10 de Abril de 1919
PARTE OFICIAL DEL CORONEL GUAJARDO.
Al margen un sello que dice: Ejército Nacional Cincuenta Regimiento de Caballería, Comandancia: Tengo la honra de Informar de las operaciones llevadas a cabo durante los días del 8 al 10 de los corrientes:
Día 8.- Habiendo recibido las últimas instrucciones del ciudadano general en jefe del Cuerpo de Ejército de Operaciones del Sur, don Pablo González y salí de ésta con mi escolta rumbo a Chinameca, a las 8:15 A.M., llegando a Moyotepec a las 11 del mismo día; donde me esperaba una escolta de cincuenta hombres, al mando de un capitán 2o.(Segundo), saliendo de dicho punto y llegando a Chinameca a las 3 P.M. Se procedió desde luego a comunicarme con Emiliano Zapata por conducto del llamado general y licenciado Feliciano Palacios, secretario del mencionado Zapata, quien tenía algunos días de estar en nuestro destacamento, ultimando los arreglos para que yo y mi gente desconociéramos al Supremo Gobierno, recibiendo más tarde instrucciones.
Día 9.- A la una de la mañana de este día, y al frente de mi gente montada, armada y perfectamente municionada, dejamos la hacienda de Chinameca saliendo rumbo a la Estación de Huichila, estando en aquel lugar a las 7 A.M., dándose forraje a la caballada y recibiendo las últimas instrucciones para el ataque a Jonacatepec, tomando ese rumbo a las 9 y llegando a un kilómetro antes de dicha plaza a las 12:45 P.M., donde me esperaba la gente que, de acuerdo conmigo, llevaba el ciudadano capitán 1o. (Primero) Salgado, del 66 regimiento. Desde luego se procedió al ataque y toma de dicha plaza, combatiendo media hora, lugar en que perdimos dos individuos de tropa que murieron en el combate que se libró.
A las,4 P.M., salí de Jonacatepec encontrándome Emiliano Zapata por primera vez, adelante de la Estación Pastor, llevando éste número aproximado de 600 hombres. Fui recibido perfectamente por el cabecilla suriano, quien manifestó deseos de conocer a mi oficialidad la que en seguida le fue presentada; a continuación de esto fui, invitado para pasar a Tepalcingo, lo que acepté llevando mis fuerzas, pernoctando en ese lugar, donde existía un número de zapatistas aproximado a mil trescientos.
A las 8 A.M. Zapata, con sus fuerzas compuestas aproximadamente de cuatrocientos hombres, entró a este punto comunicándome que fuerzas constitucionalistas en número de tres mil avanzaban con objeto de atacarnos; a la vez, daba órdenes a otras fuerzas de él para que salieran a combatirlas y dándome órdenes a mí para que permaneciera en mi lugar, posesionándose Emiliano con su escolta en la Piedra Encimada, para repeler un ataque.
A partir de esta hora llegaron los llamados generales Castrejón, Zeferino Ortega, Lucio Bastida, Gil Muñoz y Jesús Capistrán, llevando consigo un número de fuerzas aproximada a dos mil quinientos hombres.
A la 1:30 P.M. me encontraba en la hacienda con Castrejón, Palacios, Bastida y otro general cuyo nombre no recuerdo, el cual salió a llamar a Emiliano Zapata, llegando el ciudadano capitán Salgado en ese momento.
A las 2 P.M., Zapata venía acompañado de cien hombres para entrar a la hacienda. Estando preparada de antemano la guardia para que a la entrada de éste hicieran honores y a la vez la orden para que a la segunda llamada de honor hicieran fuego sobre el cabecilla, estando el resto de la fuerza arreglada y dispuesta a combatir, dando por resultado que a las dos y diez minutos de la tarde se presentó ante el cuerpo de guardia ejecutándose lo dispuesto y quedando muertos el propio Emiliano Zapata, Zeferino Ortega, Gil Muñoz y otros generales y tropa que no se pudo identificar, habiéndose hecho bajas entre muertos y heridos en número aproximado de 30 hombres.
En los mismos momentos yo en persona hacía fuego a Palacios, Castrejón y Bastida quedando muertos en el acto. A la vez hago constar que el ciudadano capitán 1o. (Primero) Salgado, que había permanecido a mi lado salió en el preciso momento de las descargas, regresando instantes después. Ya dispuesta una fuerza montada, se procedió a hacer la persecución del enemigo por distintos rumbos hasta dispersarlos completamente, haciéndole gran número de bajas entre muertos y heridos, contándose entre estos últimos el llamado general Capistrán.
Una hora después, con objeto de conducir el cadáver de Zapata se tocó Bota Silla y media hora más tarde, 4 P.M., salí de la hacienda con la fuerza de mi mando, rumbo a Cuautla, lugar donde llegamos a las 9:10 PM, haciendo entrega de dicho cadáver al ciudadano general en jefe del Cuerpo de Ejército de operaciones del Sur, como prueba de haber cumplido la orden en comisión que hacía sesenta horas me había confiado.
