credo religioso, y que es una -burda patraña, imaginada por la reacción clerical, que el gobierno haya procurado o querido en cualquier instante destruir o combatir alguna fe religiosa.
En esta materia, como en todas las que han sido objeto u origen de resistencia a la ley, o de dificultades a la acción reconstructiva del gobierno, he procurado y conseguido que no tuerza nuestra acción de estricto apego a la ley la actividad de los enemigos; y me he mantenido en un plano de perfecta serenidad, no permitiendo que una conducta de doctrina y de ley, como es la que he seguido y ordenado, sea oscurecida por la pasión, por espíritu de represalias o por rencor político.
La cooperación de los demás poderes y el valiosísimo contingente de orden y de respeto del Ejército nacional, han hecho y harán seguramente posible que el país salga airosamente de una verdadera época de prueba. A pesar de las maniobras criminales para alterar la paz, y de las gestiones hechas cerca de miembros del Ejército para torcer los nobles fines de esta institución nacional, sostén de la seguridad y del derecho patrio, todos sus componentes, hasta hoy, se han mantenido en perfecta disciplina, dentro de las órbitas de acción que las leyes les señalan, y el gobierno alienta la firme esperanza de que continuarán así para prestigio del Ejército y de la República; pero si los intereses y los rencores, empeñados en reabrir un ciclo de guerras intestinas, pudieran llegar a conseguir que nuevamente la infidencia manchara la que debe ser la institución más alta y noble del país, el gobierno tiene la seguridad absoluta de que recibirían los culpables el inmediato y justo castigo.
Llamamiento a la cooperación
Pedía en mi mensaje del 1o. de Enero del año anterior, para conseguir el amplio desarrollo material y moral del país y una real prosperidad colectiva, la franca cooperación de todos los ciudadanos de la República, que en olvido de rencores o de ambiciones personales, y con el pensamiento puesto en el bienestar y en la prosperidad de México, quisieran estar a nuestro lado.
Las pasiones y los viejos rencores, agitados por inconscientes, por malvador, o por juguetes de intereses propios o extraños en el año anterior, harían quizás utópico ahora un llamamiento general semejante; pero poniendo el bienestar de México por encima de todo, quiero insistir en ese llamamiento: que aquellos que puedan todavía redimirse de influencias malsanas, y los que sean capaces, por generosidad o por aliento patriótico, de libertarse del fardo de sus prejuicios o de sus intereses egoístas, o de sus rencores, se unan a nosotros y acepten como legítimas las aspiraciones de justo mejoramiento de las colectividades de nuestro país, por las que hemos luchado y estamos dispuestos a luchar siempre, convencidos de que sólo el bienestar de las grandes colectividades de México podrá sentar bases de una definitiva paz orgánica. y traer la prosperidad y el desarrollo de la familia mexicana.
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