Venustiano Carranza
Ciudad de México, 10 de Mayo de 1919
Nueva York, mayo 10.- "The New York World" publica hoy un despacho telegráfico de su corresponsal en la ciudad de México, Mr. Robert H. Murray.
El Presidente Carranza -dice una parte del mensaje- me explicó las razones que tiene para no reconocer la Doctrina Monroe, y una de ellas es que esa Doctrina ataca la absoluta Independencia de México. También me dijo el señor Carranza que las declaraciones que hizo sobre el particular la Cancillería mexicana, deberán mirarse como la expresión del sentimiento oficial del Gobierno de México.
El señor Carranza se expresó acerca de la Doctrina, diciendo que constituye un protectorado arbitrario impuesto sobre los pueblos que nunca lo habían solicitado, y que tampoco lo necesitan; que la Doctrina no es recíproca y que, por lo tanto, es injusta si se aplica a las repúblicas americanas: que debería aplicarse al mundo entero y que, de lo contrario, sería una verdadera tutela sobre Latinoamérica; que no debería existir bajo ningún pretexto.
El mismo Presidente Wilson, continuó el señor Carranza, lo ha reconocido así cuando habló con los periodistas mexicanos que fueron a Estados Unidos el año pasado. Podrían citarse algunos casos en que la Doctrina Monroe ha causado dificultades a algunos pueblos latinoamericanos, y puso un ejemplo: el caso de que alguien recibiera un favor que no desea, y se le impusiera por la fuerza.
Entonces el señor Murray preguntó qué principio podría sustituir a la Doctrina Monroe, a lo cual contestó el Presidente Carranza que no creía necesario expresarlo, que solamente se necesita establecer una verdadera igualdad a todas las naciones.
El señor Murray interrogó a su vez al señor Carranza, si creía que la Doctrina Monroe había salvado a México cuando la intervención francesa, y el Presidente de México respondió negativamente, diciendo enfáticamente que los franceses habrían tenido que retirarse por la sola resistencia de los mexicanos.
Agregó el Presidente Carranza que la Doctrina Monroe era innecesaria para las naciones fuertes, porque su poder constituía su propio derecho.
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