En el transcurso de este día a los anteriores, hubo por nuestra parte 16 dispersos. Tengo el honor, mi general, de hacer a usted presentes mi subordinación y respeto.
Constitución y Reformas.
Cuautla, Morelos, abril 15 de 1919.
El coronel jefe del regimiento, Jesús M. Guajardo. Al C. general jefe del Cuerpo de Ejército de Operaciones del Sur.-Presente.
PARTE OFICIAL DE LA MUERTE DE ZAPATA DEL EJERCITO LIBERTADOR DEL SUR.
Al margen: Ejército Libertador. Secretaría particular del ciudadano General en Jefe.- Al centro: Al G. Gral. Gildardo Magaña.-Cuartel General.
Tengo la profunda pena de poner en el superior conocimiento de usted, que hoy, como a la una y media de la tarde, fue asesinado el C. General en jefe, Emiliano Zapata, por tropas del llamado coronel Jesús M. Guajardo, quien con toda premeditación, alevosía y ventaja, consumó la cobarde acción en San Juan Chinameca.-
Para que usted quede debidamente enterado del trágico suceso voy a relatar los siguientes detalles: Tal como se lo comunicó a usted oportunamente, en virtud de haber llegado hasta nosotros informes sobre la existencia de hondos disgustos entre Pablo González y Jesús Guajardo, el C. General Zapata se dirigió a éste último, invitándolo a que se uniera al movimiento revolucionario.
A esta carta contestó Guajardo manifestando estar dispuesto a colaborar al lado del jefe siempre que se le dieran garantías suficientes a él y a sus soldados. Con los mismos correos que pusieron esa carta en manos del jefe, éste contestó a Guajardo ofreciéndole toda clase de seguridades y felicitándolo por su actitud, ya que lo juzgaba hombre de palabra y caballero y tenía confianza en que cumpliría al pie de la letra sus ofrecimientos. Las negociaciones siguieron todavía en esa forma, es decir, llevadas por correspondencia y de toda la documentación adjunto a usted copias debidamente autorizadas. El día dos del actual, el ciudadano general en jefe dispuso, que para arreglar definitivamente el asunto pasara al cuartel de Guajardo, en San Juan Chinameca, el C. coronel Feliciano Palacios, quien permaneció aliado de Guajardo hasta ayer, a las cuatro de, la mañana, hora en que se nos incorporó y misma a la que, según nos dijo, marchaba Guajardo rumbo a Jonacatepec.
Aquí debo hacer mención de un hecho que hizo que el ciudadano general en jefe acabara de tener confianza en la sinceridad de Guajardo. Las versiones que circulaban en público, asegurando que Guajardo estaba en tratos para rendirse al ciudadano general Zapata, se acentuaron a tal grado, que varios vecinos de algunos pueblos que en esos días visitamos, pidieron al ciudadano general en jefe, que fuesen castigados los responsables de saqueos, violaciones, asesinatos y robos cometidos en dichos pueblos por gente de Victoriano Bárcenas, a la sazón bajo las órdenes de Guajardo.
En vista de esta justa petición, el ciudadano general Zapata se dirigió a Guajardo, por conducto de Palacios, pidiéndole hiciera la debida averiguación y procediera al castigo de los culpables. Guajardo, entonces, separó de entre los soldados de Bárcenas, a cincuenta y nueve hombres, que eran al mando del "general" Margarito Ocampo y del "coronel" Guillermo López, todos los cuales fueron pasados por las armas, por órdenes expresas de Guajardo, en un lugar llamado Mancornadero.
Esto sucedió ayer. Guajardo se encontraba en Jonacatepec, plaza que dijo había capturado al enemigo. Al saberlo nosotros nos dirigimos a Estación Pastor, y de allí, Palacios, por orden del jefe, escribió a Guajardo diciéndole que nos veríamos en Tepalcingo, lugar a donde iría el general Zapata con treinta hombres solamente, y recomendándole él hiciera otro tanto. El jefe mandó retirar su gente y con treinta hombres marchamos a Tepalcingo, donde esperamos a Guajardo.
Éste se presentó como a las cuatro de la tarde, pero no con treinta soldados, sino con seiscientos hombres de caballería y una ametralladora. Al llegar a Tepalcingo la columna, salimos a encontrarla. Allí nos vimos por primera vez con el que, al día siguiente, habría de ser el asesino de nuestro general en jefe, quien, con toda nobleza del alma, lo recibió con los brazos abiertos: Mi coronel Guajardo, lo felicito a usted sinceramente, le dijo sonriendo.
