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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1926 Declaraciones publicadas en El Universal Ilustrado

Plutarco Elías Calles, 27 de Mayo de 1926

Los pueblos que en las nuevas generaciones crecen y se desarrollan de acuerdo con los caprichos de su voluntad y escasa manera de pensar; en que los niños vagan por las calles haraposos y miserables, o cubiertos con trajes elegantes; en que las autoridades civiles y paternales los abandonan, sin pensar en los fines fatales que tendrán a sus inclinaciones y malos hábitos; pueblos, en fin, que dejan a las nacientes generaciones moverse y obrar de acuerdo con sus pasiones y con los limitados horizontes de su inteligencia, tienen que ser desgraciados, y olvidan la responsabilidad que pesa sobre ellos y el fallo terrible que la historia les dará, echándoles en cara la criminalidad con que han obrado.

La felicidad, la gloria y la grandeza de la patria descansan en la preparación que se les dé a las generaciones que, sonrientes y llenas de actividad, se levantan en los distintos círculos sociales, y que cual tiernas mariposas tienden sus vuelos por los campos de la vida social: ponedlas en los pensiles de la ciencia para que liben la miel de la ilustración, y así fortalezcan su cuerpo y espíritu.

No olviden las presentes generaciones, las generaciones que se encuentran al borde del sepulcro, que sus propios intereses, y los intereses de la patria en general, se encuentran en la dirección que se imprima a las nuevas generaciones.

Los niños de hoy serán los hombres de mañana que tienen que sustituirnos en todas las funciones de la vida pública.

Recorred todas las naciones latinas, de la primera a la última, y encontraréis por todas partes el descuido tan grande que tienen de la niñez, tanto las familias como los gobiernos, Y, ¿a qué obedece esto? Cuestiones de raza y de carácter.

En las tribunas y en la prensa, en las grandes solemnidades y fiestas, ¡cuánto se dice! Se hace alarde con rimbombantes y huecas frases del hipotético progreso intelectual de la sociedad; pero, en realidad, las cosas pasan de manera diferente, y el positivismo verdadero de los acontecimientos nos hace sufrir horrible decepción. Recorred todas las comarcas de la Nación; visitad sus escuelas y veréis cuán diferente es la enseñanza y cuánto deja que desear.

A las escuelas no asisten ni aun siquiera la mitad de los niños que deberían asistir; los maestros se encuentran olvidados, y la opinión pública les es desfavorable. Hay muchos lugares en la Nación en que la escuela se encuentra todavía en la triste y miserable condición en que la conocieron las generaciones que descansan ya en las oscuridades de la tumba. Y a pesar de tantos vacíos y deficiencias que se notan, oímos por doquiera el alarde que se hace del progreso intelectual del pueblo.

¡Cuántos miles de seres desgraciados se desarrollan en el seno de las modernas sociedades, entre las sombras de la ignorancia y del error!

Las cuestiones intrincadísimas de la política, los problemas económicos y tantas otras cuestiones semejantes a éstas, desvían la atención de los gobiernos de la más trascendental e importante que es la de preparar a las nuevas generaciones por medio de la luz del saber, para que entren a luchar con éxito en la vida, para que nos sustituyan ventajosamente.

El programa no será sólido mientras no se instruya al pueblo, mientras no se haga que el hombre tenga conciencia de sí mismo y comprenda su valer, mientras no se pongan en sus manos las armas del progreso y de la civilización, que dan vida y no destruyen.

Es tiempo, pues, de que la sociedad actual se fije en los intereses de la niñez, que son los intereses generales de la Nación, y para que las autoridades dediquen su tiempo a velar por ellos.

El único remedio que hay para curar el gran número de ramales que afligen a la sociedad, para reprimir la criminalidad y para extirpar tantos asquerosos vicios que canceran su corazón, es la regeneración del pueblo por medio de una enseñanza integral. Allí está el porvenir de la Nación.

El fin que deben con ahínco perseguir los gobernantes. el lema de todas las sociedades modernas, debe ser: instruir a la niñez, poniendo todos los medios que se requieran y venciendo todos los obstáculos que se presenten, y de esa manera se le preparará un brillante porvenir a la Nación.