Plutarco Elías Calles, 12 de Marzo de 1925

Desde que el movimiento revolucionario político-social, consagrando su triunfo definitivo, dejó consignada en la Ley fundamental de la República la síntesis de sus postulados y de sus aspiraciones, los enemigos intransigentes de la causa popular, los que siempre han solidarizado su acción y su anhelo con los expoliadores de los humildes, de los desheredados; los que, con criterio de grosero mercantilismo fomentan por sistema la miseria de los trabajadores para aprovecharse, sin conciencia; de la mercancía trabajo, conociéndose impotentes para continuar franca y virilmente la lucha que sostiene, desde tiempo inmemorial, en pro de la esclavitud humana, han recurrido a la táctica hipócrita de ostentarse ruidosamente como sostenedores de la Constitución, al mismo tiempo que consagran todas sus actividades y todas sus argucias a obstruccionar el imperio de los cánones revolucionarios y a dividir, por los medios que les son característicos -adulación, intrigas, murmuraciones y calumnias- a los hombres de la Revolución.

Dentro de este programa de perfidia y de falsía, los portaestandartes del pasado, los corifeos de la reacción han podido vanagloriarse en ocasiones varias, de la claudicación de algunos líderes de la causa popular, de la traición de otros y del sacrificio de muchas vidas absolutamente identificadas con la causa revolucionaria. Y entusiasmados por el éxito parcial de sus intrigas, continúan su labor judaica, pretendiendo tocar los resortes de todas las debilidades humanas imaginables para sembrar en las filas de la Reforma, gérmenes de división, de claudicación y deslealtad.

Persiguiendo esta finalidad, las rotativas de la reacción han aplaudido siempre todas las traiciones a la causa popular y han dado rienda suelta al canto de las sirenas procurando fomentar ambiciones malsanas, celos injustificados e indisciplinas criminales entre los hombres representativos del movimiento político-social que en forma imperturbable y serena se consolida y avanza.