A las 10 P.M. salimos de Tepalcingo rumbo a Chinameca, a donde llegó Guajardo con su columna, mientras que nosotros pernoctamos en Agua de los Patos. Cerca de las ocho de la mañana bajamos a Chinameca. Ya allí, el jefe ordenó que su gente (ciento cincuenta hombres que se nos habían incorporado en Tepalcingo), formara en la plaza del lugar; mientras él, Guajardo; los generales Castrejón, Casales y Camaño, el coronel Palacios y el suscrito, nos dirigimos a lugar apartado para discutir planes de la futura campaña. Pocos momentos después empezaron a circular rumores de que el enemigo se aproximaba.
El jefe ordenó que el Cor. José Rodríguez (de su escolta), saliera con la gente a explorar rumbo a Santa Rita, cumpliéndose luego con esa orden. Después Guajardo dijo al jefe: Es conveniente, mi general, que salga usted por la 'Piedra Encimada', yo iré por el llano. El jefe aprobó, y con treinta hombres salimos al punto indicado.
Ya al marchar Guajardo, que había ido a ordenar a su gente, regresó diciendo: Mi general, usted ordena; ¿salgo con infantería o con caballería? El llano tiene muchos alambrados; salga usted con infantería, replicó el Gral. Zapata, y nos retiramos. En Piedra Encimada exploramos el campo y viendo que por ningún lado se notaba movimiento del enemigo, regresamos a Chinameca. Eran las doce y media de la tarde, aproximadamente.
El jefe había enviado al coronel Palacios a hablar con Guajardo, quien iba a hacer entrega de cinco mil cartuchos y llegando a Chinameca, inmediatamente preguntó por él. Se presentaron, entonces, el capitán Ignacio Castillo y un sargento y a nombre de Guajardo invitó Castillo al jefe para que pasara al interior de la hacienda, donde Guajardo estaba con Palacios arreglando la cuestión del parque.
Todavía departimos cerca de media hora con Castillo, y después de reiteradas invitaciones, el jefe accedió: Vamos a ver al coronel, que vengan nada más diez hombres conmigo, ordenó, y montando su caballo -un alazán que le obsequiara Guajardo el día anterior- se dirigió a la puerta de la hacienda. Lo seguimos diez, tal como él ordenara, quedando el resto de la gente, muy confiada, sombreándose debajo de los árboles y con las carabinas enfundadas.
La guardia parecía preparada a hacerle los honores. El clarín tocó tres veces llamada de honor y al apagarse la última nota, al llegar el general en jefe al dintel de la puerta, de tal manera más alevosa, más cobarde, más villana, a quemarropa, sin dar tiempo para empuñar ni las pistolas, los soldados que presentaban armas descargaron dos veces sus fusiles, y nuestro general Zapata cayó para no levantarse más. Su fiel asistente, Agustín Cortés, moría al mismo tiempo. Palacios debe haber sido asesinado también, en el interior de la hacienda.
La sorpresa fue terrible. Los soldados del traidor Guajardo, parapetados en las alturas, en el llano, en la barranca, en todas partes, (cerca de mil hombres), descargaban sus fusiles sobre nosotros. Bien pronto la resistencia fue inútil; de un lado éramos un puñado de hombres consternados por la pérdida del jefe, y del otro, un millar de enemigos que aprovechaban nuestro natural desconcierto para batimos encarnizadamente. Así fue la tragedia.
Así correspondió Guajardo, el alevoso, a la hidalguía de nuestro general en Jefe. Así murió Emiliano Zapata; así mueren los valientes, los hombres de pundonor, cuando los enemigos para enfrentarse con ellos, recurren a la traición y al crimen. Como antes digo a usted, mi general, adjunto copias debidamente autorizadas de todos los documentos relativos. y haciéndole presente mi honda y sincera condolencia, por la que nunca será bien sentida la muerte de nuestro ciudadano general en jefe, reitero a usted, mi general, las seguridades de mi subordinación y respeto.
Reforma, Libertad, Justicia y Ley.
Campamento revolucionario en Sauces, Estado de Morelos.-10 de abril de 1919. El secretario particular mayor, Salvador Reyes Avilés.
Felicitación de Venustiano Carranza al General Pablo González.
Del Palacio Nacional de México, el 11 de abril de 1919. Señor General de División; don Pablo González. Cuautla, Morelos.
Con satisfacción me enteré del parte que me rinde usted en su mensaje de anoche, comunicándome la muerte del cabecilla Emiliano Zapata, como resultado del plan que llevó a cabo con todo efecto el coronel Jesús M. Guajardo. Lo felicito por este importante triunfo que ha obtenido el Gobierno de la República con la caída del jefe de la revuelta en el sur, y por su conducto, al coronel Guajardo y a los demás jefes; oficiales y tropa que tomaron participación en ese combate; los felicito por el mismo hecho de armas; y atendiendo a la solicitud de usted, he dictado acuerdo a la Secretaría de Guerra y Marina para que sean ascendidos al grado inmediato el coronel Jesús M. Guajardo y los demás jefes y oficiales que a sus órdenes operaron en este encuentro, y cuya lista deberá usted remitir a la propia Secretaría del estado.
Salúdolo afectuosamente.
V. Carranza.
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